La Fortaleza recibe buenas cantidades de agua procedentes del exterior. Además del Acueducto de Immun, que alimenta los niveles inferiores, su superficie esta repleta de chorros de escorrentería que descienden por sus paredes exteriores y por canales interiores procedentes de la parte más alta de la gruta en la que se asienta la fortaleza flotante.

Encima de la gruta corren numerosos ríos subterráneos (cómo iba a ser de otra manera) e incluso hay un curioso lago donde habitan elfos marinos que sirven a un Dragón Ancestral.

El agua se va filtrando por grietas y agujeros y termina por salir a la gruta, cayendo como una pequeña cascada intermitente sobre los niveles más altos del dungeon, principalmente en un saliente del nivel 17, lo que llevó a un gnomo visionario a crear la Máquina del Agua. Huyendo de algún tipo de problema en su ciudad, recaló en la Fortaleza del Viento Sollozante en busca de un sitio donde encontrar la paz y escapar de sus perseguidores. Nadie en su sano juicio entraría en ciertos niveles de la Fortaleza, ni siquiera aunque supiese donde se esconde alguien en un territorio con más de 4.000 niveles repletos de peligros, y una superficie de 340.000 kilómetros cuadrados donde moran desde vampiros a genios, armas mágicas domina voluntades, dragones, terribles devoradores y demonios.

El gnomo que más adelante se ganaría el nombre del Maestro del Agua vio el potencial de dominar el agua que caía literalmente para ellos, y construyó un depósito para recuperarla.

Por supuesto, esto no gustó a muchos de los regentes y tribus que habitaban en los niveles más bajos, pues dependían de recoger lo que pudiesen de la escorrentería para su propia subsistencia, y ver cómo alguien recolectaba el agua que daban por sentada no gustó nada en muchos niveles hacia abajo.

El Maestro del Agua había sido listo, y se había garantizado alianzas con algunos reinos de la Fortaleza ahora desaparecido, pero que por su protección recibirían el doble del agua que hasta ese momento recolectaban.

Lejos de escudarse en esta protección, el Maestro recibió a los emisarios de todos los pueblos con ánimo conciliador, y así nacieron los Tratados del Agua.

Los Tratados del Agua

El Maestro, gracias a sus máquinas de vapor y sus conocimientos de ingeniería pudo calcular que de todo el agua que caía, antes de su llegaba, sólo se recogía un litro de cada 15, el resto se perdía escurriendo ladera a bajo, o rebotando en la superficie de la roca y cayendo hacia la nada.

Cada uno de los pueblos de más abajo mediría, con ayuda de los gnomos del Maestro, cuánta agua recogían en un día normal. A cambio de evitar enfrentamientos, todos recibirían el triple de ese agua a través de un sistema de cañerías que aprovechaba alguno de los canales verticales ya construidos.

Además, para evitar la escasez de agua en caso de fallo de las cañerías, el maestro cerraría el sistema de recolección una hora de cada diez, permitiendo que el agua corriese pared abajo, para que incluso quienes no tuviesen acceso a la cañerías tuviesen un suministro regular de agua.

También negoció con los niveles inferiores su cesión del espacio, a cambio de las grandes riquezas que iba a ganar. El oro y las gemas no le importaban, pue sólo buscaba seguridad y un lugar donde mejorar sus conocimientos. Convirtió el nivel 17 en la sala de máquinas de su estructura, extendió las tuberías y cañerías kilómetros y kilómetros y creo un intrincado engranaje de transporte, recolección y suministro de agua, así como una zona de depósitos en los niveles 18 a 30, con capacidad para almacenar (nadie entiendo cómo no cede la estructura de piedra, pero puede que la maquinaria hidráulica del Maestro sea la respuesta) 1.500 millones de litros de agua.

En tiempos de bonanza, cuando los ríos y lagos de arriba liberan agua en cantidad, el Maestro la dejaba correr en su justa medida, almacenando el sobrante, y en períodos de escasez abastecía con los depósitos cientos de niveles inferiores.

Con su visión y su genio, el Maestro del Agua multiplicó por 10 o más la cantidad de agua disponible, e hizo su suministro mucho más regular y predecible.

Esto dio lugar a un enriquecimiento sin igual de muchas zonas. Muchas más cosechas de hongos y líquenes, mejor ganadería, máquinas de vapor y ruedas mecánicas, jardines esplendorosos de los diversos habitantes de los niveles.

Con la muerte del Maestro del Agua todo hubiese desaparecido, si no hubiese sido porque al ver acercarse su final, hizo un pacto terrible con un nigromante del hielo. A cambio de las riqueza que había acumulado, con la que el nigromante pretendía conquistar un lejano reino, El Maestro del Agua realizó un ritual impío que le transformó, de facto, en una especie de Fantasma de la Máquina. El Maestro se convirtió, a todos los efectos en la Maquinaria que alimentaba los Tratados del agua. Así mismo, el trato incorporaba un elemento místico adicional, un pacto con Marids del plano elemental del agua, quienes abrirían un portal a su reino para mantener siempre defendidos los depósitos a cambio de que el Maestro les permitiese utilizar sus niveles como base para sus andanzas por el mundo de Infinity Dungeon.

Estos portales se abren sólo cada cierto tiempo, y sólo permiten pasar materia viviente, por lo que sólo criaturas vivas pueden traspasarlos en una u otra dirección.

Así, ahora mismo, todos esos niveles se encuentran repletos de agua, infestado de criaturas y peligros submarinos y defendidos por los seguidores gnomos, y por el alma y las máquinas del Maestro, y mientras eso siga así, todos los intentos de dominar la poderosa maquinaria que abastece de agua a los niveles superiores de la fortaleza del Viento Sollozante, seguirán funcionando libres y sin injerencias.

La historia del los intentos de saquear o conquistar los Depósitos son muchas, e interesantes, pero eso, ya es otra historia.