La épica de estío es propicia para dejar volar la imaginación, a dedicar tiempo a elucubraciones poco prácticas y a leer obras que abran nuestra mente y nuestra creatividad. Y yo me voy a permitir hacerlo tomando como inspiración una de las obras cúlmenes de la Ciencia-Ficción.

Pero antes, una breve preparación. Sin duda, estaréis al tanto de la corriente tecnológica que está afectando a nuestros trabajos, nuestras empresas y nuestras vidas. La digitalización, la disrupción tecnológica y, eventualmente, la Singularidad Tecnológica están trastocando más mercados que nada antes en la Historia.

Hablar de singularidad allá por el 2006 ó 2007 cuando descubrí el término era arriesgarse a que te llamasen loco, o en el mejor de los casos, friki o nerd. Hoy en día es un término que se está extendiendo y que, de terminar haciéndose realidad, por su propia definición, hará que el ser humano como hoy lo conocemos sea incapaz de comprender los avances tecnológicos y los cambios que la Inteligencia Artificial General comportará.

Existe un maravillo artículo en el blog La Singularidad Desnuda: «De la IA Simiente a la singularidad tecnológica» (link en comentarios). En él, el autor nos desgrana matemáticamente cómo sería el paso desde una IA simiente, una Inteligencia Artificial similar a la humana, paso que según algunos se puede producir a finales de esta década, y otros a finales de la siguiente, que nos llevaría a la Singularidad Tecnológica. Matemáticamente explica cómo llegamos en unos 26 meses de ser los reyes de la creación a no pintar nada.

Ante este panorama, desde empresarios y tecnólogos como Bill Gates a científicos y filósofos como Nick Bostrom, abogan por estudiar mejor la ética de la IA a niveles de cooperación internacional, pues será la tecnología con más poder que habremos desarrollado. Sí, más que la energía nuclear, la globalización y todas las demás juntas.

Una vez explicado el marco en el que encajo el artículo, la potencial desaparición del Ser Humano como entidad capaz de tomar decisiones sobre su propio futuro y el del mundo, sustituido por nuestras propias creaciones, nuestros «hijos» metafísicos y tecnológicos, vamos a volver nuestra mirada hacia la obra de Frank Herbert, Dune.

Seguramente estaréis al tanto de la obra, bien por haber visto alguna de las adaptaciones al cine y a la televisión, al cómic, a los juegos de mesa o de rol, o mejor aún, por haber leído su obra.

En ella el Ser Humano ha conquistado las estrellas, llevando a millares de mundos un sistema económico casi feudal (lo que daría para otro artículo veraniego) en el que la Humanidad sigue siendo el «rey de la creación». Superando un pasado de dominación por parte de máquinas pensantes, la Humanidad se ha reconstruido desde la esclavitud y ha desarrollado no sólo una economía vibrante y repleta de matices, sino un sistema de gobierno milenario. Y lo ha hecho a pesar de haber prohibido el desarrollo de máquinas inteligentes.

¿Cómo lo ha logrado? Pues superando las limitaciones humanas mediante el trabajo duro, la especialización, la entrega total a determinadas artes y ciencias y el trabajo a largo plazo de generaciones. Así, tenemos expertos estadísticos en los Mentats, casi capaces de predecir el futuro, la Bene Gesserit y las Honoradas Madres, con su capacidad de manipular el comportamiento humano, los navegantes de la cofradía, que pueden gracias a la ampliación de su consciencia gracias a una droga, la especia, calcular la navegación segura entre mundos (si os parece extraño el concepto buscar el auge que nootrópicos y psicotrópicos están teniendo en zonas de alto rendimiento y exigencia como silicon Valley en un esfuerzo de ampliar horizontes). Tenemos así, numerosas «profesiones» especializadas que han dedicado su vida, y las de generaciones, a superar los límites de un determinado arte o ciencia, llegando a ser capaces de sustituir a máquinas pensantes.

Más allá de la maravillosa obra de ciencia-ficción que nos legó, este pensamiento me inspira personalmente a intentar ser mejor, a aprender más cada día y a mejorar. Creo que es una de las posibilidades que tenemos para perder el miedo al futuro. Quién es capaz de competir en creatividad, especialización o destreza con su futura competencia, no ha de temer al Futuro ni a lo que traerá.

Y quizás éste sea uno de los caminos por los que el Ser Humano nunca quedará obsoleto, nuestra capacidad de mejorar y de aprender, de especializarnos y de superar nuestros propios límites mediante el aprendizaje, la enseñanza, el esfuerzo y entrega continuos y nuestra pasión.

No soy el único que ve esta posibilidad como una salida al dilema de la obsolescencia humana, Elon Musk y creó una empresa, Neuralink, para ayudar, mediante implantes neurológicos, a acelerar nuestra capacidad de competir con las máquinas. Desde luego, eso es tomar el camino corto (pero igualmente válido) en la carrera para que el Ser Humano continúe pintando algo en su propio futuro, y sigamos teniendo algo que decir sobre nuestro destino.