Dedicatoria: Al principio pensaba hacer otra dedicatoria, (que reproduciré debajo),Pero hoy he visto algo que me ha hecho cambiar de idea.Me gustaría dedicarle este libro a un perro, le vi de lejos,caminando en medio de la autovía, perdido y solo.

Tenía mucho pelo, y seguro que estaba asfixiado por el calor.

Para sus amos sólo tengo una palabra. Bastardos.

Dedicatoria inicial.

Dedico este libro a todos los Homo Novus que existen por el mundo.Cada vez somos más.    

Autor: Francisco Agenjo                   

Homo Novus

Prólogo

¿Su nombre? Le llamaban Cero, pero no era ese el nombre con que le habían bautizado sus padres.

Tampoco era el mismo hombre que habían educado en la fe cristiana, de hecho, en los últimos años no se parecía a nadie a quien hubiese visto antes al mirarse al espejo.

Mucho había cambiado desde el comienzo de su viaje, tanto, que ya ni se consideraba humano. Diablos, casi podría sentir que no pertenecía ni a este mundo. Había dejado su fe en algún sitio hace años, había dejado de creer en Dios primero, y luego en todo.

Sin embargo, ahora creía.

Se miró al espejo del coche. En el asiento trasero una chica, joven, de inmensos ojos azules, dormitaba con cara de haber llorado.

Hace años era yo quien me encontraba en el asiento extraño del coche de un desconocido – pensó con melancolía.En el porta CD’s sonaba una de sus canciones preferidas. Alzó la radio y puso el volumen muy fuerte. Sabía que a su pasajera no la molestaría ni un tanque mientras estuviese en ese estado. Pero pronto reaccionaría.

– Una última misión, Cero. – Recordaba la petición de su jefe de grupo en la terraza de verano en la que se habían encontrado. Casi parecía que había sido ayer, era Septiembre, y el encargo le había llevado casi tres meses de localización y seguimiento.

Cero quería haberse marchado a “La Isla” justo después de la temporada de huracanes, para ayudar en lo posible a acondicionar las instalaciones de seguridad del complejo, pero no podía rechazar la petición de Cris, no cuando le debía tanto.Había cumplido, y ahora, escuchando música a todo volumen en el coche, conduciendo de noche por una autopista de Galicia, sonreía.

Pronto empezaría una aventura nueva, lejos, en el lugar que estaban preparando los suyos, y sabía, que su vida había cambiado mucho desde aquel día. Tanto, que casi podía sentir que la vida era buena. También estaba ella, a la que pronto vería tras tanto tiempo.

Y pensar que todo comenzó en un sitio tan extraño…          

Capítulo Cero

El suelo estaba brillante. Se notaba que hacía poco lo habían encerado y Mario podía reflejarse en él.

El vigilante le miró con expresión distraída mientras pasaba por delante de él. Sabía que las cámaras de seguridad vigilaban cada uno de los pasos que daban los visitantes del Museo de Ciencias Naturales, y por eso no pudo menos que sentirse nervioso.

Como cada semana en los últimos siete años, desde la excursión del colegio a ese mismo museo, Mario venía todos los domingos a ver a la persona que marcó su vida. Se trataba de Hellen Winter, antropóloga y bióloga evolucionaria.

Durante la visita que su colegio hizo a ese museo, fue ella la que les guió por los salones del museo, y les enseñó todo lo que la mayoría de ellos aprendería de evolución durante el resto de sus vidas. Pero lo que atrajo a  Mario hacia ella no fueron estos conocimientos, no.  Lo que a él le atrajo desde casi niño de Hellen era su pasión por la vida, su mirada llena de fuego.

Al principio no se acordaba de su nombre, le costó muchas visitas al museo averiguarlo, y cuando lo hizo, no se atrevió a acercarse a ella. No lo había hecho en estos siete años, y no creía ser capaz de hacerlo ahora, a los diecisiete.

Ella había marcado su destino, le había impulsado a estudiar biología, y esperaba poder matricularse en la misma universidad en la que ella daba clases. Pero todo se torció cuando su padre murió atropellado por un conductor drogado. Él tuvo que dejar las clases y ponerse a trabajar, mientras su familia, su madre y hermanas dependían de él para traer algo de comida a casa. Sus dos hermanas mayores le despreciaban, ellas sí estudiaron lo que quisieron, y en parte gracias al dinero que él ganaba colocando cajas y descargando camiones. La mayor había hecho turismo, y ahora trabajaba en Marbella poniendo copas a los turistas ingleses y alemanes. Como era otoño, ahora había cogido unos días de descanso y había venido a ver a su madre y a su hermana. A él apenas le había saludado.

La más pequeña, cuatro años mayor que él, seguía con sus estudios de derecho, y tras tres años en la universidad todavía tenía asignaturas de primero. Mario no sabía si tenía pensado terminarla la carrera nunca, pero su madre no parecía darse cuenta de ello. Su madre, un suspiro se le escapó al pensar en ella.

Durante años, había sido el alma de la familia, siempre llena de energía, siempre vibrante. Pero desde la muerte de su padre, había comenzado un lento declive que él no podía detener con todo su amor y cariño. Había dejado el trabajo y se pasaba el día tumbada en un sofá, viendo los programas del corazón.Esperaba que todo mejorase cuando su hermana terminase la carrera. Él quería llevar la vida de un chico normal, y lo intentaba, pero su trabajo de diez a diez, fines de semana incluidos, no le dejaba mucho tiempo, y el poco dinero que ganaba se lo quedaban su madre y sus hermanas.

Tampoco en el instituto nocturno tenía muchos amigos. Era un chico tímido y raro, y apenas podía ir a clase. Los demás le miraban como si fuese un bicho al que había que pisar para impresionar a Carolina, la chica más guapa de la clase. Él sabía que podía superarles a todos en lo que quisiese, estudios, deportes, hasta bebiendo cerveza y tragando calimocho, pero no era su estilo.

Mario prefería estar siempre detrás, sin llamar la atención, observando. Creía que eso algún día le ayudaría a saber. A saber lo que piensa la gente, por qué algunos chicos eran tan capullos, y por qué el mundo era así. Esperaba encontrar algún día la forma de cambiar todo eso, a pesar de su timidez, pero los años pasaban, y la vida se hacía muy cuesta arriba.

– Buenos días, Hellen, – dijo alguien – ¿Cómo te va?

Una voz femenina llamó su atención. Inmediatamente volvió al museo dejando sus pensamientos atrás. Pudo observar a la mujer que había venido a ver. Allí, rodeada de niños que recibían una clase como la que él recibió hacía años, estaba Hellen Winter.

Ella ya no trabajaba como guía en el museo, pero casi todos los fines de semana se dejaba caer por allí y daba alguna charla a algún grupo, Mario siempre estaba en todos.

– Muy bien, Lorena, ¿y a ti? ¿Qué tal están la futuras generaciones? – respondió Hellen con la alegría que ni los años habían podido borrar de su bello rostro.

– Bueno, pues me temo que como siempre, revoltosos y agitados. No paran de preguntar, lamento las molestias que están causando en el museo – respondió la otra profesora a la que se notaba que sentía mucho respeto por Hellen.

– Ellos son el futuro, Lorena, hay que dejarles hacerse preguntas. Déjales, nosotros también hemos sido jóvenes, algunos incluso aún lo somos.

– Y diciendo esto, cogió a uno de los niños y lo acompañó ante la vitrina.

– Mira, ¿te gusta este animal?, te voy a contar su historia.El resto de los niños estaban un poco alborotados, y la maestra estaba intentando callarles,

– SShh, – susurró -, esta persona es muy importante, y muy lista. Sabe más de animales que mucha gente, callaos y escuchadla.

Mario se la quedó mirando, mientras algunos visitantes del museo se acercaban también ante la improvisada clase.

Hellen comenzó la charla ante la docena de niños que la miraban a ella y al animal alternativamente.

– Este animal que veis es un tigre dientes de sable, un smilodon. Es un antepasado de los grandes felinos que hoy habitan en América, los pumas, los jaguares. – Ante la mención de la palabra jaguar, uno de los niños se aferró a las faldas de su maestra, lo que no pasó desapercibido para Hellen.

– Eran animales aterradores, terribles, se alimentaban de grandes ungulados, bisontes, lo que fuese, sí, incluso de personas. La imagen del animal tomó presencia ante Mario de una forma que no se había fijado antes. El enorme felino, de piel parda como los pumas, les miraba a todos con una mirada hambrienta. Los dos colmillos superiores, grandes como cuchillas, como espadas cortas, sobresalían por debajo de su mandíbula, mientras sus poderosos músculos parecían capaces de darle el impulso necesario para llegar hasta a ellos.

– Estos animales, aterrorizaron a nuestros antepasados. Con sus colmillos, podían penetrar la piel de cualquier animal, sus garras podían partir a un hombre en dos, y sus músculos le hacían más fuerte que cualquier persona. Más – dijo dirigiéndose tanto a los niños como al resto de los presentes, incluido él– que muchos seres humanos.

Cuando ella hablaba, parecía que lo hacía para cada uno de los presentes de forma individual, tal era su poder de atracción.Los niños, chicos y chicas por igual, se extasiaban ante la contemplación de la criatura que les había enseñado.– Sin embargo, eso no garantizó su supervivencia – continuó ella.

– Había otros animales mejor adaptados, al final los grandes colmillos, que le habían servido para cazar, se hicieron demasiado grandes, demasiado pesados, casi un ornamento, y contribuyeron a que se extinguiese. Ahora ya no quedan smilodones, excepto en nuestros sueños, y si algo hemos aprendido los seres humanos de la experiencia de la Naturaleza, es que todas las criaturas están condenadas a extinguirse. Todas.

– ¿El hombre también? – preguntó uno de los niños.

– Este va a ser científico – murmuró alguno de los adultos en la sala.

– Sí, – respondió Hellen. – el hombre también, pero no hay que tener miedo, eso pasará dentro de muchos millones de años, y será algo natural, sin miedo. Como los tigres, los leones y los pumas, que han ocupado el sitio de los antepasados que les dieron vida. Serán nuestros hijos los que se queden en el mundo, y así, en cierta forma nosotros. Alguno de los niños lloraba ya por el temor a la extinción. Lorena intentaba calmarla mientras que Hellen miraba al hombre que iba con ella con sus profundos ojos verdes.

– No hay que tener miedo, nunca, niños. Lo que hay que hacer es intentar que la evolución juegue a tu favor, y no en tu contra. Lorena, disculpa si les he asustado, ya sabes que no soy buena mintiendo. – Tranquila, – dijo sonriendo la maestra – mañana se les habrá pasado y recordarán tus palabras. Espero que hayan aprendido algo.

– Sí, yo también espero que alguien haya aprendido algo.El corazón de Mario se rompió. Al marcharse ella, se había ido con el hombre alto que la acompañaba. Por su expresión, que tras tantos años de observarla había llegado a entender muy bien, sabía que él era algo importante para ella. Y Mario supo que jamás vería hecho realidad su sueño.

Se quedó sólo, mientras todos se marchaban, mirando la criatura felina que momentos antes había atraído la atención de todos los presentes, menos la de él. Sabía que el último sueño que le quedaba se había terminado, y comenzó a sentirse muy, pero que muy solo.

Capítulo Uno: La Coraza

Mario estuvo así durante diez minutos al menos. Había perdido la noción del tiempo, sumido en la tristeza de quien ve que todo su mundo se desmorona, que su vida estaba sostenida con palillos, y alguien había soplado sobre el montón, derrumbando el castillo de ilusiones que se había construido.

En su silencio, escuchó un ruido de pasos a su espalda, y pensó que era el vigilante que volvía a molestarle como hacía cada domingo. Preguntándole si no tenía nada mejor que hacer que pasear por el museo. Se volvió mirando al suelo, hundido, pero no vio los zapatos lustrosos que llevaban los guardias del museo. En su lugar, pudo contemplar un par de zapatos viejos, y las perneras de unos pantalones vaqueros grises. Alzó la vista, sin reconocer al chico que se había parado frente a él. Era mayor que Mario, unos veintisiete años, y tenía el pelo corto, rapado por los lados y cortado a tijera por la parte superior. Le daba un cierto aspecto militar, el cual se veía fortalecido por su manera de plantarse delante de él, observándole.

– Hola, Mario, creo que tenemos que hablar – dijo el extraño. Mario intentó recordar su cara, de alguna paliza que le daban los chicos mayores en el colegio o el instituto, pero no pudo.

– ¿Quién eres? – preguntó – no te conozco.

– Me llamo Cris. Mis padres me pusieron Cristian, pero la verdad, es que no suelo hacer mucho caso de mis padres.– ¿Qué quieres?

– Nada, sólo hablar contigo, pero no te asustes, – Mario no sabía porqué, pero los gestos del chico eran a la vez seguros y tranquilizadores, y agresivos. Se movía como un felino, como el smilodon que habían dejado atrás. Mario no pudo hacer otra cosa que acompañarle. Todo en su actitud le recordaba a los chicos que le habían dado palizas durante su adolescencia. Si no hubiese estado tan dolido por la pérdida de su último sueño, habría sentido miedo. No era que no estuviese acostumbrado a la estupidez de los chicos mayores, pero uno nunca se acostumbra al dolor. Lo que más le dolía era la actitud de sus torturadores. Chicos que no tenían ninguna preocupación en la vida, que creían ser el centro del universo y que sólo se preocupaban por lo que podían ver, tocar, comer o follar, nunca por lo que podían ser o soñar.

Mario sabía que no era culpa de ellos, lo había leído. La falta de padres que les sirviesen como modelo, la ausencia de valores, el machacón ritmo televisivo que incluso a él le incitaba a consumir, a ser más a través de lo que tenían. Pero era muy difícil disculpar a alguien cuando uno era el objeto de las burlas.

Una ráfaga de aire les sacudió en la cara. Habían salido del museo, y ahora estaban en la calle, paseando entre los árboles cuyas hojas empezaban a caer al suelo al comienzo del otoño.El chico que decía llamarse Cris se detuvo, se plantó frente a él.

Ahora comenzarán las burlas, seguidas de la paliza – pensó. Ahora que estaba tan cerca el momento, no tenía miedo. Sabía por otras veces que los golpes curarían, tenía un cuerpo fuerte, pero lo que más marca le dejaría serían los insultos, y la vejación.

Lo que hizo el chico le sorprendió.

– Mario, ¿qué te pasa tío? – el tono que utilizaba era agresivo, pero no violento. – ¿Por qué no te defiendes por una vez? Su actitud le había sorprendido. Le hablaba como si le conociese de toda la vida, y Mario se sentía impelido a hablar con él. Era como si el chico generase confianza.

– ¿De qué? – preguntó Mario, sabiendo que la respuesta era obvia.

– De la vida, tío. De la vida. Llevo semanas observándote, desde que te vi la primera vez en el museo. Te he seguido, he visto como te tratan tus jefes en el trabajo, las horas extras que echas y no te pagan, y el dinero que te quitan encima del plus de transportes. – Cris hizo una pausa y Mario pudo ver que parecía agitado. Como si esas mismas cosas le estuviesen pasando a él en sus propias carnes.

>> – Verás, – continuó – he visto las palizas que te dan tus compañeros, no parecen muy grandes pero irán a más, te lo aseguro. Cuando un grupo de esos capullos la toma con alguien la toma en serio. Y si encima hay chicas de por medio será peor. Cada vez intentarán impresionarlas más, cada vez los golpes intentarán dejarte más en ridículo, hacerte más daño. Ellos creen que así conquistan a esas chicas, y que eso les hace superiores a ti.

– No me importa – dijo Mario avergonzado.

– Claro que te importa. Sabes, porque eres listo, que su comportamiento no les hace más listos que tú, ni más fuertes, sólo parecerlo. Tal vez eso no les haga mejores, pero a los ojos de todos sí lo son. Este mundo es una mierda. Lo importante son las apariencias, es el mundo que nos han legado, y tus compañeros son sólo una muestra de lo que te espera.

– ¿De verdad crees que el aislamiento terminará en la universidad  a distancia? ¿O que te dejarán encontrar un trabajo mejor, donde respeten tu esfuerzo? ¿qué alguna vez te ganarás el respeto de tus hermanas o que tu madre no te verá como el responsable de la muerte de tu padre porque ibais en bicicleta juntos?

Mario bajó la cabeza mientras una sentimiento de pena se apoderaba de todo su ser. Sentía como si el mundo no existiese, y a su alrededor sólo hubiese una negrura y un pesar inmensos, de los que nunca podría escapar. La persona que le había recordado que su vida era una mierda le miraba en silencio, esperando una reacción de él. Pero Mario no le veía. Sólo sentía que la vida se le escapaba y que quería hundirse en la negrura de su alrededor.

Reunió fuerzas para alzar la vista una vez más, y vio como Hellen se sentaba en un banco cerca de él compartiendo un bocadillo que el hombre que la acompañaba.Mario ya no pudo aguantar más, y rompió a llorar. No era por miedo a una paliza, no. Era más como si el dolor de su pecho y su alma fuesen tan grandes que saliesen como un grito mudo al mundo, intentado no asfixiar al anfitrión al que habían torturado tanto tiempo. Como si el dolor estuviese vivo, y reconociese que se había pasado, que había sobrepasado un límite del cual ya no había retorno. Cualquier que lo hubiese visto, lo hubiese sabido. Pero junto a él sólo había un extraño, Cris.

***

Esa misma noche estaban cenando en un burger del centro de la ciudad.Mario había seguido llorando durante una hora, sentado en un banco, con la cabeza hundida entre las manos, y con un silencioso Cris que le observaba en silencio, en pie, frente a él.

Cuando ya no le quedó nada dentro, y lo hubo soltado todo hasta el punto de que perecía estar completamente vacío de sentimientos, Cris había dicho algo relacionado con comer, pero Mario no pudo oírlo.

Le acompañó como un fantasma en silencio, mudo, a través de los túneles del metro hasta el burger más cercano.Minutos después estaban ambos en silencio, comiendo una hamburguesa y Mario recuperó un poco el control. Cuando estuvo mejor, Cris siguió hablando.

– Verás, Mario. No quería hacerte daño. Sé por lo que has pasado, como muchos otros, y sé que es muy difícil salir de ese círculo vicioso. Por eso estoy aquí. – sus palabras sonaban tranquilas, comprensivas, como si él mismo hubiese pasado por esto, y como si lo hubiese escuchado ya antes.

>> Vengo a ofrecerte una salida para esto, pero yo no puedo sacarte de aquí, si tú no quieres.Mario miró hacia fuera. Estaban en la segunda planta del restaurante y podía ver las calles más céntricas de la ciudad extendiéndose bajo él. Repletas de gente que marchaba a sus asuntos, sin preocuparse de nada que no fuese lo que les concernía a ellos. Hacía tiempo que Mario sabía que sus sueños de cambiar el mundo a mejor eran imposibles, pero sólo ahora, tras la pérdida de su amor, se había atrevido a aceptarlo. Si no fuese por Cris, que apareció de repente sin previo aviso, tal vez ahora el futuro de Mario sería inexistente.

– No se puede, Cris.

– Era la primera vez que le llamaba por su nombre, y no sabía porqué, Mario se sintió bien por ello. Cris sonrió un poco, no sabía si por la respuesta o por oír su nombre en boca de un casi desconocido.– Claro que se puede. Lo que no se puede es hacerlo mediante los métodos habituales. Verás, fue Albert Einstein el que dijo que “el mundo no saldrá de una época de crisis, utilizando el mismo esquema de razonamiento que le había conducido a ella”.

Mario no entendía lo que eso significaba, era como si las luces de la ciudad le hipnotizasen. Una chica se cayó al suelo, y sólo un anciano se intentó agachar a recogerla, pero al hacerlo, fue golpeado por otro transeúnte que caminaba a toda prisa. Éste último, miró a tras, y a  pesar de ver a ambos en el suelo continuó su apretado camino perdiéndose entre los calizos edificios color arenisca.

– ¿Qué significa eso? – preguntó Mario volviendo a la conversación.

– Significa que si quieres salir de la miseria tienes que hacerlo sin utilizar la miseria. Que si quieres cambiar el mundo, debes hacerlo de forma novedosa, y radical. No puedes intentar cambiar un sistema político corrupto con un mero voto, ni cambiar la política de las grandes empresa no comprando sus productos. Son tan grandes que no te dejan elección, debes elegir entre dos males, nunca entre nada bueno.– Eso ya lo sé – respondió.

– Me alegro, así ya no tendré que explicarte que este mundo es un asco, y que, o lo cambiamos, o nos vamos al garete. Puede que no todos, pero sí la gente como nosotros. El mundo es de los que están en lo alto de la cadena evolutiva, tío. Te pondré un ejemplo.

Cris hablaba con una pasión controlada, como si no quisiese asustar a su interlocutor. Mientras decía esto, le dio un buen bocado a la hamburguesa y a Mario, sólo de verlo comer con tanto ímpetu le entró hambre.–

Tú llevas mucho tiempo visitando ese museo – continuó Cris – ¿Verdad?

Mario asintió masticando un bocado y bebiendo un sorbo de refresco.

– Vale, entonces supongo que estarás al tanto de que lo que es la evolución, y de cómo las especies cambian para hacerse más fuertes, mejor adaptadas al medio.

– Cris no esperó a que Mario asintiera – entonces, debes saber que la especie dominante ahora mismo en esta jodida bola de barro se llama Homo Sapiens Sapiens, el Hombre. Que ha evolucionado, cambiado, durante millones de años para convertirse en lo que es.

>> Pues bien, ¿Qué te pensarías si yo te dijese que la evolución también ha cambiado? Que la evolución biológica podría estar estancada en lo que se refiere al hombre, pero que hemos alcanzado un grado de complejidad social tan grande que nuestra evolución es ahora social.

– No te sigo, Cris – Mario estaba perplejo, entendía algo de lo que le estaban diciendo, pero no conseguía comprender a qué venía todo esto.

– Escucha, Mario. Imagínate que en el mundo el ser humano individual no es el ente dominante del planeta, sino que quienes realmente dominan el ecosistema de la tierra son los grupos sociales. Imagínate que ahora son las agrupaciones de personas quienes controlan todo, y luchan por extender su dominio. Dentro de esta categoría entrarían las empresas, los estados, las fundaciones, los grupos de presión, las comunidades, las ciudades, etc. Imagínate que cada uno de ellos es un ser vivo, compuesto por millones de células, los individuos, las personas. Estos organismos compartirían entre sí algunas células, los recursos, etc. Pero cada uno de ellos lucharía por conseguir el dominio del ecosistema y de los recursos.

Mario comenzaba a entender, pero veía esta idea casi como de ciencia-ficción.

– Pero las empresas y las organizaciones no tienen consciencia propia, – puntualizó.

– No como tú y yo lo concebimos, pero tienen sus propios mecanismos autónomos de comportamiento, sus propias rutinas de “pensamiento” y actuación. Diablos, si cada individuo parece programado para hacer lo que tiene que hacer.

– Creo que estás reduciendo al ser humano a un mero número.

– Yo no, Mario, despierta, es el mismo ser humano el que se ha adjudicado este papel, pero la cosa puede cambiar. Podemos lograr romper el círculo.

– ¿Cómo? – inquirió. – si lo que dices es cierto, los seres humanos estaríamos impotentes ante la fuerza que esas estructuras de poder han conseguido en estos últimos años.

– No estos últimos años, Mario, sino durante toda la maldita historia de la Humanidad. Desde el comienzo de todo este tinglado, el hombre ha ido cediendo terreno en su evolución personal para que sean los organismos sociales los que vayan cambiando.

– Veo que falla algo en esta teoría, Cris. Si eso fuese cierto, ¿porqué las empresas pierden trabajadores? ¿Por qué en las organizaciones siempre hay disidentes?

– Es muy sencillo, porque el proceso de evolución social no ha terminado. El hombre todavía conserva gran parte de su libertad individual. Si bien ésta no es suficiente para conseguir que una gran empresa o una nación cambien de rumbo, a veces, sólo a veces, sí surge alguien que puede cambiar la trayectoria evolutiva de un país o compañía. Mario se fijó que había cinco chicos de unos veinte años que les estaban mirando. Parecían hermanos, todos vestidos igual, con el mismo corte de pelo, y la misma expresión de burla y superioridad en el rostro.

Cris continuó con lo que estaba diciendo sin prestarles las más mínima atención.

– Pero estas personas, tarde o temprano suelen terminar por ser asimilados dentro del organismo que una vez cambiaron. Una vez más es el organismo el que evoluciona, y el ser humano se convierte en una célula más o menos importante de este proceso.

– Entonces me estás dando la razón. No hay salida para la sociedad que hemos creado.

– No, Mario, te estoy diciendo que no hay salida de esta sociedad y de esta escala evolutiva, si sigues comportándote como un hombre corriente. Por muy bueno que seas, un hombre corriente es sólo eso, un hombre corriente, incosciente de que forma parte de un organismo mayor, que poco a poco, y de forma paulatina, comienza a tomar conciencia de su existencia de formas que nosotros no podemos ni imaginar.

– Pero yo soy un hombre, un ser humano. Como tú, como todos nosotros.

– Ahí es donde quería llegar, chaval, somos seres humanos, pero no somos como ellos, dijo mirando al grupo de cinco chicos que se estaban burlando de ellos. Nosotros somos mejores.Sin decir nada más se levantó de la mesa, y se acercó a la mesa contigua donde el quinteto se había quedado callado. Una vez frente a ellos, Cris se agachó y murmuró algo que Mario no pudo oír.Los cinco chicos se quedaron pálidos, y recogieron apresuradamente las chaquetas y las chupas y salieron escaleras abajo sin siquiera terminarse las hamburguesas.

Cris volvió a su asiento sin prestar la atención a las miradas agradecidas de todos aquellos que habían sido molestados por el inaguantable quinteto.

– Cris, ¿qué les has dicho? – preguntó Mario.

– Nada, – sonrió – que si no dejaban de molestar en el local me vería en la obligación de quitarles la cartera y hacer una visita a sus padres.

– Dudo mucho que se hayan marchado por eso, no prestan atención a nadie.– A mí sí, a mí, y a esto, – y mientras sonreía dejó ver bajo la chaqueta un revolver en su pistolera.

– No te preocupes, está descargado, y jamás se me ocurriría enseñarlo en público, pero al inclinarme sobre ellos dejé que lo viesen y bueno… eso es suficiente ¿no?

Mario sonrió. La verdad era que le parecía muy fuerte llevar un arma, y más aún amedrentar a unos chicos sólo un poco mayores que él con ella, pero Cris hacía parecer la acción como algo natural. Por algún motivo, tal vez porque le consideraba como la única persona que se preocupaba algo de él, Mario no se sintió inseguro sabiendo lo que escondía bajo la chupa.

– Te estaba contando algo… ah, sí – recordó mientras mordía otro gran bocado de su hamburguesa – te decía que tú y yo éramos mejores. ¡Y lo somos! Verás, te he estado vigilando, sé que te preocupas por la gente, que te llevas preocupando por el mundo desde que eras niño. Reciclas la basura, trabajas duro porque crees que así cambias algo, estudias por las noches cuando sales del curro. Cuidas de tu madre, y de unas hermanas mayores que pasan de ti, pero no de TU dinero…

>>Bueno, para qué seguir, eres un buen tío. Pero eres carne de cañón, chaval. Eres un mero currito para aquellos que están por encima de ti, alguien de quien aprovecharse, a quien extraerle el jugo mientras que puedan, y de quien desprenderse cuando ya no des más de ti.

– ¿Te crees que no lo sé?– Sé que lo sabes, Mario, y por eso te digo que eres especial. El resto de la gente no se da cuenta de eso ni en el momento de su muerte, y tú lo sabes desde que eras un niño. Sólo te quedaba aceptarlo, y liberarte.

– Pero yo no quiero aceptar eso.– ¡Sí quieres! – Cris se puso un poco altivo, quizás porque esperaba que Mario comprendiese lo que quería decir sin preguntar tanto.

– ¿Cómo no vas a querer conocer la verdad? No eres de esos que se engañan pensando que son los mejores de los mejores, que su destino es ser los más molones, los más folladores y luego romper el mundo laboral, cobrar una pasta por su cara bonita, irse de vacaciones todos los fines de semana, casarse con un dios o una diosa de la belleza y demostrarle al mundo lo chulos que son – En un segundo Cris había descrito a la gran mayoría de sus compañeros de clase

– Tú sabes que las cosas no son así, que esos sueños sólo los consiguen unos pocos, y que incluso éstos, tendrán al final unas vidas vacías y sin sentido.

– Pero parecen tan felices. – Sí, y el ser humano ha estado así durante generaciones. Confiando en que la vida les reservaba algo más de lo que hay en este mundo, disfrutando de los placeres que podían robarle al tiempo, sin meditar sobre el futuro.

– Yo quiero dejar algo detrás de mí. – Las palabras de Mario parecían más una afirmación que una contestación a todo lo que estaba diciendo su compañero.– Lo sé. Y sé que sabes que eso es imposible, que a parte de unos pequeños logros nunca harás algo tan grande como lo que verdaderamente desearías. Ahí es donde entro yo. Pero no es el momento de que te agobie. Piensa sobre lo que te he dicho, y veremos que podemos hacer mañana.

Minutos después Mario subía las escaleras del metro, con las manos en los bolsillos y mirando a los ojos de una anciana que pedía limosna en la boca de metro, y a la que todo el mundo parecía querer ignorar.

Cris le había dicho que al día siguiente iría a buscarle, que le localizaría, y continuaría explicándole lo que quería contarle.Mario, por su parte, no sabía a donde conducía todo esto, ni porqué Cris se lo contaba, o parecía interesarse por él, un chico más del montón, o peor. Uno que nunca llegaría a nada más que mozo de almacén, por mucho que intentase hacer otras cosas. Alguien condenado a vivir el resto de su vida solo, viendo a los demás, que no lo merecían, disfrutar de los frutos de su trabajo y de su esfuerzo, mientras que ellos no hacían nada por el mundo, excepto chuparle la savia.

Subió por la escalera, y no se atrevió a darle una limosna a la anciana. Arriba en la boca de metro, miró a su alrededor, a los edificios iluminados con luces apagadas y tenues de color naranja rojizo. El mundo entero parecía gris y triste, y ya ni la luz artificial lograba borrar la pátina de suciedad que los hombres habíamos dejado en él.

Cuando llegó a casa, Mario abrió la puerta en silencio. No porque temiese despertar a su madre, sabía que ella no le echaba de menos nada más que a final de mes, sino porque era una costumbre suya ir por la vida sin hacer ruido. Entró en la cocina, donde sus hermanas habían dejado los platos sin fregar antes de irse de marcha. Normalmente Mario los habría lavado, y después habría recogido un poco el cuarto de estar. Pero hoy no parecía dispuesto a seguir con su vida de siempre.

Esta tarde había estado cerca de renunciar a ella, y ahora sabía que o cambiaba las cosas, o tarde o temprano ésta terminaría, y el mundo habría podido con él. Dejó los platos en el fregadero, y cogió un yogurt natural de la nevera y el paquete completo de azúcar. Le gustaba echarle mucha y hoy pensaba darse un atracón.Se sentó delante de la tele y la dejó en la cadena en que estaba. Durante las dos siguientes horas, hasta que se quedó dormido, Mario no atendió a nada de lo que echaban en la televisión. Estaba pensando en todo lo que había escuchado esa tarde de domingo.

Y se quedó dormido.

El día siguiente, su madre seguía dormida cuando él se levantó. Por suerte, hoy era miércoles y venía la tía Mari a hacerles el desayuno y a limpiar un poco la casa. Era la hermana de su padre, y a pesar de la muerte de él, seguía queriéndoles como si fuesen sus propios hijos. Cuando el trabajo de asistenta la dejaba, siempre iba llevándoles lo poco que podía comprar con su sueldo.Era la única persona que apreciaba realmente a Mario.

– Hola, Mario, ¿cómo estás hoy?

El olor a tortitas le llenó las fosas nasales, y por un momento Mario sintió que esa era su casa. Era mayor, de pelo castaño, pero siempre parecía estar de buen humor.– Muy bien, tía, ¿qué tal tú? La semana pasada no viniste, te eché de menos.Una sonrisa cruzó el rostro de su tía, parecía decir que ella también les había echado de menos a ellos. Sin embargo, la situación no duró mucho. A la carrera, entraron sus dos hermanas y se sentaron a la mesa sin siquiera saludar a su tía.

Mario no entendía su actitud. Desde la muerte de su padre ella les había intentado cuidar más que su propia madre, pero ellas la trataban como una asistenta. Nada más.– Hola chicas, ¿qué tal estáis?

– Muy bien, tía, ¿qué hay de desayunar? – preguntó Elena, la mayor de ellas, sin prestar mucha atención a otra cosa que no fuese la tele pequeña que había sobre la encimera de la cocina.

– Tortitas, – respondió Tía Mari sin hacer caso de la grosería de su sobrina- he traído nata y caramelo. Elena ni se molestó en responder. Eso pareció disparar algo dentro de su tía, como si no se atreviese a decir algo y, de repente, hubiese tomado la decisión de decirlo.– Veréis, chicos,

– Mario sabía que se dirigía a él principalmente – mi empresa va a trasladarme. Voy a estar muchos meses fuera, en la sierra norte, limpiando unos laboratorios. Intentaré venir una vez al mes, pero voy a estar muy lejos, y no creo que pueda venir tanto como ahora.

El dulce aroma de las tortitas se apagó de repente para Mario. Era como si su cuerpo, ante la noticia de perder a la única persona que le protegía, hubiese dejado de ser capaz de disfrutar de ese momento.

– Pero tía, – interrumpió Cristina, su hermana más pequeña – ¿quién nos va a traer ahora el desayuno los miércoles?Mario sintió como si algo estallase dentro de él. Era como si tanto egoísmo hubiese colmado su paciencia, pero no fue consciente de sus actos. Sin saber como, como si fuese un espectador más de esta escena, se levantó de la mesa, y pudo ver cómo de su boca salían palabras como jamás había dicho.

– Sois unas cabronas egoístas – gritó – no os preocupáis por nadie que no seáis vosotras y vuestro grupito de amigos.Intentó recuperar el control, pero su subconsciente se había desatado, la pena que sentía por su tía, y por él mismo, era tal que realmente no quería parar. Poco a poco fue dejándose llevar, pasase lo que pasase, hoy iba a decir lo que quería haber dicho antes.

-La tía nos ha estado cuidando durante años, y ¿cómo se lo pagáis cuando nos dice que se la llevan fuera de la ciudad? – la furia crecía en su interior, imparable – preocupándoos por el desayuno. Sois la peor familia que uno puede tener.Sus hermanas estaban blancas. No por lo que había dicho, sino por el hecho de decirlo. Mario sabía que en unas horas no les importaría nada de lo que su hermano pequeño las hubiese dicho, y se reirían de él. Pero no estaban acostumbradas a que protestase, y eso era lo que las había dejado mudas. – Tía, continuó un poco más calmado. Espero que todo te vaya muy bien, que puedas volver pronto. No hagas caso de estas dos egoístas.

Diciendo esto, la dio un beso rápido y se marchó por la puerta. En el pasillo, casi se tropezó con su madre, que se había levantado al oír los gritos, y se tambaleaba resacosa por el pasillo. Apenas le dirigió un par de palabras, preguntando qué pasaba, pero Mario ni se molestó en responderla. Corrió hasta su habitación y preparó su mochila.Echo un par de libros a los que tenía mucho cariño, sus preferidos, cogió algo de ropa limpia y el poco dinero que le quedaba. Esta tarde pasaría por su trabajo y cobraría el mes. Con eso podría tirar hasta que encontrase algo.

Miró un último segundo a su pequeño cuarto, cubierto de libros y posters de animales y cerró la puerta.

Salió de la casa sin despedirse, mientras sus hermanas discutían con su madre en la cocina. La única que le veía, recortada contra la luz del fluorescente, era su tía. No le dijo nada, sólo le miró en silencio, y sonrió.

Mario cerró la puerta y bajó las escaleras. Siempre bajaba los nueve pisos por ahí, nunca utilizaba el ascensor. Tampoco se molestó en dar la luz de la escalera.

Mientras bajaba a la carrera, su mente sólo podía repetir unas palabras.

– Voy a cambiar mi vida.

***

Una hora después estaba en la puerta del instituto a distancia. Era por la mañana, y sólo había unos pocos de sus compañeros del nocturno. Pero estaba quien tenía que estar. Su mejor amigo, quizás el único.Estaba sentado en el patio del colegio. Los servicios a esa hora todavía no estaban abiertos todavía, como por la noche, y Paco y Mario solían sentarse en la puerta de ladrillo rojo antes de que el encargado le echase.

– Mario, ¿qué haces tú hoy por aquí? ¿No trabajas? – dijo su amigo levantando la vista del pequeño libro de bolsillo verde que tenía en las manos.El chico era alto, con el pelo negro y unas enormes gafas que le habían hecho ganarse fama de empollón. A ello había ayudado el que siempre estuviese leyendo libros, le gustaban principalmente los cómics y los libros de aventuras.

– No, Paco, hoy no curro. Lo he dejado, de hecho, venía para despedirme, me marcho lejos, voy a intentar cambiar de vida.Su amigo no dijo nada, sabía que ahora le dejaba sólo, pero era un amigo de verdad, y estaba seguro que se alegraba de la decisión que había tomado. O se alegraría, cuando se repusiese de la sorpresa.

– ¿Qué lees? – preguntó Mario. Entre ellos no eran necesarias muchas palabras, habían vivido mucho juntos. Bueno y malo, y ya estaba todo dicho. Pero no iban a permitir que nada rompiese su rutina. Mario siempre le preguntaba a Paco qué se traía entre manos.

Paco alzó la cabeza, tenía alguna lágrima en los ojos, pero se esforzaba por ocultarla.

– Sandokan, de Emilio Salgari. – Respondió con una media sonrisa.– Hombre, por fin lo has conseguido. ¿Cuánto llevas buscándolo?

– Mucho, Mario, desde que me leí la segunda parte he buscado el original.

– Su amigo pareció dudar un segundo, pero después le alargó el libro.

– Toma, llévatelo. Es un regalo para que te acuerdes de mí.

– Paco, no puedo aceptarlo. Lo has buscado mucho. – ¡Vah! – dijo quitándole importancia, – ya casi lo he terminado, además, sé donde encontrar más.

Mario sabía que no era así, pero lo aceptó. Con mucho cuidado, lo guardó en su mochila, junto al Señor de los Anillos y otros libros de su infancia y la cerró.

– Paco, llaman a clase. Tienes que irte – dijo mientras oía el sonido de la sirena que marcaba el comienzo de las clases.– Sí, me marcho. Mucha suerte, de verdad, tío. Sin decir nada más, corrió escaleras arriba y se metió en la clase. Mario ya podía irse.

Al salir del instituto vio a alguien que tampoco tenía que estar ahí. Era David del Campo, un compañero de clase suyo, un fanfarrón que solía meterse con él.

Estaba rodeado de cuatro o cinco chicos, y varias chicas del turno de mañana a las que intentaba impresionar. Cuando le vio, una sonrisa le vino a la cara. Se despegó del muro en el que estaba apoyado y se dirigió a él mientras les decía algo a las chicas. Mario no pudo oírlo, no importaba, hoy no.

– ¡Eh!, tú, “pringao”, ¿qué haces tú aquí a estas hor…? No pudo terminar la frase porque Mario le había dado una patada en los huevos. En un segundo, mientras se doblaba hacia el suelo, Mario le pegó un puñetazo en el rostro. El chico cayó a tierra sin que Mario hiciese ademán de recogerlo. Después, siguió su camino.

David se quedó sangrando y retorciéndose en el suelo como se había ganado durante muchos años de palizas y vergüenza. Pasó por delante de los chicos que estaban sentados a su derecha, ante sus atónitas caras, y les miró uno a uno. Una voz interrumpió sus pensamiento. En la puerta estaba Cris, apoyado sobre el quicio. Llevaba una cazadora de cuero negra y les miraba divertido.

– Déjales, Mario. A menos que no quieras, y entonces les daremos una paliza entre los dos.

Mario vio el miedo en sus compañeros por primera vez en tres años. Y se sintió un poco mejor.– No, no merece la pena. Además, podría yo solo con ellos. – pensó.– Oye, ¿esa de ahí es tu directora? Deberías correr tío.Diciendo esto, Cris se subió en el descapotable rojo que había aparcado en la puerta.

– ¿Vienes o te quedas?

Mario no podía resistirse a su invitación. De un salto subió en el coche, y Cris lo arrancó a toda prisa ante las miradas atónitas de sus compañeros de clase.

***

– Escucha tío, a ver si espabilas. Lo de hoy ha estado bien, pero es sólo el principio.

Conducían a toda prisa por la autopista de circunvalación de la ciudad. Adelantando a todos los coches que se les ponían por medio.

– Lo que quiero decir, es que a partir de ahora eres uno de los nuestros. Y tendremos que cuidarnos mutuamente.– ¿Los nuestros?

– Si Mario. Aunque ahora creas que no tienes a nadie estás muy equivocado. Tienes una gran familia que está esperando que la aceptes y que decidas unirte a ella. Nosotros. Cris sonreía, su pelo corto estaba erizado, no sabía si por la emoción o por el viento que azotaba sus rostros. La media melena de Mario se agitaba al viento. Entre éste, el ruido de los coches y la música a todo volumen de Cris apenas podía seguir la conversación.

– No te lo dije el otro día porque no estaba seguro de si realmente eras como nosotros, o sólo un chico perdido más. Pero me has demostrado que tienes lo que hay que tener. Y no me mires así. No me refiero a la pelea del instituto. Me refiero a que por fin has comprendido que tu vida, como era, no te llevaba a ningún sitio. Y que está dispuesto a cambiarla jugándotelo todo. Eso demuestra que no eres un humano normal.

– No te entiendo.

– Ya lo sé. ¿Te acuerdas de lo que te conté sobre los humanos normales y nosotros? ¿Qué éramos diferentes?

– Sí, me sonó un poco a palabrería new age.– Tal vez lo fuese en un principio, tío. Pero ya no, hemos hecho que deje de serlo. Verás lo que te conté de la evolución el otro día es sólo el principio. Resumiendo, el ser humano ya no evoluciona biológicamente, sino que lo hace a través de sus estructuras sociales, económicas, científicas.

– Eso no tiene nada que ver, una cosa es la biología y otra la sociedad. Lo he estudiado.

– Chorradas, macho, a ver si aprendes rápido. ¿Crees que las hormigas distinguen entre su sociedad y su jerarquía y la evolución? No, tío. Es lo mismo. De hecho, la evolución social se ha multiplicado exponencialmente, hasta resultar ser más veloz de lo que nunca podríamos haber imaginado.

>> Todo está cambiando, y en el seno del Homo sapiens sapiens, ha nacido una nueva especie, no distinta biológicamente, pero sí en cómo nos relacionamos con el mundo y entre nosotros. La llamamos Homo Novus o novas. Mario no sabía qué decir, todo eso le sonaba lógico, pero era un poco pretencioso el creer que por ser distinto socialmente eras una nueva especie de ser humano.

– Me sigue sonando a filosofía barata. – Dijo con un tono lo más neutro que pudo, intentando no enfadar a Cris.

– Lo sería, si no fuese porque lo hemos convertido en realidad. Y tú ya formas parte de ello, tendrás que aprender, pero ya estás aquí. Venga, te presentaré a la gente. Somos muchos, y estamos en muchos sitios.

El local estaba abarrotado a esas horas. Eran las doce de la noche, y Cris había conducido como un loco hacia la sierra norte de la ciudad, donde estaban todos los barrios residenciales.

Habían parado a medio camino, en un burguer de carretera a comer una hamburguesa. Durante todo ese tiempo Cris no había dejado de lanzarle indirectas sobre el nuevo mundo al que iba a acceder. Que tenía que estar a la altura, pero que no se preocupase, que le iban a enseñar cómo estarlo.

Varias horas después, tras conducir por carreteras de grava y barro, Cris paró cerca de un enorme caserón rehabilitado cuyas luces iluminaban todos los alrededores. Lo habían reconstruido como una discoteca, y estaba allí en medio de la nada, lejos de cualquier núcleo urbano. El aparcamiento de coches estaba atestado, y varios autocares esperaban fuera, mientras sus conductores charlaban entre sí.

Al pasar junto a ellos, Cris les saludó, y ellos le devolvieron el saludo amigablemente.

– Esto es Nova, la más selecta discoteca que te puedas imaginar. Para entrar debes de ser uno de nosotros, tío. Por mucha pasta que tengas, si no eres un nova no te dejarán pasar.

>> Todo es gratis, la bebida, la comida, eso sí, nada de drogas, eso es para la otra especie. Nosotros sabemos divertirnos sin esa mierda. Mario estaba alucinando. Pasaron junto a una verja guardada por cinco seguratas. La discoteca debía estar insonorizada, porque ningún ruido se oía desde fuera, inclusos las luces parecían estar enfocadas para que no sobrepasasen el muro que rodeaba el viejo caserón.

Éste era de piedra antigua, caliza, o granito. Los grandes ventanales eran traspasados por las luces de dentro, recortando numerosas figuras a contra luz. Tenía varios pisos de altura, tres o cuatro y toda su superficie parecía estar cubierta de una refrescante hiedra verde.

Cris aparcó el coche cerca de la puerta, y al llegar a las pesadas puertas de madera, otros dos gorilas les abrieron permitiéndoles el paso sin preguntar nada. Mario se preguntaba cómo sabían que ellos podían pasar.

Al entrar en la casa todo cambió. El silencio del aparcamiento fue sustituido por un fuerte ritmo pop.

Desde la entrada se podía ver la pista central de baile, donde casi un centenar de personas se dejaban llevar por la acompasada música. A ambos laterales, se habrían varias habitaciones a las que también llegaba la música, pero más suave. En ellas numerosas personas charlaban, se besaban o jugaban a los diversos entretenimientos que había en ellas. Dardos, billar, mesas de rol. La gigantesca barra cruzaba toda la habitación al fondo del caserón, en la parte más alejada de la entrada, y una docena de camareros y camareras apenas daban abasto con las peticiones de los presentes.

Cris le puso una mano en el hombro.

– Bienvenido a Nova, uno de nuestros refugios. Disfruta, tengo que hacer una cosa antes de nada. Mézclate tío, estás en casa., la palabra le sonaba rara. Tal ve porque no había tenido ningún hogar desde la muerte de su padre. Pero hizo lo que Cris le había dicho.

Avanzó hasta un rincón de la sala, cerca de la pista de baile y se apoyó intentando entender algo de lo que estaba pasando. Poco a poco el ritmo de la música le atrajo y le introdujo en el ambiente. Muchas personas bailaban al ritmo de marcaba un DJ desde la cabina situada a más de cinco metros de altura, cerca del abovedado techo. Al mirar hacia arriba, Mario pudo ver que los otros tres pisos de la casa daban también, a través de unos balcones de mármol, a la pista central, y que desde ellos se podía contemplar todo lo que pasaba abajo. Vio a Cris apoyado en una de las barandillas charlando con una chica joven, de unos veinticinco años, a la que no pudo distinguir bien.

– Eres nuevo aquí, ¿verdad?

Un vaso de wiskie le cruzó por delante de la vista. Se lo alargaba una chica joven, que debía tener su edad. Iba vestida con un top rojo que dejaba ver un  piercing en su ombligo, fue en lo primero en lo que se fijó. Era guapa, tenía un rostro redondeado, amable y una melena castaña y unos ojos almendrados que daban la impresión en su conjunto de que ella era amiga de todo el mundo.

También tenía un buen cuerpo. Pantalones ajustados con perneras de elefante, un buen trasero y unas piernas no muy largas, pero apretadas, unido al ajustado top que marcaba su pecho de forma insinuante la habrían convertido en un bombón en su instituto.Pero Mario vio en sus ojos que estaba por encima de esas cosas. Atraía a los hombres, y lo sabía, pero no le daba importancia.

– Sí soy nuevo, he venido con Cris.

– Bienvenido, señor…– Perdona… Mario, me llamo Mario.

– Hola, yo soy Nuria. ¿Te apetece un trago, Mario?

– No suelo beber, no tengo edad.

Era cierto, nunca probaba el alcohol, lo odiaba.

– Creo que también habrá cosas sin alcohol por aquí, acompáñame, te buscaremos algo.

Nuria se lanzó a la pista, sorteando a la gente que la abarrotaba. Sus ajustados pantalones, caídos de cintura dejaban ver las gomas de su ropa interior. Vamos – se dijo intentando apartar la mirada del culo de ella.

En unos segundos atravesaron la pista y llegaron a la barra. Cuando Mario llegó, ella ya tenía en la mano un chupito de granadina sin alcohol y se lo alargaba. Mario vio que tenía un tatuaje en la parte inferior del brazo, parecía un tribal de color negro.

– Significa “la que lucha contra el viento” – le dijo acercando su boca a su oído. Olía a limón, era un perfume extraño, suave pero exótico.

– ¿En serio? – No, – respondió riéndose. Su risa era contagiosa, franca, alegre, y Mario se rió con ella. Después, estuvieron unos minutos bailando, hasta que Cris vino a buscarle. Ella se despidió de Mario con un beso breve en la boca.– Toma mi móvil, dame un toque cuando acabéis. – Le dijo, mientras le apuntaba su número en el brazo. Y tras decir esto, se marchó bailando al centro de la pista, uniéndose a un grupo de chicos y chicas que había tomado esa sección como si fuese suya.

– Siento haberte interrumpido, Mario. Pero no te preocupes, la verás más tarde. Tengo que presentarte a la gente.Mario no dijo nada, tenía la vista fija en las caderas de su acompañante que en eso momento estaba bailando una canción de Sakira, y se dejó llevar escaleras arriba hacia los pisos superiores.

***

La mujer estaba de espaldas, pero aún así Mario podía notar que era preciosa. No, tal vez no fuese esa la palabra que debía emplear. Hermosa, fuerte, imponente tal vez. No era despampanante tampoco.De espaldas a ellos, Mario pudo ver que llevaba unos pantalones de tela ajustados, que dejaban entrever las marcas del tanga y unas largas y perfectamente torneadas piernas. – pensó.

Su torso estaba descubierto por detrás, el corpiño de cuero rojo que llevaba estaba anudado con cordones que le apretaban los músculos de la espalda. Tenía una cintura perfecta, que se alargaba hacia arriba invitando a seguirla con la mirada, y sólo un tatuaje árabe interrumpía la perfección pálida de su piel.Su melena era negra brillante, cortada a capas, que le caían sobre un cuello largo pero fuerte, y el pelo en esa zona estaba cortado muy corto en la base de la nuca.

Cuando se dio la vuelta, Mario supo que era una belleza a ciencia cierta. Poseía unos grandes ojos negros, una nariz pequeña, y unos pómulos altivos, que sobresalían pálidos. Su boca era muy atrayente, más de lo que jamás había podido imaginar que fuese el rostro de una mujer.

Inmerso en contemplar sus ojos y sus facciones, Mario no pudo fijarse en el resto de su cuerpo, lo que seguro que estuvo bien, pues ella se habría dado cuenta.

Parecía inteligente, mucho, y mucho más preparada para la vida de lo que Mario jamás estaría.Dio un par de pasos en busca de ellos, y eso confirmó sus sospechas. Se movía como si estuviese segura de todo. Como si el mundo fuese suyo, de una forma muy natural y fluida, pero que daba la sensación de que cada paso era una afirmación de que ella estaba allí para quedarse.

Se detuvo a unos pasos de él, y Mario sintió cómo le recorría de arriba abajo escrutándole, como si estuviese evaluando todo lo que él era con un simple vistazo.

– Eva, ¿quieres dejar de hacer eso? – le dijo Cris, quien se mantenía a su lado sonriendo.

– Me pones nervioso hasta a mí.Ella le miró también sonriendo, y su boca tomó la forma indescriptible de la sonrisa más hermosa del mudo.

– Dudo que tú te dejes asustar o poner nervioso por nada, ni por nadie. Ni siquiera por mí.En su voz había coquetería, como si entre ellos hubiese algo, o lo hubiese habido. Eso le dio tiempo a Mario de echar un vistazo al resto de su interlocutora. Y no debería haberlo hecho, pues se perdió en sus generosas formas, en su cintura y vientre planos, casi de atleta. Tuvo que ser Cris quien le sacase de su ensimismamiento.

– No dejes que te asuste – le dijo – Eva es uno de nuestros miembros más antiguos. Y desde luego, uno de los más peligrosos.

– Eres tú quien le está asustando, Cris – respondió ella cogiéndole de la mano.

– Vamos arriba, a los reservados.

Un enorme hombretón les abrió una puerta lateral de madera rústica que conducía a otras escaleras más pequeñas que las que habían subido antes. Al llegar arriba, pudo ver una serie de enormes reservados de paredes rojas y con mesas de cristal y sillas de terciopelo rojo.

Las habitaciones tenían un aspecto muy decadente, y pensó que no encajaban nada en la discoteca que acaban de dejar. Los reservados se abrían al gran anfiteatro en el que bailaban muchos chicos y chicas de todas las edades. Todo alrededor de la barandilla, otros reservados estaban ocupados por más gente que hacían de todo, desde charlar hasta hacer descaradamente el amor.

– Como ves, aquí no dejamos que la moral de los sapiens nos influya. En Nova tú serás libre de hacer lo que te apetezca siempre que no perjudiques a nadie. Su voz sonaba fuerte, incluso entre la música. Cris pidió algo para los tres, mientras se sentaban y Eva seguía hablando.

– Supongo que Cris ya te habrá explicado que nosotros no nos consideramos pertenecientes a la especie homo sapiens sapiens. Somos más bien… un paso evolutivo superior. Y como a cada uno de nosotros, esto te habrá sonado a filosofía new age, a fantasía.

Mario reunió el valor suficiente para responder al aplomo de la mujer con un asentimiento de  cabeza.– Sin embargo lo somos. Mírate a ti como ejemplo, – le dijo señalándole. – No me digas que no te has sentido extraño toda tu vida en la sociedad que los sapiens han construido, que han edificado con el esfuerzo de tantas generaciones perdidas.

>> Me voy a permitir contarte mi historia, y antes de que Cris diga nada, sí, creo que es necesario que la oigas. Yo era una joven niña rica de unos quince años cuando me di cuenta que no encajaba en el mundo  que me habían buscado mis padres. Lo tenía todo. Al contrario que tú, no me faltaba de nada, tenía dinero, móviles, tutores, ropa de marca, y hasta mis padres intentaban estar conmigo todo el tiempo que les dejaban sus trabajos.

>> Sin embargo, yo no podía encajar nunca en el instituto, porque era distinta, y a pesar de que no lo aceptaba lo sabía. Los chicos se peleaban por mí, las chicas intentaban ser mis “amigas”, y yo me sentía sola. Abajo, en la sala, sonaba el último número uno de la Oreja de Van Gogh, y la música subía como aumentando el poder de las palabras de Eva. A medida que ella hablaba, la música parecía llegar a un clímax ascendente, que hacía que ella hablase cada vez con más fuerza y pasión, como si estuviese soltando un discurso.Mario miró a sus ojos negros, y los vio brillar con un millón de luces de la discoteca, pero sobre todo, con una fuerza interior que parecía que le iba a abrir todas las puertas.

– Todo eso cambió cuando el abismo a mi alrededor me devolvió la mirada. En unos meses, por la presión, caí enferma de bulimia. Estuve a punto de morir, ingresada en las mejores clínicas, con los mejores médicos preguntándose cómo una chica que parecía tenerlo todo se dejaba morir de la forma más cruel y estúpida que había inventado esta sociedad.

Cris no decía nada, la historia, a pesar de que seguro que ya la había escuchado antes, le mantenía en silencio, centrado en las palabras de ella.

– Por suerte alguien sabía lo que me estaba pasando- continuó. Era un hombre mayor, de unos treinta años. Había venido a ver a su madre, que había sido atropellada por un coche de camino al supermercado. Cuando entró por la puerta todo pareció cambiar en la triste habitación.

>> Era invierno, y traía una gabardina gris y un ramo de flores para su madre. Cuando ella le contó mi historia, yo lo oí todo como si estuviese lejos, como si no me importase lo que se hablase de mí en este mundo. Sin embargo, todavía hoy doy gracias porque ese día estuviesen limpiando mi habitación y me metiesen en una provisional con aquella mujer.Su voz seguía siendo segura, pero Mario notaba que la historia todavía la emocionaba, a pesar de que debía de haber sido hacía ya casi quince años.

– Cuando se despidió de su madre, se acercó a mi cama y descorrió la cortina. Era alto, o así le recuerdo, y traía una flor en la mano. Me la ofreció, pero yo apenas le veía, perdida en mi propia mente. Sólo recuerdo sus manos abriendo las mías, y poniendo la rosa en mi mano. Luego, la cerró, y fue entonces cuando sentí la espina del tallo. Alcé la vista, y en sus ojos vi la promesa de que volvería, y una muda súplica para que esperase a que él volviese.

>> No tuve que esperar mucho, al día siguiente estaba a la misma hora en mi habitación. Había visto a su madre y luego se pasó por la mía. Traía un libro, un libro de poesía. Se sentó tras decir “hola” en la silla, sin quitarse la gabardina, y me leyó poesía durante dos horas seguidas. Un suspiro interrumpió el monólogo de Eva. Mario se sorprendió al darse cuenta de que había sido él quien lo dejase escapar. Cris sonrió, al igual que ella.

– Luego se marchó, sin decir nada, salvo la muda promesa de su vuelta. Al principio ni me importó, pero poco a poco sí que fui cogiendo algo de cariño por aquel hombre que me hablaba de campos grises bañados por ríos secos, o de aventuras en otros países y en otros tiempos. Pronto, los libros de poesía dieron paso a Emilio Salgari, a Dumas, Tracy Hickman, Margaret Weis, Tolkien.

>> Todos los días durante dos meses me vino a visitar, incluso cuando dieron de alta a su madre. Un día, se levantó y me besó en la frente. La verdad es que me pareció algo muy extraño, como una despedida. Y durante toda la noche apenas puede dormir pensando en si al día siguiente volvería a verle.

Eva tenía la piel de gallina, y miraba al anfiteatro, perdida en sus recuerdos, sabiendo que les abría el corazón, pero que ellos no le robarían sus recuerdos, ni la molestarían entrometiéndose en la narración.

– Cuando llegó la hora sentí morir. Le esperé una hora, dos, pero no vino. Supongo que os podéis imaginar lo que es tener el corazón en un puño, como si tu único amigo, tu primer amor te hubiese abandonado sin decir nada.

>> Nerviosa y asustada decidí que tenía que hacer algo. Me levanté, por primera vez en meses. Estaba débil, tanto, que ni me molesté en ponerme ropa de calle, dispuesta a salir a buscarle como fuese. Salí al pasillo del hospital con la bata abierta por detrás. Lo sé porque ahora recuerdo las caras de los hombres que se me quedaban mirando cuando pasaba. Pero entonces no era consciente de ello. Sólo de mi ansia y mi impaciencia.

Mario casi podía imaginar el cuerpo semi desnudo de ella recorriendo el hospital y causando sensación, a la vez que admiración por los pasillos.

– Bajé por el ascensor, ante la mirada atónita de mis enfermeras, que ya me daban por perdida. Recuerdo las lágrimas de una de ellas, lágrimas de alegría y sorpresa. Pero en ese momento sólo me importaba salir de allí y encontrarle. Sólo sabía que se llamaba Carlos, y que era contable.

>> Salí a la calle, y allí, sentado en un asiento frente al hospital, estaba él, mirándome y sonriendo. Corrí hacia él todo lo rápido que me dejaban mis escasas fuerzas, y mis pies descalzos, y le abracé entre risas.Los dos chicos sonreían, como si les hubiese pasado a ellos mismos.

– Los siguientes años terminé el instituto, y la carrera de ingeniería, siempre junto a Carlos, que me hablaba de un grupo de gente que no creía en esta sociedad que permitía cosas como mi enfermedad. Al final, conocí al resto de la gente, y me integré entre los homo novus. Así que te puedes imaginar que esto no es una tontería pasajera, nada que salve a una chica de morir de hambre voluntaria es pasajero.– Lo que Eva te ha contado es verdad, Mario. – continuó Cris dejando que Eva recompusiese sus pensamientos.

– Los novas vamos a cambiar el mundo, y lo vamos a hacer de una forma como jamás se había visto. Por eso estás aquí, diablos, Mario, eres uno de los nuestros, y contamos contigo para que entre todos le demos la vuelta a este jodido mundo.Mario no sabía qué decir. Todo esto era impresionante, la discoteca en plena sierra norte de la ciudad, la gente que bailaba, vivía, amaba y juraba cambiar el mundo con una alegría y una fuerza que parecía imparable.

– Alguien me dijo una vez – añadió Eva – que este mundo ha andado cabeza abajo tanto tiempo que ya aunque le demos la vuelta no va a ser capaz de mantenerse derecho. Lo que tenemos que hacer aquí es obligarle a que cambie, así de fácil.

– Muchos lo han intentado, todas las revolucionas han fallado – sentenció Mario, lo había leído, y en las noches de soledad en su habitación esa frase le había servido como resignado mantra.

– Tal vez Mario, pero piensa que siempre ha sido por lo mismo. Hombres luchando contra otros hombres, según sus reglas, según los dictados de su especie. Siempre, pasase lo que pasase, había aprovechados que sacaban partido de gente como nosotros. Pero eso ha cambiado, porque ahora ya no jugamos con sus reglas, Mario. Esto no es una revolución, sino una evolución.

– Es una guerra evolutiva, no una guerra económica, social o militar. El combate entre los nuestros y los suyos se va a producir en todos los ámbitos de la vida, en las empresas, en la política, en las calles. Ahora somos pocos, pero muy bien organizados. Y eso es algo con lo que ellos no cuentan. A ellos les unen sus intereses económicos, su ambición, pero nosotros estamos unidos como una especie, casi como un organismo pluricelular que se impone a los virus y bacterias que le rodean.

Mario no podía creer lo que oía, pero le debía mucho a esa gente, tanto como la vida, y estaba dispuesto a escuchar, y a estar abierto a sus ideas. Ideas que, por otra parte, cada vez encajaban más en lo que estaba viendo, y lo que veía le gustaba, aunque fuese una locura.

– Me estáis diciendo que vais a intentar arrebatarle el dominio mundial a sus actuales propietarios.

– Te estamos diciendo que vamos a hacerlo, no a intentarlo. Porque es lo que la gente necesita, lo mejor para el mundo, y todos aquellos que no se nos unan al principio, tendrán que hacerlo después. Los sapiens serán sustituidos.

– ¿Y cómo vais a hacerlo? No tenéis sus medios, ni tenéis sus recursos, su influencia y el sistema os perseguirá.– Nos perseguirá, pero te equivocas en que no tenemos sus medios. Diablos, claro que los tenemos, y probablemente más. Este movimiento no es exclusivo de jóvenes antiglobalizadores, también llega a políticos, millonarios, trabajadores, cantantes, a todo el que tenga alma, y a todo el que tenga un corazón que no pueda aguantar más lo que los sapiens han hecho aquí.

– Como te expliqué – dijo Cris – un homo novus no nace, se hace. Nuestras diferencias con los sapiens no son biológicas, aunque seguro que nuestra predisposición a confiar y colaborar tiene una base genética, sino que son sociales. Es nuestra estructura social la que hace que seamos tan distintos a los hombres, más capaces de alcanzar logros colectivos, al tiempo que individuales. No le tenemos miedo a nada, porque sabemos que tarde o temprano los novas sustituirán a los sapiens.

La música abajo enmudeció, como si esperase el veredicto de Mario, que sentía que tenía que tomar una decisión, aunque nadie se la había pedido. Sus dos interlocutores estaban sentados mirándole, habían dicho lo que tenían que decir, le habían expuesto sus argumentos, sus ideas y sus planes. Ahora le decían en silencio, tú decides. Puedes venir a la guerra con nosotros o sumergirte en el mundo de abajo disfrutando de la vida.Mario tomó una decisión que había tomado ya hacía muchos años.

– Contad conmigo, si es cierto lo que decís, contáis con un nuevo nova entre los vuestros.

Eva sonrió abiertamente, dirigiéndole una mirada silenciosa a Cris, el cuál le respondía diciendo .

– Muy bien, – dijo ella levantándose, al hacerlo, a Mario le llegó un aroma a tierras orientales, a sauce y especias, al tiempo que pudo ver cómo una gota de sudor caída adentrándose en el escote de ella – ves a divertirte, mañana hablaremos de cómo puedes ayudar.

– Toma, Mario, – Cris le alargó un móvil – un regalo, tiene grabados los nuestros y los de alguna gente a la que conocerás. Pero lo primero que deberías hacer es llamar a una señoría de caderas sinuosas que seguro que te espera abajo.

***

Había llamado a Nuria antes incluso de bajar las escaleras del todo, y ella le había ido a buscar al sitio donde se habían cruzado. Después, bailaron y rieron toda la noche. Mario jamás había conocido a una chica tan fascinante.Tenía diecisiete años, y estudiaba programación. Había decidido ser una nova hacía dos, cuando un compañero del instituto la llevó a la primera fiesta. Allí oyó cosas increíbles, y desde entonces había visto más todavía. Ella sí parecía creer toda la teoría de la nueva especie, pero no le habló mucho de ello. Hablaron de sus gustos, películas, música, lugares a los que irían de vacaciones con sus colegas.– Japón, – dijo ella – me encantaría visitar ese país.

– Polonia dijo él, por la mayor reserva de bisontes de Europa, o Kenia.

– ¡Eeehhh! He estado en Kenia. – le sorprendió ella riéndose, sus ojos almendrados brillaban por el efecto del alcohol y la alegría. – Con gente del grupo, nos lo pasamos bien, y ayudamos a construir una escuela de educación primaria. La próxima vez apúntate.

Ella se lanzó sobre él, abrazándolo con alegría, como una promesa de un cambio en su vida.Terminaron la noche en el coche de un amigo de ella. Hicieron el amor hasta el amanecer. Desnuda era aún más hermosa, y curiosa, le preguntaba dónde se había hecho tal o cual cicatriz según le desnudaba, si era su primera vez, a lo que él tuvo que contestar la verdad, que sí, pero ella no le hizo ni caso. No tenía importancia.Al amanecer, alguien toco la ventanilla del coche. Era Cris.

– Mario, ya nos hemos divertido bastante, toca trabajar.

Nuria sonrió, – tienes mi número, – dijo – llámame si vuelves por aquí. Y Mario la dejó a tras, tapada con una manta y sonriendo, mirándole mientras se iba, desperezándose como una gata.

– No la olvides chico, parece especial. Cris miraba a la casa. Arriba, en el cuarto piso, Eva estaba tapada por la cortina de la ventana, parecía desnuda. Les hizo un gesto de despedida con la mano, o se lo hizo a Cris. Lo único cierto es que Mario podía distinguir su increíble sonrisa incluso desde allí.Cogieron el coche y condujeron hasta el centro de la ciudad, donde según Cris, tenían una cita importante. Ahora debes conocer a la gente con la que trabajarás.

Aparcaron el coche en la línea azul de parking de pago, pero Mario sabía que Cris no tenía intención de pagar nada, ni la multa ni el estacionamiento.

– Normalmente no vamos por ahí haciendo esto, intentamos ser discretos, pero hoy la vida nos sonríe, hemos pasado una buena noche, y hasta el sol parece brillar con un color más alegre y vivo. Hoy es un día para desafiar al mundo entero.Nadie lo hubiese descrito mejor, pensó él. Desde luego, su vida había cambiado en un día tanto que aunque terminase hoy mismo nada sería igual que ayer.

– Vamos a ver a alguien que necesita nuestra ayuda para una pequeña tarea. Al principio, iremos juntos, aprenderás y poco a poco irás haciendo mayores cosas tú sólo.

– No soy muy bueno con estas cosas, Cris, no sé si podré ayudaros.

– Podrás, no te vamos a tirar al agua para que te ahogues. Te vamos a presionar hasta que casi te rompas, vas a mejorar como persona y como nova, paro no dejaré que te rompas. Vamos, nos esperan. El “clin” del ascensor indicó que las puertas se abrían. Habían llegado a uno de los edificios de oficinas más grandes de la ciudad. Un sitio donde Mario creía que jamás entraría, si no era para limpiarlo. Las puertas se cerraron, y el elevador inició su camino a una velocidad que a él se le antojaba vertiginosa. Se pararon en la planta quince, “Recursos Humanos”, decía el cartel.

Salieron a una oficina enmoquetada, con puertas de cristal y una recepción de madera atendida por una recepcionista que les indicó que podían pasar incluso antes de que dijesen nada. Mario jamás había visto a una recepcionista así, era atractiva, pero parecía muy eficiente, pero largo recogido y sonrisa fácil y contagiosa, que dejaba caer como si la sonrisa fuese parte de su persona.Siguieron el pasillo de moqueta y llegaron a una puerta gris azulada. Todas las paredes eran iguales, elegantes pero modulares, como las puertas. Sin embargo en esta había un cartel que decía que la persona de su interior era importante en la empresa. “Victor Arranz”Cris llamó, y una voz les invitó a entrar.

***

Esa misma tarde los dos esperaban a las puertas de un colegio de pago en un lujoso barrio de la ciudad. Víctor Arranz les había pedido que le ayudasen a resolver un problema y Cris había dicho. “No hay problema, Víctor, mañana estará solucionado”.Ahora esperaban a que apareciese su objetivo.

El sol pegaba a pesar de ser otoño. En el suelo, una cubierta de hojas amarillas tapaba el asfalto mojado, dando al paisaje frente al colegio un aspecto sucio, donde los chicos chapoteaban saltando de charco en charco.A las cuatro y media de la tarde, Mario pudo oír la campana del colegio anunciando el final de las clases. En segundos, todo el patio era un hervidero de chicos corriendo. Cris no se inmutó, por su gesto parecía que le desagradaban los chicos.

– ¿No te gustan los niños, Cris? – preguntó Mario, que llevaba ya demasiado tiempo en silencio. Cris a veces podía hacerte sentir incómodo, pasando de largos monólogos sobre el surgimiento de la nueva especie, para luego sumergirse en una especie de melancolía de la que no salía en horas. Su compañero le miró y sonrió, pero no era su sonrisa habitual, tenía algo de despectivo en ella.

– Sí, claro que me gustan, pero no éstos. ¿Cómo puede gustarle a nadie la jauría que se está criando en nuestras escuelas? El sistema educativo es una mierda, diablos, la mitad de ellos son analfabetos funcionales. Pero lo peor es la actitud. Campan por el mundo como si fuese suyo, y se equivocan. El griterío de un grupo de chicos de unos catorce años le obligó a callarse. Pasaban a su lado gastando bromas a las personas que se cruzaban en su camino. Cuando llegaron a su lado, Cris se separó del muro en el que estaba apoyado, plantándose en medio de su camino.

Con su gabardina larga, su pelo corto y una expresión dura como no le había visto desde que le conocía daba miedo. Los chicos enmudecieron, pasando a su lado con las cabezas gachas y de forma apresurada. Cuando estuvieron lejos, un par de ellos se volvieron con la intención de lanzar alguna pulla, pero Cris se había dado la vuelta y les miraba tan fijamente que parecía que estaba grabando sus caras en su mente. Y tal vez así fuese.

– Bueno, sea como sea, Mario. Ellos no son los dueños de las calles, lo somos nosotros, y así se lo vamos a hacer saber. Campan por las calles riéndose de su propia ignorancia, pero unos pocos conocemos la verdad, que las calles no son suyas, son nuestras. Mario recordaba lo que había oído el día anterior, cómo aquellos que no se les uniesen quedarían atrás para relegarse al olvido de la evolución. Mario se preguntaba si eso incluiría a unos chicos que, a pesar de su falta de valores no tenían la culpa de haber aprendido lo que les habían enseñado. También se preguntaba si Cris habría sufrido los mismos malos tratos que él durante su infancia y adolescencia, lo cual explicaría su comportamiento.

Como si le incomodase la situación, Cris volvió a ponerse en marcha. En un abrir y cerrar de ojos había cruzado la calle que les separaba de la puerta del colegio, en dirección a un grupo de chicas de unos quince años que charlaban a un lado.

Mario le siguió, temiendo que su ahora furioso compañero cometiese alguna tontería. Una cosa era creer ser alguien distinto a quienes te rodean, y otra imponer por la fuerza tus criterios.

Justo cuando estaban a punto de llegar cerca del grupo, Mario se fijó en cinco chicos que parecían haber salido todos de la misma tienda de ropa. Pelo largo, ropas de cuero, a Mario le parecía casi un grupo salido de una película y le recordaban en cierta forma al grupo del burger del día que había conocido a Cris.

Habían rodeado a las chicas y estaban metiéndose con ellas, quitándoles las carpetas y acercándose peligrosamente a donde no debían.Mario comprendió que habían encontrado al objetivo al que debían proteger. En un segundo dos de los chicos, que debían tener unos diecisiete años, estaban en el suelo sin respiración. Los otros tres miraban atónitos la escena. Un tipo alto, con una cazadora corta de cuero se les venía encima, y había derribado a dos de sus amigos antes de que pudiesen pestañear.

Mario se acercó al más separado de los tres, y se pudo frente a él. No iba a meterse en una pelea sin pensárselo, pero tampoco quería decepcionar a Cris. Si su rival intentaba participar se iba a llevar una sorpresa.

No lo hizo. Mario no sabía si era el miedo a Cris, y lo que estaba haciendo detrás de él, o vio algo en su mirada, la determinación de que pasase lo que pasase Mario ya no sería una víctima.S

in volverse, Mario supo que la pelea había terminado. Oyó un golpe seco contra el suelo, y cómo a uno de los chicos se le escapaba el aire de los pulmones.Su oponente, decidió darse la vuelta y marcharse corriendo, por lo que Mario pudo volverse y contemplar la caótica escena. Tres chicos hechos un ovillo en el suelo, como si les hubiese pasado por encima una apisonadora, e intentasen recomponer lo que quedaba de ellos.

– Como te decía Mario – le dijo Cris como si nada hubiese interrumpido su conversación – no puedo respetar a una generación que no se ha ganado mi respeto. Eso hay que ganárselo, y por desgracia, la mayoría de estos chicos no saben ni lo que es ganarse la paga de los domingos.Mientras decía esto Cris se había plantado frente al único de los jóvenes que había quedado en pie, y le miraba a los ojos mientras que hablaba. Parecía que en lugar de dirigirse a Mario se estaba refiriendo a él al hablar, o por lo menos, eso parecía haber entendido en quinto de los molestos jóvenes.

– No todos claro – continuó Cris, – pero sí una gran mayoría. Lo que debemos hacer es separar la paja del verdadero grano del que germinará una nueva generación. El resto, los cobardes, los estúpidos, se quedarán atrás, perdidos en los años, mirando atrás y pensando en lo que podrían haber sido, avergonzándose de lo que serán. Sólo los que sepan salir de la trampa que les tiende la sociedad podrán ser felices en nuestro mundo.Mario sabía muy bien a lo que Cris se refería cuando decía “nuestro” mundo. Hablaba del mundo que los novas iban a heredar, o a conquistar.

– Ven, – le dijo, y Mario no supo si se refería a él o al chico que les miraba con cara asustada. Cris cogió a su oponente de un brazo arrastrándole fuera del círculo que se había formado a su alrededor. Algunas chicas les miraban como a ídolos, pero sólo Mario se dio cuenta de ello.

Minutos después, los tres estaban en el coche recorriendo la misma autopista de circunvalación que habían pasado hacía un par de noches, en sentido contrario.Al poco llegaron a un bosque. Cris no había dicho ninguna palabra, y Mario le había imitado, a pesar de las insistentes preguntas que hacía el chaval que tendría más o menos su misma edad. Preguntas nacidas del miedo.Pararon el coche cerca de la carretera principal, en uno de los caminos que salían de ella en dirección a las escasas granjas que todavía quedaban en la sierra.

Cris salió del automóvil, y arrastró al chico fuera. El pobre chaval sentía un miedo creciente, pues no sabía quienes eran ellos, ni qué querían. Mario les acompañó, un poco por detrás, por si el chico intentaba escapar y era necesario volver a cogerle, pero estaba demasiado asustado para intentarlo.

A cien metros, entre los árboles Cris le obligó a arrodillarse. Luego se puso detrás de él, de tal forma que no pudiese verle. Mario estaba delante, y el chaval le miraba con unos ojos suplicantes, como si temiese por su vida. La verdad es que Mario esperaba que las cosas no llegasen tan lejos como para ello, pero últimamente no parecía haber nada con sentido en el mundo.

– ¿Cómo te llamas? – preguntó Cris desde detrás del chico.Tras una corta vacilación, el chico contestó “David”.– Muy bien, David, sabes que te hemos pillado haciendo algo muy desagradable. Se supone que los hombres deben colaborar entre sí, no pisarse.– Sólo queríamos divertirnos un poco, nada más – sollozó el chico. Por la cara le caían las primeras lágrimas y estaba moqueando, por lo que su cara había adquirido un aspecto mucho más juvenil.

– No me refiero a las niñatas, David. Sabes que estás haciendo cosas mucho peores, ¿o tengo que refrescarte la memoria?Cris sacó algo de un bolsillo, una pequeña bolsa de plástico, pero hasta que no se los puso a David en la cara no pudo ver lo que era.

– ¿Sabes, mi hermana murió de una sobredosis por culpa de bastardos como tú?

– Yo no he hecho nada, sólo las consumo, no trafico.

Cris empujó al chico contra el suelo, dando con su cara sobre la hierba y el barro del bosque.

– No mientas, te he seguido. Sé que las vendes, y no entiendo porqué. Tienes todo lo que quieres, una moto, dinero para los fines de semana, tiempo para gastarlo.

El chico enmudeció. No sabía que era lo que sabían, y tras incorporarse volvió a mirar a Mario asustado. Él intentó mostrar una máscara impasible al sufrimiento del chaval, pero tras tantos años en el lado débil de las peleas no podía dejar de sentir compasión por él.

– De verdad que no lo entiendo – continuó Cris con su monólogo. No parecía disfrutar con esto, pero sí que daba la impresión de que le iba a meter tal susto en el cuerpo al hico que no volvería a salir de casa en meses.

– Verás, a veces la gente que hace esto lo hace porque necesita el dinero, para ponerse ellos también. Pero tú no, por lo que deduzco que lo que a ti te pone es joder la vida a los demás.

Cris volvió a su asiento sin prestar la atención a las miradas agradecidas de todos aquellos que habían sido molestados por el inaguantable quinteto.– Cris, ¿qué les has dicho? – preguntó Mario.

– Nada, – sonrió – que si no dejaban de molestar en el local me vería en la obligación de quitarles la cartera y hacer una visita a sus padres.– Dudo mucho que se hayan marchado por eso, no prestan atención a nadie.

– A mí sí, a mí, y a esto, – y mientras sonreía dejó ver bajo la chaqueta un revolver en su pistolera.

– No te preocupes, está descargado, y jamás se me ocurriría enseñarlo en público, pero al inclinarme sobre ellos dejé que lo viesen y bueno… eso es suficiente ¿no?

Mario sonrió. La verdad era que le parecía muy fuerte llevar un arma, y más aún amedrentar a unos chicos sólo un poco mayores que él con ella, pero Cris hacía parecer la acción como algo natural. Por algún motivo, tal vez porque le consideraba como la única persona que se preocupaba algo de él, Mario no se sintió inseguro sabiendo lo que escondía bajo la chupa.

– Te estaba contando algo… ah, sí – recordó mientras mordía otro gran bocado de su hamburguesa – te decía que tú y yo éramos mejores. ¡Y lo somos! Verás, te he estado vigilando, sé que te preocupas por la gente, que te llevas preocupando por el mundo desde que eras niño. Reciclas la basura, trabajas duro porque crees que así cambias algo, estudias por las noches cuando sales del curro. Cuidas de tu madre, y de unas hermanas mayores que pasan de ti, pero no de TU dinero…

>> Bueno, para qué seguir, eres un buen tío. Pero eres carne de cañón, chaval. Eres un mero currito para aquellos que están por encima de ti, alguien de quien aprovecharse, a quien extraerle el jugo mientras que puedan, y de quien desprenderse cuando ya no des más de ti.

– ¿Te crees que no lo sé?– Sé que lo sabes, Mario, y por eso te digo que eres especial. El resto de la gente no se da cuenta de eso ni en el momento de su muerte, y tú lo sabes desde que eras un niño. Sólo te quedaba aceptarlo, y liberarte.

– Pero yo no quiero aceptar eso.

– ¡Sí quieres! – Cris se puso un poco altivo, quizás porque esperaba que Mario comprendiese lo que quería decir sin preguntar tanto.

– ¿Cómo no vas a querer conocer la verdad? No eres de esos que se engañan pensando que son los mejores de los mejores, que su destino es ser los más molones, los más folladores y luego romper el mundo laboral, cobrar una pasta por su cara bonita, irse de vacaciones todos los fines de semana, casarse con un dios o una diosa de la belleza y demostrarle al mundo lo chulos que son. – En un segundo Cris había descrito a la gran mayoría de sus compañeros de clase – Tú sabes que las cosas no son así, que esos sueños sólo los consiguen unos pocos, y que incluso éstos, tendrán al final unas vidas vacías y sin sentido.

– Pero parecen tan felices. – Sí, y el ser humano ha estado así durante generaciones. Confiando en que la vida les reservaba algo más de lo que hay en este mundo, disfrutando de los placeres que podían robarle al tiempo, sin meditar sobre el futuro.– Yo quiero dejar algo detrás de mí.

– Las palabras de Mario parecían más una afirmación que una contestación a todo lo que estaba diciendo su compañero.

– Lo sé. Y sé que sabes que eso es imposible, que a parte de unos pequeños logros nunca harás algo tan grande como lo que verdaderamente desearías. Ahí es donde entro yo. Pero no es el momento de que te agobie. Piensa sobre lo que te he dicho, y veremos que podemos hacer mañana.

Minutos después Mario subía las escaleras del metro, con las manos en los bolsillos y mirando a los ojos de una anciana que pedía limosna en la boca de metro, y a la que todo el mundo parecía querer ignorar.

Cris le había dicho que al día siguiente iría a buscarle, que le localizaría, y continuaría explicándole lo que quería contarle.

Mario, por su parte, no sabía a donde conducía todo esto, ni porqué Cris se lo contaba, o parecía interesarse por él, un chico más del montón, o peor. Uno que nunca llegaría a nada más que mozo de almacén, por mucho que intentase hacer otras cosas. Alguien condenado a vivir el resto de su vida solo, viendo a los demás, que no lo merecían, disfrutar de los frutos de su trabajo y de su esfuerzo, mientras que ellos no hacían nada por el mundo, excepto chuparle la savia.Subió por la escalera, y no se atrevió a darle una limosna a la anciana. Arriba en la boca de metro, miró a su alrededor, a los edificios iluminados con luces apagadas y tenues de color naranja rojizo. El mundo entero parecía gris y triste, y ya ni la luz artificial lograba borrar la pátina de suciedad que los hombres habíamos dejado en él.

Cuando llegó a casa, Mario abrió la puerta en silencio. No porque temiese despertar a su madre, sabía que ella no le echaba de menos nada más que a final de mes, sino porque era una costumbre suya ir por la vida sin hacer ruido. Entró en la cocina, donde sus hermanas habían dejado los platos sin fregar antes de irse de marcha. Normalmente Mario los habría lavado, y después habría recogido un poco el cuarto de estar. Pero hoy no parecía dispuesto a seguir con su vida de siempre.

Esta tarde había estado cerca de renunciar a ella, y ahora sabía que o cambiaba las cosas, o tarde o temprano ésta terminaría, y el mundo habría podido con él. Dejó los platos en el fregadero, y cogió un yogurt natural de la nevera y el paquete completo de azúcar. Le gustaba echarle mucha y hoy pensaba darse un atracón.

Se sentó delante de la tele y la dejó en la cadena en que estaba. Durante las dos siguientes horas, hasta que se quedó dormido, Mario no atendió a nada de lo que echaban en la televisión. Estaba pensando en todo lo que había escuchado esa tarde de domingo.Y se quedó dormido.                    

Capítulo Dos: Primer Paso

El día siguiente, su madre seguía dormida cuando él se levantó. Por suerte, hoy era miércoles y venía la tía Mari a hacerles el desayuno y a limpiar un poco la casa. Era la hermana de su padre, y a pesar de la muerte de él, seguía queriéndoles como si fuesen sus propios hijos. Cuando el trabajo de asistenta la dejaba, siempre iba llevándoles lo poco que podía comprar con su sueldo.Era la única persona que apreciaba realmente a Mario.

– Hola, Mario, ¿cómo estás hoy?

El olor a tortitas le llenó las fosas nasales, y por un momento Mario sintió que esa era su casa. Era mayor, de pelo castaño, pero siempre parecía estar de buen humor.

– Muy bien, tía, ¿qué tal tú? La semana pasada no viniste, te eché de menos.Una sonrisa cruzó el rostro de su tía, parecía decir que ella también les había echado de menos a ellos. Sin embargo, la situación no duró mucho. A la carrera, entraron sus dos hermanas y se sentaron a la mesa sin siquiera saludar a su tía.Mario no entendía su actitud. Desde la muerte de su padre ella les había intentado cuidar más que su propia madre, pero ellas la trataban como una asistenta. Nada más.

– Hola chicas, ¿qué tal estáis? – Muy bien, tía, ¿qué hay de desayunar? – preguntó Elena, la mayor de ellas, sin prestar mucha atención a otra cosa que no fuese la tele pequeña que había sobre la encimera de la cocina.

– Tortitas, – respondió Tía Mari sin hacer caso de la grosería de su sobrina- he traído nata y caramelo. Elena ni se molestó en responder. Eso pareció disparar algo dentro de su tía, como si no se atreviese a decir algo y, de repente, hubiese tomado la decisión de decirlo.

– Veréis, chicos, – Mario sabía que se dirigía a él principalmente – mi empresa va a trasladarme. Voy a estar muchos meses fuera, en la sierra norte, limpiando unos laboratorios. Intentaré venir una vez al mes, pero voy a estar muy lejos, y no creo que pueda venir tanto como ahora.

El dulce aroma de las tortitas se apagó de repente para Mario. Era como si su cuerpo, ante la noticia de perder a la única persona que le protegía, hubiese dejado de ser capaz de disfrutar de ese momento.

– Pero tía, – interrumpió Cristina, su hermana más pequeña – ¿quién nos va a traer ahora el desayuno los miércoles?

Mario sintió como si algo estallase dentro de él. Era como si tanto egoísmo hubiese colmado su paciencia, pero no fue consciente de sus actos. Sin saber como, como si fuese un espectador más de esta escena, se levantó de la mesa, y pudo ver cómo de su boca salían palabras como jamás había dicho.

– Sois unas cabronas egoístas – gritó – no os preocupáis por nadie que no seáis vosotras y vuestro grupito de amigos.

Intentó recuperar el control, pero su subconsciente se había desatado, la pena que sentía por su tía, y por él mismo, era tal que realmente no quería parar. Poco a poco fue dejándose llevar, pasase lo que pasase, hoy iba a decir lo que quería haber dicho antes.

-La tía nos ha estado cuidando durante años, y ¿cómo se lo pagáis cuando nos dice que se la llevan fuera de la ciudad? – la furia crecía en su interior, imparable – preocupándoos por el desayuno. Sois la peor familia que uno puede tener.

Sus hermanas estaban blancas. No por lo que había dicho, sino por el hecho de decirlo. Mario sabía que en unas horas no les importaría nada de lo que su hermano pequeño las hubiese dicho, y se reirían de él. Pero no estaban acostumbradas a que protestase, y eso era lo que las había dejado mudas.

– Tía, continuó un poco más calmado. Espero que todo te vaya muy bien, que puedas volver pronto. No hagas caso de estas dos egoístas.Diciendo esto, la dio un beso rápido y se marchó por la puerta. En el pasillo, casi se tropezó con su madre, que se había levantado al oír los gritos, y se tambaleaba resacosa por el pasillo. Apenas le dirigió un par de palabras, preguntando qué pasaba, pero Mario ni se molestó en responderla. Corrió hasta su habitación y preparó su mochila.

Echó un par de libros a los que tenía mucho cariño, sus preferidos, cogió algo de ropa limpia y el poco dinero que le quedaba. Esta tarde pasaría por su trabajo y cobraría el mes. Con eso podría tirar hasta que encontrase algo.Miró un último segundo a su pequeño cuarto, cubierto de libros y posters de animales y cerró la puerta.Salió de la casa sin despedirse, mientras sus hermanas discutían con su madre en la cocina. La única que le veía, recortada contra la luz del fluorescente, era su tía. No le dijo nada, sólo le miró en silencio, y sonrió.Mario cerró la puerta y bajó las escaleras. Siempre bajaba los nueve pisos por ahí, nunca utilizaba el ascensor. Tampoco se molestó en dar la luz de la escalera.Mientras bajaba a la carrera, su mente sólo podía repetir unas palabras.

– Voy a cambiar mi vida.

***

Una hora después estaba en la puerta del instituto a distancia. Era por la mañana, y sólo había unos pocos de sus compañeros del nocturno. Pero estaba quien tenía que estar. Su mejor amigo, quizás el único.Estaba sentado en el patio del colegio. Los servicios a esa hora todavía no estaban abiertos todavía, como por la noche, y Paco y Mario solían sentarse en la puerta de ladrillo rojo antes de que el encargado le echase.– Mario, ¿qué haces tú hoy por aquí? ¿No trabajas? – dijo su amigo levantando la vista del pequeño libro de bolsillo verde que tenía en las manos.El chico era alto, con el pelo negro y unas enormes gafas que le habían hecho ganarse fama de empollón. A ello había ayudado el que siempre estuviese leyendo libros, le gustaban principalmente los cómics y los libros de aventuras.

– No, Paco, hoy no curro. Lo he dejado, de hecho, venía para despedirme, me marcho lejos, voy a intentar cambiar de vida.Su amigo no dijo nada, sabía que ahora le dejaba sólo, pero era un amigo de verdad, y estaba seguro que se alegraba de la decisión que había tomado. O se alegraría, cuando se repusiese de la sorpresa.– ¿Qué lees? – preguntó Mario. Entre ellos no eran necesarias muchas palabras, habían vivido mucho juntos. Bueno y malo, y ya estaba todo dicho. Pero no iban a permitir que nada rompiese su rutina. Mario siempre le preguntaba a Paco qué se traía entre manos.Paco alzó la cabeza, tenía alguna lágrima en los ojos, pero se esforzaba por ocultarla. – Sandokan, de Emilio Salgari.

– Respondió con una media sonrisa.– Hombre, por fin lo has conseguido. ¿Cuánto llevas buscándolo?– Mucho, Mario, desde que me leí la segunda parte he buscado el original. – Su amigo pareció dudar un segundo, pero después le alargó el libro.

– Toma, llévatelo. Es un regalo para que te acuerdes de mí.

– Paco, no puedo aceptarlo. Lo has buscado mucho.

– ¡Bah! – dijo quitándole importancia, – ya casi lo he terminado, además, sé donde encontrar más.Mario sabía que no era así, pero lo aceptó. Con mucho cuidado, lo guardó en su mochila, junto al Señor de los Anillos y otros libros de su infancia y la cerró.

– Paco, llaman a clase. Tienes que irte. – dijo mientras oía el sonido de la sirena que marcaba el comienzo de las clases.

– Sí, me marcho. Mucha suerte, de verdad, tío. Sin decir nada más, corrió escaleras arriba y se metió en la clase. Mario ya podía irse.Al salir del instituto vio a alguien que tampoco tenía que estar ahí. Era David del Campo, un compañero de clase suyo, un fanfarrón que solía meterse con él.

Estaba rodeado de cuatro o cinco chicos, y varias chicas del turno de mañana a las que intentaba impresionar. Cuando le vio, una sonrisa le vino a la cara. Se despegó del muro en el que estaba apoyado y se dirigió a él mientras les decía algo a las chicas. Mario no pudo oírlo, no importaba, hoy no.

– ¡Eh!, tú, “pringao”, ¿qué haces tú aquí a estas hor…?

No pudo terminar la frase porque Mario le había dado una patada en los huevos. En un segundo, mientras se doblaba hacia el suelo, Mario le pegó un puñetazo en el rostro. El chico cayó a tierra sin que Mario hiciese ademán de recogerlo. Después, siguió su camino.

David se quedó sangrando y retorciéndose en el suelo como se había ganado durante muchos años de palizas y vergüenza. Pasó por delante de los chicos que estaban sentados a su derecha, ante sus atónitas caras, y les miró uno a uno.

Tal vez les pueda dar una paliza a ellos también, – pensó – aunque luego quien cobre sea yo. Pero a mí no me importa.

Una voz le interrumpió. En la puerta estaba Cris, apoyado sobre el quicio. Llevaba una cazadora de cuero negra y les miraba divertido.

– Déjales, Mario. A menos que no quieras, y entonces les daremos una paliza entre los dos.

Mario vio el miedo en sus compañeros por primera vez en tres años. Y se sintió un poco mejor.

– No, no merece la pena. Además, podría yo solo con ellos. Puestos a ser fanfarrón – pensó.– Oye, ¿esa de ahí es tu directora? Deberías correr tío.

Diciendo esto, Cris se subió en el descapotable rojo que había aparcado en la puerta.

– ¿Vienes o te quedas?

Mario no podía resistirse a su invitación. De un salto subió en el coche, y Cris lo arrancó a toda prisa ante las miradas atónitas de sus compañeros de clase.

***

– Escucha tío, a ver si espabilas. Lo de hoy ha estado bien, pero es sólo el principio.

Conducían a toda prisa por la autopista de circunvalación de la ciudad. Adelantando a todos los coches que se les ponían por medio.

– Lo que quiero decir, es que a partir de ahora eres uno de los nuestros. Y tendremos que cuidarnos mutuamente.

– ¿Los nuestros?

– Si Mario. Aunque ahora creas que no tienes a nadie estás muy equivocado. Tienes una gran familia que está esperando que la aceptes y que decidas unirte a ella. Nosotros. Cris sonreía, su pelo corto estaba erizado, no sabía si por la emoción o por el viento que azotaba sus rostros. La media melena de Mario se agitaba al viento. Entre éste, el ruido de los coches y la música a todo volumen de Cris apenas podía seguir la conversación.– No te lo dije el otro día porque no estaba seguro de si realmente eras como nosotros, o sólo un chico perdido más. Pero me has demostrado que tienes lo que hay que tener. Y no me mires así. No me refiero a la pelea del instituto. Me refiero a que por fin has comprendido que tu vida, como era, no te llevaba a ningún sitio. Y que está dispuesto a cambiarla jugándotelo todo. Eso demuestra que no eres un humano normal.

– No te entiendo.

– Ya lo sé. ¿Te acuerdas de lo que te conté sobre los humanos normales y nosotros? ¿Qué éramos diferentes?– Sí, me sonó un poco a palabrería new age.

– Tal vez lo fuese en un principio, tío. Pero ya no, hemos hecho que deje de serlo. Verás lo que te conté de la evolución el otro día es sólo el principio. Resumiendo, el ser humano ya no evoluciona biológicamente, sino que lo hace a través de sus estructuras sociales, económicas, científicas.

– Eso no tiene nada que ver, una cosa es la biología y otra la sociedad. Lo he estudiado.

– Chorradas, macho, a ver si aprendes rápido. ¿Crees que las hormigas distinguen entre su sociedad y su jerarquía y la evolución? No, tío. Es lo mismo. De hecho, la evolución social se ha multiplicado exponencialmente, hasta resultar ser más veloz de lo que nunca podríamos haber imaginado.

>> Todo está cambiando, y en el seno del Homo sapiens sapiens, ha nacido una nueva especie, no distinta biológicamente, pero sí en cómo nos relacionamos con el mundo y entre nosotros. La llamamos Homo Novus o novas. Mario no sabía qué decir, todo eso le sonaba lógico, pero era un poco pretencioso el creer que por ser distinto socialmente eras una nueva especie de ser humano.

– Me sigue sonando a filosofía barata. – Dijo con un tono lo más neutro que pudo, intentando no enfadar a Cris.– Lo sería, si no fuese porque lo hemos convertido en realidad. Y tú ya formas parte de ello, tendrás que aprender, pero ya estás aquí. Venga, te presentaré a la gente. Somos muchos, y estamos en muchos sitios.

Capítulo Tres: El Escudo

 El local estaba abarrotado a esas horas. Eran las doce de la noche, y Cris había conducido como un loco hacia la sierra norte de la ciudad, donde estaban todos los barrios residenciales.

Habían parado a medio camino, en un burguer de carretera a comer una hamburguesa. Durante todo ese tiempo Cris no había dejado de lanzarle indirectas sobre el nuevo mundo al que iba a acceder. Que tenía que estar a la altura, pero que no se preocupase, que le iban a enseñar cómo estarlo.

Varias horas después, tras conducir por carreteras de grava y barro, Cris paró cerca de un enorme caserón rehabilitado cuyas luces iluminaban todos los alrededores. Lo habían reconstruido como una discoteca, y estaba allí en medio de la nada, lejos de cualquier núcleo urbano. El aparcamiento de coches estaba atestado, y varios autocares esperaban fuera, mientras sus conductores charlaban entre sí.

Al pasar junto a ellos, Cris les saludó, y ellos le devolvieron el saludo amigablemente.

– Esto es Nova, la más selecta discoteca que te puedas imaginar. Para entrar debes de ser uno de nosotros, tío. Por mucha pasta que tengas, si no eres un nova no te dejarán pasar.

>> Todo es gratis, la bebida, la comida, eso sí, nada de drogas, eso es para la otra especie. Nosotros sabemos divertirnos sin esa mierda. Mario estaba alucinando. Pasaron junto a una verja guardada por cinco seguratas. La discoteca debía estar insonorizada, porque ningún ruido se oía desde fuera, inclusos las luces parecían estar enfocadas para que no sobrepasasen el muro que rodeaba el viejo caserón.

Éste era de piedra antigua, caliza, o granito. Los grandes ventanales eran traspasados por las luces de dentro, recortando numerosas figuras a contra luz. Tenía varios pisos de altura, tres o cuatro y toda su superficie parecía estar cubierta de una refrescante hiedra verde.

Cris aparcó el coche cerca de la puerta, y al llegar a las pesadas puertas de madera, otros dos gorilas les abrieron permitiéndoles el paso sin preguntar nada. Mario se preguntaba cómo sabían que ellos podían pasar.Al entrar en la casa todo cambió. El silencio del aparcamiento fue sustituido por un fuerte ritmo pop.Desde la entrada se podía ver la pista central de baile, donde casi un centenar de personas se dejaban llevar por la acompasada música. A ambos laterales, se habrían varias habitaciones a las que también llegaba la música, pero más suave. En ellas numerosas personas charlaban, se besaban o jugaban a los diversos entretenimientos que había en ellas. Dardos, billar, mesas de rol. La gigantesca barra cruzaba toda la habitación al fondo del caserón, en la parte más alejada de la entrada, y una docena de camareros y camareras apenas daban abasto con las peticiones de los presentes.Cris le puso una mano en el hombro.

– Bienvenido a Nova, uno de nuestros refugios. Disfruta, tengo que hacer una cosa antes de nada. Mézclate tío, estás en casa.Casa, la palabra le sonaba rara. Tal ve porque no había tenido ningún hogar desde la muerte de su padre. Pero hizo lo que Cris le había dicho.Avanzó hasta un rincón de la sala, cerca de la pista de baile y se apoyó intentando entender algo de lo que estaba pasando. Poco a poco el ritmo de la música le atrajo y le introdujo en el ambiente. Muchas personas bailaban al ritmo de marcaba un DJ desde la cabina situada a más de cinco metros de altura, cerca del abovedado techo. Al mirar hacia arriba, Mario pudo ver que los otros tres pisos de la casa daban también, a través de unos balcones de mármol, a la pista central, y que desde ellos se podía contemplar todo lo que pasaba abajo. Vio a Cris apoyado en una de las barandillas charlando con una chica joven, de unos veinticinco años, a la que no pudo distinguir bien.

– Eres nuevo aquí, ¿verdad?

Un baso de wiskie le cruzó por delante de la vista. Se lo alargaba una chica joven, que debía tener su edad. Iba vestida con un top rojo que dejaba ver un  piercing en su ombligo, fue en lo primero en lo que se fijó. Era guapa, tenía un rostro redondeado, amable y una melena castaña y unos ojos almendrados que daban la impresión en su conjunto de que ella era amiga de todo el mundo.

También tenía un buen cuerpo. Pantalones ajustados con perneras de elefante, un buen trasero y unas piernas no muy largas, pero apretadas, unido al ajustado top que marcaba su pecho de forma insinuante la habrían convertido en un bombón en su instituto.

Pero Mario vio en sus ojos que estaba por encima de esas cosas. Atraía a los hombres, y lo sabía, pero no le daba importancia.– Sí soy nuevo, he venido con Cris.– Bienvenido, señor…

– Perdona… Mario, me llamo Mario.

– Hola, yo soy Nuria. ¿Te apetece un trago, Mario?– No suelo beber, no tengo edad.Era cierto, nunca probaba el alcohol, lo odiaba.– Creo que también habrá cosas sin alcohol por aquí, acompáñame, te buscaremos algo.

Nuria se lanzó a la pista, sorteando a la gente que la abarrotaba. Sus ajustados pantalones, caídos de cintura dejaban ver las gomas de su ropa interior.  – Azul – se dijo intentando apartar la mirada del culo de ella.En unos segundos atravesaron la pista y llegaron a la barra. Cuando Mario llegó, ella ya tenía en la mano un chupito de granadina sin alcohol y se lo alargaba. Mario vio que tenía un tatuaje en la parte inferior del brazo, parecía un tribal de color negro.

– Significa “la que lucha contra el viento” – le dijo acercando su boca a su oído. Olía a limón, era un perfume extraño, suave pero exótico.

– ¿En serio?

– No, – respondió riéndose. Su risa era contagiosa, franca, alegre, y Mario se rió con ella. Después, estuvieron unos minutos bailando, hasta que Cris vino a buscarle. Ella se despidió de Mario con un beso breve en la boca.

– Toma mi móvil, dame un toque cuando acabéis. – Le dijo, mientras le apuntaba su número en el brazo. Y tras decir esto, se marchó bailando al centro de la pista, uniéndose a un grupo de chicos y chicas que había tomado esa sección como si fuese suya.

– Siento haberte interrumpido, Mario. Pero no te preocupes, la verás más tarde. Tengo que presentarte a la gente.Mario no dijo nada, tenía la vista fija en las caderas de su acompañante que en eso momento estaba bailando una canción de Sakira, y se dejó llevar escaleras arriba hacia los pisos superiores.

***

La mujer estaba de espaldas, pero aún así Mario podía notar que era preciosa. No, tal vez no fuese esa la palabra que debía emplear. Hermosa, fuerte, imponente tal vez. No era despampanante tampoco.De espaldas a ellos, Mario pudo ver que llevaba unos pantalones de tela ajustados, que dejaban entrever las marcas del tanga y unas largas y perfectamente torneadas piernas.

– Debe de ser modelo, o deportista, – pensó.

Su torso estaba descubierto por detrás, el corpiño de cuero rojo que llevaba estaba anudado con cordones que le apretaban los músculos de la espalda. Tenía una cintura perfecta, que se alargaba hacia arriba invitando a seguirla con la mirada, y sólo un tatuaje árabe interrumpía la perfección pálida de su piel.

Su melena era negra brillante, cortada a capas, que le caían sobre un cuello largo pero fuerte, y el pelo en esa zona estaba cortado muy corto en la base de la nuca.

Cuando se dio la vuelta, Mario supo que era una belleza a ciencia cierta. Poseía unos grandes ojos negros, una nariz pequeña, y unos pómulos altivos, que sobresalían pálidos. Su boca era muy atrayente, más de lo que jamás había podido imaginar que fuese el rostro de una mujer.

Inmerso en contemplar sus ojos y sus facciones, Mario no pudo fijarse en el resto de su cuerpo, lo que seguro que estuvo bien, pues ella se habría dado cuenta.

Parecía inteligente, mucho, y mucho más preparada para la vida de lo que Mario jamás estaría.

Dio un par de pasos en busca de ellos, y eso confirmó sus sospechas. Se movía como si estuviese segura de todo. Como si el mundo fuese suyo, de una forma muy natural y fluida, pero que daba la sensación de que cada paso era una afirmación de que ella estaba allí para quedarse.

Se detuvo a unos pasos de él, y Mario sintió cómo le recorría de arriba abajo escrutándole, como si estuviese evaluando todo lo que él era con un simple vistazo.

– Eva, ¿quieres dejar de hacer eso? – le dijo Cris, quien se mantenía a su lado sonriendo.

– Me pones nervioso hasta a mí.Ella le miró también sonriendo, y su boca tomó la forma indescriptible de la sonrisa más hermosa del mudo.

– Dudo que tú te dejes asustar o poner nervioso por nada, ni por nadie. Ni siquiera por mí.

En su voz había coquetería, como si entre ellos hubiese algo, o lo hubiese habido. Eso le dio tiempo a Mario de echar un vistazo al resto de su interlocutora. Y no debería haberlo hecho, pues se perdió en sus generosas formas, en su cintura y vientre planos, casi de atleta. Tuvo que ser Cris quien le sacase de su ensimismamiento.

– No dejes que te asuste – le dijo – Eva es uno de nuestros miembros más antiguos. Y desde luego, uno de los más peligrosos.

– Eres tú quien le está asustando, Cris – respondió ella cogiéndole de la mano.

– Vamos arriba, a los reservados.Un enorme hombretón les abrió una puerta lateral de madera rústica que conducía a otras escaleras más pequeñas que las que habían subido antes. Al llegar arriba, pudo ver una serie de enormes reservados de paredes rojas y con mesas de cristal y sillas de terciopelo rojo.

Las habitaciones tenían un aspecto muy decadente, y pensó que no encajaban nada en la discoteca que acaban de dejar. Los reservados se abrían al gran anfiteatro en el que bailaban muchos chicos y chicas de todas las edades. Todo alrededor de la barandilla, otros reservados estaban ocupados por más gente que hacían de todo, desde charlar hasta hacer descaradamente el amor.

– Como ves, aquí no dejamos que la moral de los sapiens nos influya. En Nova tú serás libre de hacer lo que te apetezca siempre que no perjudiques a nadie. Su voz sonaba fuerte, incluso entre la música. Cris pidió algo para los tres, mientras se sentaban y Eva seguía hablando.

– Supongo que Cris ya te habrá explicado que nosotros no nos consideramos pertenecientes a la especie homo sapiens sapiens. Somos más bien… un paso evolutivo superior. Y como a cada uno de nosotros, esto te habrá sonado a filosofía new age, a fantasía.Mario reunió el valor suficiente para responder al aplomo de la mujer con un asentimientote  cabeza.

– Sin embargo lo somos. Mírate a ti como ejemplo, – le dijo señalándole.

– No me digas que no te has sentido extraño toda tu vida en la sociedad que los sapiens han construido, que han edificado con el esfuerzo de tantas generaciones perdidas.

>> Me voy a permitir contarte mi historia, y antes de que Cris diga nada, sí, creo que es necesario que la oigas. Yo era una joven niña rica de unos quince años cuando me di cuenta que no encajaba en el mundo  que me habían buscado mis padres. Lo tenía todo. Al contrario que tú, no me faltaba de nada, tenía dinero, móviles, tutores, ropa de marca, y hasta mis padres intentaban estar conmigo todo el tiempo que les dejaban sus trabajos.

>> Sin embargo, yo no podía encajar nunca en el instituto, porque era distinta, y a pesar de que no lo aceptaba lo sabía. Los chicos se peleaban por mí, las chicas intentaban ser mis “amigas”, y yo me sentía sola. Abajo, en la sala, sonaba el último número uno de la Oreja de Van Gogh, y la música subía como aumentando el poder de las palabras de Eva. A medida que ella hablaba, la música parecía llegar a un clímax ascendente, que hacía que ella hablase cada vez con más fuerza y pasión, como si estuviese soltando un discurso.

Mario miró a sus ojos negros, y los vio brillar con un millón de luces de la discoteca, pero sobre todo, con una fuerza interior que parecía que le iba a abrir todas las puertas.

– Todo eso cambió cuando el abismo a mi alrededor me devolvió la mirada. En unos meses, por la presión, caí enferma de bulimia. Estuve a punto de morir, ingresada en las mejores clínicas, con los mejores médicos preguntándose cómo una chica que parecía tenerlo todo se dejaba morir de la forma más cruel y estúpida que había inventado esta sociedad.Cris no decía nada, la historia, a pesar de que seguro que ya la había escuchado antes, le mantenía en silencio, centrado en las palabras de ella.

– Por suerte alguien sabía lo que me estaba pasando- continuó. Era un hombre mayor, de unos treinta años. Había venido a ver a su madre, que había sido atropellada por un coche de camino al supermercado. Cuando entró por la puerta todo pareció cambiar en la triste habitación

.>> Era invierno, y traía una gabardina gris y un ramo de flores para su madre. Cuando ella le contó mi historia, yo lo oí todo como si estuviese lejos, como si no me importase lo que se hablase de mí en este mundo. Sin embargo, todavía hoy doy gracias porque ese día estuviesen limpiando mi habitación y me metiesen en una provisional con aquella mujer.

Su voz seguía siendo segura, pero Mario notaba que la historia todavía la emocionaba, a pesar de que debía de haber sido hacía ya casi quince años.

– Cuando se despidió de su madre, se acercó a mi cama y descorrió la cortina. Era alto, o así le recuerdo, y traía una flor en la mano. Me la ofreció, pero yo apenas le veía, perdida en mi propia mente. Sólo recuerdo sus manos abriendo las mías, y poniendo la rosa en mi mano. Luego, la cerró, y fue entonces cuando sentí la espina del tallo. Alcé la vista, y en sus ojos vi la promesa de que volvería, y una muda súplica para que esperase a que él volviese.

>> No tuve que esperar mucho, al día siguiente estaba a la misma hora en mi habitación. Había visto a su madre y luego se pasó por la mía. Traía un libro, un libro de poesía. Se sentó tras decir “hola” en la silla, sin quitarse la gabardina, y me leyó poesía durante dos horas seguidas. Un suspiro interrumpió el monólogo de Eva. Mario se sorprendió al darse cuenta de que había sido él quien lo dejase escapar. Cris sonrió, al igual que ella.

– Luego se marchó, sin decir nada, salvo la muda promesa de su vuelta. Al principio ni me importó, pero poco a poco sí que fui cogiendo algo de cariño por aquel hombre que me hablaba de campos grises bañados por ríos secos, o de aventuras en otros países y en otros tiempos. Pronto, los libros de poesía dieron paso a Emilio Salgari, a Dumas, Tracy Hickman, Margaret Weis, Tolkien.

>> Todos los días durante dos meses me vino a visitar, incluso cuando dieron de alta a su madre. Un día, se levantó y me besó en la frente. La verdad es que me pareció algo muy extraño, como una despedida. Y durante toda la noche apenas puede dormir pensando en si al día siguiente volvería a verle.Eva tenía la piel de gallina, y miraba al anfiteatro, perdida en sus recuerdos, sabiendo que les abría el corazón, pero que ellos no le robarían sus recuerdos, ni la molestarían entrometiéndose en la narración.

– Cuando llegó la hora sentí morir. Le esperé una hora, dos, pero no vino. Supongo que os podéis imaginar lo que es tener el corazón en un puño, como si tu único amigo, tu primer amor te hubiese abandonado sin decir nada.

>> Nerviosa y asustada decidí que tenía que hacer algo. Me levanté, por primera vez en meses. Estaba débil, tanto, que ni me molesté en ponerme ropa de calle, dispuesta a salir a buscarle como fuese. Salí al pasillo del hospital con la bata abierta por detrás. Lo sé porque ahora recuerdo las caras de los hombres que se me quedaban mirando cuando pasaba. Pero entonces no era consciente de ello. Sólo de mi ansia y mi impaciencia.

Mario casi podía imaginar el cuerpo semi desnudo de ella recorriendo el hospital y causando sensación, a la vez que admiración por los pasillos.

– Bajé por el ascensor, ante la mirada atónita de mis enfermeras, que ya me daban por perdida. Recuerdo las lágrimas de una de ellas, lágrimas de alegría y sorpresa. Pero en ese momento sólo me importaba salir de allí y encontrarle. Sólo sabía que se llamaba Carlos, y que era contable.

>> Salí a la calle, y allí, sentado en un asiento frente al hospital, estaba él, mirándome y sonriendo. Corrí hacia él todo lo rápido que me dejaban mis escasas fuerzas, y mis pies descalzos, y le abracé entre risas.Los dos chicos sonreían, como si les hubiese pasado a ellos mismos.

– Los siguientes años terminé el instituto, y la carrera de ingeniería, siempre junto a Carlos, que me hablaba de un grupo de gente que no creía en esta sociedad que permitía cosas como mi enfermedad. Al final, conocí al resto de la gente, y me integré entre los homo novus. Así que te puedes imaginar que esto no es una tontería pasajera, nada que salve a una chica de morir de hambre voluntaria es pasajero.

– Lo que Eva te ha contado es verdad, Mario. – continuó Cris dejando que Eva recompusiese sus pensamientos.

– Lo novas vamos a cambiar el mundo, y lo vamos a hacer de una forma como jamás se había visto. Por eso estás aquí, diablos, Mario, eres uno de los nuestros, y contamos contigo para que entre todos le demos la vuelta a este jodido mundo.

Mario no sabía qué decir. Todo esto era impresionante, la discoteca en plena sierra norte de la ciudad, la gente que bailaba, vivía, amaba y juraba cambiar el mundo con una alegría y una fuerza que parecía imparable.

– Alguien me dijo una vez – añadió Eva – que este mundo ha andado cabeza abajo tanto tiempo que ya aunque le demos la vuelta no va a ser capaz de mantenerse derecho. Lo que tenemos que hacer aquí es obligarle a que cambie, así de fácil.

– Muchos lo han intentado, todas las revolucionas han fallado – sentenció Mario, lo había leído, y en las noches de soledad en su habitación esa frase le había servido como resignado mantra.

– Tal vez Mario, pero piensa que siempre ha sido por lo mismo. Hombres luchando contra otros hombres, según sus reglas, según los dictados de su especie. Siempre, pasase lo que pasase, había aprovechados que sacaban partido de gente como nosotros. Pero eso ha cambiado, porque ahora ya no jugamos con sus reglas, Mario. Esto no es una revolución, sino una evolución.

– Es una guerra evolutiva, no una guerra económica, social o militar. El combate entre los nuestros y los suyos se va a producir en todos los ámbitos de la vida, en las empresas, en la política, en las calles. Ahora somos pocos, pero muy bien organizados. Y eso es algo con lo que ellos no cuentan. A ellos les unen sus intereses económicos, su ambición, pero nosotros estamos unidos como una especie, casi como un organismo pluricelular que se impone a los virus y bacterias que le rodean.

Mario no podía creer lo que oía, pero le debía mucho a esa gente, tanto como la vida, y estaba dispuesto a escuchar, y a estar abierto a sus ideas. Ideas que, por otra parte, cada vez encajaban más en lo que estaba viendo, y lo que veía le gustaba, aunque fuese una locura.

– Me estáis diciendo que vais a intentar arrebatarle el dominio mundial a sus actuales propietarios.– Te estamos diciendo que vamos a hacerlo, no a intentarlo. Porque es lo que la gente necesita, lo mejor para el mundo, y todos aquellos que no se nos unan al principio, tendrán que hacerlo después. Los sapiens serán sustituidos.

– ¿Y cómo vais a hacerlo? No tenéis sus medios, ni tenéis sus recursos, su influencia y el sistema os perseguirá.– Nos perseguirá, pero te equivocas en que no tenemos sus medios. Diablos, claro que los tenemos, y probablemente más. Este movimiento no es exclusivo de jóvenes antiglobalizadores, también llega a políticos, millonarios, trabajadores, cantantes, a todo el que tenga alma, y a todo el que tenga un corazón que no pueda aguantar más lo que los sapiens han hecho aquí.

– Como te expliqué – dijo Cris – un homo novus no nace, se hace. Nuestras diferencias con los sapiens no son biológicas, aunque seguro que nuestra predisposición a confiar y colaborar tiene una base genética, sino que son sociales. Es nuestra estructura social la que hace que seamos tan distintos a los hombres, más capaces de alcanzar logros colectivos, al tiempo que individuales. No le tenemos miedo a nada, porque sabemos que tarde o temprano los novas sustituirán a los sapiens

.La música abajo enmudeció, como si esperase el veredicto de Mario, que sentía que tenía que tomar una decisión, aunque nadie se la había pedido. Sus dos interlocutores estaban sentados mirándole, habían dicho lo que tenían que decir, le habían expuesto sus argumentos, sus ideas y sus planes. Ahora le decían en silencio, tú decides. Puedes venir a la guerra con nosotros o sumergirte en el mundo de abajo disfrutando de la vida.Mario tomó una decisión que había tomado ya hacía muchos años.

– Contad conmigo, si es cierto lo que decís, contáis con un nuevo nova entre los vuestros.

Eva sonrió abiertamente, dirigiéndole una mirada silenciosa a Cris, el cuál le respondía diciendo te lo dije.

– Muy bien, – dijo ella levantándose, al hacerlo, a Mario le llegó un aroma a tierras orientales, a sauce y especias, al tiempo que pudo ver cómo una gota de sudor caída adentrándose en el escote de ella – ves a divertirte, mañana hablaremos de cómo puedes ayudar.

– Toma, Mario, – Cris le alargó un móvil – un regalo, tiene grabados los nuestros y los de alguna gente a la que conocerás. Pero lo primero que deberías hacer es llamar a una señoría de caderas sinuosas que seguro que te espera abajo.

***

Había llamado a Nuria antes incluso de bajar las escaleras del todo, y ella le había ido a buscar al sitio donde se habían cruzado. Después, bailaron y rieron toda la noche. Mario jamás había conocido a una chica tan fascinante.Tenía diecisiete años, y estudiaba programación. Había decidido ser una nova hacía dos, cuando un compañero del instituto la llevó a la primera fiesta. Allí oyó cosas increíbles, y desde entonces había visto más todavía. Ella sí parecía creer toda la teoría de la nueva especie, pero no le habló mucho de ello. Hablaron de sus gustos, películas, música, lugares a los que irían de vacaciones con sus colegas.– Japón, – dijo ella – me encantaría visitar ese país.

– Polonia dijo él, por la mayor reserva de bisontes de Europa, o Kenia.

– ¡Eeehhh! He estado en Kenia. – le sorprendió ella riéndose, sus ojos almendrados brillaban por el efecto del alcohol y la alegría.

– Con gente del grupo, nos lo pasamos bien, y ayudamos a construir una escuela de educación primaria. La próxima vez apúntate.

Ella se lanzó sobre él, abrazándolo con alegría, como una promesa de un cambio en su vida.Terminaron la noche en el coche de un amigo de ella. Hicieron el amor hasta el amanecer. Desnuda era aún más hermosa, y curiosa, le preguntaba dónde se había hecho tal o cual cicatriz según le desnudaba, si era su primera vez, a lo que él tuvo que contestar la verdad, que sí, pero ella no le hizo ni caso. No tenía importancia.

Al amanecer, alguien toco la ventanilla del coche. Era Cris.

– Mario, ya nos hemos divertido bastante, toca trabajar.

Nuria sonrió, – tienes mi número, – dijo – llámame si vuelves por aquí. Y Mario la dejó a tras, tapada con una manta y sonriendo, mirándole mientras se iba, desperezándose como una gata.

– No la olvides chico, parece especial. Cris miraba a la casa. Arriba, en el cuarto piso, Eva estaba tapada por la cortina de la ventana, parecía desnuda. Les hizo un gesto de despedida con la mano, o se lo hizo a Cris. Lo único cierto es que Mario podía distinguir su increíble sonrisa incluso desde allí.

Cogieron el coche y condujeron hasta el centro de la ciudad, donde según Cris, tenían una cita importante. Ahora debes conocer a la gente con la que trabajarás.        

Capítulo Cuatro: Aprendizaje

Aparcaron el coche en la línea azul de parking de pago, pero Mario sabía que Cris no tenía intención de pagar nada, ni la multa ni el estacionamiento.

– Normalmente no vamos por ahí haciendo esto, intentamos ser discretos, pero hoy la vida nos sonríe, hemos pasado una buena noche, y hasta el sol parece brillar con un color más alegre y vivo. Hoy es un día para desafiar al mundo entero.Nadie lo hubiese descrito mejor, pensó él. Desde luego, su vida había cambiado en un día tanto que aunque terminase hoy mismo nada sería igual que ayer.

– Vamos a ver a alguien que necesita nuestra ayuda para una pequeña tarea. Al principio, iremos juntos, aprenderás y poco a poco irás haciendo mayores cosas tú sólo.

– No soy muy bueno con estas cosas, Cris, no sé si podré ayudaros.

– Podrás, no te vamos a tirar al agua para que te ahogues. Te vamos a presionar hasta que casi te rompas, vas a mejorar como persona y como nova, paro no dejaré que te rompas. Vamos, nos esperan. El “clin” del ascensor indicó que las puertas se abrían. Habían llegado a uno de los edificios de oficinas más grandes de la ciudad. Un sitio donde Mario creía que jamás entraría, si no era para limpiarlo. Las puertas se cerraron, y el elevador inició su camino a una velocidad que a él se le antojaba vertiginosa. Se pararon en la planta quince, “Recursos Humanos”, decía el cartel.

Salieron a una oficina enmoquetada, con puertas de cristal y una recepción de madera atendida por una recepcionista que les indicó que podían pasar incluso antes de que dijesen nada. Mario jamás había visto a una recepcionista así, era atractiva, pero parecía muy eficiente, pero largo recogido y sonrisa fácil y contagiosa, que dejaba caer como si la sonrisa fuese parte de su persona.

Siguieron el pasillo de moqueta y llegaron a una puerta gris azulada. Todas las paredes eran iguales, elegantes pero modulares, como las puertas. Sin embargo en esta había un cartel que decía que la persona de su interior era importante en la empresa. “Victor Arranz”Cris llamó, y una voz les invitó a entrar.

***

Esa misma tarde los dos esperaban a las puertas de un colegio de pago en un lujoso barrio de la ciudad. Víctor Arranz les había pedido que le ayudasen a resolver un problema y Cris había dicho. “No hay problema, Víctor, mañana estará solucionado”.

Ahora esperaban a que apareciese su objetivo.El sol pegaba a pesar de ser otoño. En el suelo, una cubierta de hojas amarillas tapaba el asfalto mojado, dando al paisaje frente al colegio un aspecto sucio, donde los chicos chapoteaban saltando de charco en charco.A las cuatro y media de la tarde, Mario pudo oír la campana del colegio anunciando el final de las clases. En segundos, todo el patio era un hervidero de chicos corriendo. Cris no se inmutó, por su gesto parecía que le desagradaban los chicos.

– ¿No te gustan los niños, Cris? – preguntó Mario, que llevaba ya demasiado tiempo en silencio. Cris a veces podía hacerte sentir incómodo, pasando de largos monólogos sobre el surgimiento de la nueva especie, para luego sumergirse en una especie de melancolía de la que no salía en horas. Su compañero le miró y sonrió, pero no era su sonrisa habitual, tenía algo de despectivo en ella.

– Sí, claro que me gustan, pero no éstos. ¿Cómo puede gustarle a nadie la jauría que se está criando en nuestras escuelas? El sistema educativo es una mierda, diablos, la mitad de ellos son analfabetos funcionales. Pero lo peor es la actitud. Campan por el mundo como si fuese suyo, y se equivocan. El griterío de un grupo de chicos de unos catorce años le obligó a callarse. Pasaban a su lado gastando bromas a las personas que se cruzaban en su camino. Cuando llegaron a su lado, Cris se separó del muro en el que estaba apoyado, plantándose en medio de su camino.

Con su gabardina larga, su pelo corto y una expresión dura como no le había visto desde que le conocía daba miedo. Los chicos enmudecieron, pasando a su lado con las cabezas gachas y de forma apresurada. Cuando estuvieron lejos, un par de ellos se volvieron con la intención de lanzar alguna pulla, pero Cris se había dado la vuelta y les miraba tan fijamente que parecía que estaba grabando sus caras en su mente. Y tal vez así fuese.

– Bueno, sea como sea, Mario. Ellos no son los dueños de las calles, lo somos nosotros, y así se lo vamos a hacer saber. Campan por las calles riéndose de su propia ignorancia, pero unos pocos conocemos la verdad, que las calles no son suyas, son nuestras. Mario recordaba lo que había oído el día anterior, cómo aquellos que no se les uniesen quedarían atrás para relegarse al olvido de la evolución. Mario se preguntaba si eso incluiría a unos chicos que, a pesar de su falta de valores no tenían la culpa de haber aprendido lo que les habían enseñado. También se preguntaba si Cris habría sufrido los mismos malos tratos que él durante su infancia y adolescencia, lo cual explicaría su comportamiento.Como si le incomodase la situación, Cris volvió a ponerse en marcha. En un abrir y cerrar de ojos había cruzado la calle que les separaba de la puerta del colegio, en dirección a un grupo de chicas de unos quince años que charlaban a un lado.

Mario le siguió, temiendo que su ahora furioso compañero cometiese alguna tontería. Una cosa era creer ser alguien distinto a quienes te rodean, y otra imponer por la fuerza tus criterios.Justo cuando estaban a punto de llegar cerca del grupo, Mario se fijó en cinco chicos que parecían haber salido todos de la misma tienda de ropa. Pelo largo, ropas de cuero, a Mario le parecía casi un grupo salido de una película y le recordaban en cierta forma al grupo del burger del día que había conocido a Cris.

Habían rodeado a las chicas y estaban metiéndose con ellas, quitándoles las carpetas y acercándose peligrosamente a donde no debían.Mario comprendió que habían encontrado al objetivo al que debían proteger. En un segundo dos de los chicos, que debían tener unos diecisiete años, estaban en el suelo sin respiración. Los otros tres miraban atónitos la escena. Un tipo alto, con una cazadora corta de cuero se les venía encima, y había derribado a dos de sus amigos antes de que pudiesen pestañear.

Mario se acercó al más separado de los tres, y se pudo frente a él. No iba a meterse en una pelea sin pensárselo, pero tampoco quería decepcionar a Cris. Si su rival intentaba participar se iba a llevar una sorpresa.

No lo hizo. Mario no sabía si era el miedo a Cris, y lo que estaba haciendo detrás de él, o vio algo en su mirada, la determinación de que pasase lo que pasase Mario ya no sería una víctima.

Sin volverse, Mario supo que la pelea había terminado. Oyó un golpe seco contra el suelo, y cómo a uno de los chicos se le escapaba el aire de los pulmones.

Su oponente, decidió darse la vuelta y marcharse corriendo, por lo que Mario pudo volverse y contemplar la caótica escena. Tres chicos hechos un ovillo en el suelo, como si les hubiese pasado por encima una apisonadora, e intentasen recomponer lo que quedaba de ellos.

– Como te decía Mario – le dijo Cris como si nada hubiese interrumpido su conversación – no puedo respetar a una generación que no se ha ganado mi respeto. Eso hay que ganárselo, y por desgracia, la mayoría de estos chicos no saben ni lo que es ganarse la paga de los domingos.

Mientras decía esto Cris se había plantado frente al único de los jóvenes que había quedado en pie, y le miraba a los ojos mientras que hablaba. Parecía que en lugar de dirigirse a Mario se estaba refiriendo a él al hablar, o por lo menos, eso parecía haber entendido en quinto de los molestos jóvenes.

– No todos claro – continuó Cris, – pero sí una gran mayoría. Lo que debemos hacer es separar la paja del verdadero grano del que germinará una nueva generación. El resto, los cobardes, los estúpidos, se quedarán atrás, perdidos en los años, mirando atrás y pensando en lo que podrían haber sido, avergonzándose de lo que serán. Sólo los que sepan salir de la trampa que les tiende la sociedad podrán ser felices en nuestro mundo.Mario sabía muy bien a lo que Cris se refería cuando decía “nuestro” mundo. Hablaba del mundo que los novas iban a heredar, o a conquistar.

– Ven, – le dijo, y Mario no supo si se refería a él o al chico que les miraba con cara asustada. Cris cogió a su oponente de un brazo arrastrándole fuera del círculo que se había formado a su alrededor. Algunas chicas les miraban como a ídolos, pero sólo Mario se dio cuenta de ello.Minutos después, los tres estaban en el coche recorriendo la misma autopista de circunvalación que habían pasado hacía un par de noches, en sentido contrario.

Al poco llegaron a un bosque. Cris no había dicho ninguna palabra, y Mario le había imitado, a pesar de las insistentes preguntas que hacía el chaval que tendría más o menos su misma edad. Preguntas nacidas del miedo.Pararon el coche cerca de la carretera principal, en uno de los caminos que salían de ella en dirección a las escasas granjas que todavía quedaban en la sierra.Cris salió del automóvil, y arrastró al chico fuera. El pobre chaval sentía un miedo creciente, pues no sabía quienes eran ellos, ni qué querían. Mario les acompañó, un poco por detrás, por si el chico intentaba escapar y era necesario volver a cogerle, pero estaba demasiado asustado para intentarlo.

A cien metros, entre los árboles Cris le obligó a arrodillarse. Luego se puso detrás de él, de tal forma que no pudiese verle. Mario estaba delante, y el chaval le miraba con unos ojos suplicantes, como si temiese por su vida. La verdad es que Mario esperaba que las cosas no llegasen tan lejos como para ello, pero últimamente no parecía haber nada con sentido en el mundo.

– ¿Cómo te llamas? – preguntó Cris desde detrás del chico.Tras una corta vacilación, el chico contestó “David”.

– Muy bien, David, sabes que te hemos pillado haciendo algo muy desagradable. Se supone que los hombres deben colaborar entre sí, no pisarse.

– Sólo queríamos divertirnos un poco, nada más – sollozó el chico. Por la cara le caían las primeras lágrimas y estaba moqueando, por lo que su cara había adquirido un aspecto mucho más juvenil.

– No me refiero a las niñatas, David. Sabes que estás haciendo cosas mucho peores, ¿o tengo que refrescarte la memoria?

Cris sacó algo de un bolsillo, una pequeña bolsa de plástico, pero hasta que no se los puso a David en la cara no pudo ver lo que era.

– ¿Sabes, mi hermana murió de una sobredosis por culpa de bastardos como tú?

– Yo no he hecho nada, sólo las consumo, no trafico.Cris empujó al chico contra el suelo, dando con su cara sobre la hierba y el barro del bosque.

– No mientas, te he seguido. Sé que las vendes, y no entiendo porqué. Tienes todo lo que quieres, una moto, dinero para los fines de semana, tiempo para gastarlo.El chico enmudeció. No sabía que era lo que sabían, y tras incorporarse volvió a mirar a Mario asustado. Él intentó mostrar una máscara impasible al sufrimiento del chaval, pero tras tantos años en el lado débil de las peleas no podía dejar de sentir compasión por él.

– De verdad que no lo entiendo – continuó Cris con su monólogo. No parecía disfrutar con esto, pero sí que daba la impresión de que le iba a meter tal susto en el cuerpo al hico que no volvería a salir de casa en meses.

– Verás, a veces la gente que hace esto lo hace porque necesita el dinero, para ponerse ellos también. Pero tú no, por lo que deduzco que lo que a ti te pone es joder la vida a los demás.

– No, sólo lo hago para no perdirle dinero a mi padre.

– Mientes otra vez, sé quien es tu padre, chaval. Y que le sableas cada vez que se da la vuelta. Es un pobre pringado que confía en su hijo. Lo cual nos lleva otra vez al tema de que lo que tu quieres joder es mi mundo, y eso, claro, no me gusta.

Las nubes taparon durante un segundo el sol del atardecer, eran nubes bajas pasajeras, casi de tormenta, y un ligero viento sorprendió a Mario.

– Yo no quiero joder a nadie, tío, de verdad. – El chico comenzaba a sonar un poco repetitivo.

– Pues claro que sí. Verás, este mundo no es tuyo, chaval, sino nuestro, de mi gente. Y no nos gusta que nadie destroce lo que tanto ha costado construir. Y menos un niñato como tú, que se mete en esto por aburrimiento. Así que ya sabes que lo único que podemos hacer es quitarte de en medio.Eso sonó casi como un disparo. El chaval se derrumbó en el suelo suplicando por su vida. Mario vio con expresión alarmada como el rostro de su compañero se iba endureciendo cada vez más y más, como si hubiese llegado el momento definitivo de este acto, de este drama.Cris se agacho y cogió al chaval que gimoteaba en el suelo de la larga melena.– A menos que me ofrezcas otra alternativa ¿Crees que puede haberla? Y no me refiero a dinero, sabes que eso no me calmará.

– Dejaré de hacerlo, lo juro, y de meterme en líos. No volveré a molestar a nadie.

– No es suficiente, pero es un buen comienzo. – El rostro de Cris parecía un poco más sereno. En sus ojos se veía una calma que Mario no podía interpretar. Lo mismo podía significar que pronto se calmaría como un momento de calma antes de desencadenar la furia sobre su víctima.

– Te diré lo que quiero.

Una nueva ráfaga de viento limpió un poco el olor de la escena, olor a sudor, y a miedo que emanaba del chico. De sus pantalones.

>> Como te he dicho pertenezco a un grupo de gente que quiere limpiar este mundo. Queremos hacer un mundo mejor para todos, y eso incluye quitarte de en medio a ti. Por suerte, creo que puedes hacer más cosas por el mundo vivo. Muerto sólo nos sirves de abono.

El chico asintió sin comprender lo que pasaba, pero entendiendo a la perfección esta última frase.

– Vale. Me he informado, dicen que eres bueno con la informática, aunque últimamente no le hayas dedicado mucho tiempo. Quiero que te dediques a estudiar eso. Te vas a sacar la carrera y te vas a convertir en un hombre de provecho, chavalito. Y te vas a dejar de pastillas y chorradas, porque si no te aseguro que me tendrás muy cerca, y a menos que quieras tener que vivir con pañal el resto de tu vida, te aseguro que no te gustará.

Mario miraba la escena perplejo. Cris había logrado meterle tanto miedo al chico que se había meado en los pantalones, y ahora parecía haberle arrancado la promesa de que se sacaría la carrera. Y David no parecía muy dispuesto a faltar a esta promesa.

– Muy bien, David. Piensa en la suerte que has tenido. Por un momento has estado al borde de la muerte, tan cerca que ni te lo puedes imaginar. Y si no cumples la promesa que me has dado, volverás a estarlo, y yo no creo en las segundas oportunidades. La vida me ha enseñado que no sirven de nada. Tras decir esto, Cris se alzó. Había estado en cuclillas, diciendo todo esto al oído del chico.

Sin ayudarle a levantarse, caminó fuera del bosque. Mario le siguió como siempre, sin decir nada, dejando al chico que se apañase como pudiese par la vuelta.Ya en el coche, estuvieron un buen rato sin decir nada.Fue Mario quien habló – ¿no volvemos a la ciudad? A la hija de Víctor le puede pasar algo mientras estamos por aquí, teníamos que protegerla.

– Nadie dijo que fuese una hija, – susurró – el hijo de Víctor está ahí atrás, tirado intentando comprender cómo ha tenido tanta suerte de salir con vida de ésta.

Mario lo comprendió todo como si la verdad le hubiese golpeado durante un segundo. Como un mazazo. Intentó asimilarlo todo antes de volver a abrir la boca, las pastillas, el padre del chico, los estudios, todo lo que había escuchado. Pero una cosa se le quedó grabada a fuego de cuanto había oído.

– ¿De verdad perdiste una hermana por las drogas, Cris?

El rostro de Cris se endureció, en ese momento Mario supo que había tocado un tema delicado, y que todo cuanto había oído era verdad.– Sí, – respondió su compañero – yo se las vendí.

***

Habían pasado semanas. Lo último que Mario supo de Víctor era que su hijo había dejado de salir a la carretera los fines de semana, quedándose en la ciudad. También había pedido a su padre un ordenador para estudiar. El mejor del mercado. David nunca la contó a su padre el motivo del cambio, pero Víctor sabía qué era lo que le había echo ponerse a trabajar tan duro.

El día siguiente, tras hablar con Víctor, Cris le había dicho a Mario lo siguiente: “Nadie sabe lo que impulsa a un chico a tirar su vida por la borda, el aburrimiento de todo, la presión, el abandono, una chica, cualquier cosa. Tampoco se sabe muy bien el límite que puede tolerar un padre hasta que ve romperse a su hijo, y el daño que puede aguantar una madre antes de quitarle la libertad de elección”.

– Fue muy duro, Cris, tuve miedo de que hiciésemos algo irreparable.

– Lo sé, pero era necesario. David es un buen chico, no había otra forma de que dejase esa vida.

– Pero no podemos amenazar a todos aquellos chicos que no se comporten como creemos que tiene que comportarse.

– Y no lo haremos, Mario, pero este era un caso especial. Víctor va a morir en pocos meses de cáncer, y teníamos que asegurarnos que David no va a dejar sola a su madre en estos momentos. Espero haber hecho bien.

Mario sintió la pena que emanaba de su compañero. Toda la seguridad que había derrochado días antes estaba dejando paso ahora a un sentimiento de duda.

– Lo peor es no saber si estás haciendo bien o no. El utilizar métodos tan drásticos puede tener consecuencias irreparables, pero el no utilizarlos ya las está teniendo, por lo que tenemos que arriesgarnos. Parece que, por lo menos, ha salido bien.

– Sí, Cris. Eso creo. – Él no estaba seguro, y tampoco quería mentir a su amigo.

– Yo también lo espero, – sonrió melancólico. Ambos callaron unos segundos.– Pero eso no importa, somos hombres intentando hacer el papel de dioses. A pesar de toda nuestra cacareada prepotencia, los novas sólo tenemos una ventaja respecto a los sapiens, y es que nosotros creemos en un destino común. Eso es lo que nos hace fuertes.

>> Individualmente somos más débiles que ellos, más aún cuando tenemos que preocuparnos por los demás, pero nuestra fuerza está en el grupo. Y por eso prevaleceremos.

Cris pareció dudar un segundo sobre algo, pero al final pareció decidirse y dijo:– Mario, tengo que enseñarte algo, pero mejor lo haré después de nuestra próxima misión. Ya eres un nova, y creo que puedes verlo. – entonces, sacó un móvil e hizo una llamada.Poco después sonrió y le dijo que estaba todo arreglado para su vuelta.                      

Capítulo Cinco: Nuevos Peligros

– ¿Qué piensas, Mario? – le preguntó Cris. Su voz le llegaba débil, apagada por le viento que le ensordecía. Iban en un descapotable por las calles de Mónaco y Cris corría como si les persiguiese el mismo diablo.Habían pasado unos meses desde el problema con los infiltrados. Muchos de ellos estaban ya fuera de los nova, y el resto sólo servían para pasar información falsa a los gobiernos de vez en cuando. En poco tiempo, los novas volverían a estar totalmente limpios y volverían a confiar los unos en los otros.

Durante este tiempo, a Mario y a Cris les habían asignado misiones poco importantes, en comparación con lo que habían hecho hasta ese momento. Pero agradecieron el descanso. Nuria estaba haciendo encargos en la ciudad, y Eva seguía siendo un misterio, moviéndose de acá para allá.Sin embargo, hacía unos días Eva llamó a Cris y éste sonrió a medida que hablaba con ella.

Lo único que dijo cuando colgó fue que les habían asignado una misión. Ese mismo día les entregaron la documentación que necesitaban.Su objetivo era viajar a Mónaco y entrevistarse con un científico francés que veraneaba allí. Debían recoger algo de él, y entregarle un mini-DVD.

– ¿Qué hay en ese DVD? – había preguntado Mario al verlo.– Ese hombre no es un nova, Helsing, es un sapiens que está dispuesto a vendernos algo muy importante a cambio de dinero. Veinticinco millones de euros. Lo suficiente para retirarse a cualquier isla, y perderse para toda la vida con las bellezas locales. Aquí está la transferencia a su cuenta en Suiza.– ¿El qué nos va a entregar?

– No lo sé con seguridad, pero sí sé que es importante para nosotros, tanto como para pagar por ello.Ahora llevaban tres días en Mónaco esperando que el científico diese señales de vida. Las calles pasaban a toda velocidad, abajo, el puerto deportivo estaba repleto de veleros y pequeños yates de un lujo como él no había visto nunca.Ya desde el principio a Mario le había sorprendido el lujo del hotel en el que se alojaban. En toda la misión Cris había gastado una cantidad indecente de dinero. Pero sólo era dinero, decía.

– Lo importante son las personas, la ciencia, el conocimiento, la Naturaleza. El papel es papel, aunque sea verde o de colores – decía cada vez que Mario le miraba al pagar la desorbitada cuenta.– Pero para ellos sí es importante. Podríamos utilizarlo para arreglar otras cosas – contestó éste.

– Lo estamos haciendo, – respondió una vez Cris. – Estamos gastando un dinero que va a cubrir nuestra presencia aquí. Lo extraño en este lugar sería que no gastásemos dinero, entonces llamaríamos la atención y pondríamos en peligro la misión.

– Sigue pareciéndome mal gastar tanto dinero en cosas nimias, cuando hay tanto que hacer.

– Pronto podremos hacer todo eso sin dinero. Paciencia Mario. Muy pronto verás qué planes tenemos.Habían terminado la conversación como otras tantas. Cris se fijó en una mujer que estaba cenando sola en el lujoso restaurante. Era morena, de pelo corto, ojos negros, y por el color moreno de su piel, un moreno natural, no artificial, parecía provenir del sur.

– ¿No estás con Eva? – le preguntó Mario al darse cuenta de lo que distraía la atención de su amigo. – A veces, – sonrió este.

Como siempre su sonrisa parecía inocente, pero tras ella había cierta picardía.

– Hoy no, – continuó sin ningún afán de justificarse ante Mario. Sólo constataba un hecho, mientras contemplaba a la mujer, que ahora mimo estaba bebiendo un vino que debía costar una barbaridad.

– Chateu La Tour – dijo Cris. – Buen vino, tiene gusto.

Mario se fijó en él. Hasta ese momento no lo había hecho en toda la tarde. Estaba demasiado extasiado con el lujo en el que estaban viviendo. En ese momento la parte racional de su cerebro, la que lo analizaba todo desde la terrible experiencia de su cuasi muerte, estaba de vacaciones.

Cris iba vestido con un traje a medida, que había encargado un par de días antes en el hotel. Le sentaba como un guante, y con él parecía otra persona. A veces parecía revolverse incómodo tras la pajarita de obligado uso en el restaurante, pero la mayor parte del tiempo parecía tan cómodo como con sus pantalones viejos y su cazadora de cuero.

– Es preciosa, – dijo Cris de nuevo. Mario se fijó disimuladamente en ella. Era atractiva, pero no tanto como otras muchas bellezas que compartían restaurante con ellos. Su traje negro reforzaba el color moreno de su piel. Era sencillo, lejos del lujo que otras mujeres lucían con sus carísimos Versace o Gucci.

Como si sintiese la mirada que ellos dos habían depositado en ella la mujer alzó los ojos, mirando directamente hacia su mesa. Cris la sonrió alzando una copa en un silencioso saludo, y ella la devolvió con una sonrisa y su propia copa. Ambos bebieron, al tiempo, y al cabo, la mujer continuó con su cena sin volver a dirigirles la mirada.Terminaron su cena y Cris se levantó de la mesa.– Vamos, todavía queda mucha noche, y tenemos que divertirnos un poco. A ver si Helsing aparece mañana con el paquete y podemos volver a casa.

– ¿Y ella? – preguntó Mario intrigado.

– ¿No vas a decirle nada?– Ya habrá ocasión, es lo bueno de este país. Todo está a tiro de piedra, volveremos a encontrarnos y lo que tenga que ser será.

***

Helsing tampoco dio señales de vida ni al día siguiente ni al siguiente. Mario ya estaba empezando a ponerse nervioso, pero Cris parecía disfrutar del ambiente. Salieron a navegar en el yate de un amigo, visitaron la ciudad, haciendo una escapada de un día a la costa azul de Francia.

Era el séptimo día que estaban allí, y Cris dijo que necesitaban salir esa noche. Mario estaba como un león enjaulado. Siempre había sido tranquilo, pero la adrenalina que su cuerpo había probado en las semanas anteriores parecía haber despertado en el una gran actividad. Decidieron ir al club Diabolique.Era una discoteca moderna, al estilo de las de Ibiza, pero mucho más lujosa. Tenía tres niveles, una planta baja de mesas abierta en semicírculo, que daba a una pista de baile en el nivel inferior, y en la cual sonaban los últimos ritmos de moda en el Principado.

En ella, docenas de jóvenes adinerados bailaban, moviendo sus cuerpos perfectos al son de la música, y luciendo sus ropas de diseño entre los flases de luz estroboscópica.Arriba, frente a las mesas, había una serie de reservados desde los que se podía contemplar tanto las mesas como la pista de baile. A una canción que Mario identificó como de Saint Germain en sus primeros tiempos, le siguió una versión tecno de una canción de los Pep Shop Boys. Rent creía recordar.

Estaban sentados en una de las mesas más cercanas a la pista cuando, de improviso, un alboroto atrajo su atención hacia la zona de baile. Cuando bajó la mirada pudo ver, entre las luces que iban y venían acompasadas por la música, el motivo del jaleo.

Una mujer delgada de melena castaña estaba en pie, al fondo de la pista, cerca de la barra del bar. Cerca de ella, dos hombres parecían discutir acaloradamente sobre algo que la afectaba. Seguramente se la estarían disputando. Ella miraba como si no estuviese implicada en el asunto, como si sólo tuviese que esperar a ver quien ganaba y ya tendría pareja para esa noche.

Cris sonrió y se levantó de la mesa, encaminándose hacia el lugar de la pelea.

A medida que se acercaban, Mario podía ver que los dos hombres estaban encendiéndose cada vez más, como si la presencia de la mujer sirviese para caldear todavía más los ánimos. Tan cerca, Mario pudo entender por qué.

De un vistazo vio que era guapa, no en exceso, pero tenía algo que la hacía especial. Con una sola mirada comprendió que esa mujer era única. Sus ojos, que se posaron brevemente en él, parecieron diseccionar su alma en un segundo. Ella parecía haber alcanzado una comprensión de los hombres que hacía que sus ojos pareciesen dos estrellas abriéndose camino por el mar interior que era su alma, descubriendo sus secretos de un simple vistazo.

Muchas veces Mario había leído sobre ese fenómeno. Algunas de las frases que lo describían estaban todavía grabadas en su mente.

“Sus ojos le atravesaron como si fuese de cristal” “ella vio a través de sus secretos…”

Mario sonrió al recordarlas. Ninguna de esas frases podía describir lo que los ojos de esa mujer hicieron con él. Cris continuó andando, a pesar de la curiosa mirada de la mujer, que se fijó en él. Ella sonrió al ver que se dirigía hacia ellos.

Al llegar a la altura de los hombres, Cris extendió las manos, Mario iba tras él, a unos metros, a la espera de los acontecimientos. Sin llegar a tocar a los hombres, Cris les dijo algo, una sola palabra, y los dos dejaron de pelear para fijarse en el extraño que les molestaba. Ambos se quedaron muy serios. Mario no podía escuchar si Cris les decía algo, pero parecía que no. Tampoco podía ver su cara.La electricidad se podía oler en el ambiente. Ambos hombres dieron un paso atrás ante la presencia de él.

Cris siguió con las manos extendidas, y dio un paso a su vez en dirección a ellos, poniéndose entre ambos con las manos extendidas. El gesto era inconfundible. Los brazos en cruz, separando a los dos hombres en una actitud que Mario creía conciliadora, hasta que Cris volvió la cabeza para mirar al hombre que estaba a su derecha. Su expresión era seria. Seria como un infarto en pleno vuelo. Miraba al hombre como si fuese una molestia, un obstáculo que estaba dispuesto a destrozar si se cruzaba en su camino. Su presencia se había introducido entre ellos como una cuña invisible que ninguno de los dos tenía ánimos ni fuerzas para rechazar.

Jamás le había visto tan seguro, ni en una actitud tan silenciosa y serenamente amenazadora.Cuando los dos hombres comprendieron que debían dejar de pelear, Cris bajó los brazos, y continuó caminando hacia la barra en la que estaba apoyada la mujer.

Ella le miraba en silencio, y Mario dio un rodeo para sortear a los dos hombres, por lo que podía contemplar la escena desde el lateral.

Cris la miró a los ojos, sin decir nada, y ella le devolvió la mirada. Mario no veía muy bien, y las luces de la discoteca iluminaban sus ojos con mil estrellas. Pero parecían castaños como la sabia tierra.

Sonaba una canción de Brian Adams y Paco de Lucía, You love a Woman, y los dos hombres estaban tan alucinados por la escena como él. La tensión llenaba todos los poros.– Hola, Marta, cuanto tiempo – dijo Cris. Y sus palabras golpearon a Mario y a los dos hombres como un mazo.

– Sí, Cris, hace mucho que no nos vemos.

– Una vida, demasiado. – Se produjo un silencio, como si ambos hiciesen memoria. – ¿qué tal estás?

– Como siempre, dijo ella.– Ya lo veo. Siguen cayendo rendidos a tus pies – al decir esto, Cris se volvió un poco mirando a los dos hombres, pero de inmediato volvió su mirada sobre la mujer.

Ambos estaban serios, como si para ambos fuese una sorpresa grata e ingrata al mismo tiempo. Mario no podía leer sus expresiones, no sabía si eran antiguos amantes, o amigos de la infancia, o compañeros de alguna misión. Mario pudo ver ahora que ella llevaba un pequeño tatuaje en parte de atrás de la cintura. Era una sirena de color azul.

– Sí, los hombres siguen siendo estúpidos, como siempre.

– No creo que a estas alturas hayas renunciado a su compañía, y te hayas decidido a probar con una mujer.Ella sonrió por el comentario.

– Seguro que encontraría su conversación mucho más interesante, y que sería mucho más divertida y satisfactoria en la cama. Cris soltó una media sonrisa.

– Sabes que con ningún hombre he vuelto a hablar como contigo. Nadie sabe, ni nunca sabrá tanto de mí como tú. – Continuó ella.

– ¿Qué ha pasado? – preguntó él.

– Ese de ahí, dijo señalando al hombre rubio de su derecha – es David, mi ex novio, le estaba dejando cuando se puso un poco… nervioso. Entonces este caballero, que lleva toda la noche intentando ligar conmigo, se enfrentó a él. Seguramente intentando meterse en mis bragas.Desde luego, la mujer que Cris había llamado Marta, era sincera.

– Siempre te gustaron los rubios, – dijo Cris volviéndose hacia los dos hombres. – Creo que los dos han comprendido que aquí están molestando a dos amigos que hace mucho tiempo que no se ven, y que queremos estar a solas.– Siempre pasa lo mismo, – dijo una voz a sus espaldas. Era alegre, y Mario se volvió para ver a la mujer que las había pronunciado.

Se trataba de la misma mujer que hacía dos noches cenaba sola en el restaurante.

– Les ruego que disculpen a mi hermano – dijo ella. Sus ojos reconocieron a Cris, y un esbozo de sonrisa cruzó su boca pequeña.

– Suele meterse en líos en los que nadie le llama.Tenía unos preciosos ojos negros, un poco apagados, pero en el fondo Mario podía ver una alegría que estaba pugnado por salir, y que las circunstancias mantenían silenciada.

La mujer morena, que también hablaba castellano con acento de Córdoba, llevaba un vestido escotado, negro también, y una cadena de plata cruzaba sobre su cuello, con un pequeño colgante de la Virgen del Rocío.

– Me llamo Sandra Arias, y soy, como vosotros, española.Marta se volvió hacia ella. Ambas mujeres se pusieron frente a frente, con Cris entre ambas. Mario pudo ver que Marta también llevaba un pequeño colgante de plata. Parecía la cabeza de un unicornio. En contraste con los ojos de Sandra, los de Marta ardían salvajes, libres y alegres.

Ambas mujeres enfrentadas parecían dos polos opuestos. Una la belleza serena contenida, mientras que la otra, la alegría salvaje de vivir.

Fue Marta la que habló.– Tranquila, no me ha molestado. Eso suele pasar, y ya estoy acostumbrada. – Demasiado acostumbrada – dijo Cris.

– Siempre has tenido a varios hombres detrás de ti al mismo tiempo.

– No me extraña nada – añadió Sandra – pareces tener un imán para los hombres.

– Para todos menos para los que me convienen. Empiezo a pensar que no existe el hombre ideal para mí.

– ¿Y Cris? – Las palabras le salieron a Mario de forma instintiva.

– ¿Cris? Cris tal vez sea mi único amigo, la única persona del sexo masculino que de verdad pueda llamar amigo. Pero jamás estaremos el uno con el otro. No en esta vida.

Cris sonrió.

– Entonces esperaré a la siguiente. ¿Qué os parece si vamos algún reservado de arriba? – propuso.

– Muy bien, – aceptó Marta -. Me gustaría que nos acompañases, Sandra. – Creo que me quedaré a calmar a mi hermano. – Sandra no quitaba ojo a Cris, ni éste a ella.

– Por favor, – pidió él – será divertido, prometo comportarme como un caballero, y hasta beber ese Champán tan horrible que hacen aquí.

Además – añadió – Marta me debe una cosa desde hace mucho, y creo que esta noche me la va a devolver.

– Está bien – aceptó la mujer del vestido negro. Sus ojos, por un segundo, parecieron brillar con la emoción.

Cris les acompañó hacia la escalera que llevaba al piso de arriba, haciendo una seña a Mario para que les siguiese. Él se sentía como si hubiese asistido a un combate de boxeo entre amigos. Era como si Cris y Marta se conociesen desde siempre, y guardasen un secreto que sólo se desvelaría en otra vida. Mario les siguió en silencio, dando vueltas a la cabeza, en ese momento le hubiese gustado que esa parte analítica que había descubierto se hubiese despertado durante la escena.

***

El reservado era lujoso, moderno, de pareces azul grisáceo, un par de pufs enfrente de una mesa de cristal y un banco acolchado que recorría toda la pared  de la habitación. No había ventanas ni adornos en la pared, excepto una réplica de un cuadro de Picasso.La música llegaba apagada a su interior. Un camarero les sirvió lo que habían pedido y se marchó cerrando la puerta.

– Bien Marta, – dijo Cris. – Es hora de que me des lo que me prometiste.Diciendo esto, Cris se arremangó la camisa y alargó su mano hacia ella. Al principio Marta parecía reticente, pero al mirar a los ojos de Cris, debió ver su determinación y se rindió. Cogió su mano entre las suyas, mientras se sentaban uno al lado del otro, y comenzó a leérselas.

– ¿Crees en eso? – preguntó Sandra un poco confundida.– No, no creo en el futuro, pero creo en ella – señaló a Marta con la barbilla, quien estaba concentrada manejando la mano de su amigo. Sus dedos se movían ágiles mostrando y desentrañando los pliegues.

– No sé si es verdadera adivinación o simplemente agudeza, pero dejadla hacer. Además, yo creía que los andaluces creíais en estas cosas.

– Nunca presupongas nada de una mujer, y mucho menos de mí.

– Callaos los dos, – les interrumpió Marta – tengo que concentrarme.

Así lo hicieron, y la mujer de pelo castaño siguió alternando la mano derecha y la izquierda de Cris, mientras que su colgante de plata lanzaba destellos cuando alguna luz daba sobre él.

Satisfecha, Marta dejó la mano de Cris y cerró los ojos un segundo. Pareció estar reordenando sus pensamientos. Al final comenzó a hablar.

– Como sabes, Cris, tu “trabajo” va viento en popa – Mario se preguntaba si ella sabría a qué se dedicaban – pero seguramente mejorará con el paso del tiempo. Cada vez tu “empresa” se hará más importante, eso es inevitable. Tú eres un simple trabajador más, un soldado de a pie, pero estás muy satisfecho colaborando a que ésta logre sus fines.

>> Sin embargo, tu vida amorosa no es tan ordenada. Tus líneas se cruzan con el destino de otra mujer, varias veces, al final, ambos os separáis pero permanecéis unidos. Es extraño. Sin embargo, no puedo ver más allá de unos años en ese aspecto. Es curioso.

– ¿Quién es esa mujer? – preguntó Cris muy serio.Mario pensó que sería Eva, pero prefirió no decir nada.

– No soy yo, – sonrió Marta a Cris– ni lo sueñes.– Ya te he dicho que todo llegará – respondió este devolviéndole esa sonrisa tan peculiar.– Bueno, no te sé decir, pero sí que sé que esa relación te traerá problemas, y te complicará la vida. Justo lo que buscas.

– ¿Y del resto? ¿Puedes decirme algo? – Es posible, hoy soñé contigo, que volvíamos a encontrarnos – dijo, sabes que a veces me pasa.

– Sí, – fue su lacónica respuesta.– También soñé algo extraño, que Mónaco ardía, pero lo hacía con una luz azul brillante. Fue muy raro y no tengo ni idea de lo que puede ser. Al parecer tú estabas involucrado.– Bueno, ¿qué más puedo pedir? Un futuro intrigante, con una mujer interesante. No hay nada mejor.

– Según para quien, ya sabes que me aburre la ciudad y mañana mismo me voy a los Alpes, tal vez pase por la Selva Negra de Alemania.

– Bueno, Marta. Muchas gracias, de verdad, me ha gustado mucho volver a verte – comenzó a despedirse Cris, pero ella le cortó.

– Todavía no he terminado, quedan ellos, si aceptan.

Marta les miró a ambos con una mirada de desafío en los ojos. Mario asintió, pero Sandra vaciló un poco más. Tal vez temía demasiado su futuro.Marta cogió primero la mano derecha de Sandra. Los ojos de las dos mujeres se encontraron en un mudo saludo, como si fuesen a revelarse secretos que ninguna otra persona debía saber. Al poco, tras el mismo ritual Marta pareció satisfecha.

– Tu pasado es claro. Una chica de Córdoba que creció en una gran ciudad, cuyos padres se mudaron a Madrid al poco tiempo de morir tu hermano pequeño. Tú tenías quince años, y todavía conservas los recuerdos de tu tierra. Aunque nunca volviste a tu tierra.

Sandra no dijo nada, sólo miraba con sus ojos negros brillando con intensidad.

– Creciste y estudiaste una carrera, pero no estabas satisfecha con tu trabajo, así que te marchaste al extranjero a intentar llegar tan alto como pudieses. Ahora, tras lograr el éxito profesional, encuentras tu vida vacía. Sabes que jamás podrás volver a tu tierra, aunque la añoras, pues los recuerdos de tu infancia todavía te asaltan algunas noches, robándote el sueño.

>> Pero jamás volverás.La mujer que acababan de conocer esa noche se mantenía en silencio. No parecía dar muestras de que Marta estuviese acertando en sus predicciones, sin embargo, la dejaba continuar.

– Tu vida amorosa ha sido como una montaña rusa. Un alto ejecutivo de tu empresa, con el que creías que podrías rehacer tu vida y encontrar la felicidad. Pero vuestros destinos tan separados os fueron alejando, hasta que recibiste un correo suyo diciendo que había conocido a otra persona.

Cris observaba en silencio a las dos mujeres, con curiosidad, sin decir nada. Marta hizo un parón, como recordando lo que había visto, pero al poco continuó.

– Ahora crees que no hay ningún hombre que pueda llenar el hueco que la vida ha dejado en el fondo de tu alma. Has utilizado tu belleza para ascender en la vida, así como todas las armas que la naturaleza ha puesto a tu disposición, y profesionalmente has triunfado como querías, pero te falta medio destino por cumplir. No te puedo decir si vas a lograr lo que le pides a la vida, lo siento.Por un segundo pareció que ya había terminado. Pero al momento añadió.

– Ah, y en los próximos años se te va a plantear un dilema que va a poner en peligro todas tus convicciones, y tal vez todo lo que has logrado.– Desde luego, Cris tenía razón – dijo Sandra cuando Marta terminó – es sorprendente. No sé si lo haces de verdad o aciertas por intuición, pero es increíble. Muchas gracias.

– Bueno, no es para tanto. Pasemos al joven…

– Mario – dijo Cris. – Mario se dio cuenta que hasta el momento no les habían presentado.Ella cogió su mano y volvió a ejecutar por tercera vez el ritual, pero esta vez, hablaba a medida que “veía” las cosas.

– Has tenido una infancia dura, de eso no hay duda. Eres una persona idealista, pero muy realista, y que jamás te vas a permitir tener más sueños que los necesarios. Eso es bueno, pero también malo.

>> Recientemente has cambiado tu vida radicalmente, al entrar a trabajar como ayudante de Cris. – Ahora a Mario no le cabía duda de que ella sabía a qué se dedicaba Cris.

– También has conocido a la mujer de tu vida, con la que vivirás. Pero ojo, en vuestro camino se cruzan dos obstáculos, la distancia en un primer momento, y cuando seáis más mayores, otra persona. No te sé decir si hombre o mujer. Mario sabía que estaba hablando de Nuria.

>> Lo que pase a partir de ahí es una posibilidad nada más. – ¿Voy a alcanzar la felicidad alguna vez?

– Nunca, – respondió ella de inmediato.

– Pero vas a hacer muy felices a muchas personas en tu vida. Eso debería recompensarte. Tendrás momentos de felicidad, pero también de duro esfuerzo.Mario asintió, ahora mismo no le pedía nada más a la vida. Marta tomó su mano izquierda, y su expresión cambió.

– Vaya – dijo antes de enmudecer por unos segundos.

– Es increíble.Tanto Cris como Sandra se inclinaron acercándose más a él, esperando oír la revelación. Sin embargo, esta nunca llegaría.– No debes saber más. Esto es muy extraño. Te lo aseguro.

– ¿Qué pasa? ¿Es algo malo? – Preguntó Cris.

– No puedo decir más, sólo una cosa. Es fácil hacer cosas pequeñas buenas o malas, y difícil hacer cosas grandes. Pero lo que es casi imposible es hacer grandes cosas buenas. La elección debe hacerse desde cada uno. Y el camino que escojas decidirá tu destino. No te creas que la elección te será tan fácil, ni el camino tan claro.

– Marta, nos dejas con la intriga, como siempre que nos vemos. – Cris estaba inclinado hacia adelante, y miraba a su amiga directamente a los ojos.

– Espero que te equivoques, bastantes problemas tenemos ya como para estar pendientes de descubrir a donde vamos.

– Todo el mundo tiene ese problema, Cris. Es la vida. Sé que no te asusta, y a Mario tampoco debería asustarle.

– No lo hace – dijo Mario – hace ya unas semanas que dejé de temerle a nada.

– Muy bien, el mundo debería ser así. Bueno, me marcho – dijo mientras se levantaba. – Sandra, ha sido un placer, – añadió mientras le daba dos besos. – Lo mismo que conocerte a ti Mario.

– Igualmente, – respondió este.

– Cris – se volvió – espero que volvamos a vernos.

– En esta vida o en otra, ya sabes que nada podrá evitarlo.Según salían del reservado, Marta se inclinó hacia Cris y le dijo algo que Mario apenas pudo oír. – ella es tuya, lo sabes.

– Todavía no, pero lo será – contestó su amigo. Mario se preguntaba si Sandra lo había oído, y qué pensaría al respecto.

Después, los cuatro se despidieron. Sandra les dio su número de móvil, y quedaron en llamarse para charlar.

***

Al día siguiente no pudieron quedar. El teléfono estaba desconectado, quizás por alguna reunión de negocios.

Ante la perspectiva de otra noche de fiesta y lujo, Mario decidió quedarse en el hotel, aunque Cris accedió a regañadientes. Aprovecharían para leer algo, o trabajar en los informes de la misión.

Sin embargo, a media noche, alguien llamó a su puerta. Mario abrió y se encontró de frente a un hombre mayor que debía estar entorno a los cuarenta años, de pelo canoso y grasiento y que llevaba un traje blanco apolillado.

Echó un vistazo a Mario y se presentó.

– Hola soy el doctor Helsing, creo que teníamos una cita. Diez minutos después los tres estaban sentados en el salón de la habitación. El profesor Helsing se disculpó por haber tardado tantos días en aparecer, pero su empresa, una poderosa firma de investigación, había puesto detectives tras su pista, a la policía y hasta a la INTERPOL.

– Y bien, señor Helsing, ¿ha traído usted lo que hemos venido a buscar? – preguntó Cris, y a Mario le apreció una frase sacada de alguna película americana. Tal vez estaba intentando desconcertar a su interlocutor.

– No, no llevo las fórmulas encima, pero sí que he traído esto.

Del bolsillo interior de su chaqueta, Helsing sacó un pequeño vial de cristal. En su interior un líquido azul brillaba con tonos color zafiro.

– Disculpe si no nos ponemos a dar palmas con las orejas, profesor, pero entienda que nosotros somos agentes de campo, y no entendemos qué es eso. Haga el favor de explicárnoslo con palabras sencillas, para que podamos decidir si merece la pena el precio que ha solicitado.Ahora Mario comprendió que Cris estaba jugando a un peligroso juego. Él le había visto explicar perfectamente a sus amigos teorías complejas de informática, Internet, y algo del funcionamiento de Golem. No era ningún profano, y seguro que había estudiado a fondo cada caso que había llevado. Éste no era una excepción, pero iba a seguir el juego hasta el final para descubrir si Helsing era de fiar.

– Muy bien. – La expresión de Helsing era de resignación, como si estuviese acostumbrado a tener que ir más despacio para esperar a los demás.

>> Esto es un fluido nanotecnológico base. Este líquido es en realidad una solución compuesta de miles de millones de nanoides. Supongo que sí habrán oído hablar de la nanotecnología, la ciencia que replica máquinas del tamaño de moléculas para que hagan todo tipo de tareas.

– Sí, me suena.

– Bien, pues esa ciencia está todavía en pañales. Apenas ha comenzado a mostrar su verdadero potencial. Debido a los peligros que implica, los gobiernos y las empresas apenas dedican fondos a la investigación en este campo, haciendo que vayamos mucho más lentos.

>> Esto es ni más ni menos que el futuro. El fruto de años de investigación secreta. No todos los científicos aprobamos las restricciones científicas, y un grupo de nosotros nos hemos dedicado a experimentar con formas de activar los nanoides. –

Pero yo creía que esas leyes se habían hecho para protegernos de problemas como la ingeniería genética, la química, y cualquier ciencia peligrosa.– Paparruchas, – dijo el hombre, que hablaba con acento Belga.

– Sólo quieren poner trabas al progreso que no pueden controlar.  Tienen ustedes la prueba delante de sus ojos.

– ¿Para qué sirve ese fluído nano no sé qué? – Preguntó Mario siguiendo el juego a su compañero.– Sólo, en el estado en el que se encuentra en este vial, no sirve para nada. Es un fluido inerte. Pero es la base para crear máquinas microscópicas replicantes, capaces de transformarse en otros materiales, y de alterar la composición de las moléculas, las células, lo que quieran.

– Si tan prodigioso es ¿por qué no se lo venden a algún gobierno? – mientras que Mario hacía esta pregunta, Helsing sacó un cigarrillo y lo encendió nervioso. Les ofreció a ambos del paquete, pero ninguno de los dos aceptó.

– Lo hemos intentado, varios de mis compañeros están en la cárcel por ello. Ellos sólo ven los peligros para su sistema. Gente que vive cientos de años, imagínese el caos en la seguridad social, máquinas que curan enfermedades a nivel celular, eso hundiría la industriar farmacéutica. Y así hasta miles de aplicaciones. Quieren silenciarlo, y por eso mi empresa y mi gobierno nos persiguen.

– Si ese fluido es tan inútil por sí solo, ¿dónde está el resto?

– En un sitio seguro. Las fórmulas para crear nanoides base, los procedimientos para convertir esas máquinas en lo que deseen, sistemas naturales defensivos, máquinas que reparen motores de fusión nadando en el plasma, ordenadores cuánticos de increíble potencia. Queda mucho por hacer, pero las bases están aquí, las tendrán si pagan por ellas.

>> Yo sólo quiero dinero para retirarme y escapar de esta pesadilla.

– Muy bien, nos ha convencido, díganos cuando podemos recoger la información y el resto del material, y le daremos el dinero.

– Cuanto antes mejor, mañana no, no conviene que nos veamos tan seguido, podríamos levantar sospechas. Pasado mañana les llamaré y les diré donde quedamos.

– Como se acordó, le haremos la transferencia cuando vamos el paquete, el diez por ciento por anticipado.

Helsing salió por la puerta. Mario la cerró a sus espaldas y se volvió hacia Cris.

– ¿Te fías de él?– No, pero le han investigado, y está todo lo limpio que puede estar un personaje así. Lo más que ha cometido ha sido alguna desviación de fondos hacia su investigación, con la connivencia de alguno de sus superiores. Pero no se le conocen contactos con autoridades civiles ni militares. No creo que sea una trampa.

– Me ha caído bien, parece una persona que lucha por lo que cree.

– Sí, y en otras circunstancias lo respetaría. Pero si sus experimentos hubiesen fallado, bueno, tal vez ahora mismo no estaríamos hablando. Podría haber destruido el mundo, o una buena parte de él. Jugar a dios sin las protecciones adecuadas no es recomendable.

– Bueno, ha tenido éxito, por lo que parece.

– Sí, y a los novas nos va a venir muy bien. Con ese descubrimiento nos pondremos a la cabeza de la única ciencia que no dominamos mejor que los sapiens.

– ¿Por qué? – preguntó.– Es muy sencillo. Es una ciencia moderna, y a pesar de nuestros esfuerzos, requiere inversiones tan grandes que no podemos igualar los esfuerzos de la UE y los USA. También hemos dado prioridad a otras ciencias como la IA, la genética y la ingeniería. Vamos, que esto es como el maná caído del cielo.

– Entonces es fácil, conseguimos el líquido base ése, las fórmulas y técnicas de alteración de las que nos ha hablado. Le pagamos, y cada uno a su hogar.

– Nunca es tan fácil, Mario. No cuando el destino del mundo está en juego. Pasado mañana lo veremos.

Una voz en su interior le decía – Tranquilo, estamos preparados para todo lo que suceda                     

Capítulo Seis: Ícaro

Como tenían el día libre, Mario y Cris salieron a conocer los comercios de la ciudad. Disponían de crédito ilimitado, y desde luego estaban dispuestos a usarlo ahora que ya veían tan cerca su objetivo.Salieron a pasear por las calles más céntricas de Mónaco, visitando a sastres, perfumerías y joyerías.

– Jamás hubiese pensado que te gustaría ir de compras –le dijo Mario a Cris.

– Bueno, esto no es ir de compras. Estamos en el principado más rico de Europa. Aquí el lujo está en todas partes. Además, tengo que llevarle algo a Eva, se lo prometí la noche antes de salir.

– ¿Puedo hacerte una pregunta, Cris?

– Por supuesto – contestó éste con una sonrisa mientras sostenía un precioso y sencillo collar de oro blanco. Era hermoso, se ajustaba al cuello del maniquí como si se tratase de una tira más de su piel.

– ¿Qué hay entre tú y Eva?

Cris pareció dudar un segundo.– Amistad, sexo, reconocimiento mutuo. Nos conocemos y respetamos desde hace mucho. Es normal que dos personas que han compartido tantos problemas se conozcan tan bien, en todos los sentidos.

– ¿No te gustaría pasar el resto de tu vida con ella?

– Sí, por supuesto, pero más me gustaría seguir como estamos. Y a ella también. No hay que negarse el futuro, pero tampoco renunciar al presente. Mario. Intentaré explicártelo cómo lo veo yo. Cris sacó la tarjeta Visa Black que les habían dado para gastos mientras le tendía la gargantilla al dependiente.

– Cuando tú estás con una mujer, sabes que ella es la principal mujer de tu vida ¿verdad? – Cris no esperó a que Mario contestase.

>> Entonces, si te separas de ella seguro que piensas que ya no habrá más mujeres en tu vida. Pero imagínate que ahora conoces a otra chica. Ella está lejos, y le puede pasar lo que a ti. Sabes que ella es tuya, y tú de ella, pero que no os veréis en años.El dependiente pasó la tarjeta a Cris, junto con el resguardo para que lo firmase.

– Si esa chica te gusta, te cae bien, ¿por qué no acostarte con ella? Es otra forma de conocer mejor a una persona. No estás traicionando a tu chica, pues la sigues amando, pero tampoco a tus instintos. Ella es libre de hacer lo mismo. Al final, el que lo hagas o no es una elección personal. Tú seguramente no lo harías, a menos que yo te lo mandase en alguna misión – una sonrisa cruzó el rostro de Cris – pero nosotros dos, Eva y yo, pensamos que no hay que cerrar las puertas a la vida. Nada más ni nada menos. Son dos concepciones de un mismo problema.

Cris cogió la bolsa con la cajita en la que iba el collar y le devolvió la sonrisa al dependiente.

– Visto así parece muy natural, pero no creo que vaya conmigo. Aunque lo entiendo.

– Bueno, son elecciones…Cris no llegó a terminar la frase. La puerta de la joyería se abrió segundos antes de que saliesen. Por ella entraron tres individuos armados que traían pasamontañas.

– Quietos, si nadie se mueve nadie saldrá herido – gritaron.

Cris ni se inmutó. El primero de los atracadores pasó a su lado dirigiéndose hacia el dueño de la joyería. Se notaba que los tres actuaban coordinados, y que eran profesionales.

El segundo apuntó a Cris con una escopeta recortada que llevaba. Entonces su amigo estalló como un relámpago.

En un segundo, uno de los atracadores estaba en el suelo, con las dos piernas rotas, y el arma por los aires. Mario agarró al oponente que estaba más cerca de la puerta, y le estrelló la cabeza contra el cristal blindado de una estantería, mientras la alarma sonaba.

Cuando se volvió, el otro atracador ya estaba inconsciente en el suelo.Mario y Cris cogieron sus cosas y salieron por la puerta sin decir nada. Corrieron hasta la esquina, donde vieron un coche perderse calle a bajo.Ya en el hotel, ambos tomaron aliento durante unos minutos.

– Eso ha sido peligroso, la policía revisará las cintas – dijo Cris.– Sí, pero ¿por qué lo hiciste?

– Por el hombre, parecía honrado, las aseguradoras no cubren este tipo de joyerías.

– Pero el no es un nova.

– Nuestra compasión, Mario, no exclusiva para los nuestros. Ante el infortunio, todos somos iguales. Además, nunca se sabe cuando alguien puede llegar a ser uno de los nuestros. Les diremos a nuestros contactos que intenten bloquear la cinta hasta que salgamos de aquí. No pudieron descansar mucho, ni pensar en le tema. El móvil de Cris sonó. Era Sandra, que quería quedar a cenar con él.

***

Esa noche, Mario se había quedado en el hotel, por si llamaba Helsing. Mientras tanto, Cris llegó al restaurante Julliet donde había quedado con Sandra.Ella le estaba esperando dentro. Al llegar a la puerta, Sandra le hizo una señal al maitre, quien le acompañó hasta el lugar donde ella se encontraba.Iba vestida con un traje color plata, a juego con su colgante, y su piel y cabello morenos contrastaban con él.

– Hola, Sandra – dijo Cris nada más llegar a la mesa y darle dos besos a su acompañante. – Estás preciosa.

– Gracias, Cris. Supongo que te habrá extrañado mi llamada.– La verdad es que un poco, pero si te soy sincero la esperaba impaciente.

– Ayer no pude llamarte, tenía que recomponer mis ideas después del encuentro con tu amiga Marta. Una persona muy intrigante.Los ojos negros de la mujer se clavaron en los de él. Su mirada era alegre, más que la de la noche anterior, se dijo a si mismo.

– Sí, Marta es muy especial.

– ¿Tanto como para no querer nunca a otra mujer? Perdona que me meta donde no me llaman, pero se notaba que entre vosotros hubo algo, y parecía que tú querías que hubiese seguido habiéndolo.– No Sandra, no te preocupes, no te mentes en ningún tema escabroso. Entre ella y yo sólo hay una broma privada del pasado. Somos amigos, aunque sólo coincidimos muy de cuando en cuando, pero los dos somos almas libres, y nos gusta volar sin ataduras.

Cris evaluó los efectos de sus palabras en su bella acompañante. Ella no parecía dar muestras de ningún tipo de emoción, sólo parecía preguntarse hasta qué punto de implicación quería llegar con él. Exactamente la misma pregunta que ahora rondaba su cabeza.

– Verás, Sandra, – sintió la necesidad de justificarse – por mi trabajo apenas puedo estarme quieto en un sitio durante más de unas semanas. Así es muy difícil llegar a mantener una relación permanente con nadie. Sin embargo, he tenido la suerte de conocer, durante mi todavía corta vida, a algunas personas lo suficientemente interesantes como para mantener una amistad con ellas a pesar del tiempo y la distancia. Marta es una de ellas, y me gustaría que tú fueses otra.

– Nunca me ha gustado ser el segundo plato de alguien.

– No lo eres, eres una mujer muy interesante, atractiva y misteriosa. Eso te convierte en la mujer ideal para mí. Ahora mismo no estoy viéndome con nadie, y no tenía perspectivas de que esto cambiase hasta que tú apareciste. Ella sonrió.

– No voy a disculparme por mi pasado, he estado con otras mujeres, y ni quiero ni puedo borrarlo. Al igual que tú, imagino, has estado con otros hombres antes, y supongo, por lo que dijo Marta, y no suele equivocarse, con bastantes. Ambos llevamos una vida agitada, moderna, y no tenemos tiempo para preocuparnos por conceptos arcaicos. Si surge algo, surgirá, y lo celebraremos. Si no, bueno, pasaremos un buen rato, y unos buenos momentos charlando.

– ¿Qué más puede pedir una mujer? – suspiró ella, con un poco de ironía.

– Mucho, desde luego, pero este es un buen principio.

– No sigas Cris, me has convencido, sólo estaba intentando hacerme la difícil. Sabes que me gustaste desde el primer momento que nos vimos, me pareces muy interesante, y espero parecértelo yo a ti también.

– Lo eres.El camarero les interrumpió con un ligero carraspeo y Cris cogió la carta. Sandra había pedido ya un vino de la casa antes de que él llegase, y la cena prometía ser entretenida cuando menos.

***

– Lo que te estoy diciendo – las palabras salían de su boca, y Cris no podía quitar ojo del suave carmín de sus labios rojos – es que el mundo es cruel con la gente. Mis padres se quedaron solos muy jóvenes, en la guerra civil, y sólo salieron adelante con su amor – decía Sandra.

– Sí, pero mientras haya amor, habrá algo hermoso en el mundo.– Eso está muy bien, pero cuando tienes que salir adelante, debes luchar como puedas. Debes ser práctico, y renunciar a tus sueños. No te puedes permitir el lujo de mantener ilusiones, cuando tienes que sobrevivir día a día en un mundo duro de hombres.

– Diablos, Sandra, escúchate. Parece que estás justificando que en tu camino hacia el éxito profesional hayas dejado de lado lo que realmente querías. Si no estabas tan segura de querer lo que tienes ¿por qué luchaste por ello y no por lo que deseabas?

– A veces una persona, una mujer, no tiene más remedio que luchar, Cris. No podemos hacer otra cosa. El mundo está hecho para vosotros, y si una mujer quiere ganarse la vida y triunfar, parece que debe sacrificarlo todo.

– No, eso no es cierto.

– Sí que lo es, Cris, fíjate si no en España. Las mujeres se han incorporado a la vida laboral, pero ahora no sólo tienen que competir con los hombres en sus trabajos, sino que además lo hacen en inferioridad de condiciones. Tienen que cuidar a los niños, al marido, llevar la casa. Si una mujer quiere llegar a algo por si misma, deberá renunciar en todo o en parte a esto, mientras que su marido podrá tenerlo todo, una carrera, una vida familiar plena, ¡porque ella lo hará todo en casa!

– Sí, tienes razón. Pero eso no significa que el mundo sea malo.

– Lo es. El hambre, la guerra, las empresas que explotan a los consumidores, gobiernos corruptos, enfermedades, sequías, destrucción del medio, etc. A medida que hablaba, Sandra iba levantando cada uno de sus dedos, enumerando las causas que afligían a la Tierra y a la Humanidad.

– Pero si sólo te fijas en eso dejas de lado muchas otras cosas que también son importantes. Como la familia, la Naturaleza.

– Nos lo estamos cargando todo, Cris – su acento le daba a estas palabras una dureza mayor, como si oír a un andaluz enumerando desgracias fuese algo terrible.

– Estamos disgregando las familias, acabando con los bosques y las selvas, extinguiendo animales. Todo lo que es bello lo corrompemos por ambición y estupidez. Ella se tomó un segundo para continuar con la conversación, mientras cogía aliento.

– Mira el crimen del mundo, cada vez más organizado, más cruel terrible y poderoso. Las policías de los países son impotentes ante la avalancha de problemas, a veces, son incluso el problema.

– Bueno, pero quejarse no sirve de nada.

– No, hay que intentar imponer un poco de orden. Eso es lo que hace el ser humano, creer que está poniendo orden en su casa, cuando lo que está haciendo es destrozar la del vecino. El cuál a su vez sólo piensa en destrozar la nuestra para beneficiarse él.

– Me niego a ver las cosas tan mal, Sandra. En ese mundo que te has forjado, has arrinconado toda esperanza. No queda nada para la ilusión.

– Para el futuro no, desde luego. Lo más que queda es un deseo de que el presente sea lo mejor posible, y el esfuerzo por intentar hacer algo, aunque sepas que no vas a poder cambiar nada.

– Pues escucha bien, tengo noticias para ti. Es mucha la gente que no desea ver destruido este mundo, y entre todos podremos hacer algo, digo yo.

– No se puede hacer nada, sólo ponerte del lado de los fuertes, para ser fuerte tú también, y así poder controlar algo tu vida, y hacer el mayor bien que puedas.

– ¿Ves?, en eso coincidimos – decía Cris mientras se introducía un gran bocado de filete en la boca.

Segundos después, cuando terminó de tragar continuó – En lo que seguro que no coincidimos es en quienes son los fuertes y quienes lo débiles.

– Pero en eso no hay dudas, los fuertes son las empresas, los gobiernos, las instituciones internacionales. Lo único que debes hacer es elegir al que creas menos corrupto, e intentar beneficiarte de su protección para hacer lo que deseas.

– Esa es la excusa que han puesto miles de personas, millones tal vez, a lo largo de la historia de la Humanidad. Pero, ¿que me dices de la Opinión Pública? ¿No crees que se haya despertado recientemente con todos los problemas del mundo?

– Eso son mentiras que vierten los medios para que os creáis que todavía podemos hacer algo como individuos. Ahora sólo somos números sin importancia.

– Te equivocas, somos parte de algo mayor, de un movimiento por cambiar el mundo.

– ¿Quienes, los ecologistas, los antiglobalizadores?  Mírate a ti mismo, – le dijo mientras le señalaba el traje que llevaba.

– Por lo que puedo ver eres una persona sensible, preocupada por la actualidad, pero trabajas para una empresa, vistes trajes con los que se podría alimentar un poblado durante un mes. No pareces el típico joven revolucionario.

– No lo soy, pero sí que estoy dispuesto a cambiar las cosas.

– Ilusiones, pero dejemos de hablar de todo esto. ¿A qué te dedicas, Cris? – le interrogó ella con curiosidad.

– Trabajo como asesor de seguridad para una empresa de servicios de protección internacional.

– Es curioso, jamás hubiese pensado que tú te dedicarías a proteger a la gente que tan poco pareces respetar. A los ricos, los políticos.– Yo no te he dicho que protejamos sólo a ese tipo de gente. Cualquiera que lo merezca recibirá nuestra protección.

– Vaya, – se sorprendió ella – ¿sois una especie de INTERPOL privada?

– No, – dijo Cris, que se estaba dando cuenta de que la cosa se le estaba escapando de las manos – sólo queremos ganar algo de dinero al tiempo que hacemos el mundo más seguro. ¿Y tú, a qué te dedicas? – intentó cambiar de conversación.

– Soy ejecutiva de cuentas de una empresa de software, diseño Web, portales, sitios corporativos. Se gana dinero, a pesar del pinchazo de las puntocom, sobre todo si eres español. Nuestras tarifas son las mejores de Europa, las más competitivas, y somos muy creativos.

– Bueno, tienes un trabajo interesante, aunque parece duro.

– No, no tan interesante. Viajar a Nueva York un día, a Londres al siguiente para reunirte con un proveedor, y en París al siguiente para visitar a un cliente. Es agotador, pero por lo menos hacemos cosas grandes y nuevas. Espero estar haciendo el mundo un poco mejor.– Bueno, Internet es una revolución, y más que lo será en los próximos tiempos.

– Siempre he desconfiado de las revoluciones, me parecen algo brutal – dijo ella.

– Tienes razón, es mejor pensar de forma más natural. En términos de evolución. El hombre está evolucionando, y nada parece ser capaz de cambiarlo.

– El hombre ya no evoluciona, se ha estancado en una época de lujos sin fin, mientras los pobres se mueren a sus puertas. La verdad era que el terreno era espinoso, pero la conversación merecía la pana, y Sandra había demostrado ser una compañía mucho más interesante de lo que había creído en un principio. Por ello se arriesgó a introducir un tema delicado en su charla.

– Te equivocas de cabo a rabo, Sandra. Piensa en lo siguiente. Si el hombre ya no evoluciona, no cambia, físicamente ¿cómo puede hacerlo? Sandra le miró sin contestar, sus ojos negros parecían estar esperando que fuese él quien contestase a la pregunta.

– Con sus instituciones, con sus asociaciones. Lo que evoluciona ahora es la sociedad. Cada días más, los hombres forman parte de grandes conglomerados socio-económicos. Empresas, naciones, grupos de presión, equipos de fútbol, lo que sea. Son ellos los que van cambiando haciendo evolucionar al hombre hacia nuevas fronteras.

– Te vuelves a equivocar, Cris. Las empresas, los gobiernos, nunca cambian para que sus empleados y ciudadanos estén mejor. Los explotan, les sacan todo lo que pueden y luego los tiran. Pueden disfrazarlo como quieran, políticas de recursos humanos, retener el talento, pero a la hora de la verdad es mentira.

– Para ser un ejecutivo no pareces apoyar lo que hacéis.

– Por eso puedo hablar, por que sé lo que digo. Las empresas sólo se benefician a sí mismas. El avance y el progreso se han construido con el esfuerzo de miles de personas, miles de millones. Si ese esfuerzo se hubiese enfocado bien, ahora estaríamos en las estrellas, se habría acabado tanta hambre, tanto mal, y tanta soledad, Cris. Pero lo único que hemos hecho es pisarnos los unos a los otros.

– Ahí está, si un grupo suficientemente grande de personas desease cambiar las cosas…

– Nunca reunirían el poder para hacerlo. Jamás. Por muy bien intencionadas que fuesen. No les dejarían.

– Nadie podría impedirlo, te lo aseguro. Si se organizase bien todo podría ser posible.

– Tal vez, pero esos son sueños utópicos, Cris. Dejémonos de divagar, y centrémonos en nosotros.

– añadió ella. Era tarde, y el restaurante se iba quedando más a oscuras a medida que las luces se iban apagando para conseguir un ambiente más romántico.

– ¿Qué buscas en una mujer? – le preguntó – a parte de que cambie el mundo de la noche a la mañana.

-Una sonrisa mostró sus dientes blancos en contraste con los labios carnosos.

– Compañía, amistad, poder hablar de igual a igual, sin prejuicios. Que nos divirtamos juntos.

– Hasta para eso hace falta dinero.

– Para un paseo por un río no hace falta dinero, ni para hacer el amor, ni para ir a un parque a echar de comer a los gorriones.

– Creía que era a las palomas.– No me gustan las palomas, lo siento. Las ves tan grandes, al lado de los pequeños gorriones y otros pájaros que intentan ganarse la vida a lado de esos gigantes alados… no sé, nunca me han gustado los abusones.

– Yo nunca me había parado a pensar en ellos. En mi carrera no he tenido tiempo de pensar en nada que no sea la promoción.– Excepto tu hombre, tu jefe. Aquel que mencionó Marta.

– Eso es otra historia. Hace un par de años, él me dejó. Le conocí tres años antes, estaba casado entonces. Luego se divorció. Yo creí que con él podría rehacer mi vida, conseguir lo que no había tenido nunca, una familia, reconocimiento como persona, no como máquina de hacer bien mi trabajo. Pero el mundo me devolvió la mirada, él se lió con otra, y ni se molestó en explicármelo en persona.

– Es un cabrón. No se merecía a alguien como tú.– No lo sé. Tal vez quien no se merezca a nadie sea yo.

– Una vez, un hombre muy sabio me dijo. Nunca dejes que te hagan pensar que el que fallas eres tú. En este caso, creo que te culpas de lo que otra persona ha hecho. Si no estaba dispuesto a mantener una relación en la distancia, que por lo menos te lo hubiese dicho.

– Dejémoslo, ya le he dado bastantes vueltas.

– Es verdad, ese capullo ni merece que le recuerdes. Seguro que se está arrepintiendo de lo que ha perdido, pensando como volver, pero sabe que tú has rehecho tu vida conmigo y no se atreve a aparecer por miedo a que le patee el culo. Sandra agachó la cabeza, pero un destello de sonrisa escapó de sus labios.

– Seguro que se ha casado con alguna mujer sesentona, que le obliga a limpiar el garaje todos los domingos, mientras que tú estás aquí, disfrutando de la vida. Si te pudiese ver con una bola de cristal, se suicidaría cortándose las venas con un cuchillo oxidado. Por gilipollas.Poco a poco, la sonrisa se convirtió en una risa franca y alegre.

– Me alegro de que te rías, porque a mí no me parece gracioso. El pobre hombre, allí, junto a la lavadora, tirado con el cuerpo cubierto de espuma, porque la lavadora ha explotado en medio del aclarado. Bufff, me imagino la escena y me dan escalofríos. Tienes razón, eres una mujer cruel.Sandra se reía ahora con fuerza, y su risa era contagiosa. No parecía preocupada por la gente del restaurante. Poco a poco, ante la mirada de Cris, fue serenándose y enrojeciendo por el espectáculo.

– Ahora en serio, Sandra. Nadie tiene la culpa de lo que hagan otras personas. Cada uno somos  responsables de nuestras decisiones. ¿Nos vamos?Ella asintió. Hizo ademán de pagar la cuenta, pero Cris la detuvo.

– No creas que soy machista – dijo – pero sí que me gustan las películas clásicas. Déjame acabar esta velada de ensueño como lo harían mis héroes de hace cincuenta años. Por favor.

Sandra no dijo nada, pero guardó la pequeña cartera de piel que había sacado. Mientras el camarero recogía la tarjeta, ella se le quedó mirando silenciosamente, buscando en el fondo de sus ojos alivio para los suyos. De igual a igual.

***

La mañana siguiente quedaron los tres en la piscina del hotel en el que se alojaban. Al volver a la habitación, Mario le contó a Cris lo que había sucedido. Helsing había llamado y le había dicho que tenían que cerrar el negocio cuanto antes, pues la INTERPOL  estaba tras sus pasos.

Habían quedado a la una en la puerta del Banco de Mónaco, por lo que aún tenían tiempo.

Cris no pasó la noche en la habitación del hotel. En su lugar, se marchó con Sandra, y pasó la noche con ella. Por la mañana, al bajar a la piscina, Mario se los encontró tomando un batido en una de las hileras de hamacas. Sandra llevaba un bikini rojo, y se había quitado su colgante de la Virgen del Rocío.

Lo que sí llevaba era una esclava de plata en el tobillo, y al mirarla, Mario se dio cuenta de que tenía una piel perfecta.

– Hola, le saludó. Cris también le saludó y le indicó que podía sentarse a su lado.

– Siento haber tenido que dejarte solo – le dijo – pero teníamos asuntos que resolver.

– Espero que se hayan resuelto satisfactoriamente – bromeó.– Mucho, la verdad.

Sandra se levantó para ir a darse un baño en la piscina. Mientras miraba sus curvas alejarse, Mario le recordó a  Cris que tenían que estar a la una en la puerta del Banco.

– Lo estaremos, – le tranquilizó. – ella tiene que marcharse a una reunión de negocios a las doce. Sólo está descansando después de la dura noche.

– Helsing parecía preocupado, como si le estuviesen siguiendo.

– Seguramente así sea, y pronto nos identificarán, pero tendremos que arriesgarnos. El premio es demasiado alto como para dejarlo escapar.

– Si es así, y le siguen. Tendremos que salir de Mónaco a toda carrera. ¿Qué va a pasar con ella?

– mencionó mientras señalaba con la cabeza a Sandra. Ella estaba haciendo un largo en la piscina. Se había desembarazado de un par de pesados que intentaron ligar con ella a pie de escalerilla y parecía relajada disfrutando del agua.

– Tiene mi teléfono. Sabe que tengo que marcharme deprisa, y que quizá no nos veamos hasta que ella regrese a España. Pero no importa, es una mujer muy interesante, nos lo hemos pasado muy bien. Lo que sea será.

– ¿Tú que quieres?– No me importaría volver a verla. Para nada. Es más, creo que me gustaría salir con ella a menudo cuando todo se tranquilice.

– ¿Le has contado algo de los nova?– No, sólo hablamos de mejorar el mundo. Creo que en el futuro será una buena candidata. Pero antes tenemos que hacer algo, y tiene que demostrarse algo a si misma.Media hora más tarde, los tres se despedían en el vestíbulo del hotel. Ella se había dado una ducha en su habitación, y Cris le había encargado un vestido cómodo para que pudiese volver a su hotel.

– Nos veremos mañana, – le aseguró ella.

– Tal vez no nos encuentres cuando termines la reunión. En un trabajo como el mío, nunca se sabe cuando te pueden llamar. Pero me gustaría que me llamases al móvil cuando puedas. Quiero volver a verte.

– Las palabras de Cris sonaban sinceras, y su amigo sabía que entre ellos dos había química.

– Te llamaré, de una forma u otra.Después le dio un largo beso en la boca a Cris, y se despidió de Mario con un rápido beso en la mejilla.

– Cuida de él – le ordenó medio en broma medio en serio.

– Lo haré – aseguró él.Después, ella se marchó por la puerta giratoria, mientras los dos bajaban al garaje del hotel a por el coche.

***

El Banco de Mónaco estaba abarrotado. Era casi Navidad, y a pesar de la ola de calor que vivía el principado, todo el mundo notaba la actividad prenavideña en el ambiente.

Helsing les estaba esperando tras un comercio, escondido. Al verles llegar, salió de su interior, y corrió en su busca.

– Han sido puntuales, bien. Vamos tenemos que terminar con esto, no quiero que nos cojan.Entraron en el banco a toda prisa. Helsing no dejaba de mirar atrás, como un zorro perseguido por una jauría de perros.Rápidamente se dirigieron a las cajas de seguridad. Helsing enseñó la llave electrónica al guardia de seguridad, que la pasó por la consola para que se abriese la puerta por la que accederían a la cámara donde se guardaban las cajas.La pesada puerta de metal se abrió en silencio, y los tres pasaron mientras ésta se cerraba a sus espaldas.La cámara estaba completamente desierta, pues sólo se podía de grupo en grupo, nunca se abrirían dos cajas al tiempo.

– Muy bien, como acordamos, el diez por ciento antes de ver la mercancía.Cris sacó el móvil, que tenía cobertura dentro de la cámara. Un repetidor daba cobertura a los clientes del banco por si querían recibir o realizar llamadas dentro de la cámara de seguridad.

Marcó un número y escuchó atentamente. Luego le extendió el móvil a Helsing, quien se apresuró a ponérselo en el oído. Su expresión parecía satisfecha, a pesar del nerviosismo.

Helsing recogió la llave electrónica y la pasó por la cerradura. El computador reconoció la codificación magnética y abrió la pesada puerta de un metro por un metro.En su interior, se encontraba empotrada otra caja de acero que sólo podía abrirse con una llave normal. Helsing manoseó ávidamente los bolsillos de su pantalón y la extrajo.

La compuerta se abrió y una trampilla se extendió de su interior, mostrando su contenido. Un maletín de plástico negro.

Helsing introdujo la combinación en ambas cerraduras, y el maletín se abrió.

– Aquí lo tienen, cinco viales con fluido base, más éste que les regalo – mientras decía esto sacó el vial que debía tener desde hacía dos noches en el bolsillo y lo puso en la maleta.

– Además de los planos y las notas necesarias para continuar mi trabajo y el de mis desaparecidos socios. Lo más avanzado en nanotecnología a su disposición.Cris inspeccionó el contenido de la maleta, los DVD´s y pareció satisfecho.

Tras comprobarlo, le alargó a Helsing un DVD en el cual se encontraba la clave para realizar el resto de la transferencia desde la cuenta en Suiza donde estaba depositado el dinero.

– Con esto podrá cobrar el resto del dinero cuando pueda, a partir de pasado mañana, cuando comprobemos si el material es verdadero.

– Lo es, no se preocupen. Si yo me fío de ustedes, ustedes pueden fiarse de mí. Tenemos que irnos, rápido.

Mientras decía esto, Helsing cerraba la caja y corría se encaminaba la puerta a toda velocidad.La puerta de acceso al banco se abrió tan silenciosamente como antes, pero al salir se encontraron un espectáculo totalmente distinto al que habían dejado atrás.La mayoría de los clientes había abandonado el banco, y en su lugar, apostados en cada rincón, docenas de policías del principado esperaban a que saliesen.

Helsing se puso pálido, mientras que Cris dejó el maletín en el suelo y levantó los brazos. Mario le imitó.

El hombrecillo, asustado, echó a correr en dirección a la puerta.

– Helsing, estése quieto – le gritó Cris – pero el hombrecillo estaba aterrado. Tantos y tantos años de lucha, la tensión, y ahora que tenía su premio en sus manos se lo iba a arrebatar y su premio sería la cárcel.Varios agentes intentaron reducirlo, pero el hombrecillo no dejaba de forcejear. Desesperado, introdujo la mano en el bolsillo de su chaqueta parda, buscando probablemente el DVD de sus sueños para aferrarse a él. Algún policía malinterpretó su gesto, pues se escuchó un disparo.Mario pudo ver cómo la vida se escapaba del doctor, mientras moría. Su sangre manchaba el disco que mantenía firmemente aferrado contra su pecho.

– No es el momento de quedarse quietos – le dijo Cris.

Esa distracción era todo lo que el joven necesitaba para actuar.Sin que nadie se diese cuenta sacó un par de granadas de humo que había colado por el detector, y las lanzó en medio de la gigantesca y lujosa sucursal.

En unos segundos, todos los policías tosían sin atreverse a disparar para no herir a uno de los suyos. Mario sintió que una mano le cogía de la chaqueta, y tiraba de él hacia la derecha. Sintió una puerta abrirse, y luego cerrarse a sus espaldas. Al poco, el humo desapareció. Cris le había conducido hacia la escalera de emergencia que llevaba hacia el tejado.

– Menos mal que viniste preparado – le dijo a su amigo. Su cerebro empezó a atar cabos, pero no dijo nada.

Corrieron escaleras arriba, mientras sentían el portazo que indicaba que la policía de Mónaco, y la INTERPOL había descubierto el camino de fuga, y les pisaban los talones.

Cris lanzó una granada más al pasillo, que se llenó de humo mientras ellos subían, también sacó otra cosa de la bolsa de mano. La arrojó al suelo, y su contenido se desperdigó por este.

– Tachuelas, – le indicó – afiladas como para atravesar las botas más fuertes. No les matarán pero evitarán que nos sigan.

Al poco rato, los gritos que resonaban abajo le indicaron el su plan había tenido éxito. Sin embargo, a medida que subían, Mario se dio cuenta de que las salidas laterales estaban cerradas por dentro.

– Cris – gritó sin resuello – creo que es una trampa, nos conducen como conejos.

– No te preocupes, sé a donde vamos- fue la escueta respuesta de su amigo.

Poco después, la puerta de salida se abría de un empujón, y los dos salían al tejado del edificio.

Cris sacó un pequeño aparato del bolsillo, mientras Mario atrancaba la puerta. Un hombre vestido de riguroso traje se interpuso en el camino de ambos. Un agente de la INTERPOL.

Su amigo disparó primero.

La descarga eléctrica del Taser sacudió al agente hasta dejarle inconsciente. Su cuerpo cayó levantando el polvo del tejado. Abajo, la ciudad de Mónaco seguía su ritmo de actividad ignorante de lo que ocurría sobre las cabezas de sus transeúntes.Cris corrió hacia la cornisa, pero una voz femenina les dio el alto.

– Alto, – dijo una voz familiar. Al volverse, Mario pudo reconocer a Sandra vestida con un traje negro, similar al que llevan lo agentes de la policía internacional.Ella parecía tan sorprendida como él. Durante segundos, ninguno de los tres se atrevió a decir nada.

– ¿Qué hacéis aquí? – preguntó Sandra desconcertada.

– ¿Tú que crees? – Respondió Cris – escapar de tu gente.– ¿Sois espías internacionales? – en su rostro se mostraban sentimientos confusos. Estupefacción, enfado, intriga.

– ¿Eso te han contado? – le preguntó a su vez Cris. – No trabajamos para ningún gobierno. Trabajamos para la gente.

– ¿Qué gente? – Sandra estaba nerviosa. Apuntaba directamente con su arma a Cris.

– Para el mundo en general. Para todos lo que hablamos en el restaurante anoche. Para aquellos a los que las empresas y los gobiernos olvidan.

– ¿Cómo? ¿Robando tecnología? ¿Sabéis que le ha costado la vida a un hombre?

– Comprando los recursos que necesitamos para cambiar el mundo para mejor. Esto no le pertenece a ninguna empresa, ni a ningún gobierno. Le pertenece al mundo – se justificó Cris. – En cuanto a la muerte. Ha sido culpa de tu gente. ¿Qué crees que hubiesen hecho con nosotros si hubiesen podido?

Un silencio se apoderó del tejado. Sandra estaba dividida, no sólo por la atracción hacia el hombre al que ahora tenía encañonado, sino por la sinceridad de sus palabras, y lo verídicos que sonaban sus argumentos.El silencio fue roto por un golpe en la puerta que Mario había atascado.

– Sandra, tenemos que irnos. Sé que te costará dejarnos ir pero no vas a detenernos. Siento que esto sea así, pero sigo manteniendo mi promesa de que quedaremos si todavía deseas llamarme. Cris se dio la vuelta, y Mario cerró los ojos esperando un disparo. Un disparo que nunca se produjo.Su amigo se dio la vuelta, y miró a los ojos negros que le contemplaban en silencio.

– Sandra créeme si te digo que es lo mejor para el mundo. Toma, dales esto. Podrán rastrear el pago inicial que le hicimos a Helsing sin comprometernos. El resto del dinero se habrá esfumado mañana. Él ya no lo necesita. Diles que nos lo arrebataste antes de que escapásemos o que se nos cayó durante la huída.

– Iros, – ordenó ella – esto me va a costar el puesto, pero lo asumiré.

– No puedo dejar que hagas eso, Sandra. Lo siento.Una fuerte descarga sacudió el cuerpo de la mujer, que cayó inconsciente a sus pies.

– Se recuperará. ¡Vámonos! – le gritó.Corrieron hacia la cornisa, donde Cris tenía preparado un plan de fuga. Una pequeña escala llevaba hasta el balcón inferior, donde alguien había amarrado un tobogán de tela como el que usan los bomberos para hacer bajar a la gente de los aviones y los edificios en llamas.

– ¿Quién puso esto aquí? – inquirió Mario.– El mismo que segundos antes de que apareciese la policía cerró todas las vías de acceso a la escalera de incendios. Un amigo de Mónaco.

Diablos, – pensaba Mario mientras descendían a toda velocidad por el tobogán– no me extrañaría que hasta supiese que Sandra era agente de la Interpol. Que la hubiese mandado investigar, y supiese lo que iba a pasar.Al llegar abajo, corrieron hacia un coche que les estaba esperando y se perdieron por las preciosas calles de la ciudad.

El camino de vuelta iba a ser largo, pues lo iban a hacer en coche. Nadie debería reconocerles a primera vista, pero las cámaras de seguridad del banco les habrían grabado, y seguramente los aeropuertos estarían atestados de policías con fotos suyas hasta de la primera comunión.

A pesar de las sorpresas, los dos estaban contentos. Habían logrado lo que querían, y eso incluía a Sandra. No tenían dudas de que volverían a escuchar noticias suyas. Incluso le había ahorrado a los novas una ingente cantidad de dinero, con la que financiar otras operaciones.Había sido una buena semana.                

Capítulo Siete: Herramientas

Dos días después los dos estaban en un parque tecnológico de las afueras.Los edificios eran impresionantes, como jamás se había podido imaginar nadie del barrio de Mario. Enormes estructuras de acero y cristal se elevaban sobre cuidados jardines. Las amplias avenidas corrían de norte a sur y este a oeste distribuyendo los complejos con una precisión milimétrica.

Los edificios, sedes de empresas de software, tecnología, biotecnología y nanotecnología, de las que Mario sólo había podido oír hablar, parecían competir en originalidad y grandiosidad. Era una carrera arquitectónica que acompañaba a la tecnológica.Al llegar a la puerta de entrada, un vigilante les pidió la acreditación. Cris le enseñó el carnet, y el guardia de seguridad le saludó una vez lo hubo comprobado y abrió la verja de entrada.

– Estás en uno de los puntos neurálgicos de la investigación científica del país, Mario. – Le dijo Cris señalando lo obvio.

– Mira – señaló un enorme edificio de cristales dorados, – allí están intentando diseñar el primer avión no tripulado de Europa, bueno, sólo las turbinas.

– Es increíble – le interrumpió Mario con la boca abierta. Acaban de pasar por un enorme restaurante al aire libre que, según decía un cartel, permanecía abierto las 24 horas del día todos los días del año.

– Sí ¿verdad? El futuro no admite descansos. Y aquí se está construyendo el futuro. Robots. Inteligencias artificiales primitivas, nanoides, nuevos materiales, las alas del trasbordador europeo, investigación genética, cualquier cosa que pueda abrir las puertas del futuro a estas empresas. Y lo más importante. Desde aquí se trabaja en coordinación con otros cientos de centros similares en todo el mundo, con observatorios astronómicos, con miles de investigadores repartidos por todo el mundo, trabajadores de campo, programadores y cualquier cosa que te puedas imaginar.

Mario no sabía qué decir. Su sueño siempre había sido ser biólogo, siempre le había gustado la ciencia, pero esto era demasiado incluso para su mente.

– Mario, incluso hay empresas que tienen proyectos permanentes en al Estación Espacial Internacional – dijo Cris con una sonrisa.

– Mira, ya hemos llegado a nuestro destino.El edificio era grande, muy, muy grande. Su tamaño era de unos cien metros de alto, pero lo verdaderamente colosal era su amplitud. Sus cristaleras iluminadas por el sol de la tarde se extendían más de un kilómetro de ancho, y parecía mucho más profundo.– Esto es el Edificio Alejandría, en honor a la biblioteca de conocimiento de la que toma el nombre. Es uno de los centros neurálgicos de nuestro plan. Pero bueno, mejor que lo veas.

***

A la mañana siguiente Mario lo recordaba todo como si hubiese sido un sueño mientras embarcaba en el avión.Habían entrado en el edificio, los guardias, fuertemente armados había saludado a Cris, el cuál le condujo directamente hasta los ascensores. En lugar de subir, Cris abrió el panel de mando del ascensor. Tras él había otro completamente igual, pero con casi el doble de botones.

– Lo de arriba son proyectos comerciales poco importantes – dijo ante la sorpresa de Mario.

– Abajo está lo gordo.Bajaron hasta el piso cuarenta y tres, donde les recibió una pareja de científicos con bata como Mario había visto en las películas.Tras los saludos, a ambos les guiaron por innumerables salas de todos los tamaños. En ellas, programadores e informáticos estaban afanados en su trabajo, destripando ordenadores, reprogramando líneas de software, picando nuevos programas y cosas que Mario no reconocía.A medida que las habitaciones se hacían más grandes el tamaño de las computadoras también crecía, y el de los equipos que trabajaban en ella. Mario pasó por una sala alargada, de unos cien metros de largo, en la que se encontraban dispuestos en mesas unos quinientos informáticos.

– Esto es increíble. Es lo más alucinante que he visto jamás.

– Pues espera a ver a Golem – dijo el científico gordito que les había recibido.Siguieron caminando por un aséptico pasillo color crema hasta llegar a una pequeña puerta en la que se leía, “centro de servicios”. Al abrirla, Mario se quedó con la boca abierta.Era inmensa, más que probablemente todo el edificio, tanto que debía de extenderse incluso por debajo de los edificios anexos, y Mario no podía verla toda.Poseía una forma cilíndrica, que se curvaba hasta perderse en la lejanía. A Mario le daba la impresión de encontrarse dentro de un donut, pues esa era la forma que parecía tener el edificio.

Llamaron a un coche eléctrico que pasaba por allí y que les condujo en un rodeo al perímetro de la sala.

– Mario te presento a Golem. Nuestra mayor creación en el nivel de inteligencia artificial. En el centro de la sala, suspendida a unos tres metros de altura, se encontraba una estructura de aspecto cristalino. No llegaba a alcanzar el techo, pero en su diámetro debía medir por lo menos veinte metros de alto. Su forma era similar a la habitación que la acogía. Parecía un enorme donut gigante de cristal que se encontraba dentro de otro igual pero de hormigón.Su capa externa era un cristal azulado, que dejaba escapar del interior millones de luces que parpadeaban incansablemente, en una frenética actividad.

Mario miró a Cris extrañado, pero fue la científico que les acompañaba la que habló.

– Golem es un ordenador, el más grande que te puedas imaginar, Mario. De su coste no te puedo ni hablar, pero estamos financiados por los novas, y nuestro grupo tiene más dinero que dios.– Lo que hemos creado aquí es la primera inteligencia artificial del mundo. No está completamente terminada, pero lo estará para el 2.008. – continuó el otro científico.

– Lo que ves aquí es la primera capa de Golem. A unos doscientos metros más abajo, tenemos una sala igual de grande repleta de supercomputadoras Cray, mainframes y de cualquier tipo que te puedas imaginar. Es el campo de experimentación de Golem, y sus neuronas externas, que le ayudan a conectarse al mundo reuniendo información de Internet, los satélites, las cadenas de radio y televisión, etc.

– Ahora mismo, – dijo su compañera- debajo de esa otra sala se están construyendo duplicados similares de ésta de aquí, ocho en total. Y en otras partes del mundo estamos haciendo lo mismo.

– Nuestro objetivo, cuando todo esto esté terminado y conectado, será lanzar un proyecto al mundo. Dejar que millones de personas entren en golem, como si fuese un servidor más, y que éste aprenda de lo que hay en sus ordenadores. En cierta forma estamos recreando las sinapsis del cerebro humano, aumentando el número de chips-neuronas, el número de sus conexiones y su potencia.Los dos científicos estaban emocionados, se les notaba al hablar, por lo que recordaba Mario.

– Si todo sale bien, cuando todas las estructuras de Golem se conecten entre si, habremos alcanzado la masa crítica necesaria para crear la mayor inteligencia del mundo, conectada con todos los lugares del planeta gracias a Internet y los satélites, y con todos los proyectos científicos que estamos llevando a cabo.

– En segundos, aprenderá tanto como la raza humana en treinta mil años, y gracias a la estructura multinivel y a la separación de centros de procesamiento será capaz de pensar de forma independiente. Esperamos que en un año nos ayude a descubrir más avances científicos que en las últimas cinco décadas.

– Mario, si todo sale bien, para el 2.010 los novas tendremos más poder científico que todas las naciones de la Tierra, por eso nos temen tanto.Tras la visita, el coche eléctrico llegó por el otro lado a la puerta de entrada. Los dos científicos se despidieron, y Cris y él abandonaron el edificio. Mario estaba extasiado, no sabía qué decir.

***

– ¿Qué te ha parecido? – le preguntó Cris cuando se despertaron en el avión.– Es increíble, no sé describirlo con otra palabra. Y peligroso.

– Lo es Mario, pero estamos teniendo todas las precauciones del mundo para ello, tanto externas como internas. No se va a descontrolar si eso es lo que te preocupa. Has visto demasiadas películas.

– Dijeron que las naciones del mundo nos temían.

– Y lo hacen, Mario, vaya si lo hacen. Pero no tienen otra elección que dejarnos hacer. Piensa que tenemos a gente en todas las áreas de influencia del Estado, y que estamos en todos los países. El edifico que viste ayer no es mas que la punta del iceberg. De hecho, en unos años, el ochenta por ciento del complejo que viste será de los novas.

– ¿De nosotros?

– Sí, de nosotros. Lo que pertenece a uno pertenece a todos. Eso entre los hombres normales daría problemas, abusos y estas cosas que tanto han ocurrido en la historia de la Humanidad, pero nosotros seleccionamos a los nuestros, no lo olvides. Somos gente en la que podemos confiar, y que jamás abusaremos de la hospitalidad de otro nova.

– ¿Entonces los gobiernos no pueden hacer nada?

– Lo intentan, no te creas. Pero no pueden entrar a saco y desbaratar cientos de empresas, de negocios y de corporaciones. Ya te he dicho que estamos en todas partes, y que no todos somos agentes de campo como tú y como yo. Somos novas, tío, no pienses como el resto de la gente, si quieres evolucionar tienes que dejar de pensar como un sapiens. Ellos sólo harán algo si nosotros se lo permitimos.Mario volvió a quedarse callado. Miró hacia fuera por la ventanilla del Airbus, donde comenzaba a salir el Sol, y las nubes parecían un lecho de esponjas amarillentas.

– ¿Dónde vamos? – preguntó.

– A Valencia. Tenemos un trabajo allí.

– ¿Otro? ¿Siempre es tan ajetreada la cosa?

– Dieciocho horas la día, sí. Además, tienes que aprender cómo actuamos antes de tres meses. Cuando empiecen las clases tendrás que compaginarlas con trabajos para los novas.

– No pienso volver al instituto nocturno, Cris.

– Yo no he dicho que vayas a ir al mismo instituto, sino a uno para novas. Los mejores profesores, los mejores medios, y horario libre. Tienes que hacer lo que te gusta, tus animales, tu ciencia. No vamos a dejar que entregues tu vida a los novas sin recibir nada a cambio. Trabajo duro y felicidad, las dos cosas son posibles.

A Mario ya no le sorprendía nada de lo que Cris le decía. Había aprendido a creerle ciegamente. Centros científicos, institutos y universidades propias, discotecas en medio de la nada, cualquier cosa le parecía posible. Estaba viviendo un viaje increíble. Apenas se acordaba de su vida anterior, quien le iba a decir que en un par de semanas cambiaría todo tanto.

– ¿Qué vamos a hacer allí?

– Localizar a un chico como tú. Creo que es un marginado en su instituto – dijo mientras sacaba un expediente de su mochila y se lo pasaba a Mario. – el tío es bueno, muy bueno, pero no está pasando por un buen momento, aunque por lo que me han dicho podemos llevarnos alguna sorpresa. Tenemos que convencerle de que deje su actual vida y se integre en el proyecto Golem. Cris le miró sonriendo, y la luz del Sol iluminó su rostro, haciendo brillar su pelo castaño.

– Además, en Valencia se nos unirá una chica que ya conoces, te alegrarás de verla.

***

– Mario – gritó una voz entre la marabunta de gente que se encontraba en el aeropuerto. Desconcertado, pues no creía conocer a nadie en Valencia, Mario miró a su alrededor. A los pocos segundos la vio. Se trataba de Nuria, que se movía ágilmente entre la gente y los turistas acercándose a ellos. La sonrisa de Cris era un poema. Antes de que pudiera decir nada, Nuria se abalanzó sobre él alegremente y le dio un beso en la boca sin siquiera pararse a saludar.

– ¿Qué haces tú aquí? – preguntó sorprendido una vez ella le dejó respirar.

– Parece que no te alegras de verme. Vaya, ¿qué pasa? ¿Has conocido a otra que te trate mejor que yo?

– No, esto… Nuria, yo quería decir. Bueno…

– Tranquilo, – dijo sonriendo sin dejarle terminar, para alivio de Mario – estoy aquí porque nací en Valencia, conozco la ciudad y la lengua valenciana. Además, ya me tocaba realizar algo por los novas, no me iba a pasar la vida de fiesta en fiesta.

– Me alegra tenerte aquí, ¿vas a acompañarnos entonces?

– Sí, – fue Cris quien respondió. – Ella vendrá con nosotros, pero sólo en las labores de investigación y vigilancia. Tiene orden de apartarse en cuanto comencemos acciones de campo.–

Nunca se me dio muy bien seguir órdenes. – Su sonrisa se hacía más y más grande, y sus ojos almendrados se hacían más pequeños, dándole a su rostro un aspecto picaresco. – Además, no es necesario que ninguno me proteja, tengo mis propios recursos.

– Tú haz lo que se te diga, y ya está. No estamos aquí para cuidar de nadie, sino para encontrar a una persona. ¿Qué sabes de él?– Un autentico pirado de los ordenadores, o un genio, según quién te hable de él. – ella levantó la mirada hacia arriba, como haciendo memoria. – se llama Laslo Galdeano, hijo de inmigrantes, es el creador de  alguno de los virus más peligrosos que te puedas imaginar. ¿Os acordáis de aquel ataque contra el Pentágono que dejó sus sistemas colapsados una semana? Laslo lo hizo, y luego dejó pistas falsas para que la policía atrapase a su peor rival culpándole de todo.

– ¿Por qué le quieren los novas? – preguntó Mario. – Por lo que parece es muy destructivo, sería mejor no vernos involucrados con ese tipo de gente.

– Al contrario, ese tipo de gente es la que necesitamos, – explicó Cris. – Nosotros le reclutaremos, fingiremos su desaparición, y Laslo, o como le gusta que le llamen, Barón Gyga, se retirará para hacer cosas más productivas, como diseñar un sistema inmunitario digital para Golem. Vamos un poco atrasados en eso.

– ¿Sistema inmunitario digital, para una máquina? – se sorprendió Nuria. – Interesante concepto.

– Sí, una serie de programas evolucionadores que la máquina controla para evitar el ataque de virus y gusanos, y para corregir problemas y bloqueos, como las plaquetas.

– Joder – fue lo único que se le ocurrió decir a Mario.

– Esa es la palabra, demasiado científico para mí – dijo Cris mientras salían por la puerta del aeropuerto tras recoger la maleta del la cinta. – El caso es que tenemos que llevarlo, hacerle desaparecer, y convencerle de que se puede hacer mucho más creando que destruyendo. Pero hay algo más, tomad, leed – les dijo alargándoles un recorte de periódico.

El papel amarillento tenía la noticia de un ataque al Cesic por parte de Barón Gyga. Al parecer, Laslo había bloqueado todos los puertos de salida de una forma sublime, causando la desaparición de todas las conexiones en un segundo. Había causado el caos.

Pero lo más curioso era que había dejado una nota que parpadeaba en todas y cada una de las pantallas del centro. En ella decía lo siguiente: “El futuro de la humanidad.En los próximos años el hombre se va a enfrentar a un avance como jamás se habrá visto en la historia de este planeta. Por fin, tras tanto tiempo, la inteligencia humana tendrá una contrapartida igual o más inteligente que él. Me refiero a la inteligencia artificial.Espero que ninguno de ustedes dude de que este paso se va a producir en los próximos años, tanto si queremos como si no, en caso contrario, me temo que son ustedes indignos de ocupar el cargo que ocupan.Sin embargo, a pesar de la trascendencia de este hecho, este paso es tan solo el primero de muchos más a las puertas de los cuales nos encontramos. No podemos sino imaginar cuales serán los pasos que daremos hacia el futuro. Evolución genética controlada, fusión hombre máquina, robótica, nanotecnología, inmortalidad, exploración espacial y colonización de otros sistemas, descubrimiento de vida en otros planetas. Bueno, digamos que todo entra en el campo de la ciencia ficción previsible. Sin embargo, todos estos pasos se producirán. El progreso es imparable, y lo que tenga que hacerse se hará. Detenerlo no es una opción. Es paradójico a pesar de todo, que haya tantas posibilidades y que todas conduzcan al mismo camino.El conocimiento innato de las leyes físicas del cosmos, y con él, un control mayor sobre lo que creíamos incontrolable hasta hace poco.

El motivo de que me presente ante ustedes de esta forma tan poco ortodoxa es fijarle un nuevo objetivo, uno que algunos creerán, otros desecharán, pero que inexorablemente tenemos que cumplir.

A medida que el conocimiento sobre el cosmos avance, se hará posible un mayor control de la materia y la energía, así como de todo cuanto en él existe. De esta forma, podremos crear universos dentro de otros universos, realidades con leyes físicas distintas, y recrear en cierta forma todo aquello que haya existido. Es más, cuando el hombre consiga entender el viaje en el tiempo, podrá lograr lo impensable, traer desde el pasado a toda persona y ser vivo que haya existido y perpetuar así, para siempre, su existencia.

Muchos de ustedes se estarán riendo ahora, pero creo que es no deberían tomarse estas ideas tan a la ligera. Es algo que no va a ocurrir ahora, ni dentro de cien, o mil años, sino dentro de millones y millones de siglos. Por eso les escribo ahora. Las nuevas ciencias de la vida, la medicina, la genética, la nanotecnología, posibilitan que todos veamos cumplido este designio, y de ustedes depende que lo contemplemos de una forma, o de otra.

Trabajen en este sentido, o volveré.”

Así terminaba el texto recuadrado en el artículo, la nota que Laslo había dejado. Era como si el caos que había ocasionado, aislando al Cesic del exterior, hubiese sido para que los científicos de este organismo pudiesen leer su nota sin interrupciones.

– ¿Qué opináis?

– Que es muy bonito, pero irrealizable, – dijo Nuria.

Mario miró a Cris, y notó que su mirada se volvía más triste.

– ¿Y tú Mario? – le preguntó directamente a él.

– No me atrevo a decir que haya nada imposible, y menos después de lo que he visto estos días. La idea es bonita, pero tengo que reconocer que ese Laslo habla como si se creyese un profeta. Demasiada personalidad, pienso yo.Cris dejó escapar una risa antes de subir al taxi.

– Esperad a conocerlo, os sorprenderá. Sea como sea Laslo ha llamado la atención de los novas, y va a ser invitado a unirse a nuestra especie, una oferta que tenemos que hacer que sea irresistible. Ah, por cierto, nadie le tomó en serio, y volvió. Dejó al Cesic a oscuras durante una semana. El virus que introdujo devoraba los programas antivirus como si fuesen galletas.

Diciendo esto, abrió la puerta del taxi, y los tres se dirigieron al hotel.Después de descansar veinticuatro horas, en las que Mario aprovechó para leer y dormir, los pocos momentos libres que le dejaba Nuria. Cris estuvo encerrado en su habitación, al lado de la de él. Mario podía oír a través de la terraza el teclear de sus dedos sobre le portátil, mientras se podía el sol. Cris no parecía descansar nunca. Como Nuria.

A la mañana siguiente los tres se dirigieron a la playa, guiados por ella, y allí pudieron asistir a un campeonato de Voley Playa que se celebraba aprovechando el buen tiempo del Veranillo de San Miguel.

El sol pegaba fuerte, pues llevaban varias horas mirando a los equipos jugar sobre la arena, y ese día hacía mucho calor para ser otoño bien entrado.

Poco después del medio día apareció su objetivo. No era como ninguno de los tres esperaban. Cada uno de ellos se lo había imaginado según el estereotipo de hacker aislado. Adolescente, pequeño, tímido, de aspecto retraído y que jamás se dejaría ver en público.

Laslo Galdeano era muy distinto a esa imagen. Alto, de un metro ochenta y cinco, pelo rubio, ojos claros y cuerpo de atleta. A pesar de la distancia Mario pudo distinguir sus abdominales y sus músculos cuando se quitó la camiseta.

– Vaya sorpresa, – murmuró Nuria – está que cruje el chaval. Y pensar que en ese cuerpo está una mente criminal en potencia – bromeó.

El partido se desarrolló rápido. Laslo fue uno de los jugadores destacados de su equipo. Poseía unas condiciones atléticas y físicas que le hacía preguntarse cómo diablos podía ese chico convertirse en un hacker tan peligroso.  Al terminar, los tres bajaron la rampa hasta la arena, donde se estaba cambiando su objetivo. Le había costado cinco minutos quitarse de en medio a todas las chicas que le acosaban, pero ahora estaba relativamente aislado.

– ¿Laslo Galdeano? – preguntó Cris.

– Sí soy yo – la sonrisa del chico era perfecta, atractiva incluso para Mario, quien no pudo evitar fijarse en cómo le miraba Nuria de arriba a bajo.

– ¿O debería decir Barón Gyga?Al oír su sobrenombre Laslo reaccionó con rapidez. En un segundo les había rebasado y se disponía a escapar rampa arriba hacia el malecón para perderse entre la gente.

– No somos policías, ni rivales, Gyga, sólo queremos hablar – le dijo Cris mientras pasaba a su lado – si no te quedas dispararé.Mario sabía que Cris no llevaba el revolver ese día, en la playa no hubiese sido muy prudente, pero Laslo no lo sabía, y se detuvo en seco.Cris se puso a su lado, se movía de esa forma suya tan característica, confiada, segura. Ambos, por su forma de comportarse parecían hermanos. Cris el hermano mayor, moreno, serio, seguro, Laslo el menor, rubio, atlético, abierto como una estrella de rock.

– Vamos a tomar algo al paseo, te invitamos a un helado.

Al rato se encontraban en una cafetería del paseo, habían pedido, y ninguno de los cuatro había dicho nada excepto lo que querían tomar. Fue Laslo quien sacó el tema espinoso.

– ¿Qué queréis? ¿Cuál es vuestro Nick?– No somos hackers, Laslo, ya te lo he dicho. Pero sí que queremos algo de ti. Nos gustaría que te uniese a nuestro grupo. Dadas tus enormes cualidades creo que podríamos sacar un gran provecho de ellas, al tiempo que tú te beneficias.

– ¿Grupo? – preguntó.– Tal vez grupo no sea la palabra exacta. La palabra exacta es especie.

Durante los minutos siguientes, ante la atenta mirada de Nuria, Laslo escuchó todo lo que ellos tenían que decirle. Cris le explicó lo mismo que le había explicado a él semanas antes, y la verdad es que Laslo se lo tomó bastante bien, dada su situación.– Y luego dicen que yo estoy loco. ¿De verdad os creéis eso?

Cris asintió. – Nada de lo que te diga va a cambiar tu opinión – dijo – pero tal vez él sí. Mario, por favor, cuéntale tu historia.

Mario se sintió sorprendido. Esperaba que Cris le convenciese fácilmente, como hizo con él, pero la verdad es que era difícil imaginar que un chico como aquel fuese a dejar su vida, sus dos vidas, para unirse a un grupo del que no conocía nada.

Nuria se arrellanó en su silla, impaciente por saber más de su amante de las últimas noches, y le miró expectante.Mario lo explicó todo, su vida antes de conocer a Cris, la historia del museo, la discoteca, los laboratorios, aunque evitó hacer mención a Golem, todo.Al final parecía que Laslo estaba un poco más convencido, pero no era de extrañar que estuviese reacio.

– Lo que me contáis está muy bien, pero no puedo creerme que os imaginaseis que lo iba a dejar todo para unirme a vosotros. Si sabéis a qué me dedico, sabréis también que poseo mis propios métodos para hacer la guerra. Tengo dinero suficiente para no tener que preocuparme de trabajar nunca, por lo que no necesito más pasta.De improviso, Cris sacó unos planos de la mochila que llevaba. Por lo que Mario entendía eran los planos de Golem. Estadísticas, características, medidas, capacidades, etc.

– Aquí está el ordenador en el que trabajarás, creo que te sorprenderá bastante. Sé que tienes dinero, tus padres te dejaron una empresa que controlas a pesar de tu edad. La reformaste, y la has convertido en una empresa de software pujante. Pero jamás lograrás conseguir tu objetivo si vas tan despacio.

– ¿Mi objetivo?

– Por supuesto, me he documentado.

– Laslo se puso tenso. – Sé que tienes a tus padres criogenizados desde su accidente, y que esperas que algún día puedan volver a la vida. Pero en serio ¿de verdad crees que este mundo, el homo sapiens va a dejar que les revivas aún en el caso de que se disponga de la tecnología necesaria?

>> Lo que te estamos ofreciendo es formar parte de un grupo que va a cambiar todas las reglas, que va a dar la vuelta a esto. Ya has visto el ordenador que estamos creando, si lo conseguimos, con tu ayuda, tus planes se verán adelantados veinte o treinta años, y te aseguramos que cuando llegue el momento no habrá nadie que se oponga a que tus padres vuelvan a la vida.Mario empezaba a comprender a Laslo. Al parecer había perdido a sus padres en la adolescencia. Había utilizado su dinero y recursos para forjarse una visión, volver a encontrarse con ellos, y por eso se dedicaba a intentar que el mundo cambiase su forma de avanzar.

Ahora se había encontrado con un grupo que era todo lo que él quería, que simbolizaba el avance que él necesitaba. La ciencia al servicio del hombre, y no de la economía, los valores ecológicos, humanistas, sociales, todos ellos fusionados en un todo del que había surgido una nueva especie que se llamaba a si misma Nova, a sabiendas de las diferencias abismales que poseían respecto a quienes no compartían su forma de ver el mundo.

Laslo estudió los planos unos minutos, verdaderamente parecía asombrado.

– No puedo tomar una decisión ahora, necesito estudiar esto más a fondo, parece una broma, y tengo demasiados enemigos – dijo confuso.

– Lo entiendo – respondió Cris – pero no podemos dejar que esos planos salgan de nuestra vista. Además, en el portátil del hotel tengo muchos más datos que te interesarán. Te ofrezco que pases la noche en una habitación al lado de las nuestras. Si te interesa, podrás seguir con tu vida diurna, pero la nocturna será nuestra. Dejarás de boicotear sistemas y te dedicarás a colaborar con nuestros equipos. Todo lo que nos ayudes te acercará más a tu objetivo. Se produjo un pequeño silencio mientras Laslo meditaba esta oferta.

– Si no te gusta, podrás irte. Jurarás no revelar nunca nada de esta conversación ni de las cosas que veas, o morirás. Tú decides.– Iré con vosotros – fue lo único que dijo.

***

Esa misma noche Laslo estaba estudiando los planos en el portátil que les había dejado Cris. Éste había salido a hacer alguna cosa, y les había dejado a los tres cenando a solas en la terraza de la habitación.– Esto es increíble – dijo el chico rubio.

– Si estos planos son ciertos, con esta máquina se podría hacer cualquier cosa, es más, podría hacerlo ella sola.

– Yo no entiendo mucho de esto, – dijo él – pero ella sí que entiende un poco más.

– Creo que lo que quieren que crees es un sistema inmunitario de programas que Golem pueda manejar para defenderse de virus. Tendrás que trabajar, en los primeros estadios, con los mejores científicos y programadores del mundo. Después – continuó – hablarías con el mismo ordenador para ver qué necesita.

– Ya entiendo. Lo que necesitáis es que diseñe un sistema de programas que evolucionen para enfrentarse a nuevos tipos de virus y gusano. Que imite los sistemas circulatorio y linfático humanos. Que cree plaquetas, glóbulo blancos, y todo lo que necesite para defenderse esa criaturita que estáis creando.

– Piensa que Golem estará en múltiples sitios a la vez. Que no sólo deberás defender sus sistemas físicos, sino su presencia en otros ordenadores. Golem se moverá por el mundo a través de Internet y satélites. Estará donde quiera, y tú debes evitar que sea vulnerable allí.

– Entonces deberé crear también armas para él – continuó Laslo dando forma a sus ideas, se notaba que disfrutaba con esto, con las posibilidades – algo que le permita atacar las defensas de otros ordenadores. Ninguno de los dos dijo nada, la conversación se les estaba escapando de las manos, pero Laslo seguía y seguía lanzando ideas.

– ¿Habéis pensado dotar a las diferentes partes de Golem de personalidades diferentes? De esta forma se crearía una nueva especie, capaz de dialogar entre ellos, y de evolucionar aún más rápido.

– Tranquilo, grandullón – dijo Nuria cortando la conversación. – Te nos estás yendo. Si te unes a nosotros podrás discutir esto con gente de tu nivel. Yo ni siquiera sé donde esta la criaturita.– Yo sí lo he visto – se inmiscuyó Mario.- Esos planos no le hacen justicia, es inmenso, tan grande como jamás creí que podría ser nada. Y esto no es nada. En tres semanas he visto cosas alucinantes, he conocido gente buena como jamás había encontrado en mi vida, gente que parece preocuparse por mí, – dijo mirando a Nuria, que asintió con la cabeza.

– Como la familia que perdí – dijo Laslo con un tono melancólico en su voz.

– Si te unes a nosotros, jamás te faltará una familia. Mario te puede confirmar que somos algo más que un grupo de personas con intereses comunes. También somos algo más que una familia, somos casi como células de un mismo ser. Te puedo prometer que somos muy distintos a la sociedad que conoces, y que jamás pasarás una noche solo si no quieres.Nuria había dicho estas palabras de una forma muy coqueta, como si se estuviese insinuando a Laslo. No la culpaba, él era muy atractivo, y ninguno de los dos se había hecho promesas de fidelidad. Mario sabía que a pesar de la creciente amistad, el sexo entre ellos era sólo eso, sexo y diversión.

Laslo asintió, comprendiendo lo que ella le ofrecía.Mario hizo ademán de levantarse, y comenzó a elaborar una disculpa precipitada para dejarles a solas, aunque no sabía porqué, no le gustaba la idea. Nuria estiró un brazo y le detuvo mientras le miraba con esos ojos suyos que tan alegres le parecían en ocasiones.

– Quédate, tú nunca sobrarás a mi lado – le dijo.Al principio los dos chicos se sorprendieron, y ella sonrió más pícara que nunca. Parecía disfrutar de la situación que había creado.

– Venga chicos, que estáis a punto de cambiar el mundo, no me digáis que os vais a aferrar a costumbres arcaicas a estas alturas.

Mario no sabía qué decir, pero ella se levantó y le besó, llevándole de la mano hasta la cama. Laslo también sonreía divertido ante las ocurrencias de sus nuevos compañeros. Parecía que empezaba a sentirse muy a gusto con ellos.Los dos chicos se sumergieron en la pasión que ella les ofrecía durante toda la noche.

***

Cuando Mario se despertó, Laslo ya se había levantado. Nuria dormía a profundamente extenuada, había sido una noche dura para todos.En la habitación de al lado se oían voces. Mario se puso los calzoncillos y entró en la habitación a través de la puerta que comunicaba ambas estancias.

– Mario, pasa, adelante. Laslo acaba de decirme que se ha decidido a aceptar nuestra oferta. Vamos a cambiarle de identidad oculta. Barón Gyga va a retirarse hasta mejor ocasión.– Será una pena, le había cogido mucho cariño al personaje. Pero creo que lo que va a venir va a ser mucho más interesante.

Mario se sentía, libre ahora de las hormonas que le había dominado toda la noche, un poco cohibido ante la presencia del hombre con el que había compartido la mujer que había dejado durmiendo tras él.

– Me alegro, por lo que vimos anoche durante la cena creo que encajarás perfectamente.

– Estaba decidido a olvidar sus prejuicios, ahora pertenecía a algo distinto a la sociedad normal, con sus viejas reglas que tanto daño le habían hecho.– Yo también lo creo. Mañana partiremos los cuatro para enseñarle a Golem, y presentarle al equipo con el que va a trabajar. Aunque podrás seguir viviendo aquí, deberás conocerlos y viajar continuamente, pero a eso ya estás acostumbrado.

– Sí, estoy impaciente por empezar a trabajar. ¿Cuándo nos vamos?– Saldremos esta noche. Un nova infiltrado en la policía no ha dicho que nos están buscando. No saben quién eres tú, pero sí nos han localizado a nosotros tres. Deberemos escabullirnos antes de que nos encuentren y evitar que te cojan con nosotros. Laslo y Mario debían tener cara de preocupación, porque Cris les miraba divertido.

– No os preocupéis, los nova tardarán tres o cuatro días en borrar las fichas policiales y en cubrir nuestras huellas. Sólo estaremos expuestos ese tiempo.

– ¿Por qué no aplazamos el viaje y nos separamos hasta que se calmen las aguas? – preguntó Laslo.

– Ahora eres un nova, Laslo. Un nova no cambia de planes por unos pocos sapiens. Otros novas nos ayudarán, y si no, avanzaremos como lo hemos hecho siempre. Nadie impedirá que cambiemos el mundo, el tiempo es oro.

-Está bien, va a ser divertido. Como a mí no me conocen pasaré por casa a recoger unas cosillas. Quedamos en la cafetería de ayer a las siete de la tarde.

– Muy bien, confío en ti – asintió Cris, – nos vemos allí.Laslo salió por la puerta apresuradamente. Y los dos se quedaron a solas.

– ¿No querías cambiar de vida? Será mejor que te prepares, porque esto va a ser movido.

Capítulo Ocho: Evasión

Todo había salido mal a partir de ese momento.En el aeropuerto se habían reunido con Laslo y Correll, un gigantesco australiano que, según Cris, le daría al grupo un aspecto variopinto, algo que no buscarían los sapiens.Sin embargo, al llegar Laslo todo se disparó. De todos los rincones del aeropuerto surgieron docenas de policías de paisano, que Cris identificó rápidamente.

En segundos, el grupo de cinco chicos corría escaleras abajo intentando perder a sus perseguidores en el laberinto de los pasillos del aeropuerto atestado de gente.

Casi lo consiguen, pero en uno de los terminales de salida se encontraron con un grupo de guardias de seguridad que les identificaron y salieron en su persecución. La carrera duró más de lo previsto, y sólo se detuvo cuando llegaron al ascensor que subía a las terminales de embarque, donde esperaban perder a sus perseguidores.

Mientras subían al ascensor a la carrera, Mario se volvió y vio cómo uno de ellos, frustrado, sacaba el arma que llevaba al cinto y efectuaba un único disparo. Todo pareció detenerse, el tiempo, el movimiento. Casi le podía parecer que veía cómo la bala se acercaba a toda prisa, girando sobre si misma para evitar que su trayectoria se desviase, dejando tras de si una estela de aire caliente debido a la fricción invisible.

Esas milésimas de segundo, en las que a Mario le pareció que su vida pasaba delante de sus ojos, comprendió que la bala tenía su nombre escrito, e iba directa hacia su cabeza.La suerte estuvo sin embargo de su lado, aunque ahora se arrepentía de no haber sido él quien resultase herido por la bala. En el último segundo, Cris se puso involuntariamente en la trayectoria del proyectil, salvando la vida de Mario, pero resultando herido en el hombro.

Al principio no el dio importancia a la herida, pero en pocos minutos Cris estaba claramente pálido por la sangre perdida. Nuria le hizo un vendaje como pudo, y resistiendo el dolor, el grupo se internó entre la muchedumbre pasando los controles policiales.Volvieron al coche que habían dejado estacionado en el parking, y Correll les llevó hasta un conocido de Nuria, otro nova, que estaba estudiando medicina.

El chaval se asustó bastante cuando vio la sangre por todo el coche, y mientras Laslo y Correll intentaban limpiarlo, el chico, con la ayuda de Mario y Nuria, extrajo la bala del hombro de Cris.Dos días después seguían escondidos en el garaje de su salvador, sin atreverse a salir hasta que Cris recuperase la consciencia. En la planta de arriba, las voces de una mujer no dejaban dormir al grupo. Era la novia de Alberto, el improvisado doctor, que le decía que se tenían que marchar, que si eran buscados por la policía les ponían en peligro, y con ellos, al resto de los novas de la ciudad.

Sin embargo, Alberto se mantenía firme. Sabía que un nova jamás abandonaba a otro si podía evitarlo, era un buen chico que se preocupaba por el bienestar de sus compañeros prófugos. Pero Mario no escuchaba nada de esto.

Estaba profundamente absorto en sus pensamientos. Desde la huída en el ascensor apenas había hablado. Nuria estaba preocupada por él. Al principio creía que era porque estaba a su vez preocupado por Cris, pero sólo Mario sabía la verdad.

En un segundo, había visto la muerte mirarle cara a cara. Era cierto, esa bala tenía su nombre escrito, y sólo el azar había burlado a la muerte que venía a buscarle.No entendía muy bien lo que le pasaba. Era como si ese reconocimiento de que debería estar muerto hubiese despertado algo en su interior. Ahora mismo el costaba centrarse en cualquier pensamiento externo, apenas escuchaba lo que los demás decían, y lo que hacía lo hacía automáticamente, como un robot programado. Su cuerpo obedecía los impulsos de fuera mientras su cerebro trataba de ajustarse a su nueva situación.

Allí, sentado en un apartado rincón, Mario pensaba en silencio.Media hora después la puerta del garaje se abría tímidamente. Por la corta escalera descendió Alberto, con cara desencajada y apenada.

– Tenéis que iros- dijo – lo siento mucho pero nos ponéis en peligro a todos nosotros. Os hemos preparado todo lo que necesitáis, un coche nuevo, mapas y alimentos para que podáis llegar a vuestro destino por carretera antes de que amanezca. Calculo que en cinco horas podréis estar allí.

– No te preocupes – dijo una débil voz a sus espaldas. Cris se había incorporado y les miraba sonriendo. En su rostro pálido estaba esa expresión de determinación que tantas veces les había tranquilizado, pero esta vez Mario no estaba atento.

Había empezado a comprender.Cargaron el coche, dejando todo aquello que no fuese imprescindible, o que pudiese delatar a los compañeros, y salieron a la carretera. Cris estaba débil y no podía conducir, por lo que Correll, el gigantesco australiano, estaba sentado al volante. Mario se sentó también delante, y Cris en uno de los laterales, apoyado en la ventanilla de la derecha, para que ningún coche que les adelantase pudiese verle. En los asientos traseros, en el centro, iba Nuria, esperando dar sensación de normalidad, como si fuesen un grupo de amigos que habían salido a divertirse de noche.

Laslo no dejaba de trastear con su ordenador portátil, su móvil de última generación y varios cacharros que había sacado de su maletín. Al parecer, estaba intentando infiltrase en las redes de la Policía para ver por donde les buscaban, y cómo les habían seguido hasta el aeropuerto si nadie sabía donde estaban.

Nuria charlaba con Cris tranquilamente, en un reconfortante monólogo al que Mario asistía distante, sumido en sus propias pesadillas. Su cerebro estaba trabajando al cien por cien, despertado de un sopor en el que había estado adormecido durante años.

Casi podía escuchar cómo las sinapsis y conexiones de sus neuronas chisporroteaban asimilando lo que sucedía a su alrededor, lo que les había pasado en los últimos días, y toda su vida anterior.Por el retrovisor, veía cómo de vez en cuando, cuando paraba su incesante charla, Nuria le miraba intentando saber qué pasaba por su mente.

– Chicos tenemos problemas, – les dijo una Laslo.

– Al parecer los Sapiens han introducido un topo entre nosotros. No es uno de nosotros, sino alguien de la central de Valencia. Ya he avisado a la dirección que Nuria me dio, pero el daño ya está hecho. Aunque a mí no me conoce, a Correll, Cris y Nuria sí, por lo que ahora mismo les están buscando para interrogarles.

Ninguno dijo nada.

– Mario y yo estamos limpios, pero tal vez logren relacionarnos con vosotros si han conseguido las imágenes de las cámaras de seguridad en el aeropuerto.

– ¿Puedes borrar esas imágenes desde aquí con ese trasto? – preguntó con un hilo de voz Cris.

– No, si fuesen grabaciones digitales en red sí, pero al ser cintas de video normales no creo que pueda.

– ¿Por qué no averiguas donde están y transmites la información a los novas de Valencia? – Interrumpió Mario – ellos deberían poder infiltrarse y robar las cintas, o hacer arder el edificio hasta que se destruyan. Es posible que sea una trampa en la que esperen a quienes intenten robar la cinta.

– No es mala idea. Puedo averiguarlo y trasmitirlo antes de que nadie se de cuenta de lo que ocurre.– Me temo que eso no servirá – añadió Cris – han tenido tiempo de verlas ya, y los nova tardarán demasiado tiempo en echar tierra sobre el asunto. Estamos muy expuestos, y con ellos, nuestra operación aquí. Tal vez sea mejor que nosotros tres nos bajemos y vosotros dos sigáis. Nos esconderemos en algún motel de carretera hasta que vengan a buscarnos cuando hayáis borrado nuestras huellas.

– No, no pienso dejaros solos – susurró Mario. Más que hablar para los demás, Mario parecía estar diciéndose algo a si mismo. – Laslo, si eres tan bueno como dicen de ti, tal puedas bloquear todos los semáforos de Valencia, Zaragoza, Barcelona y Madrid.

– Sí, claro que puedo. Es fácil – contestó su compañero  con una sonrisa.

–  Lo mejor es bloquear el sistema de generación de energía que abastece la red de tráfico, con lo que no sólo los semáforos sino también las pantallas y los paneles de información se quedarán a oscuras.

– ¿Para qué?

– Para causar una distracción tan grande que les obligue a distraer muchos recursos de nuestra búsqueda. Quiero a todos los guardias civiles de carretera en un sitio donde los pueda tener controlados, en las entradas de las ciudades, en las calles y allí donde no puedan jamás localizarnos.

– Tardaré una par de horas en hacerlo.

– Tenemos tiempo. Correll, por favor, para el coche en la siguiente estación de servicio, vamos a descansar y saldremos mañana por la mañana.

– Tenemos que llegar lo antes posible. Cuanto antes lleguemos antes estaremos a salvo – dijo Nuria.

– Los nova no vamos a cambiar nuestros planes por miedo a unos pocos sapiens, Nuria. Llegaremos cuando queramos. Y eso será justo tres horas después de que Laslo conecte de nuevo la red de tráfico. Tiempo suficiente para que se retiren las patrullas de las afueras de la ciudad y nos dejen paso libre.

– Es buena idea – dijo el callado Correll, que casi nunca hablaba, y cuando lo hacía parecía recién salido de un anuncio de snakcs americanos.

– Laslo, por favor, necesitamos que ese corte se produzca justo a las seis y media de la mañana, cuando comience la hora punta. Hasta entonces, podemos crear otras distracciones. ¿Qué tal señales de robo en todos y cada uno de los puntos conectados a la central de alarmas de la Policía? – Si vamos a descansar tenemos tiempo. Es un reto, pero creo que podré hacerlo.

– Bien, entonces hazlo en todos y cada uno de los pueblos y ciudades que haya en trescientos kilómetros a la redonda. Vamos a montar una fiesta como jamás hayan visto. Hazlo poco a poco. Primero una alarma, después otras dos, luego tres y después todas a la vez. Que se vuelvan locos. Pero asegúrate que no salta la de nuestro motel, no sería bueno tener visitas inesperadas.

– No sé si eso podré hacerlo. Debería averiguar el código concreto, y eso me llevaría horas.

– Eso lo puedo arreglar yo, – añadió Correll con una sonrisa de oreja a oreja. Cortaré la línea de la alarma del motel, y les robaré la tarjeta para que no salga por el móvil. Así de fácil.

– Eso no servirá, Correll. La alarma va a sonar desde la central de alarmas, no desde donde están físicamente los aparatos.

– Bueno, no importa, Laslo – continuó Mario – sólo asegúrate de que nuestra zona es de las últimas en explotar. Así, cuando les llegue la alerta, ya sabrán que es un fallo generalizado, y con suerte muchos de ellos estarán buscando en otros sitios.

– ¿No será malo sacar a tantos policías y vigilantes a la calle? – preguntó Nuria.– Prefiero tenerlos buscando fantasmas aunque aumente el riesgo de que nos localicen a que estén entretenidos viendo el vídeo en el que se puede descubrir que el famoso millonario Laslo Galdeano está con unos supuestos terroristas. Supondría el fin de tu vida civil.

– Entonces creo que les daré más quebraderos de cabeza. Estoy lanzando un SOS. a todos los hackers del mundo para que ataquen las principales centrales de policía, seguridad, y webs oficiales del mundo.

-¿Lo harán? – preguntó Mario.– Si uno de nosotros está en peligro lo harán. Y si es Barón Gyga te aseguro que con más ganas. Todos ellos tienen ganas de echarme una mano, y de demostrar que pueden hacer lo que yo no.

>> En una hora todas las webs oficiales de España, los centros de transmisión de la policía, las centralitas de las compañías de seguridad y muchas cosas más se caerán. Es un código Yoda que durará hasta las seis de la mañana hora de España.

– ¿Qué es un código Yoda? – preguntó una vez más Nuria.

– Una señal privada entre nosotros. Yoda quiere decir sin daños, respetando los servicios médicos, de bomberos, etc. Un código Solo quiere decir que hay libertad de movimientos, siempre que no se pongan en peligro vidas ni propiedades.

>> Un Vader, bueno, es algo muy malo que nunca se ha utilizado. Sólo tres personas en el mundo pueden invocarlo, y te aseguro que no os gustaría.

– ¿Quiénes son, Laslo? – quien preguntaba era Cris, que parecía haberse cansado de escuchar y quería participar en la conversación.

– Nucleo Null, Tera Vampyr y Dragon Beast. La Tríada, tío. Gente peligrosa de verdad, de lo buenos que son. Dicen que dos de ellos trabajan en secreto para la Cía., y el otro para Bruselas. Pero son tan buenos que no les han exigido que dejen sus pillajes mientras no causen daño a sus respectivos “patrocinadores”.

– No me encaja. Un hacker al servicio de un gobierno.– Tienes razón. Si lo hacen es porque sacan algo, seguramente la posibilidad de utilizar la red de satélites o cualquier otra cosa. Pero eso no impide que hagan lo que quieran. Los que somos buenos, buenos de verdad, utilizamos varios nicks con los que despistar a nuestros rivales y perseguidores. La mayoría de las acciones que esta gente comete jamás se les achacará a ellos. Sólo utilizan sus verdaderos alias cuando les conviene.

– ¿Crees que estarían interesados en unirse a los nova? – preguntó Cris. El resto de sus compañeros rió. Incluso Mario, que seguía dándole vueltas a todo el asunto, se permitió sonreír unos segundos.

– No lo sé, tal vez ya lo sean, pero para nosotros están ilocalizables.

– Lo veremos, Laslo, eso lo veremos – terminó Cris con una enigmática expresión en el rostro.

– Creo que podemos descansar ahí delante – interrumpió Mario señalando un cartel que indicaba una zona de servicio con habitaciones.

***

El resto de la noche la habían pasado despiertos mientras Laslo tecleaba en el ordenador. El joven les iba describiendo la escena mientras hacía una u otra cosa. Cris descansaba en la habitación de al lado con la puerta entre ambas abierta, mientras Mario estaba en la otra cama pensando.

– Podríamos bloquear los satélites para que no nos localicen – dijo Correll.

– Eso me llevaría meses de preparación, no todo es tan fácil como en las películas. Requeriría un equipo mucho mejor que este, y la ayuda de varios compañeros expertos. De todas formas, si te sirve de consuelo, no creo que los que nos persiguen estén dispuestos a pagar la cantidad de dinero necesaria para utilizar la red de satélites sólo por perseguir a unos posibles alborotadores que se creen especiales.

– Tiene razón, la mayor defensa de los nova es nuestro secretismo, y que los sapiens todavía no nos toman en serio. Tienen demasiado en lo que pensar con el terrorismo, los problemas económicos y sus disputas comerciales para centrarse en un grupo de personas que quieren mejorar el mundo.

– Pero somos peligrosos, – aseveró Correll un poco confundido, como si no consiguiese entender el motivo de que no se les echase encima el mundo entero.

– Sí, pero ellos no saben cuanto, y la verdad, ahora mismo no lo somos tanto como lo seremos en unos cuantos años. Esa es nuestra ventaja, que sólo ahora comienzan a darse cuenta de lo que somos capaces de hacer. Y ya comienza a ser demasiado tarde – sentenció Nuria.

– Lo tengo, – gritó Laslo que no apartaba la mirad de su portátil, y apenas atendía a la conversación. – Tengo el código de la central de policía. Con él podré controlar todas las centrales de alarma y de tráfico.

– Extiende entonces nuestro plan a todo el territorio nacional. Que piensen que se les va a venir el mundo encima, y que lo relacionen con los ataques de esta noche, y no con los nova.

– Muy bien – decía Laslo mientras sus dedos corrían a toda velocidad sobre las teclas negras del ordenador.

– Mario, me estás empezando a asustar – le dijo Nuria mientras le miraba. En su rostro una expresión de alegría se mezclaba con algo de sorpresa por el plan que el hasta ahora tímido joven estaba desarrollando.

– Ellos debería estar asustados. Nuria, a partir de hoy ya nada será igual.

– Diablos ¿os habéis fijado que día es hoy? Uno de Noviembre, Día de Difuntos. – Dijo Laslo.

– Hallowing – la voz de Correll sonaba divertida.

– Espero que no sea un mal presagio – añadió Nuria.– Sólo para los sapiens, Nuria, sólo para ellos – la voz de Mario sonaba seria como la misma muerte.

***

Esa misma noche Mario se había ido a descansar un par de horas a la habitación con Cris, dejando a Nuria y a Laslo, que ya había concluido su trabajo, disfrutando en la habitación contigua.

Al día siguiente, se levantaron temprano, todos sabían lo que tenían que hacer por lo que no hizo falta repasar el plan.

Cogieron el coche, y llegaron a las afueras de la ciudad dos horas y media después de que se terminase el caos circulatorio. Todas las emisoras de radio se habían echo eco de la espectacular noticia. Durante toda la noche, las webs, direcciones de correo y sistemas de comunicaciones oficiales había sufrido el ataque de hackers, virus y gusanos que habían terminado por bloquearlas.

Una hora después, alguno de estos piratas informáticos había logrado introducirse en las centrales de alarmas de la policía y había hecho saltar, una tras otra, todas las alarmas en el espacio de dos horas. Por último, las centrales de tráfico habían sido bloqueadas por cortes de luz intencionados desde las seis y media hasta las diez de la mañana. En el espacio de esas tres horas y media, España al completo había estado parada.

Mario y el resto del grupo llegaron a las afueras de la ciudad a las doce y media del medio día. La situación se estaba normalizando, por lo que recorrieron la carretera de circunvalación de forma lenta pero sin grandes cortes de tráfico.

Al salir por la salida que les llevaría hasta el parque tecnológico donde se estaba creando a Golem Mario ordenó a Correll que se detuviese.

A lo lejos, pudo ver cómo un coche estaba detenido en la carretera porque se le había pinchado una rueda.

– Da la vuelta, Correll, es una trampa.

– ¿Una trampa? ¿Cómo lo sabes?

– Si yo fuese un sapiens es lo que haría, saben donde está el complejo, así que habrán bloqueado todos las formas de llegar hasta él. – Pero no pueden relacionarnos con el complejo, es imposible.

– A nosotros no directamente, pero a Laslo sí. Antes pensaba que nos habían seguido hasta el aeropuerto a nosotros, pero me equivocaba, eso era lo que no encajaba. Te siguieron a ti, Laslo. Saben que eres Barón Gyga, y te estaban siguiendo. Cuando contactamos contigo en la playa tuvieron varias horas para buscar nuestras fichas, sumar dos y dos y rastrear nuestros últimos movimientos.

>> De todos los sitios donde hemos estado, el que más te encaja a ti es el parque tecnológico, así que me imagino que estarán esperándonos. Tal vez no se atrevan a entrar en nuestras sedes, pero nadie ha dicho que no van a cogernos cuando estemos fuera.

– ¡Diablos!, Mario tiene razón – le apoyó Cris. Es lo único que tiene sentido. Debemos irnos.Como si los dos hombres del coche hubiesen escuchado la conversación se subieron rápidamente al coche y arrancaron dando la vuelta, y confirmando sus sospechas.

Correll dio a su vez media vuelta al vehículo atravesando la mediana que corría separando los dos carriles  y pisando las plantas que había en ella, y aceleró para salir de nuevo a la autovía.

– Tenemos que ir a algún sitio, pero no sé donde. Si han seguido nuestros pasos por las tarjetas de crédito o como diablos lo hayan conseguido, sabrán donde vivimos, quienes somos, y qué lugares hemos frecuentado.

– Seguramente el topo de Valencia les haya informado sobre nosotros. Cuando le preguntaron por nuestras identidades, el cabrón debió largarles todo nuestro historial – dijo Cris, que con la adrenalina ya parecía encontrarse mejor.

– Vamos al norte, a la sierra, conozco a alguien allí.

***

– Estábamos muy preocupados por ti, Mario. Tu madre ha llamado varias veces para saber si te había visto.La voz de su tía sonaba preocupada, pero no enfadada, se dijo. Últimamente notaba como si su mente analizase todas las circunstancias que le rodeaban, como si su alma tuviese vida propia, y estuviese tomando el control de su entorno, para evitar que Mario volviese a sufrir algún daño. Hacer eso con su tía, quizás la única persona que le había cuidado y querido realmente en los últimos años, no le parecía justo, pero la verdad es que esta nueva situación le gustaba.Le gustaba sentirse el dueño de sus pensamientos. Sabía que su mente era suya, y que a pesar de lo fríamente que diseccionaba cada problema, sus pensamientos seguían perteneciéndole. Aunque ahora estuviesen haciendo cosas raras.

– Me cuesta creer que mis hermanas y mi madre se hayan dado siquiera cuenta de que faltaba – dijo con un tono ácido – ¡ah!, claro – exclamó – es que ayer fue día de pago.

– Mario, estás siendo muy injusto con ellas.

– Tal vez, tía Mari, pero creo que estos años me he ganado el derecho a ser “un poco” injusto. Mira, sea como sea, no voy a volver a casa, lo sabes. Sólo te pido que nos escondas a unos amigos y a mí un par de días, hasta que Cris se recupere, y podamos ir con amigos que nos ayuden. No podrás llamar a casa, puede que tengan pinchada la línea de teléfono.

– ¿En qué líos te has metido, Mario? Me estás preocupante, tu amigo Cris parece tener una herida de bala en el hombro, y estar muy débil. ¿Y quien ha pinchado el teléfono?

– Los mismos que nos obligan a tragarnos la telebasura, a comprar las mismas mierdas que se rompen a los tres meses, a vestir todos iguales. Los que se gastan miles de millones en traer armas para desfiles, mientras que mucha gente pasa hambre. Esos, tía, el enemigo.

– ¿El Gobierno? – preguntó su tía asustada.

– ¡Ojalá tía! – la voz de Mario sonaba un poco cansada. En estas semanas había visto demasiadas cosas como para encontrarse bien.

– Nuestro enemigo son todas las personas malas, las que se dedican a joder el mundo, consciente o inconscientemente. La gente que permite que otra gente como tú trabaje doce horas diarias sin parar para cobrar seiscientos euros.

>> Los que permiten que mueran millones de personas de SIDA en África para amasar más beneficios con sus patentes de medicamentos. Todos ellos.

– Mario, nadie puede cambiar el mundo.

– Te equivocas tía, ningún hombre ni grupo de hombres puede. Pero nosotros no somos ya hombres. La expresión de su tía pasó de la sorpresa al miedo ante la atenta mirada de Mario.

– Sé que te puede sonar un poco raro, tía Mari, pero no es tan malo ni tan extraño como parece. ¿No has pensado alguna vez que este no era el mundo en el que encajabas? Yo sí, y lo único que he hecho es unirme a gente buena con la que sí encajo. Nada más. Gente dispuesta a luchar por lo que creo, la igualdad, la Naturaleza.

>> Por primera vez en mi vida sé que puedo conseguir algo, no tendré que limitarme a hacer lo que mis jefes me digan. Podré cambiar el mundo.

– El mundo no puede ser cambiado, Mario. Los enemigos que os echarías tienen mucho dinero y poder.

– Y nosotros también tía. No estamos solos. Si pudieses ver las cosas que yo he visto. Somos muchos, tía. Hay mucha gente que se siente fuera de este mundo que otros están fabricando para su beneficio. Sólo estamos agrupándonos, para crecer y ser tan fuertes que no puedan hacer nada para evitar el cambio.

Su tía parecía verdaderamente confundida.

– Bueno, Mario. Por lo menos sé que estás bien. Aunque estés en peligro. Sabes que siempre te apoyaré en lo que hagas, aunque me resulte tan imposible de creer. Su tía Mari se acercó a él y se inclinó para besarle en la mejilla. – Podéis quedaros cuanto queráis, así me quedaré más tranquila. Y luego espero que me llames para decirme que estás bien.– Lo haré tía, nadie podrá impedirlo.

– Bueno, es hora de acostarse, mañana tengo que ir a trabajar. Traeré vendas limpias y calmantes para tu amigo. Hay comida de sobra en la nevera para que os recuperéis y descanséis.

– Gracias tía, sabía que tú no nos abandonarías.Su tía sonrió, y salió por la puerta. En el sótano, Laslo y Correll ya dormían mientras que Cris descansaba en una habitación a parte.

En el salón, sentada frente a la chimenea, estaba Nuria contemplando el fuego. Esta sentada sobre la alfombra, en el suelo, y se cogía las piernas con los brazos, apoyando la barbilla en las rodillas.– ¿Qué piensas? – le preguntó Mario.

– En mi familia, en nosotros, en todo esto. A veces me siento como si esto fuese demasiado grande, y no sé que hago yo aquí. Mírame, soy una chica, no tengo todavía ni estudios. A veces me siento como si me hubiese metido en un mundo de mayores y no pudiese salir de él.

– No quieres salir de él – le recordó Mario. – Esto nos gusta, por primera vez somos parte de algo. A pesar de nuestra edad somos conscientes de que estamos haciendo algo importante, entre todos, y que por fin algo va a cambiar.

– ¿Y si todo falla, Mario? ¿Y si nos estamos engañando al pensar que podemos cambiar las cosas?

Mario se sentó frente a ella. El fuego se reflejaba en los grandes ojos almendrados de Nuria, haciendo que pareciesen aún más luminosos de lo que eran. O tal vez fuese el inicio de una lágrima a punto de caer.

– Nuria, estamos logrando cosas. Tú lo has visto. Tú lo sientes. No te voy a volver a decir lo que los novas estamos haciendo, ni a hablar de GOLEM, ni de nada parecido.

Ella le miraba en silencio, observando lo mucho que él había cambiado en el poco tiempo en el que se conocían. Mario también lo notaba. Miró en su interior, buscando esa parte de él que hasta momentos antes había llevado el control de todo este lío. Pero no estaba allí. Su mente se había vuelto a retirar, como si ahora lo que importase no fuese lo que el cerebro de Mario pudiese analizar, sino lo que su corazón sentía. Por eso continuó.

– Mírame a mí, Nuria. No sabes cómo era antes. Siempre he sido buena persona, o eso creo, pero era débil para hacer cualquier cosa. Jamás me he enfrentado a nadie en mi vida. Rehuía mis problemas, los ocultaba. Ya no puedo hacer eso. Nuria asintió – Ahora os tengo a vosotros, tengo una gran familia auténtica. Tengo a los novas, te tengo a ti, a Cris, hasta a Laslo. Ahora creo que puedo sentir por otras personas lo que me había negado hasta este momento. Amistad, cariño, amor.

>> Nuria, estoy muy por encima de lo que otra gente de mi edad hace ahora mismo. Y eso lo hemos hecho en pocas semanas. Dime que no te sientes así, que no te sientes especial. Por eso no vamos a fracasar nunca. Porque ya hemos vencido.Los ojos de Nuria se dirigieron hacia el fuego, mientras Mario sentía que ella se acercaba más a él, no físicamente, sino con su alma.

– Los novas no pueden ser malos, porque nos han ayudado a ti y a mí a darnos cuenta de que somos especiales. Y lo somos. Lo que venga después es irrelevante. Pelearemos como podamos, pero ya hemos vencido.

– Mario, – dijo ella – siento el haberme estado acostando con Laslo estos días. Quizás te haya molestado, pero ya sabes que para nosotros el sexo entre compañeros es una muestra de respeto, de reconocimiento, además de ser divertido.

– Lo sé, no tienes que darme explicaciones. No me importa. Sé que el hacer el amor es una forma de conocer mejor a otra persona, y de divertirse. No tengo ningún derecho a enfadarme.

Nuria irguió la cabeza. Ahora sí que parecía que sus ojos estaban envueltos en lágrimas.

– Te quiero, Mario, – le dijo. Sólo he hecho el amor con una persona en mi vida, y esa persona eres tú. El resto de las veces ha sido simplemente sexo. Hasta ayer no lo supe. Cuando estaba contigo y con Laslo… comprendí que con quien quería estar realmente era contigo.

>> Después, la noche siguiente, cuando estuve con él. Bueno, intenté saber si lo que sentía era real, acostándome con él. Se lo dije, y lo intentamos. No te voy a engañar, lo hicimos, pero fue sólo sexo. Comprendí que no sentía nada parecido a lo que sentía al estar contigo.

– Yo también creo que eres especial en mi vida Nuria. Yo también te voy a ser sincero. Jamás he estado con una chica como tú. Jamás he sentido algo parecido por otra persona.– ¿Es eso amor?, buff, si se lo digo a mis padres se ríen de mí  – dijo ella. Su tono había cambiado. Ya no era tan serio, y Mario supo que era el momento de dejar la conversación, pues ella se sentía algo incómoda. Al parecer, no había planeado enamorarse de nadie, y le costaba aceptarlo. Al contrario que a él, que lo que le resultaba difícil de asumir era la libertad sexual que ella le había mostrado.

– Será. El tiempo lo aclarará todo – dijo Mario dando por terminada la conversación.Nuria asintió, y se volvió de nuevo hacia el fuego, como pensando en las palabras de él. Mario se levantó, y se dirigió al garaje donde Correll roncaba a pierna suelta.

***

Tres días después sonó el timbre de la puerta de entrada. Tía Mari abrió tras preguntar quien era. La persona que entró debía de ser amiga, pues habían establecido una contraseña para entrar.

Cuando Mario y el resto subieron del garaje, vieron que se trataba de Eva, la mujer que había conocido en la discoteca de la sierra.Estaba, como la última vez que la vio, impresionante. Llevaba un pantalón gris terroso con amplios bolsillos que se ajustaba muy bien  sus formas, y un suéter de punto de un color azul oscuro.

– A ver chicos, – dijo echando el petate que llevaba al hombro en el suelo – ha llegado la caballería.

– El primero en llegar fue Cris, que bajaba de la habitación del piso superior. Eva le saludó con un apasionado beso.– Vaya, sí que nos reciben bien a los héroes cansados– dijo Laslo – no puedo esperar a que sea mi turno.Eva se volvió hacia él con una sonrisa. Señor Gyga, no crea que ha hecho nada especial, estas cosas hay que ganárselas, nadie regala nada.

Pasó a su lado y dio un fuerte abrazo a Nuria primero, y después a Mario. Éste no pudo dejar de sentir el pecho de ella sobre el suyo. No sabía porqué pero Eva siempre conseguía despertar su libido. No podía controlarla.– Bueno, amigos – añadió tras saludar a Correll y a Laslo con un apretón de manos, ante la contrariada mirada de este último – me alegra saber que estáis bien y que pudisteis escapar.

– De milagro – dijo Nuria.

– ¿Milagro? ¿Con la que montasteis? Creíamos que era el fin del mundo. Podríais habernos avisado, si no llega a ser por algún amigo hacker entre lo novas, estaríamos tan asustados como los sapiens. Me imagino que es obra de Laslo.– Sí, – dijo él -, de vez en cuando tengo mis momentos. ¿Eso no me hace merecedor de un beso?– Me temo que esperamos mucho más de usted – sonrió de nuevo ella.– En realidad, – interrumpió Nuria – la idea original, el plan y la coordinación fueron idea de Mario. Ha sido increíble.

– Ni os lo imagináis. Ha sido el mayor caos que ha vivido este país desde cierto golpe de estado hará ya veinte años. Como ya sabíamos, Mario, – dijo dirigiéndose a él – guardas muchas sorpresas.

– No sé no como se me ocurrió, sólo fue una idea.– Seguro que sí. Sea como sea ya estamos aquí, y tenemos cosas que hacer.

– Vamos a descansar, ¿verdad? – preguntó Laslo.

– Estos días han sido muy intensos, incluso para mí, que estoy acostumbrado a dos trabajos a la vez.– Me temo que no, la evolución no espera a los lentos, Laslo, tenemos que ser más rápidos. Sólo Correll podrá descansar. Lo siento Correll, pero debes volver a Australia, tu aspecto nos delataría para lo que vamos a hacer. Mañana sale un vuelo charter hacia allí.

– ¿Qué tenemos que hacer? – preguntó Cris.– Como podréis imaginaros el topo de Valencia nos ha dado algunos problemas. Por suerte, y gracias a vosotros, nada grave. Pero en todo el mundo se están comenzando a detectar filtraciones, lo que nos ha llevado a la conclusión de que tenemos un enemigo que está intentando ponernos un bozal.

– ¿Espías? – dijo Nuria.

– Por todas partes, en USA, en Rusia, en la UE, Japón, China.  Creemos que es un esfuerzo coordinado de los gobiernos y corporaciones del mundo para conocer lo que hacemos, determinar si somos peligrosos y eliminarnos si suponemos una amenaza al sistema. Y ni que decir tiene que somos la mayor amenaza para el sistema que ha surgido desde los tiempos de Cristo ¿verdad?

Ninguno dijo nada. Si eran descubiertos sus planes, y se exponían las listas de los miembros de los novas, sus lugares de reunión, sus activos y recursos… bueno, sería el fin de todos ellos. No estaban preparados todavía.– Repito la pregunta ¿qué tenemos que hacer?

– Es muy fácil, Cris. Pero antes…Correll, por favor, déjanos. Sé que debemos confiar los unos en los otros, pero dadas las circunstancias creo que es mejor que no sepas nada si no puedes participar. Hay un coche fuera esperándote. Te llevará al hotel. Ah, y muchas gracias por todo, te veré pronto.

Correll se despidió de ellos de forma efusiva, y luego recogió sus escasas cosas y se marchó prometiendo volver a verles. Una vez se hubo cerrado la puerta, y Tía Mari se marchó a trabajar, Eva sacó un plano a escala de un edificio. – Se trata de las instalaciones del antiguo cuartel general del Cesic. Como sabréis España posee ahora una relación especial con Estados Unidos, y es, además, presidenta temporal del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.Todos se miraron unos a otros, sin saber por donde iban los tiros.

– Esta relación “especial” – ironizó Eva – ha hecho que una lista con todos los topos que nos han puesto esté ahora mismo en España, para que nuestro Gobierno pueda decir que tuvo noticia de esta operación cuando todo se desate, y la opinión pública exija explicaciones.– ¿Cómo nos hemos enterado nosotros de eso, Eva? – preguntó Cris.

– Nosotros también les hemos colocado algunos topos, – su sonrisa parecía esta vez la de un gato que acababa de atrapar un ratón. – estamos en todas partes, por desgracia, no tan arriba todavía como para tener acceso directo a la lista.

>> La lista, un simple DVD-Rom pasará aquí tres días, hasta el siguiente lunes, oculta en la caja de seguridad de este edificio. Tenemos que entrar, copiarlo, y distribuirla por nuestras sedes secretas para que cada delegación haga lo que tenga que hacer. Nosotros hemos pensado proporcionarles información falsa para obligarles a dar un paso en falso y hacerse mucha pupita ellos mismos. Pero depende de que nosotros consigamos la lista.

– ¿Por qué nosotros? – preguntó Mario. – Somos chicos jóvenes, inexpertos en esto…Eva no le dejó terminar.Porque sois prescindibles, – desde luego era sincera, de eso no había duda – y porque la que habéis liado os ha expuesto tanto, que ahora mismo si os capturasen los sapiens lo achacarían todo a un asalto vuestro. Sin relacionarlo con los nova.

– Yo no estaría tan segura, Eva.Fue Nuria quien habló, y todos se dieron la vuelta para escucharla.– Tengo que deciros algo – estaba en pie tras el sillón, con la cabeza mirando al suelo, como si no se atreviese a decir algo. Cuando levantó la vista, pudieron ver que ella estaba llorando.

>> Esto que voy a deciros es lo más difícil que he hecho jamás. Yo soy uno de los topos de los que habláis.Ninguno de ellos pudo reaccionar. Mario al principio no pudo alcanzar a comprender la magnitud de sus palabras, pero poco a poco fueron calando hondo en él.Cris se levantó y se puso a su lado. Con delicadeza, la levantó la barbilla y la miró a los ojos.

– ¿Qué quieres decir? –le preguntó – no es momento para perder el tiempo.– Que soy un espía. Justo cuando vosotros os acercasteis a mí, el Gobierno también lo hizo a través de la policía secreta. Tenía mucho miedo, amenazaron con arruinar a mis padres, con meterles en la cárcel, incluso cortar a mi hermano el suministro de insulina de la seguridad social, para que muriese lentamente delante de mío.

– ¿Por qué no nos lo dijiste? – Preguntó muy seria Eva – Podríamos haberte ayudado.

– Al principio no lo sabía. ¿Cómo iba yo a imaginarme que podríais rivalizar con un gobierno? Me dijeron que debía aceptar vuestra oferta, algo que ya había decidido, y que no debía hacer nada hasta que se pusiesen en contacto conmigo.– Esperé meses, y meses, una llamada, mientras os iba conociendo mejor. – Por las mejillas de Nuria comenzaron a resbalar lágrimas de una forma descontrolada. Lo que empezó como un sollozo terminó siendo un auténtico llanto que apenas le dejaba hablar.

>> El otro día se pusieron en contacto conmigo, como una pesadilla del pasado que vuelve para atormentarme. Temí decíroslo, y que me odiaseis. Sólo me preguntaron el nombre de nuestro objetivo. Nada más, y dijeron que ya volverían a llamar.– Entonces es por eso que nos localizaron, siguieron a Laslo hasta el aeropuerto… – dijo Cris pensando en voz alta.

– Por favor, – suplicó ella dirigiéndose a todos en general, pero a Mario en particular – soy uno de vosotros. Entiendo que no me creáis, pero no tenía salida. Os ruego que no me odiéis por eso, aunque entiendo que tengáis que hacer algo conmigo. Sólo quiero vuestro perdón.Nuria se derrumbó sobre el sofá, llorando como jamás Mario había visto llorar a una mujer.Fue Eva quien rompió el silencio en el que sólo se escuchaban los lloros de Nuria.– Nuria, entiendo que tuvieses que hacerlo. Lo he visto tantas veces… – su voz sonaba seria pero comprensiva. – Sin embargo, no me corresponde a mí perdonarte. Tengo que llevarte a algún lugar del que no podrás salir en mucho tiempo. Sabes demasiado de nosotros, tal vez en un par de años, puedas volver con tu familia. Te prometo que no será un lugar desagradable, pero no podrás salir.Nuria asintió en silencio.– ¿Qué más les contaste? – preguntó Cris.– Nada, os lo prometo – y miró a Mario – y todo lo que he dicho es cierto, te quiero, por eso no os dije nada, no quería perderte. Estaba en un callejón sin salida. Perdóname, Mario.

– Las lágrimas volvían a brotar otra vez.– No tengo nada que perdonar, Nuria. Sé que lo que decías era cierto. Lo noté anoche.

– Gracias, – murmuró con alivio – ahora puedo irme tranquila. Espero que si algún día ganáis, vengas a buscarme y podamos reanudar lo que hemos empezado.– No va a haber que reanudar nada, Nuria, no te vas a marchar. Eva, lo siento, pero ella no se va. Es uno de nosotros. En su misma situación yo hubiese hecho lo mismo que ella. El daño que ha hecho lo reparará con lo que vamos a hacer.

– No puede ser, Mario, – respondió Eva – su presencia pone en peligro toda la operación.

– No, ella no volverá a decirles nada que no queramos. Incluso podemos utilizarla si la vuelven a llamar. Yo la vigilaré si no te fías de ella. Pero si no viene ella, yo no voy. Lo siento.La expresión de Eva era de duda, parecía enfrentarse a un dilema que no tenía solución.

– Estoy con el chico, – interrumpió Laslo. – ella es buena chica, ahora protegeréis a su familia, y así no tendrán con qué presionarla, y mientras, nosotros haremos saltar toda su bonita operación de espionaje como fuegos artificiales en 4 de Julio.

– Me ponéis en una posición difícil – dijo Eva.

– Sabéis que sois los únicos que podéis llevar a cabo la misión sin poner en peligro a todos los novas y exponernos al público. Su presencia es peligrosa.

– Bueno, nadie dijo que iba a ser fácil – añadió Cris – además, el principal perjudicado he sido yo. Mi vida ha sido la que más peligro ha corrido, y yo digo que confío en ella. Ahora sí.Eva estaba muda, pensando.– No le des más vueltas, Eva. La chica estará vigilada por todos nosotros. Sacaremos la puta lista de ese edificio y verás como todo se arregla. Ninguno de nosotros tiene ya nada que perder.

– Espero que no te equivoques con ella, Cris, porque en lo que sí te equivocas es en que tenemos mucho, mucho que perder.

***

Dos horas después iban en una furgoneta blanca camino del punto donde planearían el asalto.Eva le alargó un portátil a Laslo. – Es lo último en portátiles – aseguró.

– Posee una conexión encriptada por GPS directa con Golem, autonomía de 15 horas, y los programas más avanzados que puedas imaginar.La bruñida superficie azul metálica del aparato parecía brillar bajo la suave luz del atardecer.

– Familiarízate con él lo antes posible, necesitamos que estés operativo lo antes posible.El ruido de la furgoneta se coló en el interior del vehículo cuando pasaron por un túnel. Éste les llevó directamente hasta un bloque de apartamentos a cuyo parking se accedía por una de las salidas del túnel. Subieron de forma apresurada al quinto piso donde les esperaba un piso franco desde cuya terraza se podía ver el edificio que era su objetivo.

Era un bloque de cemento enorme, con más de seis pisos de altura, aspecto de fortín y en el que se podían ver numerosas medidas de seguridad como cámaras, rejas en las ventanas, alarmas y muchas cosas más que apenas lograban identificar.

– ¿Tenéis algún plan? – Preguntó Laslo – o vamos a colarnos llamando a la puerta.– El numerito que montasteis el otro día nos dio una idea. Si pudiésemos repetir eso en toda España los servicios de seguridad estarían desbordados, las alarmas externas del edificio serían inoperantes, y nos sería mucho más fácil colarnos.

– Sí, claro, pero pensad que enfrente de nosotros tenemos a un solo Gobierno, si no a una red de varios. Si uno solo se imagina lo que vamos a hacer, estaremos perdidos.

– Invoca un código “Solo” a nivel mundial – dijo Mario sin apenas reconocer su propia voz. Volvía a sonar segura de si misma, como si lo tuviese todo bajo control. – Puedes hacerlo ¿verdad?

– ¿Qué es un código “Solo”? – preguntó Eva.

– Es una señal a todos los piratas informáticos del mundo de que uno de nosotros necesita causar un caos mundial para craquear una línea. El resto de los hackers del mundo colaborarán si pueden, esperando que si alguna vez lo necesitan ellos los demás también les ayudarán. Sólo se han convocado dos veces en la historia.

– ¿Nos ayudarían? – insistió Eva.

– Sí, por suerte, como Barón Gyga tengo el suficiente nivel como para invocar uno “Solo”. Lo haré si es necesario, pero el objetivo debe merecer la pena, pues ya es la segunda vez que hago algo parecido en menos de veinticuatro horas. Y no creo que queráis que difunda cuál es nuestro verdadero objetivo.

– Haremos una cosa. Una de las empresas dirigidas por Novas realizará esta misma noche una donación de diez millones de euros a la asociación de internautas. Como tapadera, la nota de prensa oficial será que Barón Gyga ha entrado en su sistema y ha desviado el dinero a través de varias cuantas en paraísos fiscales, de tal forma que no pueden demostrar que el dinero sea suyo.

– El seguro correrá con todo el coste y nosotros tendremos la tapadera perfecta, ante la comunidad hacker y ante los Gobiernos – añadió Cris.

– Muy bien, entonces me pondré a trabajar en ello ahora mismo. He visto que en el portátil están los planos del edificio, y Golem me está proporcionando información de todo tipo para aumentar mi efectividad.

>> ¿Estáis seguros de que no es ya inteligente?

– Seguros, – dijo Cris – ha llegado a un punto en que casi lo parece, pero todas sus rutinas y programas son eso, instrucciones que se le han dado. No te preocupes, con tu ayuda, pronto nacerá la primera AI del mundo.

– Creo que la pregunta que deberías hacer es otra, Laslo – dijo Mario -. ¿Por qué ahora? ¿Por qué si los topos llevan entre nosotros tanto tiempo, y seguro que lo sabíais, por qué en este momento necesitáis inutilizar su presencia?

– Es por “La Isla”, Mario.

Eva se había levantado de la cama en la que estaba estudiando los planos del edificio, y se desperezaba estirando su cuerpo y sus músculos como un gato.

– “La Isla” es el proyecto secreto más desarrollado de los novas. Es el instrumento definitivo mediante el cual daremos el paso hacia la luz pública, lo que nos permitirá cambiar el orden mundial, antes incluso de lo que planeábamos.– ¿Qué es? – la curiosidad pudo más que el cansancio, y por un segundo Nuria se desperezó también.

– No pudo decirlo, casi nadie lo sabe, sólo unos pocos poseen el nivel de seguridad suficiente para conocer el proyecto. Sólo sé que es más importante que Golem, mucho más.

– Diablos, los novas estamos llenos de secretos. Casi siento como se me eriza el vello de la emoción – sonrió Laslo mientras tecleaba códigos y órdenes en el portátil. De pronto, su expresión cambió. Sus ojos se pusieron vidriosos por la emoción y su sonrisa se ensanchó.

>> Éste aparato es increíble, dijo. Mirad lo que ha hecho. Me ha abierto las puertas del sistema informático sin yo a penas hacer nada.

– Debe de ser Golem.

– Lo que sea, pero estoy dentro, y no sólo eso. Me ha buscado cualquier sistema relacionado, traducido los sistemas extranjeros de varios idiomas, y compilado la información en un solo informe para que pueda acceder a ellos con un simple link.

– Joder, Laslo, no hay quien te entienda.

– Bueno, en resumen, chicos, me ha puesto en bandeja saber qué diablos estamos buscando, donde y cómo llegar a él sin problemas.

El grupo de amigos estaba escuchando sin poder dar crédito a los que Laslo les contaba, nada podía ser tan fácil.

– Un momento, aquí… hay algo raro. Es una trampa, joder. La lista no está aquí, nos han filtrado la información para que enviásemos un equipo y desenmascararnos.

La expresión de Eva y el resto del equipo era de absoluta sorpresa. Sólo Mario se mantuvo imperturbable, mientras su mente analizaba el nuevo giro de los acontecimientos y cómo afectaría a sus planes.

– ¿Dice algo más? ¿Dónde está, por ejemplo, la verdadera lista? ¿Por qué se han descubierto?– preguntó.

El sistema pareció responder a la pregunta de Mario y se activó sólo.

– Mirad este informe chicos, ¡mirad esto! – exclamó Laslo sorprendido. – La lista no está en ningún sitio físico, sino que se encuentra diseminada en miles de servidores encriptada con un programa creado específicamente para ello.

– ¿Qué programa? – preguntó Cris.

– Sólo dice que se llama Esfinge, y que está guardado en el ordenado central del Pentágono.

– Allí no podremos llegar, ni con nuestros mejores contactos. Nunca podríamos infiltrarnos allí – murmuró Eva.

– No hará falta, si está en un ordenador podremos llegar a él – dijo Mario mientras un plan tomaba forma en su mente.

– No podré, ni siquiera Golem puede hacer milagros. La contraseña es un código cifrado de mil dígitos, cada uno de los cuales está, al parecer en la mente de una persona de alto nivel de seguridad de los departamentos de Defensa de varios países.

– La cifra es indetectable, pues no sólo es necesario acertar una combinación de dígitos, símbolos y letras cuyas combinaciones son casi infinitas, sino que el ordenador en el que está la clave sólo responderá a la misma si le llega de cada uno de los mil ordenadores específicos cada uno de los cuales posee una firma digital única de miles de dígitos.

>> Eso sin contar las medidas de seguridad alrededor de cada uno de los programas, personas, y ordenadores, protecciones tanto físicas como digitales. Es imposible incluso para Golem. Mario pudo ver la desazón que se apoderaba de sus compañeros a medida que Laslo describía los insalvables obstáculos.

– No hay nada imposible. Muy bien, si no podemos arrebatarles él código tendremos que hacer que nos lo entreguen. Vamos a crear una amenaza como jamás hayan visto, una amenaza imaginaria, que señale directamente a los novas y que les obligue a activar a todos sus agentes. Para ello vamos a hacer lo siguiente.Todos se reunieron alrededor de la cama en la que tenían desplegado todo el material. Arrojaron los planos del edificio al suelo, y comenzaron a trazar un nuevo plan.

***

“…según las últimas noticias llegadas a nuestra redacción, la ola de caos generalizada ha sido provocada por un ataque masivo de piratas informáticos de todo el mundo. Esta actuación coordinada – decía la presentadora de las noticias de la noche – ha causado que todas las páginas webs oficiales y las de las grandes empresas se hayan caído. En una declaración conjunta de alto nivel, los jefes de estado del G-8 han declarado que este brutal ataque al sistema ha sido promovido por manifestantes anti-sistema que desean llamar la atención.”

En un segundo, la expresión de la presentadora cambió.

“Nos llegan noticias de última hora. Al parecer, ha llegado a Moncloa el siguiente comunicado que leemos textualmente: Estimados dirigentes de este gobierno. Como respuesta a todas las interferencias que las empresas y estados del mundo han cometido contra la libertad digital de los navegantes de Internet, he decidido darles un escarmiento con la ayuda de mis colegas de la red.El caos que hemos provocado sólo es una advertencia de lo que les puede ocurrir si no dejan la red en manos de sus propietarios, los ciudadanos. Ha nacido un nuevo poder entre ustedes, algo que no podrán detener.

>>Por lo que parece – continuó la presentadora – el comunicado está firmado por Nano Crack, un hasta ahora desconocido pirata informático. Les mantendremos informados.”

La señal, que debido a las interferencias en los satélites llegaba con una calidad pésima, se cortó. Al parecer había echado el resto en emitir este boletín, antes de que su sistema volviese a ser atacado por docenas de crackers al unísono.

– Parece que funciona – dijo Laslo. – Se han tragado todo el rollo. La referencia a la nueva amenaza surgida entre los hombres les llevará directamente a pensar en los nova.– Sólo falta el último empujón. – quien así hablaba era Eva, que se encontraba en pie de espaldas a ellos, mirando por el balcón hacia las luces de la ciudad, pensativa. Habían desencadenado algo que tal vez no pudiesen controlar. Si algo fallaba, los novas quedarían expuestos.– Hazlo, Laslo – ordenó.

– Laslo introdujo un nuevo comando. Esta vez no estaba dirigido a los piratas que campaban en la red intentando bloquear cuantas más webs oficiales mejor, sino a Golem.La señal llegó al remoto lugar en el que éste gigantesco ordenador se encontraba. En un segundo, Golem ejecutó una serie de comandos preprogramados, infiltrándose en los sistemas periféricos de la red privada de varios ejércitos. En unos segundos, comenzó a recopilar la información al tiempo que la borraba, aparentemente, del sistema.Golem se saltó los sistemas de defensa y los firewalls como si fuesen obstáculos para niños, llegando al corazón de algunos sistemas importantes. Entonces fue cuando algunos Gobiernos se asustaron.

En una reunión de emergencia, los representantes de los países más poderosos de la Tierra decidieron que la creciente amenaza era algo que no podían combatir con los medios habituales. Como parecía que los nova estaban detrás de todo el asunto, decidieron obligar a todos sus topos a destapar a los responsables del ataque.

Minutos después, mil personas de docenas de partes diferentes del mundo, introducían sus claves en el ordenador, y las señales que emitían confluían sobre un solo sistema diseñado para esperarlas y reconocerlas.

Lo que no pudo evitar este sistema fue que entre la red de datos que le llegaban, entrase un código cifrado que estaba esperando el momento. Este código le dio a Golem el control absoluto del sistema y el acceso al programa que recopilaría las diferentes partes de la lista dispersas por Internet.

El potente ordenador, guiado por Laslo, entró y grabó la información de la lista, así como todo aquello que creyó útil. En unos segundos, Golem estaba fuera, y la información de los espías disponible para los novas.Golem dividió la información según la sección de los novas a la que afectaba, y se lo comunicó al responsable de sección, para que aislase al infiltrado.

– Bien, ya está. Esperemos que haya funcionado, Mario, – dijo Laslo, – si no, estaremos en un grave aprieto.Todos se quedaron en silencio, esperando, y todos miraban hacia el mismo sitio.

De improviso, sonó él móvil, y Nuria se apresuró a contestar.

– ¿Sí? – dijo. Su cara estaba totalmente concentrada, inexpresiva, pensando en lo que debía decir. – Muy bien, lo haré, no hace falta que amenace a mis padres.Después de esto, colgó.

– Ha funcionado, – dijo sonriendo. Me han ordenado que averigüe cuanto pueda de Nano Crack y su relación con los Nova.

– Entonces es hora de ejecutar la fase dos del plan, ¿verdad? – preguntó Laslo.

– No te pongas nervioso, les daremos unas pocas horas, y luego desharemos lo que hemos hecho.

Cinco horas después las cadenas de televisión volvían a emitir sin problemas, y la normalidad se estaba instaurando poco a poco.

“Al parecer, – decía la presentadora – el causante de todo este embrollo ha sido una joven pirata informática llamada Nuria Estévez. Haciéndose pasar por un famoso hacker, Barón Gyga, ha desencadenado una ola de terror en el mundo digital, robando cien millones de euros de varias grandes empresas. Parte del dinero ha aparecido en cuentas a nombre de varias asociaciones de internautas.

Posteriormente, emitió un comunicado bajo un nombre falso, Nano Crack, con el que pretendía despistar a sus acosadores. Los gobiernos del mundo, ayudados por los conocidos piratas Thera Vampyr y Dragon Caos, lograron seguir su pista, aunque logró ocultar su paradero.

Sin embargo, las prisas la hicieron cometer un error, dejando pruebas de su plan en algunos de los sistemas que ha asaltado.La Interpol la está buscando, y espera encontrarla en las últimas horas. Por una llamada de teléfono, parece que la peligrosa pirata informática ha estado en las últimas horas en la ciudad de Sevilla.

Esperamos que este incidente sirva para aumentar las medidas de seguridad en todos aquellos sistemas afectados.”

– Bueno, ya está. Eres oficialmente el cracker más buscado del mundo. Hemos engañado incluso a los piratas más afamados y paranoicos. Mi nombre ha quedado limpio. Me he permitido dejar pruebas de que todo lo que les has contado de mí era falso, por lo que podré volver limpio a mi trabajo cuando quiera.

– No está mal, para una noche de trabajo. Creo que es suficiente castigo por mentirnos, Nuria – dijo Eva. Pero ahora estás en peligro, y debes de salir del país. Mañana mismo irás a La Isla, donde te ocultarás durante unos años, hasta que nadie pueda reconocerte. Tus padres se reunirán contigo allí. No podrás hablar con nadie del exterior hasta que todo esté en marcha. Lo siento.

– No importa, me lo tengo merecido. Os estoy muy agradecida por perdonarme y dejar que limpie mi nombre ante vosotros. Lo que piensen ellos no me importa.

Tras decir esto, Nuria se levantó y se dirigió a Mario. Inclinándose sobre él le dio un fuerte beso en los labios.

– Creo que me gustaría pasar esta noche junto a ti, si no te molesta. Puede que no nos veamos en años.

Como si fuese una señal, el resto del grupo se levantó y de despidió alegremente. Eva y Cris fueron a su habitación, mientras que Laslo se marchó al sofá del comedor a ver la televisión de madrugada.Ellos dos se quedaron a solas, y se despidieron con todo el amor que pudieron y el cansancio les dejó.                   

Capítulo Nueve: El fin del principio

Las balas zumbaban por el callejón mientras Cris y Mario se agazapaban tras un palé para resguardarse de la lluvia de muerte.

– ¿Fue idea tuya meterte aquí? – la pregunta de Mario era más una recriminación.– Teníamos que hacerlo,

– Cris sonreía, siempre sonreía, a pesar de lo mal que les fuesen las cosas. Y ahora les iban muy mal.

– O querías que dejásemos este laboratorio genético clandestino en manos de esa jodida secta.

– Podíamos haber pedido ayuda – insistió.

– Sí, pero esta misma noche iban a realizar el experimento. No estoy dispuesto a que unos locos intenten criar un niño con dos cabezas para utilizarlo como el profeta.

– Vale, pero ¿tenías que llamar a la puerta y decirles lo que ibas a hacer?– Tenía que asegurarme de que no había nadie inocente ahí metido, y sacar a la madre.– Joder, pero si era un útero artificial.

– ¿Y yo que sé? ¿Qué clase de pervertido llama Jenny a un útero artificial? – se justificó Cris.Mario soltó una media sonrisa.– Menos mal que ya empiezo a conocerte – dijo Mario.Una tremenda explosión sacudió el callejón. Mario dejó caer el detonador que tenía en su mano.

– Vas aprendiendo, sí señor, – le felicitó Cris.

No pudieron regocijarse mucho tiempo. Un automóvil entró por el callejón y se fue directo hacia ellos. Mario se preparó para disparar, pero Cris le detuvo. Había reconocido a su conductor.

– ¿Subís? – les dijo Sandra mientras les habría las puertas del coche. Nada más subir, pisó el acelerador, y les sacó de allí. El coche se perdió en la ciudad con un rugido.Mario estaba sorprendido. Hacía dos años que no tenían noticias de ella, desde lo de Mónaco, y ahora aparecía de la nada salvándoles el culo.

– Me ha costado encontraros…Cris no la dejó terminar. Se inclinó sobre ella y le dio un apasionado beso, mientras Sandra intentaba mantener el control del volante.

– Has tardado mucho, tenías mi número.– Quería asegurarme de donde me metía. Reconocerás que nuestro primer y último encuentro fue todo un cúmulo de sorpresas.– Sí ¿qué has estado haciendo?

El coche se introdujo por uno de los túneles de la ciudad, el que llevaba directamente a la carretera de Barcelona.

– Investigando sobre vosotros. En estos dos años he conseguido reunir toda la información que la INTERPOL, el FBI y la CIA tenían sobre vosotros y el movimiento al que pertenecéis. Y no creáis que ha sido nada fácil.El coche se metió en un garaje, y Sandra salió de él. Se dirigieron al ascensor, mientras ella seguía hablando.

– En los últimos años habéis pasado como un elefante en una cacharrería por el mundo, pero nadie parece haber visto nada. Como si os tuviesen miedo. Y creo que con motivos.

– No somos peligrosos para la gente, sólo para los que les sacan la sangre y les quitan la vida.

– Por eso, queréis traer un nuevo orden al mundo, y eso no os lo van a permitir. En el mundo se están despertando. En cuatro o cinco años, los poderes fácticos habrán tomado conciencia de vuestro peligro, e intentarán deteneros realmente.

– Bueno, es como una carrera, el que llegue antes gana. Para entonces deberíamos ser tan fuertes que no pudiesen hacernos nada

– Cris miraba a Sandra como si la fuese a besar ahí mismo. Mario sentía como si lo único que le impidiese abalanzarse sobre la mujer fuese él.

– ¿Cómo has aprendido tanto de nosotros? – le preguntó a ella intentando ignorar la molesta sensación.

– Pues es muy fácil. Porque hace un año que me nombraron la oficial al mando de todas las investigaciones relacionadas con los nova.

– No jodas – se sorprendió Cris – así que ahora eres nuestra peor enemiga – bromeó.

– O vuestra mayor aliada. Pero no creas que estoy totalmente convencida de esto. Vais a tener que demostrarme lo que hacéis, y que verdaderamente lo hacéis por el mundo.

>> Y tú, – le dijo a Cris mientras se volvía hacia él poniendo un dedo sobre su pecho de forma insinuante – vas a tener que recuperar el tiempo perdido.El ascensor se abrió, y ella abrió la puerta del apartamento. Era grande, inmenso, con dos plantas, la más grande de las cuales era un inmenso salón enmoquetado con un par de sillones, una mesa para comer, una pequeña mesilla para el teléfono-fax y algún cuadro minimalista en la pared.

– Mario, tienes lo que necesites en la cocina, y puedes dormir en la habitación que quieras. Necesito hablar con Cris.Mario se marchó disimuladamente, mientras la pareja no podía esperar a comenzar a besarse. Encendió la inmensa televisión de pantalla plana y se puso a ver la programación nocturna. Parecía que los novas tenían una extraña costumbre de ver la televisión hasta altas hora de la noche.

***

A la mañana siguiente los tres desayunaron en la terraza. Era primavera, y algunos balcones estaban decorados con plantas que ahora mismo estaban en flor, llenando el aire de un perfume que pronto el sol y el viento dispersarían, pero que en ese momento hacía que pareciesen estar en otro lugar.

Sandra salió a la terraza en camisón, sin preocuparse de si Mario estaba allí o no. Tampoco es que él y Cris estuviesen muy presentables. Mario había dormido en ropa interior en el sofá, y ahora se había vuelto a poner la ropa sucia del día anterior. A falta de otra cosa. No es que le gustase, pero se había acostumbrado a ignorar la incomodidad durante la misiones.

– ¿Qué tal has dormido? – le sonrió Sandra.

– Muy bien, gracias. Ayer no te di las gracias por sacarnos del lío.

– Tranquilo, parece que os apañabais bastante bien. Menudos fuegos artificiales montasteis. Bueno, sea como sea – añadió, – ya pasó.Mario suspiró para su interior. Tanta tensión habían pasado en los últimos días, que le costaba relajarse.

– Cris salió a la terraza en boxers, pero la mujer no pareció prestarle atención.– Ahora que estamos todos quería hablar con vosotros. Como sois los únicos novas que tengo plenamente identificados, tengo una propuesta que haceros. A vosotros, sólo a vosotros. Esto no debe salir de esta habitación… ejem, terraza – rectificó mirando a su alrededor.– De acuerdo, – sabes que no hay problemas.

– Muy bien entonces – pareció decidir. Se la notaba segura, pero en su timbre de voz Mario pudo comprobar que no había tomado la decisión hasta ese momento, como si estuviese evaluado los riesgos que conllevaban sus palabras.>> Vamos a ver. Como os dije anoche, me han encumbrado al puesto de oficial al cargo de todos los asuntos relacionados con los novas.

– Sí, lo dijiste anoche. Se me quedaron grabadas tus palabras, – aseguró Mario.– A mí se me quedaron grabadas otras palabras – bromeó su amigo, antes de volver a ponerse serio. Al parecer, la situación lo requería.

– Sigamos… como responsable de vigilaros y controlaros, he podido comprobar que los gobiernos y estados del mundo consideran cada vez más que sois una amenaza creciente. Más que los movimientos antiglobalización, incluso empiezan a pensar que sois más peligrosos para su orden que el terrorismo.

– Están equivocados. El terrorismo y sus causas, el hambre, la pobreza, las guerras, son algo tan peligroso que incluso nosotros tendremos problemas para evitar que nos destroce los planes. Lo hemos estudiado y hay gente muy preocupada.– Pero ellos no lo saben, y creo que en el próximo año o dos años van a tomar cartas en el asunto a nivel global, me refiero en la ONU, la OTAN y donde haga falta para descubriros y pararos.

– Eso es preocupante, no estamos preparados.

– También lo sé. Por eso estáis aquí, porque he estudiado lo que hacéis y creo que no hacéis mal al mundo. Me acuerdo de nuestra charla en el restaurante de Mónaco, cuando me dijiste que las cosas debían cambiar, y que había que ponerse al lado de los fuertes, pero de los fuertes buenos.– Algo así dije, ¿no?

– Sí, y en eso estoy. Me lo voy a jugar todo con vosotros, desde mi posición, hasta probablemente mi vida. Sólo os pido una cosa, quiero que vosotros seáis los únicos en saber quien soy. A cambio de ello, os pasaré la información que tenga que os pueda comprometer o ayudar, pararé las investigaciones tanto como pueda, y taparé vuestros actos. Con ellos podríamos retrasar el proceso dos o tres años, y adelantar vuestros planes.

– ¿Por qué no quieres que se lo comentemos a nadie más? Si más gente lo sabe, y a nosotros nos pasa algo, ellos podrían ayudarte. Si nadie sabe quien eres, ninguno moverá un dedo si te sucede algo.

– No me importa. Los únicos en los que confío plenamente sois vosotros. Mi primer marido me dejó bastante dolida con las personas, no fue hasta que os conocí que volví a confiar en nadie. Si os pasa algo – una sombra de tristeza cruzó sus ojos- buscaré otra forma de contactar con vuestra gente.

– Muy bien, sabes que lo haremos. Sin problema. ¿Qué quieres a cambio?

– A cambio quiero que los novas me ayudéis a mí, a hacer un mundo mejor, a mi manera. Necesito vuestra fuerza para corregir algunas cosas que no puedo hacer desde mi actual posición, aunque la conozca. Os pasaré un dossier con cada caso, y la información que tenga, así como lo que necesito que hagáis.

– Muy bien, una mano lava la otra – sin problemas, si podemos hacerlo, lo haremos. Tendremos que disfrazar las acciones de alguna forma para no involucrar a los novas, pero lo haremos.Sandra alargó la mano, y puso sobre la mesa algo que había estado guardando.

– Estas son dos copias de la llave de este apartamento. Debajo de la cerradura, veréis que hay un pequeño relieve. Es un lector de huellas digitales. Poned los dedos en él y abrir con la llave. Sólo nosotros tres podremos entrar.

>> Sí, no me miréis así, tengo vuestras huellas, la INTERPOL os tiene fichados, y os ha estado buscando. Me ocuparé de que poco a poco vuestros expedientes vayan cayendo en el olvido, pero sed cuidadosos, no quiero que una cosa como la de esta noche os exponga de nuevo.

Sandra encendió la televisión que había en la terraza, y en las noticias apareció la escena de un edificio envuelto en llamas. Al parecer, las llamas habían alcanzado unos productos químicos, y todo el edificio de la secta había ardido. No había habido desgracias personales, pero varios portales adyacentes habían sido desalojados.

– En las noticias se dirá que fue un laboratorio de droga que ardió por cualquier problema, – aseguró Sandra – pero mi gente sabrá que lo hicisteis vosotros.

– Se te fue la mano con el semtex– le dijo Cris con guasa a Mario.

– No me digas, ¿y yo que iba a saber que había productos químicos inflamables? Bastante hice con salir vivo de allí.– En eso coincido con Mario – dijo Sandra – eso es peligroso, deberíais cuidaros un poco más.

– Vale, vale, me precipité al planear la operación – admitió Cris, pero era ayer o nunca. Si esa cosa hubiese sido fecundada, lo hubiesen trasladado a cualquier lugar y hubiésemos perdido la pista. Y lo último a lo que querría enfrentarme, a parte de a los gobiernos del mundo y a los grupos terroristas, es a un Mesías religioso con docenas de miles de seguidores fanáticos por todo el mundo.

– Bueno, dejémoslo. Tened cuidado la próxima vez, no me gustaría perderos – las palabras de Sandra sonaban como si fuesen dirigidas especialmente a Cris. Mario esperaba que no estuviese enamorada de él, pues conocía la afición de su amigo por conocer a otras personas, en el sentido Bíblico. Cris parecía encantado, sin embargo. Había encontrado a una mujer inteligente y atractiva, que parecía esconder dentro de su corazón tanta pasión como él. – El tiempo lo dirá – pensó.

– Entonces, ya que estamos en el mismo barco, esperad un segundo.Ella entró en la casa, y al rato volvió con un par de dossieres en los que se podía leer la palabra Tranjastan.– Tranjastan es un país al sur de Uzbekistán, – les aclaró. – Una ex república soviética. La OTAN está muy preocupada, porque creen que en una planta de tractores y maquinaria, antiguos militares rusos podrían estar creando armas químicas. Personalmente sospecho que es algo peor, mucho peor. Pero necesito que mandéis a alguien a descubrirlo.

– Lo haremos, no te preocupes. ¿Alguna idea de lo que puede ser?– Sólo sabemos que varios expertos en ingeniería genética de Singapur y Hong Kong han desaparecido. La Interpol ha seguido la pista de uno de ellos y lleva hasta este país.-Ingeniería genética – susurró Mario.

– Parece que cada cosa que surge en estos últimos tiempos está relacionada con la manipulación de los genes.

– Así es – aseveró Sandra.

– Si la electricidad era el motor de avance industrial a principios el siglo pasado, la energía nuclear a mediados y la informática a finales… bueno, ahora han surgido tres nuevas industrias que pronto sustituirán y complementarán a todo lo que hemos visto. La nanotecnología, la genética y la robótica – enumeró.

– Nos suena – Cris estaba dispuesto a guardarse ases en la manga incluso ante Sandra.

– Cris, sé que los Nova estáis muy avanzados en genética, os he investigado, y sé también que reclutáis a los mejores, les hacéis desaparecer, y dios sabe que más cosas. Si queremos que esta asociación funcione tenemos que confiar los unos en los otros.

– Tienes razón, perdona – se disculpó Cris con una sonrisa, como el niño al que pillan en una mentira sin importancia.

– Los nova hemos estado investigando esto en los últimos años. Bueno, tendremos que investigar este asunto, y lo haremos lo antes posible.

– Yo empezaré a borrar las identidades de los novas más notables hoy mismo, de la forma más discreta posible. También minimizaré el efecto de lo que ayer hicisteis para que parezca que le habéis hecho un favor al mundo.

– Vale, lo siento, me pasé con el semtex, – bromeó Mario.Dos horas después, Cris y Mario estaban reunidos con Eva y otros líderes exponiendo el peligro de una fábrica cuyos proyectos secretos habían llegado a sus manos.                       

Capítulo Diez: Geneformas.

– Joder, – dijo Cris – esto no es una planta de armas químicas. Sandra tenía razón, es algo mucho peor.

A la vista saltaba el porqué.Toda la pared de la gruta artificial bajo la planta, estaba ocupada por inmensos tanques de cristal llenos de un líquido azul plateado. En su interior parecían haber sido introducidas docenas  de personas conectadas a los ordenadores de la pared opuesta. Enormes máquinas recorrían el techo, trayendo y llevando estos tanques y a sus dormidos ocupantes hacia otras salas.

En el suelo, un equipo de científicos y guardias yacían dormidos por las granadas de gas que habían arrojado momentos antes.

– Esto es inmenso, ¿cuántas personas habrá aquí encerradas?

– Calculo que unos cien, y si hay más salas como esta. Esta operación es inmensa. ¿Qué diablos les hacen? – preguntó un miembro del equipo, nativo del país.Mario se acercó más a alguna de las vitrinas donde estaban expuestos los cuerpos, como si fuese un museo de los horrores.

– Cris, ven, míralos más de cerca – su voz sonaba aterrorizada. Su amigo se acercó corriendo, y palideció.Una de las personas que parecían encerradas en los tanques estaba ante ellos. Pero no era una persona completa. Sus rasgos estaban incompletos, como si fuese un feto a medio formar, un feto de casi dos metros de alto. Era fuerte, musculoso, pero incompleto. Cris se fijó en el que tenía al lado.

– Son iguales, – dijo en voz baja, completamente anonadado – son clones.

– Y hay más, – señaló Mario – ¿a qué te suena ese líquido?

Cris se fijó en la solución en la que estaban inmersos. Parecía un líquido espeso, que se movía por algún motor o filtro que diese al tanque. Pero Cris pudo comprobar que no había ninguno. Ese líquido se movía como si tuviese vida propia.

– Son nanoides, miles de litros de ellos. – su compañero había llegado a la misma conclusión que él. – Al parecer Helsing vendió la fórmula a alguien más. Tenemos que salir de aquí, avisar a los demás… y a Sandra, – le susurró a Mario.

– Esto no podemos pararlo nosotros, si alguna de esas cosas escapa, podría infectar toda la Tierra.

– No podemos hacer anda, – dijo el segundo al mando, que venía corriendo hacia ellos – si el líquido se dispersa, también supondría una catástrofe ambiental.

– No, no podemos dejar esto aquí, parece que en unas semanas estarán listos, y dios sabe lo que podrán hacer con estas cosas, sea quien sea el que los controle.

– Mario, – aseveró Cris – no podemos hacer nada, tenemos que salir de aquí y mandar a alguien en los próximos días.

– No habrá nadie que mandar, si consiguen ocultar estas cosas en otro sitio. Con esconder uno, en teoría, podrían replicar miles y miles de ellos.Los otros dos miembros del equipo, nativos del país que acompañaban al trío enviado por los novas, murmuraban plegarias a Alá. Sentían que, pronto, su país al completo podría sufrir una plaga mayor que la última guerra o la gripe asiática.

Mario se distanció un momento, mientras Cris conectaba la antena GPS con la que podrían hablar con sus superiores. Eso le dio una idea.

– Cris, corta, lo tengo – ordenó. – tenemos que conectar con Laslo y el proyecto Golem.– ¿Para qué? – preguntó su amigo mientras hacía lo que Mario le decía. En los últimos años había aprendido a confiar en la mente de éste, que a veces, bajo presión, se revelaba como una máquina de increíbles capacidades de análisis.

– Para conectar con las máquinas de esta cosa. Tenemos que abrir a Golem camino hacia los ordenadores de la gruta, para que pueda averiguar cómo se puede destruir ese líquido, y a los clones.– Muy bien, – contestó Cris mientras se ponía al habla con Laslo.

Minutos después, Golem estaba dentro de la gigantesca máquina que controlaba el funcionamiento de las cámaras de clonación. La voz de Laslo sonaba soñolienta a través del comunicador enganchado a la antena, pero muy distorsionada por las capas de roca que había por encima de ella, era un milagro de la técnica que la señal llegase.

– Vale, – dijo este – tengo lo que necesitabais. Golem dice que introduciendo una pequeña descarga eléctrica a través de las cámaras de mantenimiento de los nanoides, éstos dejarían de funcionar, y con ellos los clones.

– ¿Puedes hacerlo desde ahí?– ¿Puede un actor llegar a ser presidente de los Estados Unidos?

– Hazlo entonces, – ordenó Cris.Un código cifrado irrumpió en la señal de la antena. Golem estaba transmitiendo la orden. Las máquinas parecieron cobrar vida, y los cilindros de clonación se iluminaron con una luz azul, señal de que estaban funcionando.Mario y Cris se acercaron a uno de los tanques. Al principio no ocurrió nada, pero al poco tiempo, el líquido color azul plata pareció perder un poco de su brillo. Segundos después, era completamente de color gris acero.

– Ya ésta, – sonó la voz de Laslo.

No hizo falta que se lo confirmase. Mario y Cris miraban a la criatura del interior del tanque, la cual había abierto los ojos y les miraba con tristeza e incomprensión. Poco a poco, los fue cerrando hasta morir.

Ninguno de ellos dijo nada más durante el resto de la misión. Mario se movió con velocidad, y preparó las cargas de explosivo semtex, todas ellas, colocándolas tanto en los tanques como en los ordenadores.No tenía suficiente explosivo para volar todas las cámaras, pero sí para provocar una reacción en cadena.

Laslo le ayudó a ello. Ordenó a Golem que diez minutos después de que sus amigos saliesen de la planta, ordenase el código de autodestrucción.

Quince minutos después, desde una de las colinas que rodeaban la fábrica, el equipo de cinco personas contemplaba cómo la tierra bajo la que se ocultaba la caverna artificial se removía, alzándose por la inmensa explosión.

Cris y Mario se miraron. Sus ojos lo decían todo. A pesar de su lucha, a pesar de los años de esfuerzo, ¿merecía la pena intentar salvar a una especie que hacía tales cosas? Esperaban sinceramente que sí, de hecho, era en lo único que podía confiar.Se alejaron caminando hasta el aeródromo que había varias millas al sur. Querían volver a casa.

Epílogo

Mario se despidió de Cris en el aeropuerto militar. Habían conseguido que el Ejército les dejase utilizarlo disfrazando la operación como parte de una operación de ayuda internacional de envío de alimentos y equipo respaldado por la ONU. Habían contratado varios Hércules C-130 al ejército de los Estados Unidos, dando la cobertura legal internacional necesaria para que nadie interfiriese.

– Bueno, Mario. Por el momento, aquí se separan nuestros caminos – le dijo Cris bajo el sonido de las enormes hélices del avión.– Sí. Por el momento.Ambos asintieron, tras tanto tiempo juntos eran algo más que amigos. Los dos tenían un nudo en la garganta, a pesar de que sabían que no era más que una despedida momentánea.

– ¿Sabes? – Rompió Mario el silencio – en todo este tiempo jamás te he dado las gracias por sacarme de mis miserias.

– No tienes por qué. Hubieses salido adelante tú sólo. Tienes mucha fuerza, y los sabes.

– Tal vez, y tal vez jamás la hubiese descubierto si no hubieses aparecido en aquel lugar, en el museo, ahora hace ya cinco años.

– De toda la gente con la que he trabajado has sido el mejor. Como un hermano pequeño para mí.

– Tú también has sido muy importante en mi vida, Cris.– Bueno, no nos pongamos sentimentales. Esta separación es temporal. Cuando el plan esté más avanzado, podremos volver a formar equipo y a hacer que los sapiens tiemblen ante nosotros.

– Será pronto, lo presiento – añadió Mario. Era cierto. En los últimos meses los acontecimientos se habían disparado. Todo estaba a punto de estallar.

– Se marcha tu avión.Cris señaló al gigantesco aparato cuyas hélices giraban con más y más fuerza. La compuerta trasera estaba abierta, y los últimos rezagados del equipo embarcaban ya con sus mochilas y petates preparados. En el interior, el oficial encargado de la operación de embarque hacía señas de que quedaban dos minutos. Los novas no esperaban a nadie.

Cris le dio un abrazo a Mario.

– Suerte en “la Isla”– Y tú por aquí. Dales duro, que no se recuperen.Mario se dio la vuelta, recogiendo su petate. No llevaba mucho encima, en la isla le darían todo lo que necesitase.

Sin mirar atrás embarcó en el avión, mientras Cris se alejaba caminando. El aparato cerró la puerta de embarque, y Mario se sentó en uno de los asientos laterales. Les esperaba un largo vuelo de diecisiete horas con una escala a medio camino.Con un zumbido de hélices batiendo, el avión despegó. Mario miró por la ventanilla y pudo ver cómo la base primero, y la ciudad después se alejaban hasta parecer un mapa topográfico en relieve.

Pronto se situaron sobre las nubes, y el avión estabilizó su altura. Mario miró por la pequeña ventanilla, mientras el resto de miembros del equipo, que no se conocían charlaban como si fuesen compañeros de toda la vida. Y en realidad era así. Todos ellos habían sido elegidos por sus servicios a los novas. Todos ellos habían trabajado durante años por un objetivo común, más grande que cualquiera de los presentes. Afianzar la posición de los nova en el mundo.

Las nubes como algodón se movían lentamente a medida que el avión las dejaba atrás. El sol comenzaba a despuntar por la cola el avión, y por la ventanilla de la derecha pudo ver un poco el tono amarillo que algunas nubes cogían a lo lejos.

Mario se sumergió en sus pensamientos. Entre las nubes, podía casi ver las caras de las personas que había conocido. Cris, que le sacó del instituto donde estaba, Eva, que en los últimos años se había comportado como una hermana mayor, y algo más. Laslo, que ahora mismo estaba en la isla, Marta, la misteriosa mujer a la que sólo había visto una noche, pero que parecía guardar todos los secretos de su futuro en su mente. Sandra… y sobre todo Nuria.

Al pensar en ella, Mario no pudo sino sentir un escalofrío. Nuria. Ahora mismo recordaba la primera vez que la había visto en la discoteca exclusiva que los nova tenían al norte de su ciudad. Preciosa, alegre, simpática. Ella era lo que siempre había buscado, y a pesar de las sorpresas que le habían deparado las semanas siguientes, seguía amándola.

Por eso se había ofrecido a ir voluntario a La Isla, el mayor y más misterioso proyecto de los nova. Ahora que todo se iba a desatar. Ella estaba allí desde hacía cuatro años, y a pesar de que él había estado entretenido, viajando de acá para allá, ni un solo día había pasado sin pensar en ella. A pesar de las otras mujeres.

Bueno, pronto nos veremos, – pensó.Durante el resto del trayecto aprovechó para descansar y meditar sobre lo que había sido su vida los últimos años. Cuando llegasen a su destino, tendrían que trabajar muy duro para habilitar los sistemas de seguridad de los que se iban a encargar. Su misión era de vital importancia.

Seguramente ninguno de los presentes había oído hablar de él, pero por lo que había podido escuchar de sus conversaciones, eran buenos chicos y chicas. Encajarían en el equipo como un guante. Al principio habría cierta rivalidad, nada insano. Hasta que se decidiese quien sería el jefe de operaciones, la persona que mandaría el grupo.

El aparato, de improviso, realizó un viraje.

– Enfilamos la pista de aterrizaje – dijo alguien.Todos se asomaron curiosos a las ventanas, esperando ver su destino. Lo que tanto habían anhelado.Al principio no vieron nada excepto las nubes bajo la luna llena nocturna del Caribe. Pero pronto, a lo lejos, pudieron ver una pequeña sombra que rompía las algodonosas formaciones de cirros. Al acercarse, Mario pudo ver con claridad que se trataba de edificios en construcción, colosales estructuras repletas de luces en las que se trabajaba día y noche.

Docenas de edificaciones de extrañas formas se alzaban más allá de la capa de nubes, superando el kilómetro de altura.Más abajo, cerca de la costa, unos enormes muelles recogían la carga de varios barcos y transportes que descargaban un sin fin de contenedores en la isla.Y en ese momento supo que ante él se habría la promesa de un nuevo futuro.       

Nova – Próximamente

Si te ha encantado Homo Novus, no te pierdas la continuación: Nova. En esta novela has podido vislumbrar los grandes cambios que acechan a la Humanidad, tanto a nivel social como tecnológico. Si crees que lo que has contemplado aquí es ciencia – ficción, sólo debes esperar unos años para ver cómo todas estas cosas se convierten en realidad. Antes de lo que la mayoría esperamos. El hombre se enfrenta a muchos retos, retos que no se podrán solventar con prohibiciones ni restricciones a la investigación, ni siguiendo los modelos socioeconómicos que actualmente nos rigen. Si queremos evolucionar, debemos plantearnos nuevos paradigmas, y a partir de ahí, ver lo que podemos hacer. Mientras tanto, prepárate para lo que será un salto cualitativo en todo lo que has leído. Si esta novela te ha parecido interesante e intrigante, Nova te presenta la evolución definitiva del hombre hacia un nuevo estadio social, y la lucha final contra las fuerzas que intentan impedir desesperadamente que se alce este nuevo orden. Nada será tan fácil como podría parecer, pero en la evolución nunca nada ha sido sencillo.

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