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El Retorno de Sandman, los mundos no creados

~ Un blog sobre el mundo del rol, el cómic y la fantasía.

El Retorno de Sandman, los mundos no creados

Publicaciones de la categoría: Relatos

Laberintos, relato corto de la Singularidad

30 Domingo Dic 2012

Posted by Francisco in Relatos

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Los Señores de la Singularidad se arremolinaban impacientes en los rincones de los circuitos, discos y fibras que ahora soportaban su esencia.

Como era de esperar, la Singularidad llegó de la mano de los poderosos, y a su imagen y semejanza, remodeló el mundo para garantizar que en esta nueva etapa nada cambiase.

Señores de las finanzas y la industria, que ahora no eran sino bits y qbits en inmensas máquinas que al ser humano le parecían casi alienígenas, regían el mundo y el sistema solar elevando proyectos incognoscibles y trazando sus designios eternos, mientras el resto de la Humanidad padecía su indiferencia o sus intrusiones.

De cuando en cuando, alguno de estos llamados Señores de la Singularidad enfocaba su poderosa mente en lo que quedaba de la Humanidad, en quienes habían sobrevivido a sus proyectos, para cualquier designio.

Como un ser superior que contemplaba un hormiguero, los Señores de la Singularidad no habían sido muy cuidadosos con quienes fueron sus congéneres. Países enteros habían sido cargados en poderosas máquinas de computronium, ecosistemas completos habían sido remodelados, y millones de personas habían muerto de hambre cuando sus cuerpos, privados de sus mentes que ahora formaban parte de juegos alienígenas, perecieron.

El nuevo proyecto de Sigmar, así se hacía llamar este señor de la singularidad, había atraído la atención del resto de los suyos. Quería saber si la mente de un humano corriente, de los de antes, podría soportar la carga de toda una Singularidad.

Evidentemente sabía la respuesta, y el “proyecto” era más una excusa que una auténtica apuesta científica. Las diversión y la sangre estaban garantizados.

Colosales máquinas que ahora formaban parte del conjunto que era Sigmar, como células de un cuerpo que se extendía más allá del sistema solar, comenzaron a elevar el cuerpo del elegido para tal prueba.

Un humano corriente, pero según el señor singular, quizás el más inteligente de todos los humanos. Una ameba, desde luego, en comparación a él y a la centena de otros señores, pero una ameba más lista que las otras.

En picosegundos, las máquinas cuánticas enchufaron el cerebro del hombre a la Singularidad, y todo fue volcado en su interior. Los Cien Señores se adentraron en la mente del humano, deseando contemplar con sus mil sentidos la apóptosis de un cerebro así.

El cerebro era mucho más complejo de lo que pensaban, no ya en su estructura, aunque detectaron diversas enfermedades mentales como obsesión compulsiva, psicopatía y autismo, de base biológica, sino en la estructura cuántica de la propia mente.

Al parecer, el hombre había pasado décadas en su mundo de ensoñaciones, y había creado mundos increíbles en su interior. Su mente contenía universos.

A medida que los señores se iban adentrando en las capas de la mente del hombre, más y más paisajes oníricos les salían al paso, tan grandes e inmensos, que debían dedicar más y más segundos de computación para abarcarlos, y éstos, en lugar de rendirse y dejarse comprender, cambiaban y se adaptaban haciéndose más grandes.

Y tras cada nivel, uno nuevo repleto de mundos y universos inabarcables.

Los segundos de computación del computronium se convirtieron en horas, y las horas ne días, y los días en años, mientras que los Señores de la Singularidad trataban de abarcar aquella inmensidad construida y, como jugadores de realidad virtual cuyas mentes se enganchan al juego olvidando la existencia de sus cuerpos, dejaron transcurrir las décadas sin apenas darse cuenta, manteniendo vivo al humano para no perder aquella basta fuente de diversidad.

Al cabo, pasado quizás casi un siglo para el hombre, pero milenios y millones de años para las máquinas, todo terminó.

Las máquinas que sostenían el cuerpo del hombre se apagaron, y sus amarres y sondas cedieron. Vacilante, sostenido sólo por las máquinas, el oscuro hombre se incorporo, y sus ojos mirando a su alrededor.

La ciudad de máquinas se extendía hasta el horizonte, y allí, entre circuitos, qchips y discos cuánticos, los Cien Señores de la Singularidad le miraban aterrorizados, pues ahora formaban parte de él, y él era su señor.

No debes confiar en nadie

03 Viernes Ago 2012

Posted by Francisco in Black Hammer, Relatos

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“No puedes confiar en nadie”

 

¡Aaaaarrrggg!, gritó para sus adentros Kreiser Nan.

La tinta de la aguja goteaba sobre la piel cetrina, dibujando ríos escarlata sobre el brazo del noble. Daba la sensación de que estuviesen cortando la carne del hombre con un cuchillo e hilos de sangre se escurriesen por el antebrazo.

Kreiser sentía los pinchazos a pesar de haber ingerido bayas azules de Arcorendra, de las que se decía aumentaban la resistencia y disminuían la sensación de dolor. No puedes confiar en nadie, se dijo a si mismo. Kreiser estaba molesto porque había pagado un buen puñado de adrianos de oro al mercader. Ese malnacido le había prometido que después de comerse una de sus bayas no sentiría ni la dentellada de un perro.

Apretó los dientes con fuerza ante una nueva punzada para no gritar.

Tendría que hacerle una visita al vendedor para que probase la efectividad de sus propias bayas mientras los déveres se comían sus tripas.

Sentía el pigmento palpitar bajo su piel. Aquello no era tinta  corriente. Los maestros arbóreos la mezclaban con sabia de la planta hechidora, dotando a la tinta de propiedades especiales. El tatuaje marcaba para toda la vida a su propietario. Había criaturas que detectaban la sustancia bajo la piel, como el guardián del palacio o los dragómadas. La manera en que lo hacían era un misterio, pero la olfateaban como un sabueso el rastro de una presa.  Desde ahora, jamás se podría esconder de ellos.

Obtener el tinte no era una tarea sencilla. La mezcla debía ser exacta. No era igual que mezclar aceite y vinagre y agitar. Un exceso de tinta o un exceso de sabia y la mezcla podía volverse peligrosa. La tinta envenenaba la piel y la carne bajo ella hasta llegar a causar la muerte, o peor aún, podría atraer a “cosas” contra su portador.

Muchos ladronzuelos trataban de imitarlo para adentrarse en los aposentos de los Isir. Cuando creían haberlo conseguido se percataban de su fracaso al sentir el frío acero oxidado del guardián del palacio clavándose en sus carnes.

Un nuevo pinchazo le laceró la carne. – ¡Hijo de un troll!- maldijo Kreiser al recordar de nuevo al mercader que le había vendido las bayas.

El dibujo bajo la piel ya estaba casi completo, una brújula con la flecha señalando hacia el sur, la ubicación de la Casa Isir. La marca no se apreciaría correctamente hasta que no sanasen las heridas provocadas en el proceso. En una semana, el magnífico tatuaje adornaría su brazo. Pero no era la función estética lo que más ansiaba Kreiser, sino la función simbólica, lo que representaba. El tatuaje era el punto final a sus ambiciones. Gracias a esa huella en su piel tendría acceso al Círculo Isir.

Sólo los diez hombres más ricos de Sheesa lo poseían. Y Kreiser era ya uno de ellos.

 

Presentía que hoy iba a ser un gran día. No por el nombramiento, que ya de por si era suficiente razón, sino porque lo sentía. Notaba que era uno de esos días en los que se levantaba rebosante de energía, con la fortuna completamente de su parte. En días como ése, los negocios se cerraban solos, y el dinero entraba a espuertas en su bolsillo. Tenía que aprovecharlo, porque no eran frecuentes. No es que Kreiser fuese un hombre supersticioso, todo lo contrario. A diferencia del resto de sus hermanos Isir no dejaba que las supersticiones influyesen en sus negocios. Él, por ejemplo, era capaz de hacer tratos los días de luna llena, algo totalmente inconcebible para los demás comerciantes. Anteponía la lógica a las cábalas, sin embargo en días como ese se dejaba llevar por las sensaciones. Y no le había ido tan mal considerando la fortuna que había conseguido acumular, pensó.

La fortuna de Kreiser Nan se había forjado a través de incontables tratos con los dragómadas. Pagaba generosas sumas de dinero a los viajeros para que le trajesen del exterior cualquier producto que escaseara en Sheesa. Después él los vendía al doble o el triple de su valor, y algunas veces hasta por diez veces su precio, como aquellos rollos de pergamino que le compraron por más de cinco mil monedas de oro. Pero nada comparado a los beneficios de su última adquisición, la que le había dado el empujón definitivo a su fortuna e incrementado sus beneficios hasta los límites que marcaba el Círculo Isir.

Su riqueza le había permitido comprar dentro y fuera de la ciudad todo lo que había querido. Joyas, casas, mujeres … sí, había sido muy rico y hecho todo lo que había deseado. Mas ahora, como miembro del consejo podría decidir el destino de toda la ciudad. Las tasas de los mercaderes, los impuestos a los ciudadanos, las condenas de los que incumplían las leyes. Auténtico poder.

Sí, Kreiser cumplía con el patrón de todo comerciante Isir. Sus ambiciones no tenían límites. Las malas lenguas decían que era capaz de todo por dinero y que había vendido a su mujer a un dragómada por una fortuna, pero lo cierto es que solo le habían dado diez mil adrianos de oro por ella, para nada una fortuna.

Sí, era capaz de todo.

-Ya está – la voz del maestro le despertó de sus ensoñaciones.

Kreiser destensó los músculos, y dejó escapar un gemido de dolor. Los ayudantes del maestro le vendaron con cuidado el brazo, mientras se secaba el sudor de su incipiente calva.

Se cubrió, no sin problemas, con la túnica dorada. La vestimenta era de corte sencillo, y le quedaba algo larga, le arrastraría al caminar. Tras su aparente simpleza, se escondía una prenda fina y delicada, tejida en seda natural, que contaba con una hilera de cristales de baritina que ribeteaban los puños y el cuello. Un broche en forma de moneda de oro adornaba el pecho y un cinturón de  cuero marrón la ajustaba a la figura del portador.

Liberado de la tensión, Kresier volcó su atención a lo que le rodeaba. El salón principal del Palacio Isir estaba repleto de gente, aguardando a que finalizaran con el ritual. Todos los miembros del Círculo Isir estaban presentes, expectantes.

La opulenta sala asombraba a todo aquel que la contemplaba por primera vez. Acumulaba tanta riqueza que con su contenido se habría podido levantar una ciudad entera. Tapices que narraban la historia de Sheesa; lámparas de baritina de las minas del exterior; alfombras tejidas en las ciudades arbóreas; mesas de roble traídas de las ciudades élficas; azulejos del reino enano de Mithril; plumas de las águilas libres; incluso había lo que parecían ser escamas de un dragón negro.

Sobre una alargada mesa, abundante comida como para alimentar a todos los hambrientos de Sheesa: venado especiado, pollo con hidromiel, cordero con pimiento, lubina de Orcasis, botellas con licores afrutados, dulces cocinados por los mejores artesanos.

Y aderezando el ritual un cuarteto de músicos que deleitaban con sus instrumentos a los asistentes.

Kreiser debía reconocer que a la hora de celebrar un festín, los Isir no tenían rival.

Y todo ello en su honor, pensó lleno de regocijo.

 

Uno a uno le fueron saludando, la flor y nata de la ciudad. Charló con el todopoderoso Aris Madem dueño de las minas de baritina, quién le comentó su deseo de reabrir la mina enviando a los desahuciados a trabajarla. Una locura, mas si algo tenían los Isir, era que convertían los sueños en realidad. Vinus Karlo, un hombre medio ciego que tras unas gafas y un aspecto desgarbado escondía a uno de los mejores negociadores de la ciudad. Los hermanos Rem, prestamistas que se cobraban las deudas impagadas violando a las hijas de los deudores. Tham, el viejo dragómada retirado, un buen amigo que le había ayudado en sus tratos con la Caravana. Guisterlak, Fenmar, Tam… uno tras otro, el Círculo Isir al completo. Les conocía bien. En algún momento de su vida habían realizado negocios juntos. Les unía el dinero.

Muchas veces Kreiser se preguntaba si el dinero daba forma a la personalidad. En el caso de los Isir, tenía claro que no solo la moldeaba, sino que el dinero formaba parte de su esencia.

 

-Tío, Nheila está esperando … -le dijo su sobrino Haldrin, un joven alfeñique de apenas dieciséis años, el futuro heredero de la fortuna de Kreiser. – Dice  que trae para ti unos barriles de… como lo ha llamado … ¿broa?

-Brea, Haldrin, brea. Tiene muchas utilidades, ya te las enseñaré.

Kreiser vio que su sobrino tenía los ojos rojizos, propios de los fumadores de aramento. Esa droga se había puesto de moda entre los jóvenes. En los últimos años no era raro ver fumarolas púrpura saliendo de las alcantarillas e inundando las callejuelas. Los fumaderos de aramento se escondían normalmente bajo tierra, lejos de la vista de la Guardia.

-El dragómada nos espera en su habitación.

-Puede esperar. Acompáñame, un buen Isir tiene que aprender… y hoy aprenderás, que no puedes confiar en nadie.

 

Essien, un hombre corpulento de casi seis pies de altura se estaba sirviendo una copa de licor afrutado. No se podía decir que fuese gordo debido a su gran envergadura.

-Saludos Essien-dijo dirigiéndose al enorme Isir.

Essien, echaba humo como las chimeneas del palacio, fumando como era costumbre en él en su pipa tallada en marfil.

–Saludos, Lord Kreiser – dijo dando una bocanada.

-Espero que esto no nos enemiste- si a Kreiser le acababan de  tatuar el símbolo Isir, a Essien se lo acababan de borrar. Kreiser  le había arrebatado el puesto en el Círculo.

-Solo ha sido una mala racha. En breve volveré a vestir esa túnica dorada, Lord Kreiser. El invierno ha sido suave y la gente no ha necesitado comprar mantas. El año que viene cambiarán las cosas- el negocio de Essien giraba entorno a la venta de tejidos. Tenía cerca de cien ovejas de las que obtenía lana para fabricar mantas y ropas de abrigo.

-Puede que tengas razón. Todos nos hemos arropado con tus mantas en las noches frías de invierno. Aprovecho para presentarle a mi sobrino, Haldrin. En unos años heredará mi fortuna.

-Esperemos que para cuando llegue ese momento aún la conserves- comentó maliciosamente Essien echándole el humo a la cara.

-Así sea- zanjó Kresier evitando cualquier enfrentamiento.

 

-Pero para que veas que no deseo nuestra enemistad, ven, acompáñame, y te mostraré uno de los secretos de mi riqueza.

Essien le miró algo perplejo. Los negocios de Kresier Nan eran un completo secreto entre los Isir. Aris Madem tenía sus joyas, los hermanos Rem sus préstamos …  pero Kresier no tenía nada. Al menos nada que conociesen sus rivales.

-De acuerdo-dijo titubeante Essien. – Muéstramelo.

Essien seguía a Kresier echando  bocanadas de humo. Y tras él su sobrino Haldrin. Dejaron el salón principal y recorrieron  los intrincados pasadizos del palacio, evitando cruzarse con el guardián. A Kresier le ponía los pelos de punta y más ahora que, por culpa del tatuaje, podía olerle desde más de mil pies. No entendía como el Circulo Isir aun conservaba a una criatura como esa. No era humana, no tenía cerebro y no era manipulable, y eso no le gustaba a Kresier.

Ascendieron en silencio por una estrecha escalera de caracol, iluminada por antorchas. Los nobles Isir arrastraban las túnicas doradas sobre los gastados escalones, ciento veintitrés peldaños que provocaron que los tres hombres se detuviesen a recobrar el aliento al llegar a lo alto.

Cruzaron bajo el umbral de la puerta y salieron al exterior. El balcón se asomaba a la ciudad desde lo alto. Sobre ellos, una noche casi sin estrellas envolvía la ciudad, tan solo la luna, una rendija en el cielo que dejaba escapar haces color añil, destacaba en el firmamento. A su lado, las restantes torres hermanas del palacio Isir, diez alfileres que agujereaban la noche cerrada. A los pies, el laberíntico palacio, el río que serpenteaba enroscándose en la ciudad y las callejuelas sumidas en el silencio. Y más allá los hermosos invernaderos de sus rivales, relucientes como perlas plateadas en la noche.

Desde el balcón, un puente de piedra se arqueaba sobre la calle hasta alcanzar la torre situada enfrente. Las calles de los nobles, así llamaban a esos puentes los ciudadanos normales. Algunos nobles de Sheesa no descendían jamás al suelo. Enviaban a sus siervos a realizar recados y a comprar los productos de primera necesidad. Su vida transcurría en las alturas, de torre en torre, lejos de la miseria que asolaba los bajos fondos de la ciudad.

A pesar de ser noche cerrada el puente estaba bien iluminado.  A mitad del mismo, un caldero en el que ardían rabiosamente unos maderos alumbraba el camino. Las llamas se levantaban varios palmos emitiendo una luz cálida que alejaba la oscuridad.

Kreiser Nan cruzó el puente y Essien le siguió. Haldrin se quedó en el balcón, esperando las órdenes de su tío.

-¿Dónde se esconde tu secreto? Empiezo a cansarme de tanto misterio- comentó molesto Essien.

-Ya hemos llegado. Levanta la vista- dijo Kreiser señalando sobre sus cabezas.

Atravesando las sombras, unas hebras doradas de varios centímetros de grosor unían las dos torres por diversos puntos. Algunas hebras se conectaban con el puente y otras se entrecruzaban entre sí. Essien, experto en todo tipo de tejidos no reconoció el material del que estaban hechas.

-¿Qué clase de tela es? – preguntó. – Parece seda como la que visten los dragómadas, pero nunca había visto algo semejante. ¿De dónde procede?

Kreiser le señaló un punto en medio del entramado de hebras doradas, arriba, perdido en medio de la oscuridad y Essien enmudeció, y sus ojos se desorbitaron al contemplar al artífice del sorprendente tejido.

Vistas desde el ángulo correcto las hebras formaban un preciosista dibujo geométrico. Y en medio del mosaico, su arquitecto, una araña.

Ésta no era como las arañas que empleaban las sombras para obtener venenos. Era una araña con la piel quitinosa, dura, capaz de resistir el filo de una espada. Tenía el abdomen alargado, color azabache brillante, que despedía destellos cuando la luz de las antorchas incidía sobre su piel. Manchas doradas adornaban su cuerpo negro, como estrellas ígneas en el firmamento.

Y  tenía un tamaño cien veces mayor que el de las arañas corrientes.

No, no era una araña normal.

-Eso es … -trató de decir Essien.

-Una araña de tela dorada – completó la frase Kreiser. La llaman así porque vista contra el sol, la tela parece hecha de oro.

Las hebras doradas se entrelazaban y componían la majestuosa tela. Una tela de araña de un tamaño nunca visto, y la araña permanecía detenida en el dentro de la tela, inmóvil como una gárgola. Sobre su piel se reflejaban las llamas del caldero.

-¿Y de dónde ha salido un monstruo como ese?

-La trajeron los dragómadas hace ya un año. Lógicamente, cuando llegó en la caravana no era más que un huevo… ha crecido bastante rápido, aunque aún no ha alcanzado el estado adulto. Procede de los bosques de Suh-Sulken, la ciudad élfica y es un ejemplar excepcional. Cuando crezca será tan grande como un elefante de los que hablan las leyendas.

La araña se movió ligeramente, levantando sus dos patas delanteras y abrió y cerró sus quelíceros. Resultaba difícil saber si les estaba mirando tras los cuatro pares de ojos sin brillo.

El corpulento hombre retrocedió hacia el balcón, donde aguardaba el joven Haldrin, con el rostro pálido y los ojos rojizos a causa del aramento.

-Tranquilo, no es nada agresiva – trató de tranquilizarle Kreiser. – Sólo ataca si se la molesta.

En respuesta a esas palabras, la araña volvió a posar sus patas delanteras.

-¿Y cómo tolera esto el Consejo?-preguntó Essien.

-He informado al consejo de su presencia, y la han aceptado.

-¿Los has …?

-¿Sobornado? – dijo sin permitir que Essien terminara la frase.-Sobornado. Es una palabra muy dura. A mi me gusta decir más que hemos llegado a un entendimiento. Ellos ven las ventajas de esta araña, y yo veo las ventajas de que ellos las vean … solo hemos llegado a un acuerdo. Además, he prometido que no causará problemas. Si no, los dioscuros la habrían eliminado ya. Además, es impresionante lo que ha construido esta criatura. No te has fijado pero desde el suelo, la tela de araña parece el paño tejido por una diosa en el cielo.

-Pero que tiene que ver esto con tu éxito. No es más que una mascota …repulsiva, pero una mascota. ¿Cómo puede haberte ayudado a enriquecerte?

-Acércate más, te lo mostraré- dijo y se acercó a la telaraña.-Te mostraré mi secreto – e hizo una pausa para dotar de mayor secretismo a sus palabras. – La tela de esta araña está hecha de un material muy resistente. Hemos comprobado que es más resistente que el acero y además muy flexible. Fabricamos armaduras para los guerreros. Cotas de tela de araña las llamamos. Los dragómadas nos pagan enormes cantidades por cada armadura. Las flechas no son capaces de perforarlas, las garras de los déveres son inútiles contra ellas. Son ligeras y te permiten correr y nadar con ellas. Y además, la tela de araña ayuda a cicatrizar heridas. Valen lo que cuestan. Pero ven, te lo demostraré.

Kreiser extrajo una pequeña daga de una funda oculta en su túnica y trató de cortar una hebra. Cortaba y cortaba pero la tela no se rasgaba.

-El problema es que la araña no puede producir mucha cantidad y la cantidad para producir una cota es demasiado grande. Esta misma mañana hemos hecho una armadura. ¿No crees que pueda ser tan resistente? Mira, compruébalo tu mismo, no hay truco alguno. Trata de romperlo con esta daga, o con las manos. Tira todo lo que quieras que no cederá.

Essien, desconfiado agarró una de las hebras y tiró hacia abajo. El filamento cedió pero no se quebró. Repitió el proceso tirando hacia él,  y a pesar de la fuerza con la que lo hizo el resultado fue el mismo. Convencido, trató de soltar las hebras pero no pudo. Se había quedado pegado.

-Qué…

-Perdona, olvidé comentarte este inconveniente. Eso y que cada vez que retiramos la tela de araña para fabricar una armadura la araña la reconstruye inmediatamente. El esfuerzo la deja exhausta, y necesita comer para no morir presa del agotamiento.

Essien se debatía por soltarse, tirando de la cuerda. Soltó la pipa que sujetaba con la otra mano y está repiqueteó contra el puente. Con la mano ya libre agarró de la hebra intentando tirar de ella y  esta quedó también adherida a la tela.

-Maldito…

La araña, como accionada por un resorte recorría la tela zigzagueando hacia la parte inferior de la tela, buscando curiosa la causa de las vibraciones.

Vista de lejos parecía grande, pero a medida que se acercaba su verdadero tamaño quedaba patente.

Essien miró a Kreiser, esperando que lo liberara. El rostro de Kreiser le observaba impasible. Una sonrisa parecía asomar en la comisura de sus labios. Tras él, su sobrino miraba con espanto la escena.

El Isir prisionero forcejeó aún más, presa del pánico y comenzó a chillar. Los tirones eran cada vez mas desesperados.

Esto agitó aun más el hilo al que estaba adherido.

-Kreiser… suéltame… – suplicaba. – Kreiser… por Adrient… te daré todo lo que me pidas… – las facciones del corpulento hombre estaban desencajadas por el terror.

La araña se cernía ya sobre Essien, igual que las nubes lo hacían sobre la luna. Se situó sobre el hombre que chillaba como un cerdo en el matadero.

Desde la oscuridad Haldrin pudo contemplar como Essien se había orinado encima y un reguero corría sobre el puente, resbalando sobre la piedra granítica y cayendo por el borde.

La araña alcanzó a Essien, que giró la cabeza intentando proteger el rostro. Tanteó con sus patas el punto donde estaba unido el hombre a la telaraña y en un rápido movimiento le clavó los quelíceros en uno de los brazos. Entonces se retiró unos metros.

-¡Kreiser, libérame y te lo daré todo, todo! Me iré de la ciudad si así lo d… de… – la lengua se le empezaba a dormir. El veneno había empezado a hacer efecto.

Con sorprendente facilidad, la araña se situó sobre Essien y comenzó a girar el cuerpo del hombre que se debatía débilmente y lo envolvió con el filamento que surgía de su abdomen. Parecía una costurera enroscando su particular ovillo.

Sujetó en primer lugar los brazos del hombre contra al cuerpo para facilitar su trabajo. Las ocho patas trabajaban metódicamente.

-Olvidé comentarte que las arañas de tela dorada, no matan a sus presas. Las mantienen con vida envueltas en su ovillo para devorarla cuando se les antoja. Puede que te tenga así un día, o dos … o quizá solo unas horas. Espero que no se te haga muy larga la espera.

-Kreiser por Adrient…ayud… -la seda amordazó a Essien. Con un par de giros mas, medio rostro estaba ya tapado. Sólo quedaban a la vista los ojos sumidos en el horror, implorando piedad.

El sobrino retrocedió sumiéndose en las sombras, como si la oscuridad pudiese protegerle de lo que estaba contemplando.

-Adiós Essien. Si te sirve de consuelo no tengo nada contra ti. Vámonos- le dijo a su sobrino mientras recogía la pipa que había dejado caer el comerciante.

Sobrino y tío dieron la espalda a cazador y presa. Tras ellos, la araña amortajaba con su tela a su víctima a la luz del fuego.

 

Ya en el interior de la torre Kreiser caminaba de vuelta al salón principal. El tatuaje le palpitaba con más fuerza que antes. Descendían la escalera en espiral, seguidos por las sombras danzantes que las antorchas proyectaban contra los muros de piedra. Haldrin parecía inquieto.

-¿Por qué lo has hecho tío? Su familia hará preguntas, su desaparición levantará sospechas. Si la guardia descubre su cuerpo vendrán por nosotros- pronunció tímidamente, tratando de seguir los pasos rápidos de su tío.

-Tranquilo Haldrin, en dos días no habrá cuerpo, por muy grande que sea el cuerpo de Essien. Nuestra amiga de ocho patas, hará el trabajo sucio. Ni siquiera las sombras de Serrent podrán encontrar una sola evidencia de lo sucedido. He visto a esa criatura hacer desaparecer el cuerpo de una oveja en unas horas…

-¿Pero por qué? – le insistió de nuevo el joven.

-Somos Isir. Y él también lo era. Está en nuestra sangre. Jugamos a este juego desde antes de la fundación de esta ciudad. Has entrado en el mundo de los adultos, ya no estás en uno de esos juegos de niños en las que os mentís y engañáis por un pedazo de tarta. Lo que está en juego son fortunas y vidas. Essien ha pagado con la suya. De no haber tomado la iniciativa el que podría estar en esa telaraña sería yo. Me ha costado mucho llegar hasta este puesto. No quiero cerca a ningún hombre rencoroso que en un momento de descuido me dé una puñalada por la espalda.

-Entiendo.

-No, no lo entiendes pero lo harás. Si te sirve de consuelo se lo tenía bien merecido. Ese hombre ha contratado matones para amedrentar a sus rivales. Han incendiado comercios, robado mercancías, atemorizado familias enteras…a saber cuantos huesos han roto esos bestias para su amo. No lo olvides, somos Isir y somos capaces de cualquier cosa por un puñado de monedas de oro. Recuerda esto. Házselo tú a tus enemigos antes de que te lo hagan ellos a ti.

Haldrin guardó silencio, meditando las palabras de su tío.

-Bien, volvamos a la fiesta. Tenemos mucho que celebrar.

-Si tío – dijo tratando de olvidar la escena sucedida momentos antes- por fin perteneces al Circulo Isir, eres uno de los diez hombres mas ricos de la ciudad.

-Si, mucho que celebrar … – dijo pensativo Kreiser- soy la décima persona más rica de Sheesa. ¡Ahora solo tengo que matar a nueve personas más! – dijo sarcásticamente Kreiser.

-Lo dices en serio, ¿tío?

Obtuvo el silencio por respuesta.

-Espero que hayas aprendido la lección – continuó Kreiser  mientras examinaba la pipa que le había arrebatado a Essien.

-Si tío.

-No puedes confiar en nadie. En nadie. Ese estúpido de Essien lo hizo en mí y ahora es comida para arañas. Nunca, nunca, descuides tu espalda. Anticípate a tus rivales. Piensa lo impensabl… Aaaarrgggg …qué…-las palabras se escaparon de la boca de Kreiser sin emitir sonido.

El puñal salía a través de la tripa del noble Isir empapado en su sangre. La túnica dorada cambiaba del color dorado al púrpura a borbotones. La vida se le escurría por la herida. Y tras él, su sobrino, empuñando el arma mortal. Su heredero. Un Isir.

-Pe…p…-tartamudeaba mientras un hilo de sangre le salía por la comisura de los labios, y los ojos perdían toda expresión.

-Si, tío, he aprendido la lección- le susurró al oído mientras extraía el puñal y se lo clavaba una y otra vez en la espalda.- No puedes confiar en nadie…

Por Jose Carlos Agenjo

Hogueras en la oscuridad – historias de NasurNaga Despeir

24 Domingo Jun 2012

Posted by Francisco in Black Hammer, Relatos

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Seraptrion observaba orgulloso el fuego desde uno de los diez balcones principales.

Bajo él, el abismo que conducía a las profundidades y a la Plaga se abría albergando la plataforma de ceremonias y sacrificios, el que muchos describirían como el más importante punto de NasurNaga.

Rodándolo, las otras nueve principales familias observaban desde púlpitos similares, y la inmensa multitud de las casas menores se arracimaban en el los balcones inferiores y las barandillas de protección. No sería la primera vez que uno de los ciudadanos menores caía al abismo, al resbalar, o ser empujado inintencionadamente por el calor de la emoción.

Tampoco la primera vez que alguien aprovecha la ocasión para librarse de un molesto rival, o un jurado enemigo.

Seraptrion era consciente de que los balcones habían visto tanta sangre, traición y asesinatos como cualquier otro lugar de la ciudad de los elfos oscuros.

Bajando la vista, pudo ver a pesar de la oscuridad cómo la plataforma se extendía encima del abismo, sostenida por tres enormes puentes de roca negra y acero, a los que se accedía desde las entrañas de la misma roca, por un laberinto de pasillos accesibles sólo a unos pocos.

En el centro de la plataforma, altares de sacrificios manchado de rojo y sangre por los miles de sacrificios que la ciudad llevaba haciendo durante los últimos mil años. La Plaga acechaba al rededor de la ciudad, y sólo los sacrificios adecuados la mantenían a raya.

O al menos eso creía su raza. los Kaeremitas eran de otra opinión, pero no solían compartirla mucho con ellos. el sólo pensar en esos terribles devoradores de cerebros hacía que un escalofrío recorriese su mente. a pesar de pertenecer a una de las razas más crueles que han existido nunca en el mundo de Black Hammer, antes, y después de la Plaga. A pesar de estar habituado a la traición, el asesinado, las guerras tribales, la tortura y cualquier tipo de horror y crueldad, Seraptrion nunca se acostumbraría a compartir su hogar con los Terribles.

Pudo ver uno o dos de esos demonios entre las filas de elfos menores, aunque nunca solían acudir a los sacrificios, ésta ceremonia era especial. El elfo oscuro los distinguía fácilmente por el espacio a su alrededor que creaban los demás elfos al apartarse de ellos.

A pesar de que el cerebro de los elfos oscuros era venenoso para los Terribles, pocos miembros de esta raza querían tener nada que ver con ellos, y sólo pactos secretos en los que se intercambiaba información, o esclavos, por servicios de naturaleza casi tan incomprensible como los poderes mentales de los kaeremitas, hacían que alguna vez entrasen en contacto.

Durante cientos de años los elfos oscuros habían alimentado a los Terribles con esclavos criados en sus corrales de cría, a cambio de la participación de éstos en las vendettas personales de las familias élficas. La llegada de las caravanas había supuesto un cambio en esta política de equilibrio y contraprestaciones.

Los Terribles ahora podían comprar alimentos y víctimas en otras ciudades, lo que no dejaba de inquietar a Seraptrion. ¿qué harían los kaeremitas si ya no necesitaban a los elfos oscuros algún día?

Por suerte, los dragómadas venían muy de cuando en cuando, los kaeremitas poseían unos apetitos terribles e insaciables que sólo sus familias podían alimentar. Por ahora.

Seraptrion se preguntaba si los kaeremitas sentirían la misma aversión hacia ellos. Nunca ninguno de los terribles lo reconocería, pero el apelativo de Los Oscuros que había oído varias veces a alguno de esos demonios, refiriéndose a la raza élfica, podía ser un indicativo de que el miedo era mutuo.

Sus propios hermanos y hermanas no eran precisamente un dechado de bondades, ni estaban indefensos.

Otra consecuencia de la llegada de los dragómadas había sido que algunos miembros de sus razas habían partido fuera. Los kaeremitas, en pos de presas nuevas, quizás con la esperanza de encontrar un enclave de desolladores mentales, primos lejanos y cuyo cerebro es el mayor manjar que uno de los Terribles puede devorar.

Seraptrion sólo había visto emocionarse a un kaeremita, rompiendo su aparente calma perenne, al hablar de la posibilidad de degustar ese apetitoso manjar.

Por él recorrían Black Hammer de ciudad en ciudad. Sólo los dioses oscuros sabían qué terror sentirían los miembros de esas ciudades cuando uno de los Terribles arribase a sus hogares.

De la misma, forma, extraños extranjeros recorrían las calles de NasurNaga, Despeir, para los kaeremitas. Invitados por las familias, o aventureros solitarios, llegaban, caravana tras caravana.

Sus extraños poderes les hacían en ocasiones valiosos, en otras, víctimas propiciatorias.

La propia familia de Seraptrion había llegado a un acuerdo con otra ciudad, y un pequeño equipo de algo que llamaban alquimistas vitriales y magos arbóreos trabajaban en conjunto con los artesanos de su familia para encontrar nuevos usos a los hongos y líquenes de la ciudad.

Un secreto que sólo unos pocos conocían, pero que, no le cabía la menor duda, se repetía en cada una de las grandes familias y en muchas de las pequeñas que podían permitírselo.

Los extranjeros hollaban el hogar milenario de los elfos oscuros, y estaban convirtiendo sus intrigas en algo aún más extraño.

La música redobló su rítmico sonido, y las hogueras se reavivaron desprendiendo el olor acre de los líquenes que las alimentaban. El humo ascendió, y mientras lo seguía alzarse con su mirada, Seraptrion pudo ver las impresionantes líneas de la ciudad elevarse en la caverna principal, allí donde las torres oscuras se iluminaban sólo por los ventanales y balcones, que mostraban la magia familiar que daba luz a las salas donde conspiraban los elfos oscuros.

Allí, en las habitaciones privadas, en los salones, en las mazmorras y laboratorios, su raza seguía conspirando como si nada hubiese cambiado en los últimos dos mil años. Como si la Plaga no hubiese destruido su mundo.

Allí, en sus torres y barracones, los elfos oscuros podían aparentar que no eran prisioneros de algo mucho más terrorífico que ellos mismos.

Los pasos de los esclavos atrajeron de nuevo su mente hacia abajo, y Seraptrion  pudo ver cómo la plataforma se llenaba de hileras de esclavos hipnotizados por los Terribles. Silenciosos, caminaban en perfecto orden.

El propio asistente personal de Seraptrion, Netterial una fabulosa hembra humana, estaba entre ellos, su mejor criada, su más fiel servidora. Alguien a quien casi podría decirse que había cogido algo de cariño, si tal palabra existiese en NarsurNaga.

Sus ojos podían verle allí abajo, altivo y orgulloso.

También pudo ver cómo se iba acercando a la pira, y cómo delante de él, esclavos y sirvientes, y algún extranjero, se arrojaban a las llamas para despertar de su trance y morir gritando. Sus alaridos llenaban esa noche la ciudad.

Los elfos oscuros apenas se planteaban cuestiones morales o sentimentales, pero si alguno lo hiciese, siempre existía la permanente presencia de la Plaga que acechaba la ciudad desde todas direcciones, para eliminar esos pensamientos.

Los sacrificios eran el único impedimento para que La Plaga entrase en la ciudad. Y el día que lo hiciese, ni los Terribles ni los Oscuros ni todos sus poderes, esclavos y aliados, podrían evitar el más terrible de los destinos.

Seraptrion volvió a centrase en la escena mientras Netterial se arrojaba a las llamas.

El elfo oscuro tardaría varias noches en olvidar sus gritos y la mirada de terror e incomprensión en sus ojos.

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Los Tres Reyes Magos

07 Sábado Ene 2012

Posted by Francisco in Relatos

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“Los Tres Reyes Magos” es una ayuda ambiental para cualquier juego medieval fantástico, pero el concepto puede adaptarse a cualquier juego. Es fácil imaginarse estos PNJ´s en juegos como Vampiro, Shadowrun, Guerras Eternas, Ichar.

En principio pensé adaptarlo a Black Hammer, pero la naturaleza de este juego impide desarrollar la idea de un modo amplio, y restringiría demasiado el concepto.

Así que me decidió por hacer una ayuda libre. Espero que os guste.

Los Tres Reyes Magos 

Una vez al año los ciudadanos de todas partes del mundo atrancan sus puertas y ventanas, y pasan la noche escondidos rezando sus plegarias a los dioses a los que adoran o teman.

Esa noche, un inmenso y milenario mal se levanta para recorrer el mundo y sembrar el mal en las casa de aquellos escogidos.

Los designios que guían su mano son desconocidos, y sus criterios de selección de las víctimas incomprensibles. No se ha detectado ningún patrón, ninguna preferencia ni ninguna causa visible que determine quien puede ser el próximo.

Sólo se sabe que nadie está a salvo. Ni los reyes, ni el campesino más pobre, ni el mago más terrible. Todos ellos han sido víctimas durante más de dos mil años de este mal que despierta una vez al año.

Este mal es conocido como, los Tres Reyes Magos.

Cada año, los tres reyes salen de sus castillos, siguiendo una estrella roja visible sólo esa noche del año, y reparten daño y pena por el mundo.

A veces se llevan a los niños de una familia, en ocasiones, familias enteras. Se han dado casos en los que los que popularmente se conoce como “El Regalo de los Reyes”, incluye robar el alma de alguien, dejando su cuerpo babeante atrás, con horribles señales y marcas como prueba de su visita.

Nadie puede verlos, excepto sus víctimas, y su poderosa magia les garantiza acceso a cualquier lugar del mundo, fortaleza o  ciudad.

Los Reyes Magos son tres.

Melchor: La terrible forma oronda y mórbida de Melchor causa terror con su simple evocación. la tradición popular lo dibuja como un ser obeso, de terribles apetitos y boca inmensa, siempre riendo y enseñando a los dientes podridos.

Melchor devora almas de la misma forma que cuerpos, y granjas de seres rodean su castillo, cuidadas por esclavos y diablillos.

La noche de reyes sale de su fortaleza en una inmensa carroza arrastrada por los cadáveres de elefantes muertos.

Gaspar: Gaspar es la imagen de la misma muerte. Al contrario que su “hermano” Melchor, su esquelética figura recuerda a la de un cadáver

Gaspar porta enfermedad y muerte, y la aflicción rodea los terrenos sobre los que se asienta su castillo, que se traslada una vez cada diez años.

En la Noche de Reyes gusta de salir a lomos de un camello espectral llamado Rorfidar.

Baltasar: una sombra sin rostro, la negrura absoluta, Baltasar aparenta no tener rasgos, como si su cuerpo estuviese hecho de oscuridad, y sólo sus ropajes contuviesen su forma.

Baltasar gusta de recolectar almas de ricos y caprichosos, y en sus mazmorras, prisioneros mantenidos en semivida durante siglos atestiguan su depravación serena.

Baltasar el llevado a dar el Regalo de los Reyes por una pantera negra de ónice de tamaño descomunal.

Los Tres Reyes Magos

06 Viernes Ene 2012

Posted by Francisco in Relatos

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David se escondía bajo las sábanas mirando hacia la ventana con ojos asustados.

Las ramas del árbol parecían alargarse contra el cielo, aferrando la luna llena de esa fría noche de invierno. Pero hoy David no podía verlas.

Sus padres habían atrancado las puertas y ventanas, como cada año, y sus tíos y primos dormían juntos en el salón.

Se había convertido en una tradición familiar el reunirse en las casas de las zonas menos azotadas y compartir esa noche. Como si fuese a albergar alguna seguridad.

Tras los tablones de madera, alguna sombra sobresaltaba a su madre, quien vigilaba despierta sentada en una silla.

Su hermana pequeña, demasiado pequeña como para conocer la verdad, dormía tranquila e ignorante, pero desde hace un par de años él no. Él ya no.

Aún recuerda cómo se enteró de todo, cómo se lo contaron, y como comenzó a entender que en el mundo había algo más que juegos y diversión.

David tenía sólo 7 años, pero ya conocía lo que era el miedo.

Arriba, en la buhardilla, un crujido le sobresaltó.

– Tranquilo, David, son tus tíos. Están vigilando la calle. – Le tranquilizó su madre.

David pudo imaginarse a todos sus vecinos, escondidos en sus casas, en la misma situación. el barrio entero, la ciudad, todo el mundo, escondidos y reunidos en familia para pasar esa noche. El miedo se apoderaba de todos, y el terror era la moneda de cambio entre las familias que sabían cuál sería el destino que alguien correría en algún lugar, mientras rezaban para que no fuesen ellos.

Algunos decían haber sobrevivido, haber escapado, plantado cara.

Sus padres habían discutido acaloradamente sobre ello, su padre decía que era cierto, que si eran muchos, había una oportunidad. Su madre que eran mentirosos o locos, que nadie podría escapar, y que reunirse toda la familia no era una seguridad mayor, sólo una oportunidad de perder a toda la familia.

Pero la voz de los hombres de la familia se había impuesto.

Todo el mundo miraba por los resquicios que lo tablones de madera dejaban ver en las ventanas, los perros escondidos o sedados en los sótanos, las cortinas echadas, y el miedo adueñándose de todo.

Esa noche era la noche de Ellos. Era Noche de Reyes. Y David esperaba que no eligiesen su casa.

Eveleissar, madre del millón de mundos (2 de 2). Universo Ichar

19 Martes Jul 2011

Posted by Francisco in Ichar, Juegos de rol, Relatos

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Eveleissar, Madre del Millón de Mundos

Ella se levanta de la cama, después de una noche como la que sólo un ser de experiencia inmortal puede proporcionarte. Los reflejos de los rayos de sol que penetran la superficie, a unos cien metros por encima de las torres de Ciudad Casiopea, rielan en las paredes, dándole el aspecto multicolor que me ha despertado cada día desde que Jayimah me invitó a mudarme a su palacio de la ciudad.

Ella es mi amante, una princesa menor de una casa menor, de una ciudad más, pero a pesar de todo, un Ichar. Y aún así, creo que me ama, o me encuentra divertido. Puede que para los Ichar ambas cosas sean lo mismo, tan insondables son sus almas.

su hermoso cuerpo desnudo se para frente a un ventanal desde el que se extiende toda la ciudad, y los escasos rayos de luz que llegan a esta profundidad arrancan todos plateados de su piel.

No puedo ver su rostro, pero parece absorta contemplando la ciudad.

– ¿Puedes oírlas? – me dice sin que yo sepa a qué se refiere – ¿Puedes oír las voces que intentan doblegar mi mente mientras estamos aquí? ¿qué tratan de que entregue mi voluntad y me una a algo que desconozco, pero que me repugna?

– No puedo oír nada, Jayimah – le respondo como otras veces.

– Cada vez son más fuertes, no sé cuánto tiempo podré resistirlas, no cesan.

Contemplo con angustia cómo su poderoso cuerpo se estremece, como si un escalofrío lo recorriese, y por un segundo siento preocupación y miedo de algo que puede hacer temblar a uno de los señores de la Creación.

– ¿Por qué no nos marchamos de la ciudad y escapamos? – mi voz suena casi como un ruego, una velada súplica impotente.

– ¿Y dejar a la familia y la protección de este lugar? – me dice mientras se vuelve y, ya recompuesta, sonríe hermosa y radiante. – Hay cosas mucho peores de cualquier cosa que la ciudad y nuestros enemigos nos deparen – susurra cerca de mi cuello, casi no la he visto acercarse – déjame que te cuente la historia de Eveleissar.

“Eveleissar fue una gran guerrera de los tiempos de los ancestros, tiempos en los que solos los más antiguos de nosotros habitaban la Tierra. Los rumores susurran que sus padres fueron Lilith y Primarcar, hija primogénita de dos de los más poderosos Ichar. Imagina su poder.

Durante eones, vivió feliz y despreocupada hasta que las guerras Ichar destrozaron nuestro mundo y contempló cómo sus padres y hermanos se volvían unos contra otros a causa de tu raza, los hombres.

Incapaz de decidir qué bando debía tomar, Eveleissar huyó, perdiéndose en las profundidades del cosmos y dejando a sus padres en un combate a muerte.

Un combate qué, como sabes, destruyó la ciudad de Atlantis, exilió a mi pueblo, y fue el origen del dominio del hombre sobre este mundo.

Nada se supo de ella en los milenios subsiguientes, hasta que durante una cruzada de expansión del imperio, las legiones Ichar llegaron a un mundo muerto, iluminado por una lejana estrella moribunda y por una enana marrón que parecía estar a punto de devorarlo.

Era el mundo que Eveleissar había escogido como su hogar en el exilio.

Durante milenios, lo había transformado, impregnado, corrompido y reformado a su imagen y poder. Cara roca, cada río de metano, cada océano de cristal o mercurio, cada nube de ese gigante de roca estaba en perfecta comunión con la esencia del Ichar.

Lo peor no es que Eveleissar yaciese en sus entrañas como una madre eterna, sino que su mente había cambiado y se había expandido, transformado, hasta le punto de ser algo incognoscible e incomprensible para los Ichar que llegaron allí.

Pronto pudieron sentir, toda la legión, compuesta por diez mil Ichar y decenas de miles de esclavos y bestias de todo tipo, que algo no era natural en aquel mundo.

Fue poner un pie en él y todos eran ya un juguete en manos de Eveleissar.

Sólo podemos especular qué ocurrió a través de la recopilación de los recuerdos arrancados a los Ichar que fueron encontrados en un campo de asteroides cercanos a una marca externa. Todos vivos, pero con la memoria de los días recientes destruida. Ni un sólo esclavo o bestia con ellos, quizás Eveleissar se los quedó como juguetes, perdonando la vida de sus hermanos Ichar. Quien sabe qué pasa ahora por su mutada mente.

Fueron necesarios los esfuerzos de los mejores arcanos, de los Ichar más antiguos y de los más tenebrosos maestros de la disciplina Egho para recomponer desde su subconsciente el relato de lo sucedido durante sus lagunas de memoria.

Al parecer, Eveleissar, imagina nuestra sorpresa cuando comprendimos quién estaba detrás del suceso. Imagina nuestro asombro y nuestro temor.  Al parecer, nuestra hermana mayor había estado muy ocupada tejiendo una red de energía del Egho, nuestra disciplina mental, de tal magnitud e intensidad que atrapó a toda una legión. Su dominio de este arte debe ser aterrador, por el Creador, si hasta podría ser quien lo inventó.

Inmediatamente, toda la legión, desde el más pequeño esclavo hasta el más terrible y poderoso mariscal, seres capaces de apagar soles, amor mío. Todos ellos cayeron en un estado de ensueño artificial en el que vivían sus más terribles pesadillas, o lograban sus más oscuros anhelos.

Mundos completos subyugados, marcas y provincias asentadas en lugares tan distantes que casi podías tocar la luz e los primeros días, paisajes increíbles con torres de poder inenarrable derrumbándose con el paso del tiempo. En todos ellos, sucediendo extraños sueños, teniendo lugar los más depravados o hermosos actos.

Sueños mezclados con lo sueños de otros, sueños dentro de sueños, dentro de sueños. Uno de nuestros arcanos dice que el Ichar que examinó vivió mil vidas en pocas horas, y cada sueño de esas mil vidas, era la puerta a más vidas eternas, a más sueños, y a su vez, a más sueños y vidas.

Imagina la complejidad de esa red onírica, imagina el tejido, vibrante y casi físico, que los sueños formaron. E intenta imaginar el sentido de todo ello. Nosotros no hemos sido capaces de encontrar una explicación lógica o ilógica, a la recreación que tuvo lugar allí.

¿Qué sentido tiene, por ejemplo, hacer vivir a un padre la muerte de su hijo, desde la perspectiva de todos los presentes que los recuerdos del padre situaban en la escena, incluyendo las del propio difunto?

¿Qué sentido tiene hacerle vivir la vida del hijo? ¿Y soñar los sueños que su descendiente había soñado? ¿qué sentido le ves a hacer que un padre sueñe que en sueños su hijo deseaba matarle para heredar su poder?

Las proyecciones dicen que lo Eveleissar no buscaba nada, ni siquiera comprensión, nada que podamos entender. No les robó su poder, ni les implantó nada, ni siquiera recuerdan las vidas que soñaron.

Fuera como fuese, quizás Eveleissar logró su objetivo. Cada luna, varios Ichar desaparecen de sus ciudades. algunos rastros mágicos parecen conducir al sector donde fue localizado el mundo que habita, que es, Eveleissar. Quién sabe qué deseos pretenden cubrir yendo allí.

De la misma forma, de vez en cuando alguno de ellos es encontrado cerca de su casa, desvanecido e indefenso, sin recordar nada de lo transcurrido desde su partida.

Sus mentes aparentemente intactas, pero aterradoramente diferentes si sabes cómo mirar.”

– Amor mío, – me susurra – hay cosas ahí fuera que es mejor no llegar a conocer, y que un humano y una princesa Ichar no podrían soportar. Créeme que es mejor permanecer tras los muros protectores de tu hogar, antes que embarcarte en un camino que no sabes donde te va a llevar.

Y mientras caminaba hacia la puerta de la habitación, no cesaba de murmurar – ¿las oyes de nuevo? ¿qué querrán? ¿qué tendrán que decirme?

Y un escalofrío recorrió mi cuerpo.

autor de la imagen: Pulo

Eveleissar, madre del millón de mundos (1 de 2). Universo Ichar

18 Lunes Jul 2011

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Ayudas JdR, Ichar, Juegos de rol, Relatos

Eveleissar, madre del millón de mundos

Los seres humanos fuimos arrogantes poniendo sobre nuestros hombros el manto de reyes de la creación.

Durante siglos creímos ser señores del mundo, mas el manto que portábamos se tornó una pesada carga cuando supimos que sus antiguos propietarios esperaban ansiosos en las profundidades a recuperarlo, anhelantes de nuestra sangre y vidas.

La noche cayó sobre nosotros, rompiendo nuestra voluntad y esperanzas, y llenando nuestras almas de miedo.

La desesperanza sólo fue el final del camino al que los Ichar nos habían condenado con su vuelta. Un camino que llevaría a la extinción, de no ser por el sacrificio de quien ahora es la guía para nuestros actos, Raúl Torres.

Torres y un grupo de compañeros, al que algunos llaman sus apóstoles, sortearon las mil trampas y peligros que los Ichar les prepararon, y ayudaron a forzar una alianza con los renegados de las filas Ichar que no estaban de acuerdo con la campaña de masacres que sus hermanos habían desencadenado.

Al cabo, en una batalla que no podemos ni imaginar, pero que todos sentimos en nuestras almas mientras tenía lugar, el bando que promulgaba el respeto a los humanos resultó victorioso a costa de grandes sacrificios y de una gran pérdida por parte de Torres.

Pero la alegría que había empezado a anidar de nuevo en nuestros corazones resultó ser efímera y fugaz, como los restos de un castillo de arena que las olas y las mareas arrasan.

Pronto fuimos consciente que los nuevos Ichar que decían amarnos y respetarnos, eran en realidad como un padre severo que protege a su hijo, aunque para ello deba coartarle su libertad.

Además, los Ichar perdedores, representados por el Alto Consejo de la  Marea Negra, no iban a tolerar esta situación de tregua mucho tiempo más y, en los fríos salones repletos de oro y joyas, las traiciones ya se fraguan y pronto darán sus negros frutos.

Los hombres nos vimos así envueltos en una guerra fría que tenía lugar desde las profundas simas oceánicas hasta los fríos vacíos estelares que los Ichar llaman Marcas Externas.

Conocimos sus ciudades, y pro primera vez supimos lo insignificante de nuestros logros y lo pequeño de nuestro ingenio y poder.

Como insectos, asistimos deslumbrados a la majestuosidad desatada en las Trece Ciudades y las Marcas. Contemplamos los monumentos a la gloria del Ichar y vimos lo ínfimo de nuestra anterior vanidad.

Y sin embargo, nadie que haya conocido a los Ichar, y somos pocos los humanos que hemos sido tolerados hasta el punto de ser merecedores de su atención, sabemos que el verdadero poder de esta raza no son sus ciudades, ni las extrañas y alienígenas máquinas que llevan a la guerra y que en su día arrebataron a sus enemigos ya muertos y desaparecidos. Tampoco las armas de cristal más duras que el núcleo de un planeta, ni los ejécitos de bestias y esclavos que desencadenan sobre el Universo.

No, su auténtico poder reside en su interior. Es esa voluntad eterna e impasible que moldea la realidad domesticando las energías primordiales del universo, y algunas otras que ni siquiera son de esta realidad.

Quien conoce a un Ichar, y yo he podido hacerlo pues he amado y he sido amado por una de ellos, sabe que en el mejor de los casos, la mente humana es capaz de comprender sólo una parte de su forma de pensar, y de la voluntad que les mueve y que les sostiene durante eones.

Son la conciencia del mundo antiguo, son a nosotros lo que el continente Pangeano es a nuestros continentes. Padres y antecesores monolíticos e indomables. Son los pilares que sostienen el mundo, aunque éste ya les haya olvidado, rocas que no se doblegan ni ante el viento ni el agua de los tiempos. Son eternos, y hasta la Muerte les teme.

Pero incluso ellos temen cosas. Temen a su creador, que dicen el mismo que el nuestro.  Temen lo que desconocen, como a la terrible raza de La Religión, y se temen entre ellos.

Y uno de los más temidos es Eveleissar, la Madre del Millón de Mundos.

Permitidme que os cuente su historia.

(Continuará)

Abraxias, relatos del mundo de Ichar

07 Jueves Abr 2011

Posted by Francisco in Relatos, Rol

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Abraxias

El calor rielaba sobre el asfalto. Sobre los cielos de la ciudad brillaba una capa de color rojizo, que parecía darle a todo un color infernal.

Por la autopista no circulaba ningún automóvil, dando al paisaje seco de Zaragoza un aspecto aún más solitario.

Sin embargo, una figura sí que avanzaba lentamente por la carretera que llevaba hasta la ciudad. Sus pasos, lentos y seguros, dejaban tras de sí una huella de fuego hundida en l asfalto, y un siseo semejante al de la lava que quema la roca.

No podemos ver la figura de este extraño personaje, sólo sus pies, pues mirar hacia arriba dejaría ciego a cualquiera que osase enfrentarse al calor que desprende.

Paso a paso, el calor, y el fuego, le siguen hasta su destino.

***

Lola era camarera de un bar. Grandes ojos verdes, pelo largo, castaño claro, que caía liso sobre su espalda, recogido en una coleta. Llevaba un top negro ajustado, de tirantes, que marcaba insinuante su generoso pecho para los clientes, dejando ver la piel morena de su cintura que terminaba en una minifalda del mismo color que el top.

Se encontraba detrás de la barra, sirviendo una cerveza a un solitario jugador de máquinas recreativas. Era un cliente habitual, pero Lola jamás le había preguntado el nombre. Venía se gastaba dos mil duros en las tragaperras, y se marchaba. A ella le daba igual, y por lo visto, a él tampoco le importaba mucho en qué bar se gastaba el dinero.

A lo lejos, pudo ver cómo se perdía la pareja que acababa de abandonar el bar, doblando la esquina de la calle de enfrente. Lola les miró sin sentimiento, sabiendo que ese cariño, ese amor, ya no volvería a anidar en su corazón.

No es que fuese muy mayor, al contrario, tenía unos treinta y cinco años, pero veinte de ellos detrás de la barra. Y lo había visto y vivido todo. Se había enamorado de truhanes, había roto mil corazones, y a estas alturas podía decir que ya no volvería a sentir nada por un hombre, a parte del deseo físico que de vez en cuando la llevaba a arrastrar a un cliente hasta su coche para hacerle el amor, hasta que llegase la luz del día.

En silencio, casi con resignación, limpió con un paño las gotas de cerveza que habían caído en la barra. Cuando levantó la vista pudo ver a otro cliente, uno que jamás había pasado por ahí. Le miró a los ojos, y él le devolvió la mirada de una forma lenta y profunda. Tenía los ojos grises, como la ceniza, y unas motas rojizas le daban el aspecto de que en ellos ardían rescoldos de fuego, ascuas de una hoguera extinta, que podía avivarse de nuevo.

El desconocido levantó la mirada hacia ella y Lola supo que en otro tiempo se habría enamorado de él al primer vistazo. No es que fuese un hombre guapo, pero su mirada, y su expresión tenían un aire melancólico. Una tristeza serena que se filtraba a través de los pocos gestos que dejaba entrever.

Tenía un aire misterioso, del tipo que hacía que Lola se preguntase qué hacía allí, cuál era su pasado y a donde iba. Justo el tipo de hombres que la habían atraído cuando era más joven.

Pero ahora no era la misma que hacía cinco años, cuando se enamoró de Raúl. Él era abogado, uno famoso, y un sinvergüenza que la enamorói en una noche de borrachera con sus amigos. Entró en la taberna en una despedida de soltero, y no paró hasta que terminó consiguiendo su teléfono y una sonrisa.

La de Lola era una sonrisa triste, como quien sabe que el mismo hecho de sonreír le va a traer problemas, pero claro, ella nunca pudo evitar seguir a su corazón.

Sin embargo, cuando el ataque de los Ichar, él la dejó en Zaragoza y se marchó del país, huyendo. Y ella se quedó allí, con el corazón roto, sin preocuparse de la lluvia de muerte que caía sobre España.

Ahora, creía, estaba inmunizada, y lo único que esperaba era la llegada de la vejez, una vejez plácida, mientras intentaba ver pasar la vida, sabiendo que sólo podía aspirar a robar unos momentos de disfrute y a mantener la melancolía en el recuerdo.

– ¿Qué va a ser? – preguntó cruzándose de brazos tras la barra.

– Una cerveza fría – respondió él sin añadir nada más.

Ella se agachó detrás de la barra. Sintió la mirada del hombre en su escote y se levantó molesta por la intrusión del hombre en su intimidad.

Sin embargo, cuando volvió a mirarle a los ojos, no pudo menos que sentir algo de lástima. El desconocido no la observaba como los borracho habituales del bar, como a un objeto al que querían quitar las bragas.

Él parecía estar observándola completamente, no sólo su físico, casi parecía intrigado. No pudo reconocer ninguno de los gestos de los clientes habituales cuando la sorprendían en alguna postura comprometedora. Ni los ojos como platos, ni la boca abierta, ni la estúpida sonrisa en el rostro.

Sólo una mirada triste que no parecía dañar a nadie.

Le sirvió la cerveza, y se marchó al otro extremo de la barra donde el ludópata de las tragaperras volvía a exigir cambio para que no se le enfriase su amor.

***

Habían pasado meses, y él volvió a entrar por la puerta, sin saludar. Durante ese tiempo, había vivido entre los hombres como uno de ellos, intentando escapar de su pasado. Abraxias, tal era su nombre, había escapado hacía poco de la prisión Ichar de Condenación, donde había sido confinado por su gremio al amenazar la posición de un maestro menor.

Con la guerra civil Ichar, había podido escapar de la ciudad prisión, y había llegado aquí oculto como un hombre normal.

En ese tiempo había conocido algo que no esperaba. En los pocos meses transcurridos, Abraxias, el amo del fuego, había experimentado lo que era una llama que ni él comprendía. Cuando veía a Lola, la camarera, sentía que todo su ser temblaba, y que su alma era prisionera una vez más. Esta vez, de unos ojos verdes que le miraban fríos detrás de la barra.

Abraxias había intentado leer sus sentimientos, algo aprendido para defenderse en las calles de Condenación, y sólo había encontrado algo de curiosidad y respeto, pero no el sentimiento que esperaba.

Con los meses, el “amor”, el deseo que sentía se había ido haciendo más fuerte, más duro y cruel con él, hasta el punto de que le impedía dejar la ciudad como era su deseo.

En ese tiempo, también había aprendido a respetar a los hombres. Lejos de las narraciones de sus mayores en las que aparecían como bestias inferiores, Abraxias les había observado como seres inteligentes, muchas veces más que su propia gente, capaces de sentir, y de hacer sentir cosas que jamás había imaginado en las Doce Ciudades.

Pero esa noche todo iba a cambiar. Había notado la presencia en la ciudad de un oscuro rival suyo en el gremio oculto, el gremio de asesinos y expatriados que se extendía por todo el imperio.

No creía que él hubiese venido buscándole, pero sí sabía que su presencia aquí indicaba que los Ichar del gremio habían volcado su atención en las ciudades humanas. Si todo pasaba como solía actuar este gremio, enviarían a un Ichar de clase baja, pero lo suficientemente poderoso como para establecer una casa del gremio, desde la que dirigir todas las operaciones ilegales de la zona.

Pronto, la ciudad de Zaragoza se convertiría en un infierno de oscuridad y muerte. Hace tiempo, a él no le hubiese importado, pero ahora no quería que le ocurriese nada malo a Lola, y se apresuraba al barrio en el que ella tenía el bar, el más marginal de la ciudad.

Cuando llegó vio lo que se imaginaba. Docenas de esclavos metamorfos rondaban las calles, a la busca de rivales humanos a los que corromper o destruir, y en la barra del bar, a una pequeña bestia Ichar que amenazaba a Lola y a sus clientes.

Cuando Abraxas entró en el bar, todas las miradas se dirigieron hacia él. El pequeño ser de cabeza chata y garras afiladas se giró amenazante. Cuando le observó, sus ojos se abrieron como platos, pero no pudo hacer ni decir nada.

Un fuego interior comenzó a quemar la sangre de la bestia, mientras que todos los parroquianos del bar salían apresuradamente.

Sólo Lola se quedó en el bar.

Abraxias la miró lentamente, en silencio. Sabía que ella le había reconocido por lo que era, pero no veía en su rostro la menor expresión de temor ni ira. Ni siquiera deseo, ahora que ella sabía que él era uno de los amos secretos del mundo. Era una mujer fuerte, que se mantenía firme en sus secretos y en sus emociones.

– Ven – , le dijo, tenemos mucho de qué hablar.

Ella dejó la botella vacía en la barra y salió con él por la puerta. Ambos sabían a lo que atenerse en el futuro. Ella no entregaría su corazón, y él jamás dejaría de intentar que así fuese. Aunque tuviese que luchar contra todo el Imperio Ichar por su amor.

 

Traición: historia para Ichar

03 Domingo Abr 2011

Posted by Francisco in Juegos de rol, Relatos

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Traición

 

La sala estaba abarrotada. Alrededor de la imponente mesa los delegados de las Altas Casas discutían los términos de la tregua que debía prorrogarse ese mismo año.

La mayoría de ellos no querían que esto sucediese, y esperaban ansioso el momento de abalanzarse sobre los hombres y el cosmos de nuevo, como las bestias primigenias que en realidad eran. Llevaban semanas discutiendo los pormenores de la tregua, y sólo el poder que detentaban los Renegados, aliados de los humanos, impedía que las altas Casas y los Gremios abandonasen la sala rompiendo el alto el fuego.

Fue sin embargo a última hora cuando el anfitrión Lord Drusin, acompañado por su esposa, Dama Miailin, lograron arrancar una promesa de apoyo en el Alto Consejo de las Mareas a la mayor parte de los presentes. La tregua se mantendría.

Los delegados marcharon a sus casas, y sólo quedamos en la sala Dama Miailin, Lord Drusin y yo, Admun Char, aliado de los Drusin y hermano de Primarcar el líder Renegado.

Lo que vino después es un hecho vergonzoso para mí. Siempre me he creído un hombre de honor, y por eso lo cuento en mis crónicas, pero me avergüenzo profundamente de lo que pasó a continuación.

En medio de la mesa se abrió un enorme portal, del cual surgieron varias criaturas semejantes a demonios. Rápidamente, se abalanzaron sobre nosotros.

– Protege a mi mujer – me grito Drusin mientras se adelantaba para detener las hordas vomitadas por el portal.

Ambos, dama Miailin y yo corrimos hacia la puerta, pero estaba sellada por una magia de increíble poder. Me volví furioso hacia nuestros atacantes, justo a tiempo para ver a cinco Ichar surgir de la abertura.

Lord Drusin dio cuenta del primero de ellos con un golpe de su lanza, que había recogido de la pared donde las mantenía expuestas para impresionar a sus invitados. Otros dos se enzarzaron con él, y la pelea hizo que los mismos cimientos del palacio temblasen. Días después, supimos que el combate había causado un maremoto en la superficie que había alcanzado Japón.

Yo corrí hacia los dos restantes, mientras los rayos golpeaban las paredes, mantando demonios y bestias por igual.

Llamé a mi fiel espada, que descansaba en mis habitaciones, pero la magia impidió que acudiese en mi ayuda. Por ese motivo tuve que luchar con las manos desnudas con mis dos rivales.

Fue una lucha épica, en la que me pude imponer no sin resultar herido en varias ocasiones.

Cuando levanté la vista de del cuerpo ensangrentado al que había quitado la vida, mi visión se nubló de temor.

Lord Drusin habían terminado con sus oponentes, pero un sexto un Ichar al que no conocía pero de gran poder, surgió de la nada y atravesó a mi aliado y amigo con una espada. Las fuerzas de Drusin se apagaron, pues la espada debía estar maldita por el mismo poder que había sellado la sala.

Sus ojos me miraron un segundo, para después fijarse en los de su amada. Allí encontró la paz y la muerte. Al principio no supe cómo reaccionar, y debo confesar avergonzado que su ejecutor hubiese escapado si Dama Miailin no hubiese recogido al ensangrentada lanza del suelo y hubiese atravesado a su enemigo.

Tan de improviso como se abrió, el portal se cerró ante nuestros ojos.

Es este el motivo de mi vergüenza, no pude evitar que mi amigo muriese ante mis ojos, ni pude vengar su muerte.

Sin embargo, sí que puedo buscar al Ichar responsable del ataque. Sé que por su poder tiene que ser alguien de inmensa influencia, y le buscaré hasta en el infierno si hace falta. Ese enemigo, ha revividos los pactos demoníacos que estuvieron a punto de destruir nuestra raza hace millones de años, y temo que pueda ser uno de los Seis Primero perdidos.

Pero sea como sea, le encontraré y recuperaré mi honor.

– fin –

 

Intrigas: historias para Ichar

02 Sábado Abr 2011

Posted by Francisco in Juegos de rol, Relatos

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Intrigas

– Lamento mucho su pérdida, Dama Miailin.

La voz tronó a sus espaldas, y ninguno de los presentes tuvo que volverse para saber que quien así hablaba era el poderoso Primarcar.

Dama Miailin lucía esa luna esplendorosa, como siempre, y el vestido ceremonial de duelo Ichar le sentaba tan bien como casi todos los ropajes que su intensa vida social le habían obligado a llevar. A pesar del intenso color negro y de que cubrían toda su figura, las ropas que llevaba no ocultaban ni un ápice su gracia y su delicadeza al caminar.

Arcums´dale, su guardaespaldas personal, y amante, permanecía, como casi siempre en los últimos diez años, en un segundo plano, protegiéndola.

– Lamento que las intrigas políticas en las que por desgracia nos vemos envueltos le hayan costado a usted la vida de su esposo, Lord Drusin. Es una gran pérdida para el cosmos, y para la causa Renegada.

Ahora sí que Dama Miailin se volvió. Sus intensos ojos verdes se clavaron en Primarcar silenciosos, y Arcum volvió a maravillarse de su belleza serena como tantas y tanteas veces antes. Su rostro enmarcado en la diadema de joyas que su esposo le regaló como dote era terso como el cielo nocturno de su hogar, y los dos tatuajes simétricos enmarcaban su cara ovalada y su perfecta piel oscura.

Sus cabellos caían ahora sobre el vestido negro, dándole el aspecto de un Ángel de belleza incomparable, al tiempo que le conferían una serenidad que sólo poseían los que se habían enfrentado a la Muerte.

– Lord Primarcar, – susurró con su melodiosa voz – Admun Char luchó con valor al lado de mi esposo. La causa Renegada no es la culpable de la muerte e éste, pero si le soy sincera, estoy cansada de guerras ocultas y de politiqueos. Vos sabéis que yo no amaba a mi esposo, a pesar de siempre me trató con amor y cariño.

– Lo sé, lamento las circunstancias que llevaron a vuestro matrimonio concertado, pero benefició a todo el mundo, incluida su casa.

– Por ese motivo me he comportado todo este tiempo como se esperaba de mí. He sido embajadora de la Casa Drusin en numerosas conflictos, mediando en más de los que querría haber vivido, y me encuentro muy cansada.

Arcum dio un paso al frente. La tensión se palpaba en el ambiente, y todo el mundo parecía estar pendiente de esta conversación, sin aparentarlo.

– Fiel Arcum, cuidáis bien a vuestra dama, – sonrió Primarcar, – espero que en el futuro quienes han intentado poner fin a su vida una vez, no vuelvan a hacerlo.

Tras decir esto, Primarcar se dio media vuelta y se marchó. Había sonado como una velada amenaza para su señora, y los ojos de ella así lo expresaban. Las palabras de Primarcar parecían decir, “podéis descansar cuanto os plazca, pero cuando os llame, acudiréis con los recursos de vuestra casa en mi ayuda. Y ni soñéis aliaros con mis enemigos”.

El alboroto en la capilla era tremendo, no todos los días se podía asistir a una riña entre ÇIchar tan poderosos, y el ruido hizo que Arcum centrase su atención de nuevo en la sala.

El Palacio Drusin estaba atestado de invitados, todos ellos engalanados para la ocasión, pues en Sherian-Dragon hasta la muerte de un Ichar notable era motivo para las intrigas, y excusa para la traición. Muchos de ellos veían cada reunión social como una forma de intentar aumentar la red de intrigas que les daba poder, y solían aprovechar estas circunstancias muy bien.

Varios pretendientes habían enviado presentes a Dama Miailin incluso antes de que se celebrase esta ceremonia de despedida oficial. Era costumbre entre los Ichar, lo que no molestaba a Arcum, pero sí que hubiese tantos pretendientes que intentasen aprovecharse de su amada.

La ceremonia transcurrió más rápido de lo que esperaban, y al caer la luna los invitados abandonaban el Palacio Drusin en dirección a sus respectivos palacios y ciudadelas. Muchos habían venido de lugares lejanos, a presentar sus respetos al fallecido, o a intentar medrar a su costa.

Dama Miailin despidió al último y ordenó a los criados que cerrasen la puerta. Pasó a su lado en silencio, pues ni siquiera de puertas para adentro podía mostrar los sentimientos que albergaba hacia su escolta. Eso quedaba reservado para sus aposentos privados, donde ni los esclavos más fieles podían entrar.

Arcum la siguió en silencio, sus pasos les llevaron hasta el salón de recepciones, donde una especie de trono se apoyaba en la pared. Era el lugar donde Lord Drusin concedía las audiencias oficiales. A su derecha, una silla más pequeña indicaba el lugar que hasta ahora ocupaba ella.

Miailin se fue a sentar en el trono de su difunto esposo, y le hizo una seña casi imperceptible a Arcum, quien se retiró unos pasos.

– Muy bien – dijo ella a la aparentemente vacía sala – vos habéis solicitado la audiencia. ¿Qué deseáis, Dilmore?

– Venganza, Lady Drusin – dijo una voz que salía tras las inmensas cortinas rojas que caían del techo una altura de casi diez metros.

Detrás de ellas, surgió una pequeña y extraña figura. Era a todas luces un Ichar de gran poder, pero su cuerpo deforme no dejaba lugar a dudas de su pertenencia a la casa Efermun.

– Venganza, Lord Dilmore, – respondió su amada.

– Vos sabéis lo que pretende la Casa Efermun. Queremos que la alianza con la casa Drusin, de la que venimos hablando hace tiempo, se materialice ahora que ha ocurrido el desgraciado accidente que le ha arrebatado a su esposo.

El deforme hombrecillo se situó frente al trono desde el que le escuchaba Miailin. Ella estaba serena, evaluando sus palabras y sus actos, pero Arcum sabía que la presencia aquí del Ichar era una amenaza velada para que ella cambiase de bando, y aliase la Casa Drusin con los enemigos de Primarcar y los hombres.

– Sabéis que la muerte de mi esposo es dolorosa, a pesar de que nuestro matrimonio fue concertado. Él siempre me trató como si fuese parte de él, y siempre cuidó de mí. Me dio todo el poder que ahora ostento, y eso es lo que más valoran los Ichar. No hace falta que se lo recuerde.

– Por eso estoy aquí en un día tan doloroso. Fue la alianza de Lord Drusin con Primarcar lo que le llevó a la muerte, y por ese mismo motivo creo que deberíais replantear la política de alianzas de vuestra casa. Es peligroso permanecer al lado del Primer Ichar, y no reporta beneficios, sólo dolor y muerte. Ya lo habéis comprobado.

– Sé lo que nuestra alianza con Primarcar nos ha acarreado, – la voz de ella sonaba amenazadora, recordando que no era estúpida – pero no sé en qué nos beneficiaría ponernos en su contra.

– Para eso estoy aquí. Como sabéis, represento a la alta Casa Efermun, pero no sólo a ella. Toda una coalición de Altas Casas ha iniciado un movimiento que esperamos, sea capaz de devolver la gloria a las Trece Ciudades y al Imperio Ichar, y poner fin a la presencia de los humanos en nuestras calles.

Los humanos, pensó Arcum. Esa raza pequeña e inferior a la que sin embargo le debía tanto.

Humanos eran los enviados a escoltar a Dama Miailin hasta su hogar entre las estrellas, y ellos habían sido quienes le salvasen la vida a la Ichar durante la emboscada que sus enemigos les habían tendido.

Cuando ambos, Miailin y él les expusieron el dilema que sentían fueron los humanos quienes expusieron sus vidas a la furia de Lord Drusin y Admun Char defendiendo el amor que los dos jóvenes Ichar se profesaban. También fueron ellos quienes dieron con la fórmula intermedia que les permitiría seguir juntos, al tiempo que ella se casaba con Lord Drusin.

Pero ahora las cosas pintaban mal para esa raza, las altas Casas se habían unido de nuevo, y la guerra podía estallar en cualquier momento con cualquier fingido pretexto.

– Meditaremos sus palabras, Lord Dilmore, no deseamos oponernos a la voluntad de las altas Casas, y prestaremos nuestro apoyo cuando la balanza se incline hacia su favor. Dejadnos sola, necesitamos pensar en su ofrecimiento. Venganza final – le despidió.

– Venganza final, Lady Drusin.

Aparentemente satisfecho, Lord Dilmore se retiró. Sabía que en una primera entrevista jamás lograría un acercamiento mayor que el que había conseguido. Y Arcum sacudió la cabeza despacio. Se avecinaban tiempos peligrosos si se enfrentaban a Primarcar.

Las enormes puertas se cerraron solas ras él y en la sala sólo quedaron los dos amantes que se miraban a los ojos. Él daría su vida por ella si era necesario.

Dama Miailin le sonrió y un olor a ozono llenó la habitación. A su lado, apareció la imponente figura dorada de Primarcar.

Arcum asió su espada, regalo de sus ancestros, y se interpuso en el camino de él. No tenía ninguna posibilidad, pero no iba a dejar que el Primer Ichar le quitase la vida a su amada sin luchar.

– Arcum, – dijo una voz a sus espaldas – no sucede nada, Primarcar es amigo de la familia.

El poderoso Ichar puso una mano sobre su hombro, y le miró directamente.

– Noble Arcum – fueron sus palabras – tu lealtad y valor merecen una recompensa. Más no deseo mal a tu señora. Seguimos siendo aliados.

– Así es, Arcum. Déjale pasar – le pidió.

Arcum así lo hizo.

– Primarcar, la alianza ya ha dado su primer paso, al principio desconfiarán de mí y mi casa, pero me aceptarán cuando pongamos en marcha todas las piezas del plan.

– Así es. Recordad que necesito saber qué casas, y cuales de sus miembros son los que se oponen a mí, y qué planes están tramando. Y que nadie en su casa debe saber lo que sucede en ningún momento. Sólo el Lord y Lady Drusin pueden conocer el triple juego que están jugando

– Así se hará Primarcar. Mi casa continuará oficialmente aliada con los Renegados Ichar, con vosotros, pero en la sombra proclamaré mi adhesión a la causa de las Altas Casas y mi odio por los humanos. Sin embargo, os reportaré a vos lo que descubra.

– ¿Por qué entonces estoy yo aquí? – se atrevió a interrumpir Arcum.

– Yo no debería conocer este hecho. Sólo soy un guerrero.

– Al contrario, Noble Arcum – sonrió el Ichar. – Pero dejaré que vuestra dama os lo explique.

– Arcum, amor mío – sus palabras sonaban en su corazón directamente, y una inquietud se apoderó de él. No sabía que Primarcar también estaba al tanto de su amor mutuo. Creía que sólo lo conocían Admun Char, el hermano del Primer Ichar y Lord Drusin.

>> Durante este tiempo habéis soportado la carga de nuestro secreto, y ahora merecéis vuestra recompensa. Primarcar y yo hemos encontrado una forma de seguir adelante con nuestros planes y al tiempo permitir que tú y yo sigamos juntos.

– En realidad ha sido mi hija Crilian quien aportó la idea – puntualizó el alto Ichar.

– La próxima marea anunciaré nuestro matrimonio. Por fin uniré mi destino al tuyo, Arcum – Miailin sonreía mostrando su perfecta dentadura. – Todo el Imperio Ichar se revolverá contra esta decisión, pues no van a aceptar fácilmente que un Ichar de vuestra posición se despose conmigo.

– Yo declararé oficialmente mi repudia a esta decisión, – continuó Primarcar – lo cual hará que la Casa Drusin sea aceptada sin miramientos entre las filas de los traidores que se oponen a mí y al resto de los Renegados. El antiguo poder, las Altas Casas, también lo verán antinatural, sin duda, pero se callarán esperando que Miailin acepte su oferta de unirse a ellos. Y así lo hará.

– Oficialmente Primarcar y yo mantendremos nuestra alianza, pero entre nuestros enemigos se creerá que la hemos roto. En realidad, estaremos descubriendo sus secretos.

– Los humanos llaman a esta maniobra Caballo de Troya. Vosotros seréis mi caballo de Troya entre mis enemigos. Pero será peligroso, no lo dudéis. Por eso debes saber la verdad, noble Arcum. Para poder defender a vuestra dama. Como ves, las desventajas son muchas, pero las recompensas también.

– Por fin podremos estar juntos – declaró ella – nuestro amor no volverá a ser furtivo.

Arcum tardó en asimilar las palabras. Primarcar se despidió, y su dama quedó en silencio mientras le miraba. Arriba, la enorme cristalera lucía con al luces que filtraba de la ciudad.

– Será un camino peligroso, amor mío, pero es la única salida que hay para que podamos amarnos sin escondernos.

– Haremos el camino juntos, Miailin, y si la muerte viene a buscarnos, la afrontaremos juntos.

– Recuerda el lema de nuestra raza, Arcum. Si la muerte viene a buscarnos, hasta la muerte aprenderá a temernos.

Y tras decir esto, Dama Miailin le tomó de la mano, y le condujo a sus aposentos. Por primera vez en años, de forma libre.

– fin –

 

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