Nadie podía imaginar que el mundo de los Enanos de Clan Aruin se iba a derrumbar poco después de alcanzar su mayor logro.

Durante muchos siglos, un milenio largo, los hijos del Rey Aruin excavaron la montaña en busca de espacio para su creciente población y riquezas para sus también crecientes bóvedas de tesoros.

Su arte con la roca y las runas se fue refinando con cada generación que se incorporaba a los salones del clan. Jóvenes enanos aprendían desde niños las viejas artes de los maestros orfebres y los chamanes de las runas, introduciendo cada vez mayor complejidad y trabajo en el hermoso arte de grabar la roca y en la imperiosa tarea de crear efectos arcanos.

A los artesanos y los chamanes les surgió una oposición fervorosa por parte de los sacerdotes de Oluriain, dios de los dioses Enanos. Los viejos sacerdotes contemplaban con preocupación primero, con temor después, las proezas de quienes no temían invocar los poderes de la Roca de formas cada vez más osadas y temerarias, pues éstos habían descubierto que anidando las runas en los intrincados grabados de los artesanos, en órdenes precisos decrecientes, la potencia de sus efectos se multiplicaba.

Nacieron así los algoritmos rúnicos y los grabados fractales, lo que hizo crecer más todavía el poder, la riqueza y la prosperidad del Clan.

Las advertencias de los sacerdotes fueron ignoradas, por supuesto, pues nada eclipsa más la razón y la prudencia de corazón de un enano que el brillo de las gemas y el oro y la hermosura de la roca tallados.

Durante décadas el Clan siguió excavando en la roca, y perfeccionando su arte y sus conocimientos.

Años después, los pocos supervivientes de ll Clan que lograron escapar antes de enterrar todos los niveles inferiores hablaban de una gran muerte y un gran terror que destruyó en horas lo que había costado un milenio construir.

Algunos hablan de una horda de demonios, otros de un dragón ancestral de una de las especies ya extintas que fue despertado del sueño eterno por las voraces herramientas de los enanos.

La verdad es mucho más terrible y compleja.

Enfrascados en su propio y majestuoso arte, maravillados por la grandeza de sus creaciones, los chamanes idearon el artefacto definitivo, una colosal maquinaria de roca, gemas y metales preciosos. Durante años trabajaron en ella, grabando los más complejos algoritmos rúnicos en su superficie, decorando el oro y el mithril con filigranas fractales. Sus delicadas y complejas superficies eran recorridas por fuerzas geománticas inexplicables, que se acumulaban en gemas sin parangón en belleza y poder.

Con semejante artefacto, los chamanes esperaban crear un poderoso efecto mágico que creare un campo de probabilidad positivo sobre toda la ciudad de Aruin y sobre cada uno de sus miembros.

En teoría, esto haría que cada miembro del clan contase con un escudo protector infalible que manipularía todas las condiciones físicas y místicas presentes en el mundo a su favor. Desde la suerte, hasta la física, pasando por la opinión de quienes les rodeasen, todo jugaría en favor del clan y su ciudad.

La guinda del pastel la puso La Andriosepta, una misteriosa gema del color más negro jamás visto, que los enanos encontraron en la roca.

La piedra parecía absorber la luz de una forma como jamás se había visto. En cuanro hicieron pruebas, en seguida comprendieron que con ese elemento, el artefacto podría hacer mucho más por el clan. Crear un campo mágico protector que ningún enemigo, arma o magia podría traspasar, subyugar la voluntad de quienes estuviesen en el radio de alcance de ése campo protector para beneficio del clan y otras tareas impensables incluso para los grandes magos elfos.

Trabajaron durante semanas tallando la gema negra, ajustándola para la máquina de roca, hasta que con una pomposa ceremonia la colocaron. Así empezó el Fin.

En pocos minutos comprendieron su error. Ninguno de los enloquecidos supervivientes puede explicar qué pasó, ni cómo…quizás fuese por la gema negra, o quizás por las energías acumuladas, o por la complejidad de las runas, pero al despertar la Máquina fue mucho más terrible y expansivo que glorioso.

En una hora, el artefacto tomó consciencia de si mismo, en treinta minutos más había aprendido todo lo que sabía el clan Aruin. Minutos después, empezó a comerse las mentes de sus creadores.

Comprendiendo lo que habían hecho, los enanos activaron los viejos mecanismos de defensa de la ciudad, inundando los niveles de lava y acero fundido, derrumbando toneladas de roca sobre el mecanismo, despedazando sus partes y haciendo estallar las gemas, liberando la energía acumulada, y sepultando toda la ciudad.

La Ruina de Aurin implantó temores y locura en la mente de los pocos que lograron escapar con vida, de tal forma que pocos son capaces, incluso hoy en día, de explicar lo que ocurrió, ni los terrores que alberga la antigua fortaleza del Clan Aruin.