Existe un lugar maravilloso en la Tierra de las Bestias, a un tiro de piedra de Sigil, y a la vez lo suficientemente lejos como para que ni los dioses sepan encontrarlo, sobre el que se susurran cosas terribles y admirables al mismo tiempo.
Una cabaña pequeña, en un claro con un lago, rodeados de bosques, y con unas sempiternas montañas al fondo.
En este idílico paraje mora el que muchos consideran unos de los primeros dioses jamás nacidos, otros, un legendario héroe y los menos, un ilusionista lo suficientemente listo como para embaucar al universo con una trama de engaños, rumores y deslumbrantes efectos.
Dicen, y nadie sabe si es cierto, que los mismos dioses desaparecen cuando se adentran en la cabaña, y nadie que haya entrado en ella, y que su dueño no haya querido, ha podido salir.
Pero, ¿qué misterios esconde este paraje?
Dicen, que en sus entrañas, en un sótano, o una gruta bajo tierra, su propietario guarda uno de los mayores tesoros del Multiverso.
Columnas de cristal y espejos, formadas por una miríada de cristales craquelados, que muestran imágenes de la miríada de mundos. Desde ellos, y siempre según los rumores, se puede acceder a cualquier mundo del multiverso, incluso aquellos cerrados, como Sigil.
Evidentemente, una competencia así para la Ciudad de las Mil Puertas es algo que nadie se explica cómo es tolerado por la Dama del Dolor. Por ello, quizás, los rumores estén muy lejos de la realidad.