Caric se sentó frente a la chimenea mientras el fuego crepitaba. Edna, la sirvienta que llevaba con él más de una década, estaba terminando de fregar los platos de la cena, y era su hora de relajarse antes de irse a la cama. La copa de vino que le había servido todavía estaba fría, pero el líquido rojo ya caldeaba su estómago y su ánimo.

Fuera, el invierno era frío como pocos de los más ancianos del lugar recordaban. Caric sabía que eso podía suponer que en algún lugar del mundo habría problemas, quizás en las montañas del norte, donde el frío podía hacerse amo de la vida y la muerte, pero ese no era hoy en día su problema. ¡Que otros se ocupasen de él!

Su vida había sido una continua aventura, un cúmulo de hazañas, luchas y barro, ahora, décadas después de que todo comenzase, se había retirado a descansar y disfrutar de la fortuna lograda en una buena casa, con criados y algunas de las más hermosas viudas del lugar suspirando por sus huesos.

Era curioso, allí donde sus continuos viajes le habían llevado había comprobado un hecho curioso. Las viudas eran una parte importante de la población. La vida de aventurero dejaba en muchos casos efectos colaterales desgraciados. Viudas, ricas o pobres, con hijos o sin ellos, pero que tenían algo en común, la pérdida de sus esposos por esa palabra llamada “aventura”.

Tal vez por eso él no se había casado nunca. Caric no estaba tan loco ni era tan egoísta como para condenar a alguien a quien podría amar a una vida de soledad y desgracia por su ansia de aventuras.

Su amigo Landon, el halfling no opinaba igual, y hacía mucho que se había casado y formado una familia. A veces le visitaba, y le contaba sus desventuras con sus hijos, que querían seguir los pasos de su padre en pos de la fama y la fortuna.

Landon, el pequeño granuja, sonrió Caric. Una mirada furtiva hacia el objeto que adornaba la parte superior de la chimenea le hizo estremecerse mientras los recuerdos le embriagaban. ¿cuánto hacía de aquello ya? ¿Treinta años? ¿Tanto?

A Caric le parecía que fue ayer cuando encontró al pequeño y valiente Landon y juntos exploraron Las Cavernas del Terror, como después llamaría todo el mundo la impía guarida del mago transmutador, Kalman.

Allí comenzó su fortuna, y su leyenda. Oh, por supuesto que antes ya había tenido alguna escaramuza, pero las Cavernas fueron su primera gran hazaña, la primera de muchas, que le harían un nombre a lo largo y ancho de los reinos.

Los caminos de Landon y Caric se separaron, pero su amistad permaneció, y los últimos años, cuando él decidió asentarse por fin, la habían retomado con fuerza. Caric a veces desaparecía, llamado por su ansia de ver cosas, pero Landon le comprendía, y Hedna y su marido cuidaban la casa y la mantenía caliente para su regreso.

Su fortuna le permitía este tipo de dispendios.

Sus pensamientos volvieron a las Carvernas. Kalman las pobló con numerosos monstruos y con personas esclavizadas transmutadas en insectos para extraer el oro y las joyas que terminarían en manos de la pareja de aventureros.

Escarabajo de fuego - Las Cavernas del Terror

Pero esto no hubiese sido posible, ni él estaría allí, si no fuese por el objeto sobre el que ahora fijaba su mirada.

Encima de la chimenea, sin que la luz directa del fuego la tocase, reposaba una delgada pero pesada vara de metal.

En su siguiente aventura, que años después un historiador dio en llamar “La Cacería de Kalman”, Caric descubrió que el creador de la Vara fue un mago llamado Lucius, mucho antes de que él, Landon, e incluso Kalman hubiesen nacido.

La Montaña de los Espejos estaba ahí ya cuando Lucius ideó la vara, pero pocas cosas más. Ni siquiera el Gran Pentegarn, ni Zen “el Salvador” llegaron a conocerle. Caric lo sabía porque se lo había preguntado cuando alguna aventura había cruzado sus caminos.

La Vara de Lucios siempre llamó su atención. Nadie parecía saber porqué hizo lo que hizo con el mago, poderoso amo de las Cavernas y señor de un ejército de monstruos. Y sin embargo, a pesar de todo su poder, un simple golpe, casi un toque, con la Vara había reducido el cuerpo del mago a astillas, y convertido el alma del horrible hombre en una criatura voladora aún más horrible, a la que Caric y Landon tuvieron que dar caza posteriormente cuando comenzó a secuestrar bebés de villas desprevenidas para intentar volver a la vida.

Kalman - Las Cavernas del Terror
Espiritu de Kalman - Las Cavernas del Terror

¿Cómo pudo hacer una simple vara de metal algo así, cuando nunca más volvió a desplegar ningún tipo de poder?

Caric la guardaba, obviamente, por Motivos sentimentales, como un valioso trofeo, y un poderoso recordatorio de esa aventura donde comenzó su leyenda.

Todos estos años había preguntado a numerosos magos y alquimistas, y nadie pudo desentrañar su secretos. A veces dio con sabios e historiadores que le contaban retazos de las aventuras de Lucius, pero la intriga continuó siempre, y algo en su interior sabía que el círculo no se cerraría hasta que supiese lo que había pasado en aquella gruta llena de tesoros y magia.

Victoriosos - Las Cavernas del Terror

Una sonrisa iluminó su rostro más que la luz y el calor del fuego. Edna, quien recogía la copa vacía de vino, sabía lo que significaba. El Señor saldría pronto a otra de sus aventuras.


Si crees que Caric volverá con nuevos tesoros y con la verdad de la Vara de Lucius de sus aventuras, sigue leyendo este blog.

Si crees que, por el contrario, no regresará y su nombre se olvidará como los de tantos otros aventureros, en los caminos embarrados de la Historia, entonces, quizás deberías leer de nuevo Las Cavernas del Terror.


Bonus: el índice de seres y monstruos del Primer Libro, el volumen que narra las hazañas de Caric y Landon en Las Cavernas del Terror.

Monstruos - Las Cavernas del Terror